¡Lo resolví a mi manera!

En el artículo anterior “que hacer cuando no sé qué hacer” repasamos algunas sugerencias relacionadas a la solución de nuestros problemas. Consideramos sugerencias para problemas de distintas categorías pero, si recuerdas, dejamos un asunto en el tintero. Dijimos:“En un futuro artículo veremos que existen otros elementos importantes en la solución de un problema y estos son los métodos que utilizas para resolver conflictos.”  Pues bien, repasemos estos otros principios que unidos a los anteriores pueden darnos un pensamiento más abarcador de cómo resolver problemas.

¿Es TU MANERA la única manera de resolver tus problemas?

Mira, es importante tener mucho cuidado con tu acercamiento a la situación que enfrentas. Recuerda que lo que buscas es resolver el problema y no complicarlo más. No olvides la meta verdadera. Toma en cuenta que solucionar problemas no implica necesariamente solucionarlos a tu manera. ¿Por qué no? Porque tu manera puede ser muy impropia, muy egoísta y falta de respeto. ¿Ves? Los métodos son muy importantes. No basta con tener la razón, amigo mío, voy a repetirlo, NO BASTA CON TENER LA RAZÓN.El método, la manera, la forma en que trates el problema tiene tanta importancia como tener la razón. Pudieras tener la razón, y por tu manera de actuar, puedes perderla.

En vista de lo anterior, consideremos algo que permanece latente, escondido, cuando hay que resolver algo. Lo que es, debe quedar expuesto claramente a los ojos de todos, la motivación que tienes bien guardada en tu corazón.

LA MOTIVACIÓN.

No siempre la motivación que tenemos para querer resolver un problema se nos hace clara a los implicados en una causa.  Por lo tanto, queremos tratar este asunto primero.

Pregúntate: ¿Por qué quiero resolver este asunto? ¿Se ha manchado mi nombre, mi reputación, o, es que quiero que todos sepan quién es el que manda? ¿Debo aclarar y resolver el problema para que otros no se vean afectados o, quiero aprovechar esta oportunidad para vengarme de quien me ha hecho mucho daño? Buscas la justicia en la situación, o en realidad quieres engrandecerte ante los ojos de los demás? Estas preguntas son importantes porque al contestartelas podrás descubrir tu genuina y verdadera razón para resolver un problema?

¡Ganaste!… pero perdiste todo lo demás

Si tu motivación es mala y si tus intenciones son egoístas, tengo que decirte que jamás vas a resolver el problema. Lo que vas a hacer es daño. Daño a ti mismo(a) y daño a cualquier otra persona implicada. Los problemas se resuelven con deseos genuinos de buscar la paz y no echándole leña al fuego o para procurar ventaja. Echar leña al fuego lo puede hacer cualquiera. Apagar el fuego no lo puede hacer cualquiera, resolver un problema no lo puede hacer cualquiera. De modo que lo que te impulse es una clave importante en tu acercamiento a la situación que deseas resolver.

EL TEMOR.

Recuerdo que mi madre me decía: “hijo, de los cobardes no se ha escrito nunca nada.” Y es cierto, se necesita valor para enfrentar problemas y resolverlos con la motivación correcta.  Vencer el temor puede ayudarnos muchísimo a plantear el asunto de forma clara y calmada. Debemos aprender a ver, en nuestra mente, las ventajas futuras que traerá resolver el problema, sea marital, económico, familiar o personal. Mirar adelante a los resultados que se conseguirán nos puede servir de estímulo o darnos el valor necesario.

Por lo contrario, si nos ponemos a pensar que los resultados van a ser peores que el problema no ayudará. Si creamos un mounstruo, vamos a perder para siempre la relación que deseamos subsanar, eso no nos ayudará sino que nos acobardará cada vez más. ¡Ya estamos derrotados antes de empezar!

Cuando fuí a pedir la mano de la muchacha de la que estaba enamorado, yo sentía mucho temor. Ese hombre tenía un negocio grande y muchos empleados. Era un hombre de recursos y tenía una hija preciosa, la más pequeña de las dos y yo, un estudiante de tercer año de universidad, que no tenía absolutamente nada, salvo un carrito que un tío me había regalado… ¿cómo me atrevería a pedir la mano de su hija? Yo pensaba en todo eso y me acobardaba cada vez más. ¡No! ¡No puedo aspirar a tanto! ¡No soy nadie! ¡Me va a sacar de la casa a patadas! -me decía. No me daba cuenta de que yo mismo estaba decidiendo, de forma negativa, mi futuro. Pues mientras pensara así, solo me quedaba seguir soñando con esa chica de hermosos ojos grandes y azúles de la que me había enamorado.

¿Sabes lo que me ayudó? Pensar en lo que pudiera pasar si lograba que “ese hombre” me diera permiso para formalizar mi amistad con ella. Mientras más pensaba en la posibilidad de que pudiera decirme que “sí”, más me entusiasmaba. Iba tomando valor, poco a poco, a medida que visualizaba todo lo bueno que me podría suceder si daba el paso de hablar con él.

Para no dejarlos en la incertidumbre, por si acaso están entusiasmados con saber lo que sucedió, el hombre me dijo que sí, que si ella deseaba eso, yo podría seguir viniendo a su casa, comportarme cortesmente y ver si ambos llegábamos a compenetrarnos tanto que deseáramos casarnos. ¡NO LO PODÍA CREER! Creo que ella tampoco. Luego de un tiempo en el que se comprobaron mis buenos motivos, logramos casarnos. Han sido 47 años de dicha y felicidad que me hubiese perdido si no hubiese sido valiente para pedir lo que tanto deseaba.

De modo que, sé valiente y alimenta tu valor pensando en los resultados de resolver el problema que tienes delante. Mira las consecuencias futuras y el efecto que podría tener en tu vida. Eso puede darte el valor que necesitas.

LA RAZÓN.

¡Deja de hacer de juez!

Quizás esperabas que pusiera este punto en primer lugar. No es lo primero. No es lo segundo. Es, lo tercero, de estas tres sugerencias que hemos querido colocar en el orden de importancia que entendemos debe llevar la solución a nuestros problemas serios. Claro que tener la verdad, la razón es de muchísimo valor, para nosotros, pero, recuerda que pocos andan buscando si tienes o no tienes toda la razón. La gente tiene un sentido innato de justicia, es cierto, pero si la gente se percata que te motiva la envidia, el racismo, o el odio, no va a escuchar tus razones. Si la gente te observa ladino y cobarde, van a dudar de tus razones. Tener la razón es sinónimo de victoria, solo cuando la motivación y el valor han quedado manifiestos. 

No he aprendido esta lección de forma fácil en mi vida. Era de los equivocados que pensaban que tener la razón era TODO. No, otras cosas deben quedar expuestas y cuando logres exponerlas, te respetarán y te darán la razón. ¡Habrás conseguido una gran victoria en tu vida!

Aún con la razón de nuestra parte, debemos pensar que tener la conciencia limpia y buscar la paz tienen un lugar prioritario. De nada vale tener la razón y vivir una guerra fría o caliente que te pudran los huesos. ¡Cuantas veces los padres tenemos la razón para pedir a nuestros hijos lo que deben hacer y sin embargo eso es precisamente lo que nos impide vivir en paz! ¡Apabullamos a nuestros hijos con la razón y les hacemos papilla su vida! Damos de palos a nuestro jefe porque tenemos la razón y perdemos el trabajo. Criticamos a nuestro maestro, con toda la razón, y nos ganamos la expulsión del Salón de Clases. Hay razones que merecen palos.

Aguanta un poquito, esa dichosa “razón” amigo mío y piensa en tus verdaderas motivaciones. Haz un poco de memoria y recuerda tus años de juventud, antes de hacerle la vida cuadritos a tus hijos. Aguántate la lengua y no juzgues demasiado duro a tu jefe porque de él dependen tus frijoles. ¿Tener la razón nos autoriza a ser jueces de corazones y policías de acciones?  No seamos de los que cuelan el mosquito pero  se engullen un camello. Es mejor no andar jugando a juez por la vida. No hay regalo mejor que buscar la paz.

Estos puntos tratados, aunque no sean grandes revelaciones, pueden ayudarnos a resolver más y mejor, los muchos problemas que todos enfrentamos a lo largo de nuestra vida. ¡Eso sí, no olvides que no hay que resolverlos siempre, a nuestra manera!

Qué hacer, cuando no sabemos qué hacer

¿Alguna vez te ha sucedido que sabes que tienes que resolver un problema pero no acabas de tomar la decisión de resolverlo? Estás dando vueltas en la cama, musitando el asunto y por más que lo rumias…¡no decides nada! Eso te agobia, te cambia el carácter y se convierte en una nube que nubla tu pensamiento y tu poder de acción. Entonces irremediablemente  comienza a robarte el gozo de vivir. ¡Es terrible saber que tienes que tomar una decisión y no acabas de tomarla! Es como esperar que entre la luz de la madrugada por nuestro cuarto oscuro y la luz no acaba de amanecer. Por eso te pregunto, estimado lector, ¿qué haces cuando no sabes qué hacer?

Quisiera compartir contigo algunas alternativas. No son alternativas milagrosas porque las alternativas milagrosas no existen. Lo que sí existen son problemas y posibles soluciones. Hay problemas simples, que pueden darnos trabajo resolver, como los que implican emociones fuertes. Hay otros problemas que son  complejos y difíciles que implican mucho pensamiento antes de tratar de resolverlos debido a la magnitud de sus consecuencias. Siendo realistas, tampoco olvides que hay problemas que están fuera de nuestro control y/o solución. Tampoco pienses que solo existe una solución a un problema, de modo que no te tortures buscando esa única llave que lo resuelve todo.

COMPARTE EL PROBLEMA, BUSCA UN BUEN CONSEJERO(a)

Un buen consejero(a) debe ser alguien de experiencia. Evita consejeros de tu misma edad con los mismos problemas que tu. Si consigues a alguien de confianza, confidencial, que tenga experiencia en la vida y esa experiencia ha probado hacerle una persona feliz, esa o ese es un estupendo candidato(a). No descartes automáticamente a familiares como el tío o la tía, el abuelo o la abuela, incluso, tu propia madre o padre.

Recuerda que deseas encontrar un consejero(a) que tenga experiencia en la vida y en la rama del problema que tienes. Debe ser un buen confidente. Esa persona  puede darte ideas y/o ayuda personal de primera mano, sobre aspectos en los que, tal vez, no habías pensado. Si vas a tratar un asunto, por ejemplo, de economía personal o gastos familiares, habla con alguien que sea exitoso en estos campos. Si vas a hablar sobre un problema que tienes con tu cónyuge, no hables con una persona soltera que no tiene ni la menor idea de la magnitud de los problemas maritales. Si es un asunto que resolver con tus hijos, habla con alguien que tiene hijos y que haya tenido éxito en su crianza pues podrá comprenderte y darte sugerencias de calidad, basadas en la experiencia propia.

Debes pensar bien a quién consultar, pero de seguro, jamás consultes un problema con consejeros que no tengan altas normas morales. A muchos solo les interesa estar arriba en las encuestas y eso no tiene nada que ver contigo, con tu problema ni con la solución que buscas. No pierdas tu tiempo ni des pie a que se haga público un asunto personal. Muchos consejeros de familia se atreven a decirle a la gente lo que debe hacer, habiendo fracasado varias veces en ese mismo renglón familiar que aconsejan. A estos aplica ese dicho de: “si un ciego guía a otro ciego, ambos van a caer en el mismo hoyo.”

Otra cosa, que quiero comentarte y de la que he aprendido su valor es esta: consulta primero con personas de tu mismo sexo. Los varones tenemos una perspectiva distinta a la que tienen las mujeres. No estoy diciendo que mejores o peores, hay de todo. Me refiero a que si consultas con un varón un problema y eres una mujer, es probable que el varón casi automáticamente se ponga de tu parte porque el varón es, por naturaleza, protector de la mujer que le pide ayuda. ¿Es eso lo que buscas? Alguien que esté de tu lado o alguien que te ayude desde un punto de vista neutral? Alguien de diferente sexo puede que, por evitar herirte, no sea completamente franco(a). Sin embargo si siendo el asunto de mujer a mujer, o de hombre a hombre, consultas, es muy probable que  puedan ofrecerte un consejo más directo, franco y acertado. Pero hay otra razón por la que recomiendo que el consejero sea del mismo sexo.

Compartir sentimientos entre personas de distintos sexos, a solas, puede complicar más nuestro problema.

Considera que si el problema ,  envuelve sentimientos profundos, y se está a solas, con frecuencia, con un consejero del sexo opuesto, se pueden generar emociones, que, si bien pueden ser al principio fraternales, pudieran, generar una cadena que lejos de resolver tu problema, muy facilmente pudiera agravarlo. Por eso, si no encuentras a nadie de tu mismo sexo con quien tengas la confianza de compartir una situación y, repito, el problema es de naturaleza profunda y grave, debes considerar otra posible alternativa.

Permite que te acompañe para hablar con el consejero, una tercera persona, de cualquier sexo. Preferiblemente una tercera persona que sepa algo de tu problema y que sea también un confidente fiel. Esta tercera persona, será una protección para el consejero mismo y para ti. Además, esta tercera persona será testigo del consejo dado y/o recibido, lo que te ayudará a confirmar si has entendido bien la recomendación que se te ha dado. Será alguien más con quien trabajar el problema que hasta ese momento, debido a su complejidad ha quedado sin solución.

Finalmente, considera si esa tercera persona debe ser un profesional de la salud. No es nada malo ni impropio buscar ayuda profesional de calidad cuando te enfrentas a problemas graves que por mucho tiempo han quedado sin resolverse ni atarse a ellos verdaderas soluciones.

SIN PRISA PERO SIN TREGUA.

No hay prisa por soluciones, pero tampoco debes darle tregua a la búsqueda de las mismas. No trates de resolver un problema difícil con soluciones simplistas, mal pensadas, no consideradas con un buen consejero(a) y con el único propósito de quitarte el problema de encima. Echarle tierra por encimita no es solución. Enterrar el problema vivo es un autoengaño que va a resucitar cuando menos te lo esperes. Decisiones a patadas solo te devolverá patadas. Es mejor no hacer nada que hacer algo que te complique aún más la existencia.

TRES REGLAS.

Recuerda estas tres reglas: 1. Los problemas pueden empeorar. 2. Los problemas no se resuelven solos. 3. Hay problemas que no tienen solución.

  1. No importa lo malas que estén las cosas, siempre pueden empeorar. Créeme. Los problemas son como un hoyo negro, sin fondo, siempre pueden seguir tragando y tragando, robando y robando tu estima personal y agotando las posibles soluciones.
  2. No pienses que el tiempo lo resuelve todo. El tiempo lo que hace es elevar monumentos de rencor y frustración. Un problema sin resolver debidamente es una espina que irá inflamando tu mente y tu corazón. Sé valiente y enfrenta los problemas. No tienes que hacerlo solo pero debes enfrentarlos.
  3. Acepta que hay problemas que no tienen solución. Hay situaciones de enfermedad que están fuera de tus manos o de las manos de la ciencia. Puedo hacer una lista de problemas ante los que tenemos que rendirnos porque no hay nada que podamos hacer para evitar su impacto sobre nuestras vidas. Aceptar esto puede ahorrarnos mucha inquietud y puede generar en nosotros los mecanismos para que podamos vivir sin culpas ni rencores pues son asuntos que están en manos divinas y no en las nuestras.

RADIOGRAFÍA  DEL PROBLEMA.

Finalmente, te puede ayudar mucho hacer un repaso del por qué, del problema que se te ha presentado. ¿Venía creciendo y creciendo hasta que ahora se ha hecho evidente y serio? ¿Fue por descuido? ¿Fue provocado con alguna intención? ¿Ha aparecido de súbito? ¿Qué has hecho para complicarlo? ¿Necesitas ayuda externa para resolverlo? ¿Quién puede ayudarte? ¿Estás verdaderamente resuelto(a) a solucionarlo?

Plantéate el historial del problema. Busca la raíz de la situación y puede ayudarte mucho a hallar la solución.

Meditar en por qué ha surgido puede darte claves en cuanto a cómo resolverlo. En ocasiones los problemas pueden trabajarse en reverso tal y como deshaces un nudo de zapatos. Empiezas por el final y resuelves el principio. Tal vez lo resuelves dejando de hacer algo, pidiendo excusas (aunque eso implique humillarte), alejarte de ciertas amistades, acercarte más a otras, como ejemplos.

Los problemas son parte de la vida y de la imperfección que acompaña a todos los seres humanos. Nadie puede evitar los problemas, nadie. De modo que amigo mío, qué hacer cuando no sabemos qué hacer puede ser una clave para que nos detengamos y pensemos en soluciones. Si estas no se alcanzan por nosotros mismos, busquemos la ayuda de otras personas, incluso de terceras personas cuando ese proceder pudiera ser el más sano y el más sabio. Finalmente, debemos reconocer que hay problemas que no tienen solución humana posible. Aquí la resignación, la fe y la esperanza son quienes jugarán el papel principal.

En un futuro artículo veremos que existen otros elementos importantes en la solución de un problema y estos son los métodos que utilizas para resolver conflictos.

Hoy, te animo a enfrentar tus problemas y/o a buscar ayuda para resolverlos. No se resolverán solos… pueden empeorar. Actúa ahora y no pierdas el gozo por la vida.

 

 

 

Hablemos de valores: -La bondad.

 Alguna vez, estimado lector, ¿has acompañado a alguien a llorar? ¡Tal vez sí! Y muy probablemente  ¡no pudiste decir o hacer nada más! Sin embargo, cuando lo hiciste y cuantas veces lo hayas hecho, demostraste una hermosa cualidad. La de la bondad.

Lamentablemente la bondad no es una cualidad muy popular en nuestros tiempos, llenos de egoísmo y violencia. En estos días parece que siempre se logra tiempo para ver los mensajes que hemos recibido en nuestro celular, pero, en el que no hay tiempo para ser bondadosos y manifestar uno de los valores más importantes en las relaciones interpersonales, la bondad.

Tal vez por considerarse una muestra de debilidad, muchos de nosotros preferimos la línea dura. La línea del mando, del comando militar. Esa línea que nos distingue como “el jefe” que aunque antes nos disgustaba, ahora comienza a envolvernos en el manto engañoso y a la vez atractivo del poder. A la larga este tipo de actitud de línea dura no produce nada. Es como sembrar arroz en un desierto. Nada va a brotar. Al final nos vamos quedando solos y con un remordimiento venenoso que nos robará la felicidad. Evitemos llevar la vida excluyendo de ella la bondad.

La bondad es una preciosa cualidad que nos ennoblece y enriquece como seres humanos de carne y hueso. ¿Por qué? Porque es una cualidad espiritual que brota del amor.

No hay mayor expresión de la bondad que la que manifiestan las buenas madres.

Seguramente podemos asociar la bondad a nuestra madre o a la persona que nos crió cuando eramos indefensos. Decenas, sí, tal vez centenares de actos de bondad que tuvieron para con nosotros en esa etapa tierna de nuestra vida y nunca nos exhigieron dar las gracias, porque simplemente no podíamos ni sabíamos darlas. Nunca llevaron por cuenta en un libro para que algún día supiéramos las veces que se levantaron en la madrugada para besarnos, calmarnos, amamantarnos y mecernos, muchas, muchas veces. Incontables actos de verdadera bondad que nunca reconocimos, que nunca supimos, pero que gracias a ellos, tu y yo estamos vivos. La bondad es una característica de mamá, que, sin esperar nada en cambio fue bondadosa. Las madres ejemplifican la bondad. La voluntad de hacer el bien, la voluntad de que su amor de fruto, sin esperar nada a cambio. Uno de los valores más naturales y a la vez menos experimentados por millones de seres humanos es la bondad.

Un aspecto sobresalientemente hermoso de la bondad es, pues,  que tiene el poder de motivar al individuo, hasta el punto de estar dispuesto a hacer sacrificios para cuidar, ayudar, defender, exhortar o animar a otros, sean estos familiares amados, amigos queridos, o incluso, perfectos desconocidos. Pero queremos aclarar que ser bondadoso no significa ser flojo con la familia o con los que tratamos diariamente. Tampoco significa ser un llorón sentimental un indivíduo pusilánime incapaz de ejercer carácter. De hecho, se necesita valor y carácter para ser bondadoso.

Nos damos cuenta de que la bondad es una cualidad activa y llena de valor, no solo un sentimiento superficial y pasajero. No es un mero ¨me gustaría hacer algo¨ cuando pueda. Es, más bien un ¨voy a hacer algo, ahora¨. En vista de que es una cualidad tan noble y deseable ¿pudiéramos activarla de forma que fuéramos personas más bondadosas? ¿Qué puede desanimarnos a ser bondadosos?

EL EGOÍSMO.

La mayoría de nosotros solemos  estar centrados en la “modalidad  YO.” Cuando uno está centrado en sí mismo, cuando uno es el sol y los demás son los planetas, probablemente no tendremos tiempo ni carácter para ser bondadosos. No tendremos tiempo para hacer una llamada. No tendremos tiempo para escribir una nota de texto, ni para pensar en las necesidades emocionales y/o físicas de los demás. Todo el tiempo disponible es para nosotros.

Dice: “Mientras todo se haga exactamente como yo lo deseo, puedo ser completamente flexible.”

Puede que hasta veamos a alguien necesitado, pero para no detener el ritmo de nuestra vida, miremos al otro lado, ignorando la necesidad. No tendremos tiempo para dar porque lo que sucede en la “modalidad YO” es que, en esa modalidad solo esperamos recibir. Y hay que reconocerlo, se necesita tiempo para ser bondadoso y muchos hoy no desean envolverse. ¡Qué conclusión tan egoísta! ¿Qué hubiese pasado con nosotros si mamá o la persona que nos crió, hubiese tomado ese mismo curso?

Por otro lado, nos podemos preguntar: ¿Qué debería motivarme a hacer la extraordinaria bondad de mamá? ¿Debería motivarme a ser consciente de la importancia de mostrar bondad hacia otros? ¿Qué cree usted?

Evitemos pues, ponernos gríngolas a las necesidades de bondad que tienen los que nos rodean.  La bondad debe ejercerse con todo ser humano pero especialmente con aquellos que sufren desventajas físicas, mentales o emocionales. Con aquellos que necesitan un poco de aliento y fuerzas para seguir adelante. Con los enfermos a quienes les parece que no mejorarán nunca. Mientras más ejercitemos la bondad, más veremos campo para mejorar nuestra capacidad de darla.

LA FAMILIA.

¿Dónde podrían comenzar nuestras expresiones de bondad? ¿No deberían comenzar dentro del círculo de la familia? ¿Qué implicaría? Es imposible entrar en todos los detalles en esta reflexión pero a grandes rasgos implicaría prestar un poco más de atención a las actitudes y no solo a las palabras que escuchamos en el ambiente familiar.

Dice: “Hoy será un buen día”

Pudiera significar tratar de comenzar el día con una buena disposición y buenos modales, una actitud más servicial yendo más allá de la línea del deber. Pudiera significar ser considerados con nuestra madre o esposa demostrando aprecio por su trabajo.

A este punto ¿piensan ustedes que hay campo en el que personalmente pudiéramos mejorar? Si lo hay, entonces, al desarrollar más bondad, fortaleceremos los vínculos con nuestro cónyuge, con nuestros familiares y con nuestros amigos.

Considerado todo lo anterior, cuando nos hemos detenido para hacer una llamada, escribir una nota, dar una palabra de estímulo, o hemos sido consejeros sinceros, hemos mostrado bondad. Cuando hemos participado en obras de amor, cuando hemos hecho un regalo a alguien con necesidad, cuando hemos compartido una sonrisa, o incluso cuando hemos llorado con un amigo, porque no supimos hacer otra cosa; hemos mostrado poseer esa cualidad singular, ¡bondad! 

Te invito a buscar dónde y como ser bondadoso(a). Si miras a tu alrededor, ahora mismo, si piensas en los que conoces, incluso en tus empleados o compañeros de estudio, familiares o amigos, te aseguro que encontrarás con quien ejercer la bondad.

BENEFICIOS PERSONALES.

¡Recibirás de vuelta bondad! La gente suele corresponder a nuestras acciones. Si te cae mal alguien… te aseguro que tu también le caes mal a ella. Si te acercas a alguien con actos de bondad, te aseguro que recibirás de vuelta el mismo sentimiento.

Esto que acabo de decir no es simple conclusión personal. No lo es. Es una ley de la vida. Es una ley que de un árbol sano, se va a cosechar un fruto sano. Un proverbio dice que si dejas correr tu pan sobre las aguas, regresará a ti. Es decir, otros responderán a tu necesidad porque tu atendiste las necesidades de ellos. José Martí dijo: “honrar, honra.” Cuando honras a otros con la consideración dulce de la bondad, ellos te honrarán a ti también.

Puede que en ocasiones ser bondadosos nos cueste trabajo y casi nos tengamos que arrastrar para mostrarla. Eso es humano y es natural. Nuestras vidas son complejas y todos estamos muy ocupados ya con la carga que llevamos. Pero, aunque nos cueste, al final del día valdrá la pena. Sentiremos gozo interno, exhibiremos felicidad externa, daremos un buen ejemplo a nuestros hijos y seremos personas menos exigentes con los demás.

 

Mi país -¡el mejor del mundo!

¿Dices “TU PAÍS”? Te pregunto porque me gustaría saber cuándo lo compraste. ¡Has dicho “TU país”!  ¿Es realmente una posesión tuya?  ¿No será más exacto decir: “mi país de origen?” ó “¿el país donde nací?” Si somos completamente sinceros tendremos que reconocer que, nacimos donde nacimos, porque allí estaba nuestra madre cuando nos dió a luz. ¡En realidad, fue por pura casualidad que nacimos allí! No hay nada especial que nosotros, hiciéramos o dejáramos de hacer, para nacer donde nacimos. ¡Ni es mérito nuestro ni es culpa de nosotros! Entonces, ¿de dónde viene ese espíritu posesivo que manifestamos cuando decimos: “MI país?

¿Mi país o el país dónde nací?

Antes de entrar en este asunto, hace poco, escuché que un amigo planteó esta pregunta: Dijo: “¿has observado cómo algunos de nosotros, que decimos con mucho orgullo, “MI país,” ni siquiera podemos entrar o SALIR de él?” Luego, razonó con este sabio comentario: Tu pagas el alquiler de un apartamento y te dan una llave y mientras pagues la renta puedes decir “MI apartamento”. Si tienes una casa y la pagas al banco, junto con los consabidos impuestos, puedes decir “MI casa”… pero, si ni siquiera puedo entrar al país donde nací, ¿es realmente MI país?” Me pareció un comentario brillante. ¿Por qué insistir en decir que es “MIO” lo que en realidad no lo es?  

Desde que nacemos, nos inundan con propaganda nacionalista que básicamente pretende que creamos que MI país es el MEJOR. No solo el mejor en el continente, sino que es, ¡el MEJOR DEL MUNDO! ¡MI país tiene las playas más lindas, las frutas más sabrosas y los mejores paisajes DEL PLANETA! Claro, esto va acompañado de que somos los de mayor inteligencia y nuestras mujeres son las más hermosas DE TODA LA TIERRA.  Y nos repiten tanto y tanto la misma cosa que llega el momento en que nos la creemos. Bien se ha dicho que si se repite algo muchas veces, llegará el momento en que lo creemos. ¡Y de verdad la gente se cree eso! Y lo cree al punto de ofenderse, dividir la familia y en algunos casos irse a las manos completamente convencidos de que son mejores que el resto de la humanidad!

Lo que veo es que el nacionalismo hace daño externo en la manera en que vemos a los demás seres humanos y posteriormente nos hace mucho daño interno por la postura que asumimos hacia los demás que no pertenecen a nuestro conglomerado nacional.

Curioso que si alguien te pagara un pasaje a “TU país”, es probable que luego de pasar una semana disfrutando de la playa, cuando llegue el momento de regresar, pienses camino al aeropuerto: “¿Y si no me dejan SALIR? ¡Ay mamacita!” ¡Bueno amigo, recuerda que es “TU país”, de modo que lo más natural del mundo es que se quieran quedar contigo! ¿No?

Muchísimas veces, los nacidos en nuestro país de origen, nos damos cuenta de que la propaganda y el “romance” que los gobiernos desean pintarnos no es real, es una farsa. Si no es real es porque es falso, si es falso, ¿deberíamos seguir creyendo y celebrando una mentira? ¡Es creer una mentira, creer que nuestro país sea el mejor, sin importar de dónde vengas!

Desde el cielo no vemos fronteras. Somos un solo planeta, una sola humanidad.

Lo que sí es cierto es que hay, en todo el planeta, evidencias del amor con el que Dios creó esta hermosa bolita azúl. El Hacedor de la Tierra es uno que no tiene preferencias nacionales ni raciales ni económicas.  Todo lo que la llena fue hecho pensando en la humanidad que la disfrutaría. No creó la tierra con fronteras ¿verdad? Tampoco ve esta casa como nosotros solemos dibujar los mapas, con un color para cada país o isla. Nuestra perspectiva del país dónde nacimos debe ser la que se tiene desde el cielo y no la que se tiene desde la Tierra.

Viéndolo desde esta óptica, somos del país en el que vivimos y no del país en el que nacimos. ¿No es NUESTRO país el lugar donde vive nuestra esposa, nuestros hijos y nuestra familia? Si cuidamos “nuestro” apartamento y “nuestra” casa debemos cuidar también el lugar donde vivimos. Pagar nuestros impuestos donde vivimos y apoyar las leyes del lugar donde vivimos. Respetar el estado de gobierno del lugar donde vivimos y ser ciudadanos modelos del lugar donde deseamos vivir en paz. Esto, amigo mío, es, sin apasionamientos, algo que debemos considerar.

Hay otras ventajas en reconocer lo práctico de este pensamiento. En vez de cerrarnos a otras culturas, abramos nuestros corazones y nuestros horizontes. ¿No nos hemos dado cuenta de que hay personas buenas, trabajadoras, limpias y decentes APARTE de los que nacieron en el país donde nosotros nacimos? Verdad que hay personas decentes y agradables, limpias y confiables, trabajadoras y emprendedoras en TODOS los países y en todas las culturas? Pues, te invito a celebrar eso. ¡Celebremos la variedad, la diversidad y evitemos enclaustrarnos en la idea nacionalista de que los “nuestros” son los mejores!  Ya hay demasadas divisiones en el mundo para seguir cultivando más!

EL IDIOMA.

Muchos de nosotros al salir de nuestro país de origen, nos enfrentamos al reto del idioma, el acento o forma de hablar. Cuanto más pronto asimilemos estos cambios, más pronto nos asimilaremos a la cultura y al lugar que se convierte, poco a poco  en nuestro hogar. No porque lo compramos sino porque lo asimilamos como parte de nosotros mismos. No hay nada de malo en eso, todo lo contrario, nos abrirá puertas, eliminará prejuicios y nos dará la oportunidad de abrirnos nuevas puertas.

Tome por ejemplo el idioma inglés que se habla en Norte América. Algunos de nosotros llevamos décadas en Estados Unidos y todavía no sabemos inglés. Esto es un error. Recuerda el dicho: “al país que fueras haz lo que vieras” a lo que añadimos: “habla lo que oyeras” Aprende el idioma del lugar donde vives y más pronto lo convertirás en tu hogar.

No estoy diciendo que abandones tu idioma, consérvalo, pues es parte de tu cultura y no tienes por qué olvidarlo. Recuerda que con el idioma aprendes la forma de pensar de ese lugar, lo que te llevará a integrarte a ellos. ¡Aprende el idioma del lugar que es tu hogar! Inclusive, aprende el acento del lugar donde vives. Eso no te alejará de quien eres pero añadirá potencial a tu habilidad de integrarte. Sin embargo, no critiques a quien decida no absorber el acento local. Es un asunto de decisión personal que no tiene necesariamente que ver con asimilar otra cultura.

LOS AMIGOS.

Si solo te relacionas con las personas de TU país, te vas haciendo un círculo, cada vez más pequeño y, con el tiempo, te producirá pánico salirte de él. Te encierras, te deprimes y finalmente te llenas de melancolía por lo que perdiste.

Hay una gran riqueza y variedad de sabores que no conocemos. Cuando ampliamos nuestras amistades llegamos a disfrutar de lo que era desconocido.

Si abres tu círculo de amigos a los del lugar donde vives, esto te permitirá ver nuevos horizontes, nuevas perspectivas y te darás cuenta de lo que ganaste en vez de lo que perdiste. ¡Expándete!¡Ensánchate! Verás que la ausencia de amistades producto del cambio, se irán reemplazando con otras que te consolarán y ayudarán en el proceso de ajustarte a nuevas circunstancias. Otra vez, eso no significa que olvides, lo que significa es que cultives nuevas relaciones. QUE SUMES en vez de que restes.

No sé cuantos cambios yo he vivido, pero te aseguro que muchos más de lo que la mayoría de las personas de mi edad han experimentado. Aunque conservo el afecto de intrañables amigos de muchos lugares, en mi corazón siempre cabe y cabrá, uno más. No me importa su color, ni su cultura, ni si es rico o pobre. No me importa si es viejo (más que yo) o si es joven. Siempre cabe uno más, sea que hable con un acento distinto al mío o sea de otro lugar diferente al lugar en el que yo nací. Como eso me ha traído muchísima felicidad, te invito, también a ti, a seguir esta misma matemática en tu vida: Suma, siempre, suma en tu vida. No restes. ¡No sustituyas amigos porque sustituír es restar, y terminas olvidando.

En vez de eso, te invito a que añadas, a que sumes a tu corazón más lugares, más amigos, más vivencias, más culturas, más música, más sabores más aire y más sol a tu vida. Cuando hacemos esto, aumentamos nuestra felicidad en la vida. Veremos siempre con cariño el lugar de nuestro nacimiento, pero no por causa de una benda nacionalista, sino por causa de lindos recuerdos impregnados a nuestra memoria.

En conclusión, te animo a vivir, no a sobrevivir, en el mejor lugar donde puedes estar… en el lugar, en el país, con la familia con la que vives ahora mismo… porque ¡ESE ES tu verdadero lugar! ¡El país en el que puedes ser feliz!

 

 

¿Voy por donde quiero o por donde me llevan?

Inolvidables juguetes son los barquitos de papel.

Cuando era niño, mi padre me enseñó a hacer barquitos de papel. No fue fácil para mi aprender a hacerlos, porque desde chico, no demostraba tener muchas habilidades manuales, de hecho, no las tengo hasta el día de hoy. Con todo, me maravillaban estos barquitos porque podía hacerlos de cualquier clase de papel y “fabricar” tantos como quisiera. Hasta hoy, disfruto de hacerlos para los niños, quienes me observan, admirados de cómo de un pedazo de papel, puede hacerse un barquito velero. Para mi, eso es un logro, pues pocas cosas impresionan a los chicos del siglo XXI. ¿No te parece?

A pesar de su belleza, pronto se viran y se mojan y deshacen.

A pesar de su atractivo, estos barquitos no son perfectos. Cuando los pones en el agua no tienen dirección y muchas veces terminan encallados en alguna piedra. Además, por ser de papel su hermosura dura poco, pues el papel se empapa y el barquito se vira y se deshace. ¡Qué lástima! ¡Qué poco duran su hermosura!

¡Cuánto nos parecemos los seres humanos a estos barquitos de papel! Puede que tengamos una apariencia atractiva por un tiempo, pero, poco a poco, como si fuéramos frágiles como el papel, nos vamos deshaciendo. Además, como barquitos de papel sin timón o dirección, no vamos por donde queremos ir sino por donde la vida se encapricha en llevarnos. ¿Te ha sucedido eso a ti? ¿Te has percatado de que en ocasiones, simplemente parece que estás encallado en una roca invisible y no puedes moverte?

Pienso que nos pasa a todos, por lo menos durante algunos años o en determinadas épocas o situaciones de la vida. Cuando converso con hombres o mujeres cuyos matrimonios se ven desechos. Cuando hablo con adolescentes que no saben qué camino tomar en la vida. Cuando converso con viejos, como yo, que se quejan de que la vida se les ha ido de las manos y no han alcanzado lo que persiguieron… es inevitable preguntarnos si hemos ido por donde queríamos ir, o vamos por donde la vida se encapricha en llevarnos.

Cuando decides pausar y mirar atrás no siempre ves lo que quisieras ver y como consecuencia piensas que tu futuro es incierto, o peor aún, está arruinado, deshecho, como un frágil juguete de papel.

A LOS JÓVENES:

A los jóvenes, un consejo: Aunque pienses que has caído en lo más profundo de un abismo. Aunque pienses que has decepcionado a los que más amas. Aunque pienses que nadie te ha dado la mano para levantarte o para guiarte por el camino, si eres joven, lo tienes todo por delante. No hay nada que pueda detenerte si deseas cambiar, tomar control de tu vida. Tienes en tu poder lo de mayor importancia: !TIEMPO!

Si queda tiempo… ¡hay tiempo!

¿Qué puede hacer un equipo de football con un marcador de 2 a 1 faltando 30 segundos para terminar el juego? Tal vez no tenga muchas alternativas (aunque hemos visto sorpresas) pero en, tu caso, tienes el tiempo para hacer los movimientos oportunos y terminar airoso. ¡No te decepciones por los resultados presentes si tienes el tiempo para recuperarte y finalmente ganar el partido! El tiempo todo lo cura y todo puede repararlo, si te empeñas y no te rindes. No tienes razón para sentirte encallado y desecho.

A LOS VIEJOS:

Si alguien puede ser pesimista en la vida, eso podemos ser los viejos. Pensamos que todas las cartas están jugadas y no hay nada más que hacer salvo esperar “la pelona” (como dicen en el barrio a la muerte.) Hasta el sabio Salomón vió la muerte cercana y se deprimió profundamente. Pues bien, ¿debemos pensar que todo se acabó? No, amigo mío.  Las oportunidades se acaban, no cuando nosotros decimos que se acaban sino cuando ya no podemos decirlo. Mientras nos quede un poco de oxígeno en los pulmones, podemos pensar y hasta con el pensamiento podemos evaluar nuestros errores y RECONOCERLOS si eso es lo único que en verdad podemos hacer. 

Cuando reconoces un error o muchos errores, has comenzado a curarte con respecto a ti mismo primero, para luego curarte con respecto a los que hayas lastimado. Todos cometemos errores, algunos más graves que otros pero es un error compararnos o medirnos con los demás. Ni con los que pensamos que son peores a nosotros ni con los que pensamos que son mejores a nosotros. Reconocer nuestros errores no solo nos ayuda personalmente sino que ayuda a los que nos escuchen reconocerlos.

Cuando se entrevistó a unos octagenarios en una casa de cuido, se les preguntó si había algo de lo que se lamentaban en sus respectivas vidas. TODOS dijeron que lamentaban no haberle dedicado a sus familias el tiempo que debieron dedicarle. Eso puede aplicar a muchos de nosotros y puede darnos lecciones valiosas, ¿no es cierto? Pues ya vemos que reconocer errores puede inspirar y motivar a otros, incluso a los que no conocemos personalmente.

Si eres abuelo y no te has muerto y te queda un poco más que un buche de aliento, ¿entonces qué? Entonces, no te rindas y comienza a rehacer lo desecho y a levantar lo derrumbado y a sanar lo descoyuntado. Es evidente que hasta tu, abuelo, tienes un poco más de tiempo para curar y curarte. No dejes que la vida te lleve al final del camino sin hacer lo que sientes que debes hacer antes de morir. No tienes que terminar como un barquito de papel, encayado y hundido.Todavía tienes un poco más de tiempo para escribir la útlima página… ¡o tal vez un par de ellas más! o ¡muchas más! ¿Quien sabe?

¡VAYAMOS POR DONDE HEMOS DECIDIDO IR!

Hay que luchar, todos los días, con la tendencia humana al fracaso. Ser agradecidos, aceptar ayuda espiritual y no rendirnos nos ayudará a tomar el timón, a superar las tormentas y los tiempos de sinsabor y andar por la vida, no por donde ella quiera llevarnos sino por donde hemos decidido nosotros navegar.

¿No hacen eso los verdaderos capitanes de barcos? Ellos siempre saben dónde están y por dónde van. No pueden evitar el mal tiempo ni las tormentas, pero pueden prepararse para vadearlas, superarlas o cambiar temporeramente el rumbo. Su meta es llegar al puerto planeado desde el mismo comienzo del viaje.

Tu y yo podemos hacer lo mismo desde hoy. Podemos marcar el destino y la ruta. Debemos ser flexibles durante el trayecto. La vida no tiene por qué dirigir nuestro destino. Eso está en nuestras manos.  ¡Adelante! Vamos juntos por el camino seleccionado y no por donde la vida se encapriche en llevarnos.

Piensa en esto:

¿Estoy satisfecho con el camino que he elegido en la vida? Si necesito hacer cambios ¿cómo puedo alcanzarlos?

¿De qué ventajas disfrutaré si me esfuerzo por persistir en el rumbo correcto?