Nadie lo invitó pero siempre está presente y francamente no hay forma de evitarlo. No pienses que será discreto porque se robará la atención de todos, incluso la tuya. Se trata de cierta adicción que viene afectando a cada vez más y más seres humanos. Es peor que el virus africano y drogados por su influencia hay millones de hombres, mujeres y niños de todas las edades y de todas las naciones. Por supuesto nos referimos al dichoso celular.
Los genios detrás de estos aparatos te inundan con aplicaciones, algunas ridículamente costosas, que te incitan a hacer prácticamente cualquier cosa, menos mirar a los ojos a tus hijos, tu esposo y lo que te rodea… que te impiden conversar con tu familia y que te bloquean el placer de disfrutar de la cena y de la sobremesa, la única vez al día que esto se nos hace posible. Sí, te dicen que puedes tener a tu alcance cientos de juegos, periódicos, cálculos, mapas y cualquier otra cosa, siempre y cuando te arrodilles a su influencia y te sometas a su poder seductor que paraliza toda relación social normal con tus seres queridos quienes ahora te molestan porque interrumpen tus “sagradas actividades celulares”.
Ya casi se nos olvida que el propósito original era simple y llanamente hablar por teléfono. ¡Bendito sea aquel aparato negro con su disco numerado que se llamaba teléfono! ¡Jamás se parecía a este endemoniado aparato que nos roba toda conciencia de la hora, el día y las actividades que debemos desempeñar!
¡Ese invitado obligado a todas las reuniones comerciales y de trabajo! ¡Ese invitado obligado que se sienta en tu iglesia o en el discurso de funeral de la tía Brunilda! Es el mismo que interrumpió la boda de Camila y casi arruina el bautizo del hijo de Felipe. El aparato no viene solo sino acompañado de su inoportuna musiquita que distrae, interrumpe, perturba y desconcierta.¿Habrá alguien en este mundo que pueda dominarlo?
No sé tu, pero yo, HOY he decidido comenzar a luchar. Estas son mis primeras resoluciones:
1. Comenzaré a dejar el teléfono más a menudo en la guantera del auto. Comenzaré cuando vaya a visitar a mis padres y a mis amigos. Atenderé los mensajes cuando regrese al auto.
- Cuando llegue a casa, lo colocaré en su lugar de carga y lo pondré en “mute” para que me permita compartir con mi familia. Antes de acostarme veré si tengo mensajes. Los que no me dejen mensaje no tendrían nada importante que decirme. Compraré un despertador de mesa para que se quede toda la noche en el lugar de carga. No lo necesito como reloj despertador.
- Si estoy en el automóvil y recibo una llamada, solo la contestaré si tengo disponible mi bluetooth y puedo contestar con mi dispositivo handsfree. De otra forma contestaré las llamadas al llegar a mi destino.
- Solo enviaré los mensajes de texto necesarios y evitaré enviar chistes, cuentos, chismes o noticias excepto por treinta minutos una vez al día.
- No lo usaré más en restaurantes mientras comparto con mis compañeros y disfruto de una velada con mi esposa. Es desagradable estar echando una mirada al teléfono cada tres minutos. Desalienta y apaga cualquier interacción con nuestro interlocutor.
- Evitaré utilizarlo en horas de trabajo por medio de ponerlo en una gaveta y mantenerlo en silencio. En una emergencia se me puede contactar por el teléfono de la compañia.
Estoy harto de que el celular me robe la atención, la comunicación y al final, el cariño de los que significan algo para mi. Comprendo que es una resolución personal pero soy yo el que tengo que empezar a hacer algo. Tengo la esperanza de que al verme liberado de ese invitado obligado y nongrato, le sirva de estímulo para liberarse a todos los que me rodean que se han sometido a su tirana esclavitud.
De ahora en adelante, YO tendré el control.
¿Me sigues?
Discover more from Komosabe
Subscribe to get the latest posts sent to your email.