¿Se puede superar la tartamudez?

Aunque algunos piensan que la tartamudez o disfemia es un problema sin solución, la realidad es que puede superarse con esfuerzo de parte del tartamudo y la ayuda de un terapista, un familiar, o ambos. No son pocos los tartamudos y tampoco es un problema reciente. Se estima que hay sobre 70 millones de tartamudos en el mundo. Es probable que tu, estimado lector, conozcas a algunos. ¿Qué es la tartamudez?

El tartamudo puede sentirse alejado de todo y de todos.

¿Qué es la tartamudez realmente?

La tartamudez es un problema de coordinación motora del habla. Se caracteriza por disfunciones involuntarias del habla que suelen ir acompañadas de tensión muscular, por lo general, en la cara y el cuello. Por supuesto, provoca mucho estrés y en ocasiones promueve un espíritu tímido o introvertido en quien la padece.

Comentarios de algunos tartamudos:

“Algunos caemos en esta situación producto de un trauma o situación que nos afecte emocionalmente. Pudiera ser el divorcio de nuestros padres, un accidente o como en mi caso, la mudanza repentina a un país desconocido.” Otro dice: “La escuela es el peor lugar donde un tartamudo quisiera estar de modo que para mi, cada día era peor que el anterior y cuando trataba de superar el impedimento y me ponía nervioso más parecía adueñarse de mi la disfemia.” Continúa diciendo: “ese impedimento fue moldeando mi personalidad de adolescente de forma negativa haciéndome más y más introvertido y minimizando día a día mi estima personal. Los compañeros de escuela se burlaban de mi y tartamudeaban a propósito mientras yo iba cohibiéndome de hablar por temor a las burlas.”

En mi caso, cuando tenía unos catorce años, ya padecía de una disfemia aguda. Un buen día mi madre me preguntó: “-¿por qué cantas sin tartamudear?” Le contesté que no tenía idea. Me explicó que los científicos dicen que cuando cantas se activa una parte del cerebro que evita temporalmente los problemas de las zonas que se activan durante el habla. Entonces me dijo: “si tu modulas la voz, como cuando vas a cantar una canción, verás que no tartamudeas”. No me parecía una solución real pero al intentarlo me di cuenta de que mi madre tenía toda la razón. Seguí practicando el método, primero en privado y luego en público y para mi sorpresa, ¡funcionó!

A esta práctica incorporé, por sugerencia de ella también, ejercicios de relajación, respiración, vocalización y articulación hasta que la tartamudez fue quedando en el pasado. Interesante que al haber sido tartamudo me he hecho más consciente del privilegio de poder utilizar las palabras de un modo que pueda edificar a los que me escuchan.

Confieso que, debido a mis antecedentes, cuando me asocio por algunas horas con un tartamudo, tengo que volver a repasar algunas de las técnicas ya mencionadas, pues a veces siento que si me descuido, la disfemia pudiera regresar.

Ahora bien, ¿qué podemos hacer cuando nos encontramos con un tartamudo? ¿Cómo debemos reaccionar? A continuación te ofrezco algunas sugerencias que, al aplicarlas, puede ayudarte a disfrutar del compañerismo de una persona tartamuda, de cualquier sexo o edad.

Escucha lo que dice con respeto y atención. El tartamudo se dará cuenta si lo ignoras o no le prestas atención.

Se paciente, no trates de completar las palabras en las que parece trabarse indefinidamente. Dále el tiempo que necesite para expresar su pensamiento.

Háblale de forma natural y normal. Ellos no tienen ningún problema para entender lo que se les dice.

No trates de darles consejos sobre el habla, o su problema, a menos que te pregunte o solicite tu ayuda. Si se sienten, como realmente son, personas normales e inteligentes como cualquiera de nosotros, apreciarán mucho tu amistad.

Tratar a otros como te gusta que te traten te ayudará a tener buenos amigos.

Hoy por hoy hablar en público y poder exhortar o animar a mi auditorio me produce un gran gozo. Pienso que muy pocos, si acaso algunos, de los que me conocen pudieran pensar que alguna vez yo también fui tartamudo. De manera que a la pregunta de si puede superar la tartamudez, la respuesta es un rotundo “Sí”, “¡Sí se puede!”

La autoestima de nuestros hijos -conclusión.

Entre las características de la persona que goza de una saludable autoestima, se encuentra la forma en que percibe su propiedad personal, la forma en que toma sus decisiones y el mecanismo que utiliza para tomarlas. Estos tres puntos se discutirán a continuación. La idea es poder transmitir y reforzar estos conceptos en nuestros hijos para ayudarlos a edificarse una autoestima sana.

La autoestima saludable contribuye a que tengamos buenas relaciones
con otras personas.

1. La persona con una autoestima saludable cuida sus cosas, no las maltrata ni las abandona.

Las mantiene en buenas condiciones. La razón por la que lo hace es porque aprecia lo que tiene, no porque ame lo que tiene, como tal vez lo haría la persona materialista, sino porque sabe que las cosas tienen un costo y un valor y se respeta a sí mismo cuando no las desperdicia ni las abandona.

Podemos y debemos ayudar a nuestros hijos a construír su autoestima ayudándolos a valorar sus posesiones. Así que lo que tenga que ver con lo que posee debemos inculcarles que debe cuidarse, limpiarse y ordenarse. Acostumbrarse a andar entre cosas sucias, maltratadas y desordenadas es la herrumbre de la propia estima.

Mantener su propiedad limpia y ordenada tendrá
un efecto en su autoestima.

2. Poder tomar decisiones propias de la edad fortalece la estima de un niño o de un joven.

Cuando tenga que tomar decisiones según su edad, debemos permitirles un grado de libertad personal para que lleguen a sus propias conclusiones.

A medida que un niño va desarrollándose debe ir aprendiendo a tomar decisiones. Algunas pueden ser muy sencillas pero poco a poco el joven va desarrollando su personalidad y su carácter. Permitirles tomar sus propias decisiones de forma paulatina, sin crítica, va capacitándoles y fortaleciendo su estima.

Tal vez a usted le gustaría que el muchacho llegue a ser un atleta profesional pero a él no le gusta el deporte ¿Qué haremos? Respetemos su individualidad y permitámosle desarrollarse en lo que le gusta a él. Pregúntele sobre asuntos cotidianos y escuche sus opiniones y sus puntos de vista. Respete sus gustos aunque no coincidan con los suyos.

No juzgues mis decisiones sin entender mis razones.

3. El mecanismo que utiliza para tomar sus decisiones.

Claro, con cada decisión el niño y luego el joven aprenderá que hay consecuencias. Esas consecuencias, que pueden ser más o menos desagradables le enseñarán por sí mismas. Con todo, es mejor que tome sus decisiones y aprenda por sí mismo que obligarlo a tomar las nuestras. El debe saber qué cosas ya puede decidir y qué cosas no. A medida que crece es nuestro deber encargarnos de que sepa sus límites. Pero además de esto, algo importante que debemos observar es el mecanismo que utiliza para tomar sus decisiones.

Si la razón es para agradarnos a nosotros, aunque nos complazca, no es la mejor razón. El o ella deben estar convencidos de razones más profundas y menos temporeramente ventajosas. ¿Qué sucederá el día en que ya no podamos decirles qué hacer? ¿Por la voluntad de quién se guiarán? Tampoco la razón debe ser por temor al castigo. Hay muchas malas decisiones que no tienen castigo y no por eso son recomendables. Menos sabio es que aprenda a tomar decisiones sobre lo que los amigos piensan o le incitan a hacer. Esto es lo peor. Entonces, ¿sobre qué base toma decisiones nuestro hijo? Debería ser sobre la base de los principios que les hemos enseñado. Deben aprender a decidir sobre valores sólidos, no sobre el gusto, el placer, la conveniencia, o la opinión popular. Un mal mecanismo en la toma de decisiones será fatal, a largo plazo, para su autoestima.

Por otro lado, una autoestima saludable les conduce hacia el éxito en la vida hogareña, en la escuela y en su vida diaria. Cada etapa, la niñez, la adolescencia y luego la vida de adulto es un verdadero reto, tanto para el muchacho como para nosotros sus padres. Como si esto fuera poco, enfrentamos el reto de que cada muchacho es diferente y tiene distintas actitudes, aptitudes y formas de verse y entenderse a sí mismo. ¡Que trabajo tan difícil y a la vez qué trabajo tan recompensador, si tiene un buen final!

Mientras estén en casa tratemos de comprender por qué hacen lo que hacen y guiémosles, sin hacer comparaciones, sin tratar de vivir sus vidas, sin controlar cada movimiento, pero a la vez, esforzándonos por darles el mejor ejemplo. Todos esos elementos juntos, fortalecerán y refortalecerán su propia estima. ¡Adelante! ¡Siempre adelante!

La autoestima y nuestros hijos (II)

Seguramente la vida nos ha enseñado que no podemos dar lo que no tenemos. Y es cierto que si nuestra estima personal es pobre, nos será muy difícil inculcar en nuestros hijos una autoestima sólida. Con todo, debemos esforzarnos por evitar que reflejen nuestras debilidades y flaquezas de personalidad. Queremos que ellos sean mejores que nosotros, ¿no es cierto? Entonces, ¿qué puede ayudarnos? Vigilar nuestras malas tendencias para evitar transmitirlas. Si lo logramos, es probable que nos demos cuenta de que nuestros hijos pueden ayudarnos muchísimo a ser mejores personas. Les ofrezco algunas ideas:

TENGA CUIDADO CON LAS CRÍTICAS

Si inundamos a nuestros hijos con críticas, poco a poco, se alejarán de nosotros y lastimaremos su estima personal.

De vez en cuando, escucho hablar de la llamada “crítica constructiva” y pienso que es un término inexacto. Me parece más un disfraz que una realidad. Para empezar, la crítica siempre es y será crítica. Hay que tener cuidado con tratar de disfrazarla haciendo sentir peor al objeto al cual deseamos ayudar. Es como una espada de dos filos. Corta en ambas direcciones. Te afecta a ti y afecta a la persona que deseas ayudar porque te estás introduciendo de la forma equivocada.

La crítica por su naturaleza es destructiva no constructiva. ¿Entonces? Pues evita la palabra crítica por la palabra “consejo”. Puedes usar también la palabra “sugerencia”, incluso puedes decirle que quieres dejarle algo en qué pensar, pero lo que tenemos que hacer, debemos hacerlo con sinceridad y sin necesidad de herir, humillar o dar la impresión de que sabemos más.

Si deseamos ayudar a alguien, y en particular a nuestros hijos, ellos tienen que estar convencidos de que estamos de su lado y queremos ayudarlos a mejorar. Si no lo están, la llamada “crítica constructiva” seguirá siendo tan solo una vulgar crítica, dolorosa e indeseada.

Si nos la pasamos dando esas famosas “críticas constructivas” el santo día, llegará el momento en que nos convertiremos en padres insoportables que no encuentran nada que elogiar. Sentiran que nunca son lo suficientemente buenos para nosotros. Transmitiremos la idea incorrecta.

Yo le recomiendo, estimado lector, tener mucho cuidado con las críticas. De hecho, la mayoría son innecesarias en la vida familiar. Si algo no está bien y debe correjirse, haga eso y ya está. No obstante hágalo de la manera correcta y de la forma menos dolorosa posible. Comience por reforzar lo bueno, hable de tal forma que edifique a su familia y muy en especial a sus hijos en todas sus etapas de inseguridad. No grite. No aconseje cuando esté irritado. Refuerce los valores y fortalezca las rodillas de sus hijos de modo que puedan enfrentar los difíciles.

Le invito a implantar en su casa “el día de no criticar.” Ayude a toda su familia a que por 24 horas ningún miembro de la familia diga nada negativo DE NADIE, familia o no. Si lo logran van por buen camino. Si no lo logran, trabajen juntos en eso y pronto el ambiente familiar será mucho más agradable.

¡SEAMOS UN BUEN MODELO PARA NUESTROS HIJOS!

Nuestros hijos tienen su mirada en nosotros, tanto como nosotros la tenemos en ellos. Sin embargo, nosotros somos los padres y eso implica que cargamos con una mayor responsabilidad. ¿Ven ellos en nosotros algo que imitar? Y no pretendo complicar las cosas ni entrar en zonas filosóficas. Lo que mencionaré a continuación es sencillo, práctico y algo que está a nuestro alcance. Son solo tres puntos que están en nuestras manos aplicar y que nuestros hijos van a imitar casi automáticamente. Si lo hacen, nuestra propia autoestima mejorará y sin dudas, también mejorará la de ellos. Veamos:

Cuide su salud.

Si cuidamos nuestra salud nuestros hijos van a poder imitar algo valioso que les ayudará toda su vida. No coma en cualquier lugar, no coma cualquier cosa ni coma a cualquier hora. Esté consciente de que es importante conservar la salud. Por favor, no haga disparates ni se arriesgue innecesariamente. No le haga daño a su cuerpo. No lo marque, no lo abuse. Sea una persona limpia. ¡Cuídese!

Su hijo imitará toda su vida el ejemplo que le dé en cuanto a cuidar su cuerpo.

Cumpla sus promesas.

Si prometemos algo, debemos cumplir con lo prometido. Nuestros hijos pueden imitar eso y les damos algo que respetar e imitar. Ellos entenderán si sucede algo que nos haga imposible cumplir con lo prometido, pero, no olvidarán promesas dolorosamente incumplidas. ¡Las falsas promesas destruyen la autoestima de nuestros hijos, y la nuestra!

Respete a todas las personas.

¡Sea genuino! No diga frente a la persona: “-este hombre es mi mejor amigo.” Pero cuando se va la persona, usted le dice a su familia “-ese tipo es un idiota”. ¿Qué estamos haciendo? Nuestros hijos se dañan con actitudes de esta clase. Les transmitimos la idea de que está bien decir una cosa y sentir otra. Destruimos nuestra palabra, nuestra amistad y nuestra propia autoestima. Nuestros hijos nos ven, nos escuchan y terminarán imitándonos.

Por el contrario respetemos a todas las personas y nunca les robemos su dignidad, de frente o de espaldas. Si respetamos a otros tenemos una estupenda base para ayudarlos a hacer lo mismo. José Martí, el famoso poeta cubano dijo: “Honrar, honra.” ¡Que dos palabras tan bien combinadas!

La hipocresía arruina nuestra autoestima y la de nuestros hijos pues los desmoraliza, a ellos y a nosotros mismos.

Sí, es cierto, no podemos dar lo que no tenemos, de modo que si queremos cumplir bien con nuestros privilegios y responsabilidades de padres, ¡debemos mejorarnos como personas!

Creo que esa es una de las bendiciones y uno de los retos más grandes de ser papás. Nuestros hijos nos ayudan, de formas directas e indirectas, a ser mejores personas, mejores seres humanos. Al principio lo hacemos por ellos, pero, al hacerlo, casi sin darnos cuenta, ¡mejoramos muchísimo nuestra propia autoestima!

La autoestima y nuestros hijos

Guardar el equilibrio entre la disciplina y la autoestima es uno de los retos diarios de todos los padres y madres en cualquier lugar del planeta. La razón es que no queremos marcarlos para siempre, o por lo menos, eso pensamos que podemos hacer. A principios del siglo pasado, pocos le daban importancia a la autoestima pero en las décadas recientes el tema ha ido tomando más y más fuerza. Algunos pudiéramos pensar que demasiada fuerza.

De todas formas, vamos a abordar el tema de la autoestima con la esperanza de que nos sirva de alguna orientación. Trataremos de ser equilibrados y evitar los puntos extremos de derecha o izquierda.

¿QUÉ ES LA AUTOESTIMA?

La autoestima es la manera en que pensamos y nos sentimos sobre nosotros mismos y nuestras capacidades. Si tenemos una autoestima saludable nos sentiremos bien con nosotros mismos y nuestros esfuerzos. Una autoestima saludable es algo de lo que todos nos beneficiamos, seamos jóvenes o mayores.

CARACTERÍSTICAS DE LA PERSONA QUE DISFRUTA DE UNA AUTOESTIMA SALUDABLE

“¡Vamos a intentarlo ahora sin paracaídas!”

Una autoestima saludable contribuye a que nos sintamos amados, capaces de realizar con éxito nuestras tareas. Nos ayuda a hacer planes futuros y a trabajar para alcanzar el éxito. Además, y muy importante, una autoestima sana nos ayuda a sentirnos capaces de intentar cosas nuevas.

En cuanto a nuestros hijos, la autoestima buena o mala les afecta de forma positiva o negativa con tanta fuerza como nos puede afectar a nosotros sus padres. ¿Cómo se refleja? Se reflejará en la toma de decisiones, en su creatividad o falta de ella, en las metas que desea alcanzar y su actitud frente a la vida y frente a los problemas que se les presenten.

Nosotros somos la influencia más importante sobre la autoestima de nuestros hijos, por lo menos en algunas de las etapas del crecimiento. Sin embargo, no siempre.

LA AUTOESTIMA NO ES LA MISMA EN TODAS LAS ETAPAS DEL DESARROLLO DE UN MUCHACHO

Los niños de 2 a 4 años por lo general tienen una alta autoestima y están ansiosos por explorar. Son capaces de tomarse riesgos que a otras edades no se tomarán. Se llevan a la boca casi cualquier cosa, meten los dedos por cualquier lugar (aunque sean los tomacorrientes), examinan cualquier objeto y si les es posible le pegan la lengua a ver a qué saben. Para ellos todas las personas le son buenas si se ríen con ellos y no hay charco que no quieran pisotear. ¡Válgame, esa si es una época de autoestima alta!

Por otra parte los niños de edad escolar, por lo general, se sienten inseguros y con poca estima propia. Si es varón, las chicas los asustan. Dudan de sus habilidades y se frustran muy a menudo pensando que no logran hacer lo que otros hacen. ¡Hasta su sombra les asusta y odian los lugares oscuros! ¿Adónde se les fue la autoestima?

Los preadolescentes se sienten avergonzados de su cuerpo, de su forma, de su pelo, de su cara y se sienten inseguros todo el tiempo. A veces piensan que son superhéroes y en diez minutos se sienten completamente fracasados. Esta autoestima estilo sube-y-baja es característica de la edad. Parece que nunca más volverán a ser “gente”.

Luego, los de escuela secundaria se sienten independientes y piensan en irse de la casa o tomar sus propias decisiones, muchas de las cuales ni siquiera son de ellos sino de sus compañeros de escuela o de barrio. ¡Volvió con fuerza arrasadora la estima personal! Sin embargo, es una etapa difícil para los padres y difícil para ellos puesto que la autoestima está en pleno desarrollo. Si empujamos está mal, si no les empujamos es peor, de manera que solo nos queda el ejercicio de tratar-a-ver-qué-pasa (trial and error).

De modo que la autoestima va desarrollándose poco a poco y con muchos cambios con el paso de los años. Crece, deja de crecer, cambia, vuelve a cambiar y finalmente parece que se queda con nosotros y con ellos -buena o mala, para el resto de la vida.

LO QUE NUNCA FALLA

En cualquier etapa del desarrollo de la autoestima de nuestros hijos lo que nunca nos va a fallar es el amor. El amor es la base principal del desarrollo sano de un muchacho. Y no hay medida, ellos son capaces de consumir todo el amor que les demos, todos los días. ¿Cómo hacerlo?

Muestre afecto. ¡Si no sabe cómo practique con la almohada! Apriete la almohada, bese la almohada y luego practique con su hijo. Si no hemos descubierto el valor del contacto físico ya es hora de que lo descubramos y lo practiquemos.

Seamos generosos en sonrisas, en abrazos y mimos. Eso tanto si son varoncitos como hembritas, el sexo no determina si seremos afectuosos con ellos o no. Amigo mío, nuestros hijos deben saber que les amamos y no solo de palabra sino también con hechos.

Dígales que les quiere aunque no hayan sido aceptados en el equipo de boliche. Dígale que les quiere aunque hayan sacado una calificación deficiente en matemáticas. Dígale que les ama aunque no puedan correr tanto como el vecino. Asegúrele a su hijo que lo quiere aunque no sea el número 1 en nada. No tiene que serlo, solo tiene que saber que usted aprecia mucho sus esfuerzos… ¡y sea sincero!

Nuestros hijos NO son adivinos. No pueden saber lo que sentimos por ellos a menos que se lo digamos. De modo que, papá y mamá lectores, hay mucho que hacer todos los días para contribuír a la buena y sana autoestima de nuestros hijos. ¡Adelante!

Una autoestima saludable contribuye a la felicidad de nuestros hijos.

Tu y tu hijo ¡un equipo ganador!

Como papá o mamá tu eres el eje del mejor equipo que puede haber. Algunos son de dos, tres, cuatro y más y en algunos casos la mamá es, ella sola, el centro del equipo, en otros casos es solo el papá, pero sea como sea, los padres tenemos en nuestras manos el éxito de ese equipo. ¡Y queremos que lo tenga! ¿Cómo puede lograrse? Repasemos algunos principios básicos:

INCULQUE EL VALOR DE LA ESCUELA

¡No hay equipo mejor!

Los padres a veces podemos desacreditar los esfuerzos que hacen los maestros en la escuela y, sin querer hacerlo, desanimamos el desempeño que nuestros hijos pueden tener en ella. Sin embargo, debemos inculcar que la escuela es importante y que ellos pueden tener éxito en aprovecharse de lo bueno que la escuela pueda aportar a sus vidas. Esforcémonos en lograr que nuestro muchacho pueda sentirse bien en ella.

La escuela ayuda a los jóvenes a desarrollar habilidades escenciales para el éxito en la vida. Aunque es verdad que no podemos aprender por ellos, sí podemos ayudarles a aprovecharse de la instrucción que reciben.

SEA POSITIVO SOBRE EL APRENDIZAJE DE SU HIJO

Siéntese unos minutos al día con su hijo para darle estímulo en cuanto a la tarea que realice y destaque, todos los días, el valor práctico de lo que está aprendiendo. Los muchachos no pueden asociar una asignatura con su valor futuro. Si ven cómo las matemáticas, la clase de español, historia o geografía pueden ayudarle, eso puede inclinar su mente a mostrar mayor interés en la misma. ¿No le parece?

Por otro lado, si somos negativos y damos comentarios como “tu sabes más que esa maestra” o “eso no sirve para nada” ¿Qué inculcamos? Muy probablemente falta de respeto y desamor al aprendizaje. Aunque nosotros mismos no hayamos sido estudiantes estelares, podemos lograr que nuestros hijos sean mejores estudiantes si nosotros mismos somos positivos sobre las posibilidades que tienen ellos de aprender.

DISFRUTE USTED MISMO DEL PRIVILEGIO DE APRENDER

Deje que su hijo vea cuánto le gusta a usted aprender. Lea libros, periódicos y revistas. Comente con sus hijos algunas de las cosas que ha aprendido. Puede ser en una revista de cocina o en un libro de auto ayuda, incluso en una publicación de carácter espiritual. Debe ser obvio que a usted mismo le encanta aprender cosas nuevas. Otra cosa, vea programas de televisión o en internet que le enseñen algo. Converse en su casa sobre eventos de actualidad y si es posible, visite con sus hijos museos, bibliotecas y sitios educativos en la web. Procure que sea evidente su amor personal por el aprendizaje. ¿Verdad que nuestro ejemplo va a dejar una impresión en nuestros hijos?

Haga que leer sea divertido. Tenga libros en casa y enséñeles a leer con un objetivo en particular. Tal vez para aprender dónde está determinada ciudad o cómo se escribe una palabra o para contestar una pregunta que ellos mismos hayan planteado. Aunque no hagamos estas cosas todos los días, hacerlo de vez en cuando va estableciendo un punto importante: ¡A usted le gusta aprender!

Por otro lado, si jamás nos ven tocar un libro ¿Cómo podemos darles un ejemplo motivador?

PREPARE UN LUGAR APROPIADO PARA ESTUDIAR

Si nuestro muchacho tiene un lugar apropiado donde pueda estudiar esto le servirá de estímulo. No tiene que ser un escritorio ejecutivo, puede ser un rinconcito en su cuarto en el que tenga una pequeña mesa, una lamparita, una silla y una tacita donde poner algunos lápices y bolígrafos. Debe tener algunas hojas de papel y sentirse cómodo.

Este puede llegar a ser un mundo muy especial para el chico y le demostraremos la importancia que tiene para nosotros el que tenga éxito en la escuela.

ADVERTENCIA

Aunque podemos ayudar a nuestros hijos con sus tareas de la escuela, es bueno dejarles saber que estas son su responsabilidad. Asegúrese de que haga su trabajo. No se preocupe por respuestas correctas o incorrectas, lo importante es que aprenda a sacar un espacio para el estudio. ¡Tampoco espere que el niño esté estudiando todo el día! Recuede que necesita esparcimiento, alimento sano y muchos, muchos, abrazos, besos y afecto.

Como buen entrenador el equipo más exitoso que usted como papá o mamá pueda tener son sus hijos. ¡Sea paciente! Inculque un horario de entrenamiento y apéguese a él. Sea equilibrado y no se la pase regañando, por favor. Aprenda a motivar, a sacar lo bueno que hay en el muchacho en vez de irritarlo. Todos tenemos límites, nuestros hijos también y muchas veces esos limites son muy, muy parecidos a los nuestros.

Déle énfasis a tres áreas en especial:

LECTURA

Recuerde que leer bien no es leer rápido. Ayúdele a identificar los signos diacríticos como los puntos, las comas, los acentos y la pronunciación apropiada. Anímelos a leer en voz alta y a practicar y practicar la lectura.

ESCRITURA

Aprender a escribir es muy importante. Debe saber escribir en letra cursiva y en letra de bloque. Cuándo acentuar una palabra y cuándo usar la “h”; la “z” o la “s”. Copiar porciones del libro de texto, al pie de la letra, puede ser un buen ejercicio en la primaria.

BUENOS MODALES Y BUENA CONDUCTA

Muchas calificaciones escolares van de la mano con una buena conducta y con conducta respetuosa. Llamar a la maestra por su nombre y tratarla de “usted”. Saber llegar y decir “buenos días” ser una persona puntual y cumplidora de las tareas le ayudará muchísimo en ganarse el respeto de sus tutores. Aprender esto y practicarlo comenzará a abrirles puertas en la vida.

Sabemos que leer o escribir sobre el éxito de nuestros hijos es mucho más fácil que vivir el día a día enfrentando las frustraciones y las limitaciones que todos tenemos. Pero no se desanime. Aunque no veamos progreso en una semana o en un mes, no olvidemos que el éxito de nuestros hijos es una carrera a largo plazo y que los gozos y las recompensas llegan, siempre llegan, aunque parezcan demorar.

KomoSabe te felicita y reconoce que el mejor equipo del mundo y el que más felicidad te traerá es el tuyo… ese ¡el que tienes en casa!

El mejor equipo corre unido y siempre gana.

¿Qué pasó con los payasos?

De vez en cuando uno se percata de algunas cosas buenas que prácticamente se han perdido. Y no y pensar que todo tiempo pasado fue mejor… porque no siempre el tiempo pasado fue mejor. Pero, lo que sí está claro es que algunas cosas buenas, se han perdido o van por ese camino.

Por ejemplo ¿qué ha pasado con los payasos? Desde tiempos inmemorables, los payasos han tenido su lugar en alegrar, o si quiere decirlo, entretener a los niños y viejos de muchas generaciones. ¿Los recuerdas tu? Sabemos que había payasos en las cortes de los reyes quienes aburridos y hastiados de sus asuntos de estado, llegaban a deprimirse y necesitar un poco de alegría. Los bufones de la corte tenían el trabajo de poner en sus cabales al rey, a sus hijos, su familia y a toda su corte, con un poco de risas, burlas más o menos sanas y alegría.

La palabra “payaso” viene del italiano “pagliaccio” y su historia, como hemos dicho, es longeva. ¿Cuán antigua? Tanto como la de los faraones egipcios. Se sabe que en la quinta dinastía egipcia en el año 2500 AC el faraón Dadkeri Assi los tenía en su corte. Luego, hay registros de payasos en China para el segundo siglo antes de Cristo. Después, sabemos que los había en Roma y luego en Grecia participando en algunas de sus obras.

A partir del siglo XVIII los payasos pasan a los circos convirtiéndose en “el alma de los circos” y siguió siendo así hasta el siglo XX.

Cuando niño me fascinaba que mis padres me llevaran al circo. ¿Fuiste a algún circo en tus años mozos? Por lo general los circos eran compuestos de artistas itinerantes muy esperados en ciudades pequeñas y grandes. Muchas veces llegaban a las ciudades desfilando con enormes elefantes y actos de malabarismo y comedia. Junto a ellos no faltaban los vendedores de golosinas como el sabroso algodón de azúcar, palomitas de maíz, globos y música de banda. De solo pensarlo puedo verlos y escucharlos en mi memoria.

Luego, cuando llegó la televisión, por supuesto en blanco y negro, cantábamos todos los días con las canciones de Gaby, Fofó y Milky, los payasos más famosos de mis días. Otro payaso famoso que recuerdo era Cepillín. Pero, poco a poco el romance del payaso de aquellos tiempos fue desapareciendo. Hoy por hoy quedan algunos esparcidos que tienen poca, si acaso alguna inherencia en nuestra cultura. ¿Por qué han desaparecido?

Junto a un amigo nos vestimos de payasos para alegrar una inolvidable fiesta.

Seguramente habrá varias razones, pero una de ellas es que los payasos han sido víctimas inocentes de las películas de Hollywood. Poco a poco las películas los han convertido en la representación del mal. De manera que en vez de atraer, asustan. En vez de ser divertidos provocan terror. Muchos jóvenes, que no conocen otra cosa, les tienen miedo a los payasos, quienes los ven como gente mala que se oculta bajo un disfraz. Así, lo que a nosotros nos divertía, a nuestros nietos los horroriza.

¡Qué pena es perder distintas fuentes de arte, alegría y diversión! ¡Qué pena que se pierda la creatividad, habilidad y simpatía de aquellas sanas actividades en las que toda la familia participaba, cosa que vemos hoy en raras oportunidades.

Recuerdo que en mi casa había un simpático payaso hecho de cristal de Murano que hoy no tendría sentido exhibir pues han dejado de ser atractivos a la generación que crece. Esta pérdida de la representación de la alegría y la felicidad se ha perdido, pienso yo, para no regresar.

Sin embargo, de vez en cuando, aparece alguien con buen propósito y mejor memoria que pregunta ¿Y… que ha pasado con los payasos?