Primera Parte
Cuando la mayoría de nosotros compramos un nuevo equipo eléctrico, nos damos cuenta de que se incluyen una serie de instrucciones relacionadas a su uso, abuso y cuido. Sin embargo, no solemos darle importancia. De manera que incluir instrucciones no siempre es una garantía de que las tomaremos en cuenta.
En un artículo anterior (“No se incluyen instrucciones -Introducción”) ya repasamos que en el caso de nuestros hijos su individualidad hace imposible establecer una pauta específica y concreta que nos garantice éxito seguro en la crianza. Además, cada niño y luego joven, tiene sus propias características que difieren unos de otros, aún cuando sean gemelos. Nuestros hijos no son objetos, no son máquinas, cada uno tiene su forma de aprender, sus características, sus vivencias y experiencias.
“BUON PASTORE”
A pesar de lo anterior, todavía los padres podemos y debemos ser buenos “pastores” para nuestros hijos en el seno del hogar. En esta serie de artículos que son la base de la conferencia anual de padres preparada para la organización All Heads Up, nos proponemos ayudar, a cada padre, a que logre ser un “Buon Pastore” de su familia. Este es un término tomado del italiano que utilizaremos para identificar al padre que se convierte en el “buen pastor” que cuida, alimenta y protege a sus hijos.
Y es que la imagen mental que nos provoca un buen pastor es la de una persona capaz del sacrificio personal, de dar protección y de cuidar a los que están bajo su supervisión y responsabilidad. El “buon pastore” tiene mucho que sacrificar por lo que vale la pena, la educación y la felicidad de sus hijos.
Debemos tener presente que un “buon pastore” no trata a las ovejas como posesiones personales con las que hace lo que quiere. Casi siempre el pastor es responsable a alguien más y lo mismo sucede con los padres. Nuestros hijos no nos pertenecen en un sentido absoluto. No podemos hacer con ellos lo que nos plazca. Es verdad que les llamamos “nuestros hijos” pero lo son solo en el sentido del cuido, protección, amor y responsabilidad que les debemos.
En muchos países el estado tiene lo que se conoce como la “Patria Potestad” que no es más que el derecho que establece el estado sobre nuestra paternidad. Mal utilizados los privilegios de padres, podemos perderlos ante la autoridad del Estado. Así, queda claro, que nuestros hijos no son posesiones sino concesiones, privilegios que nos conceden Dios y el Estado.
LA EDUCACIÓN DEL HOGAR
De ahí que una de las responsabilidades de los padres consiste en educar a los hijos. Cuando hablamos de educar no nos estamos refiriendo a enseñarles en casa matemáticas, historia o geografía. Aunque no hay nada impropio en esto, nos estamos refiriendo a otras cosas importantes en la vida, que se aprenden en el seno del hogar y no en el aula de clases. Cosas que se aprenden antes de llegar a kindergarden y que nos serán de ventaja, toda nuestra vida. Repasemos:
Es en casa que el niño aprende a bañarse todos los días, a lavarse los dientes luego de cada comida, a lavarse las manos antes de tomar alimentos y después de usar el servicio sanitario. Es en la casa cuando el niño aprende a compartir sus juguetes, a no decir mentiras, a no robar, a no decir malas palabras. El niño debe aprender modales en su casa, con la ayuda de sus padres. Es allí donde aprende a dar las gracias, a pedir excusas y perdón cuando hace algo impropio. La madre debe enseñarle a colgar la ropa cuando se la quita y a saber qué ropa debe echar en el cesto de la ropa sucia. Debe aprender a amarrarse y a limpiar sus zapatos. Le enseña a ordenar su cuarto y a recoger los juguetes. Debe aprender a ordenar sus cajones y su armario. Los padres tienen la obligación de enseñar estas cosas, no la maestra o el maestro de primaria.
Es en casa que aprende a comer alimentos nutritivos. Allí aprende que no se puede comer cualquier cosa a cualquier hora. Aprende horarios de forma tal que sabe que no se puede ver televisión a cualquier hora y que no puede estar con los videojuegos todo el tiempo que desee. Va a aprender también disciplina pues puede perder “privilegios” si su conducta no es apropiada. Además, recibirá el beneficio de la disciplina que con amor y buen juicio administren sus padres. Y, sabemos por experiencia, que estas cosas no son asunto de decirlas unas cuantas veces sino de repetirlas y repetirlas durante toda su niñez y luego durante su adolecencia.
Para resumir, es en casa que aprende la educación que le servirá para toda su vida y en la escuela las materias que debe dominar para desempeñarse secularmente de forma aceptable.
No hay atajos a estas labores. Como todo un “bono pastore” debemos “pastorear” a nuestros hijos con amor y paciencia. Eso lo agradecerán toda la vida y si no lo agradecen, a nosotros nos queda la satisfacción y la tranquilidad de conciencia de que les enseñamos y les educamos como es debido. Luego, por supuesto, ellos usarán su libre albedrío para tomar sus decisiones pues al fin y al cabo, ese es el privilegio con el que todos hemos nacido.