El farol y el farolero.

Vara del farolero

Recuerdo cuando niño los faroles eléctricos de la Habana Vieja. Recuerdo que el farolero, la persona que se encargaba de encenderlos, tenía una especie de vara con la que llegaba al enchufe del farol y lo encendía ya al atardecer y cuando iba amaneciendo regresaba y los apagaba. Cada farolero tenía un número de faroles que prender y apagar. En estos años el encendido y apagado no se hacía de forma automática como sucede hoy con nuestras luces de las calles. Aquellos faroles tampoco tenían celdas solares que les suplían a los bombillos la  energía suficiente para cada día. Había pues, en cada ciudad, un espacio reservado para el trabajo de nuestro amigo, el farolero.

Aunque esa labor urbana desapareció hace ya muchos años, en sus tiempos, el farolero era una persona importante. Antes de que Tomás Alba Edison encendiera el primer bombillo, el farol y el farolero campeaban por su respeto en todas las ciudades importantes de Europa y América. Primero con sus mechas, paños, escalera y lumbre y luego con sus varas de encendido. Importante labor hoy desconocida e innecesaria. ¡Hum! nos hace pensar en cuántas labores que damos por perennes hoy, se harán desconocidas para los hijos de nuestros nietos, pero de esto hablaremos más adelante.

Cuando no teníamos iWatch ni Alexa era conocida, el farolero pasaba por la calle y le decía a la gente, desde las once de la noche, hasta la madrugada, la condición del tiempo y la hora exacta. Decía a voz potente: “Las doce y sereno” o tal vez “La una y lloviendo!”  No solo eso, el farolero sería responsable de la condición de sus faroles asignados y tendría que pagar los gastos de reparar los que hubiese dañado.

Aunque su presencia pudiera molestar a algunos trasnochados, o a las parejas de enamorados a quienes les convenía que no prendiera su farol, por sus anuncios al estilo de vocero imperial, el farolero también actuaba de guardia, policía, bombero y si a alguna señora se le ocurría dar a luz, en su zona asignada, el farolero sería responsable de avisar a la partera más cercana. ¡Vaya trabajo que tenía el tío!

Por supuesto, no todos los faroleros eran gente de la que se podía depender. Algunos que tenían 30 faroles asignados tal vez solo prendía tres por andar “ajumao”  ¡y toda la calle se quedaba sin luz!  Algunos tenían la mala reputación de ser borrachones o de frecuentar a mujeres de baja cuna a las que pudieran visitar sin mucho avispamiento durante las largas madrugadas.

Con el tiempo a los faroleros se les llegó a llamar “serenos”. El famoso Juan Legido cantaba “¡Sereno! Va” una simpática canción que se popularizo en España y en latinoamérica por Los Churumbeles de España y que narra la historia de un farolero fiestero que no le daba honra a su trabajo (les ofrezco la canción abajo.) Pero lo cierto es que a pesar de la mala fama que le daban a este trabajo algunos irresponsables, ese no era el caso de la mayoría de los faroleros reconocidos por su valioso trabajo de mantener la ciudad en la luz y en su debido orden. Sin necesidad de uniones ni alardes, estos hombres hacían un valioso servicio a la comunidad.

Como en todas las épocas y en todas las profesiones hay gente que realiza su trabajo a conciencia y de forma puntual y prudente. Reconocido hoy y tal vez desconocido mañana lo que hacemos no es tan importante como la manera en que lo hacemos. Tal vez no tenemos mucha educación o quizás no disfrutamos de un gran reconocimiento popular pero si usted y yo desempeñamos nuestro trabajo con gusto y como mejor podemos, le damos honra a lo que hacemos y seremos personas útiles y más felices. ¿no le parece a usted?

Los tiempos cambian y las profesiones también, pero lo que nunca debe cambiar es nuestra actitud frente al trabajo. Esa actitud, más que nuestra habilidad o capacidad puede dar a lo que hacemos, el ingrediente principal, ese toque de esmero y sano orgullo que toda persona debe sentir por lo que hace para ganarse el pan. Que tu y yo amigo(a) seamos esa clase de personas que hacemos lo que hacemos con verdadera entrega y con la convicción de que servir a los demás nos traerá mayor felicidad que esperar que los demás nos sirvan a nosotros.

Si meditamos un instante en lo que hacemos para ganarnos la vida, veremos que mucho no tendrá sentido en unos cuantos años. ¿Cuánto de lo que hacemos hoy será importante para la generación que vivirá cuando nosotros estemos descansando? Sin embargolo que siempre será importante es la manera en que hacemos las cosas. Esto será lo verdaderamente valioso y lo que deje una huella en la mente y en el corazón de quienes nos conozcan.

“Qué será, será”… una historia que está en nuestras manos.

Fue publicada en el año de 1956, de modo que tenía yo unos diez años de edad. Recuerdo dónde estaba la primera vez que la escuché y la reacción que provocó en mi la dulce voz de Doris Day. Se trataba de la canción que esta misma cantante popularizó: “Qué Será, Será” escrita por Jay Livingston y Ray Evans. Te ofrezco una copia de la canción, aunque, puede ser que muchos de mis lectores recuerden a sus abuelos tararearla alguna que otra vez. Luego que la escuches, con atención, lee mis comentarios y si te es posible, déjame saber tu opinión sobre ellos. Si te animas a pasar este blog a tus amigos puedes hacerlo en confianza. ¡Escuchemos esta vieja pero interesante canción!

La canción se inspira en la curiosidad que nos es natural a todos los seres humanos, y en particular la de los niños. ¿Quién no ha sentido curiosidad por su futuro? ¿Qué nos espera? ¿Viviremos muchos o pocos años? ¿Nos casaremos algún día? ¿Seremos felices? ¿Tendremos hijos?

Con perspicacia los autores de la canción dejan en quien la escucha el peso de la responsabilidad de su futuro. Le dice la madre a su niña que el futuro, en realidad, yace en sus manos. Que no nos corresponde a nosotros los seres humanos leer el futuro que lo que será, será porque cada uno de nosotros ha hecho que sea así.

Entienda el lector un poco la generación de la década de los cincuenta sobre la que voy a comentar. Lo hago, no porque lo haya leído en los libros de historia sino por mis propias vivencias y recuerdos. La II Guerra Mundial había concluido en 1946 y el mundo occidental se encontraba frente a un cambio extraordinario, no experimentado antes. Cambios que superarían los muchos que efectivamente acontecieron durante la década de los veinte.

En los cincuenta los padres enseñaban a sus hijos a asumir responsa-bilidad. Recordemos que ellos mismos habían sido sobrevivientes de la guerra y habían enfrentado sus propias responsabilidades, dolores y penurias. Estaba en el corazón de la sociedad occidental recalcar a los hijos que tendrían en sus manos las enormes responsabilidades de la vida y que junto con ellas, debían asumir el éxito o fracaso de su vida.

Aunque es cierto que hay muchos factores que intervienen en nuestra vida para que lleguemos a ser lo que somos, lo cierto es que, tenemos nosotros mismos mucho que ver con nuestro futuro. Por nuestras malas decisiones podemos arruinarlo vez tras vez o por el contrario podemos tomar buenas decisiones y vivir una vida de bien de la que algo bueno pueda decirse el día que muramos. Nadie tendrá que ir rebuscando por los rincones  algo bueno que decir de nosotros.

Seguramente nos damos cuenta de que este pensamiento es muy distinto a pensamiento actual. Hoy padres e hijos le echan la culpa a todo menos a ellos mismos. Es culpa de mi marido, es culpa del gobierno, es culpa de las escuelas, es culpa de los maestros, es culpa del casero, es culpa de mi padre… siempre es culpa de otro menos de nosotros mismos. Lamentablemente sicólogos y consejeros, clérigos y filósofos nos ayudan mucho tratando de convencernos de eso mismo y ¡nos encanta!

Sobretodo les encanta a todos los que no quieren o no pueden aceptar responsabilidad. ¡Este planera está lleno de fracasados por culpa de los demás! En fin, hoy, no asumimos responsabilidad. Con todo, lo que será, será, y tendremos que vivir con eso.

Me encanta un dicho que aprendí en Puerto Rico, la Isla del Encanto, que dice: “la culpa, nunca cae al piso”. ¡Claro, siempre hay alguien que cargue con ella! Muy cómodo pero muy distante de la realidad.

Piense en el momento en que tomamos la decisión de casarnos. Es muy, muy probable que nos preguntemos: ¿Qué será? Y la respuesta será la misma: “lo que será, será” Cada cónyuge tendrá que poner de su parte, no uno, los dos, pues el matrimonio es una cuerda compuesta de más de una hebra. Por supuesto, bien llevado cada miembro puede añadir o quitar felicidad. Cada miembro será responsable de dar más de lo que pide y así asegura la felicidad. La refuerza con cada acción y con cada palabra de amor, cariño y respeto por su pareja.

Luego cuando nacen los hijos, cada uno puede añadir una hebra a la fortaleza de la familia, pero como con todo, las relaciones familiares no son indestructibles aunque en este momento sean ideales. Cada miembro de la familia va a fortalecerla o debilitarla y siempre lo hará conscientemente ya que para hacer lo bueno o lo malo debe tenerse primero, la intensión, y luego pasar a la acción. Siempre que la intensión sea buena lo que será, será, para el bien de la entera familia. 

Hay otro punto interesante en la lección que transmite esta canción. No nos corresponde saber el futuro. ¿Qué piensa de eso, estimado amigo? Es una buena pregunta porque implica un reconocimiento franco de que no nos corresponde saber lo que será. Si lo supiéramos es muy probable que no fuéramos felices. ¿A quién le gusta que le cuenten el final de un libro? ¿Le complace al lector que le cuenten el final de una película? A la mayoría no (a menos que tengamos que contestar estas preguntas en un examen de literatura).

Me dan mucha pena los que se empeñan en conocer su mañana y vez tras vez son engañados. Vez tras vez caen en la trampa. ¡Ni el mismo que trata de decirles el futuro sabe cuál será el de él! La gran verdad es que no sabemos nada de mañana… excepto por lo que hacemos hoy. Si hacemos lo bueno hoy, la respuesta será la misma mañana: “qué será…¡será!

 

Una sonrisa sincera te abre puertas.

Puede que en algunas ciudades grandes la sonrisa haya pasado de moda así como muchas otras cosas. No obstante, todavía en ciudades más pequeñas pueden verse dibujadas con mayor frecuencia, sonrisas agradables y atrayentes… ¡sonrisas que abren puertas!

Es cierto que las condiciones de vida de muchos no son las mejores pues enfrentan enfermedades, escaseces, desempleo y otras situaciones que no provocan de primera intención una sonrisa amplia y agradable. Con todo, debe saber, amigo mío, que compartir una sonrisa franca resulta en que se mitigue la ansiedad como una válvula de escape a una olla de presión. Sí, es precisamente cuando nos sentimos tensos que debemos recordar el valor de una sonrisa que nos ayude a superar los momentos duros de la vida. Hacerlo así provocará que otras personas nos devuelvan el gesto con la misma intensidad que lo transmitimos y nos ayudará a generar un mejor carácter.

Estudios recientes indican que en los períodos prolongados de tensión, las emociones negativas y sentimientos semejantes debilitan el sistema inmunológico; mientras que la risa lo fortalece, y proporciona bienestar al que la transmite. Efectivamente, usted y yo podemos expresar sentimientos de afecto y amistad sin necesidad de expresar siquiera una palabra por medio de una amplia sonrisa.

Los maestros, los vendedores y todos los que tenemos, de una u otra forma contacto con otras personas debemos recordar la importancia de reflejar en nuestro rostro una sonrisa sincera. Hacerlo nos acercará más a las personas que deseamos ayudar con el producto que deseamos venderle o con el consejo que queremos darle.

Sonreír como otras formas de comunicación no son característica de todas las personas. A veces la crianza o la costumbre puede ejercer una influencia poderosa en nuestra forma de ser. Aunque podamos reconocer que sonreír puede tener sus ventajas, tal vez la forma de crianza no nos permite expresarnos tan libremente. En algunas culturas, como la japonesa, se espera que el varón esté en control en todo momento y que se conduzca de tal forma que le resulte inapropiado regalar una sonrisa a desconocidos. Tal vez otras culturas tengan pautas semejantes. Por lo tanto, no debemos llegar a conclusiones muy rápidas y comprender que tal vez los que no parezcan de repente ser tan afables, puede que se deba a su cultura.

Sin embargo, aún con estos antecedentes, podemos hacer un esfuerzo y transmitir sentimientos por medio de una sonrisa, pues en occidente la cultura es distinta y nos ganará amigos y la confianza de otros, si reflejamos una sonrisa en los momentos apropiados. Claro, mientas más lo hagamos, más nos acostumbra-remos a hacerlo y llegará a ser algo frecuente en nuestra personalidad.

Tenemos 43 músculos faciales y cuando sonreímos utilizamos más de ellos, por lo que se dice que la sonrisa puede ayudar a mantenernos más jovenes. Sea así o no, lo cierto es que por lo menos el carácter se nos agriará menos y ya eso es una ventaja social importante. El movimiento de los músculos de la cara activa los neurotransmisores encargados de liberar endorfinas que nos harán sentir felices. Seguramente sabes que a medida que el nivel de endorfinas aumenta en nuestro volumen sanguíneo, la hormona del estrés, llamada cortisol, disminuye, provocando que nos sintamos mucho más relajados.

Se dice que los niños sonrien unas 400 veces al día mientras que los adultos mucho menos que eso, tal vez 20 veces al día… de modo que hasta puede ser sinónimo de juventud eso de estirar los labios para regalar una sonrisa.

Si los comentarios anteriores todavía no te convencen completamente de las ventajas que tiene sonreír, lo que sigue te dará otro argumento a considerar: Si sonríes ganarás más dinero. Se ha comprobado que los camareros o camareras que sonríen, ganan más y mejores propinas. Los vendedores que sonríen más, logran mejores resultados que los que no lo hacen. Sí, sonreír, si trabajas con público, puede conseguirte promociones y mejores resultados económicos. Claro, no olvidemos que la sonrisa no debe utilizarse exclusivamente para atender nuestros deseos egoístas sino que debe ser el resultado de un corazón cariñoso y agradecido.

Para que la receta de sonreír sea completamente beneficiosa, toma nota de que !20 segundos de risa equivalen a tres minutos de ejercicio! asi que, como si fueran pocos los beneficios,  la risa nos sirve también como un buen ejercicio diario.

Puede que el mundo esté complicado y las causas de alegría se hayan reducido, pero, a pesar de eso, regalar sonrisas no solo tendrán un beneficio personal importante, sino que contribuirá a que los demás también se sientan mejor… ¡y eso nos abrirá puertas!