Una historia breve y una clave para el progreso en la oratoria pública

Segunda parte de la serie sobre la oratoria pública.

Además de los puntos tratados en el artículo anterior, muchos de los oradores públicos de ayer y de hoy hemos tenido que superar un sinnúmero de limitaciones personales. Eso a pesar de que algunos pudieran pensar que somos oradores naturales y que disfrutamos del “don de la palabra”. Ese definitivamente no es mi caso. Seguramente cada uno tiene su historia de éxitos y fracasos en este empeño pero yo puedo hablar solo de los míos.

Como muchos inmigrantes han comprobado, la salida de nuestro entorno puede ser más dramática de lo que pudimos percibir de antemano. No solo nosotros sino nuestros padres enfrentarían muchas dificultades en el proceso de salida, llegada y adaptación a nuevas culturas y junto con ellas, diferentes formas de ver la vida. En mi caso, este cambio me convirtió, de la noche a la mañana. en tartamudo. Hasta los once años no recuerdo ningún impedimento para hablar ni tampoco recuerdo haber sufrido crítica por esa limitación. Sin embargo, tan pronto llegué a otras tierras con otras formas de expresión, me dí cuenta, al mismo tiempo que otros se daban cuenta, de que me había convertido en tartamudo.

Fue precísamente en la adolescencia que mi lucha interna comenzó, junto con las demás luchas que todos pasamos durante esa etapa, nada fácil. Mi personalidad ya estaba formada y era extrovertido, alegre y alguien que podía hacer amigos con facilidad. Poco a poco, debido a la tartamudez, me iba convirtiendo en alguien introvertido poco motivado y sin ningún deseo de hacer nuevas amistades. Dentro de ese círculo vicioso lo único seguro era seguirme hundiendo en sentimientos negativos y baja estima personal.

Los que estudian la tartamudez, reconocen que un trauma emocional pudiera disparar esta dificultad. Se ha comprobado que en la mayoría de los casos no hay ningún problema mecánico del habla en los tartamudos. Mas bien es un problema que muchas veces está relacionado con las emociones más que por alguna otra dificultad de la voz o la respiración.

Los problemas relacionados a la tartamudez pueden deprimir a un adolescente.

Llegó el momento en el que mi mamá comprendió cuanto me estaba afectando la gaguera (como le decimos nosotros) comenzó a darme terápias de habla. Cambiar el tono, la velocidad, el ritmo del habla junto con mucho estímulo y paciencia fueron recuperando mi confianza. A la sazón comencé a participar en la Escuela del Ministerio Teocrático y la información del libro “Capacitados para ser ministros” publicado por los Testigos de Jehová comenzó, poco a poco, a surtir efecto. En otro ambiente más comprensivo, más cariñoso y amable, comencé a hacer progresos reales y fírmes. En unos 6 años de trabajo, en los que obviamente tuve mis altas y mis bajas comenzaba a verse progreso. A los 18 años ya había superado la mayor parte del problema y comencé a progresar en la oratoria pública que es parte del entrenamiento que recibimos en el Salón del Reino (el lugar donde los testigos nos reunimos para adorar a Dios).

Por aquellos años me invitaron a participar en un programa de radio semanal que los Testigos de Jehová producían por la emisora WKVM radio AM que, en ese momento era la más potente de la Isla de Puerto Rico. Fue en julio de 1964 que me senté por primera vez frente a un micrófono radial. El programa se llamaba “Cosas en que piensa la gente” y consistía en dar respuesta a las preguntas bíblicas que se planteaban cada semana. Tenía un guión que seguir así que comencé a desarrollarme en otro aspecto de la comunicación que es la lectura pública. Luego de un tiempo, se me asignó dirigir este programa, cosa que hicimos por casi 9 años. Durante ese tiempo tuve la oportunidad de entrenar a varios compañeros.

Puede que no sea evidente pero la. lectura pública es capaz de ayudar mucho a cualquier persona que tenga problemas con la tartamudez. Sin emgargo, cosas como cambiar el ritmo, el tono, la afluencia y el sentimiento en la lectura, contribuyen mucho a ir despejando de la mente los pensamientos negativos que caracterizan al tartamudo. Recuerdo que a veces mientras leía, me decía a mí mismo: “por ahí viene una “p” y no puedes trabarte con ella”. Las consonantes p, b, v, q, y l me asustaban. Cada mañana del domingo entre 8 y 9 de la mañana eran mis sesiones de prueba en la radio. Sudaba, reía y en ocasiones se me erizaban los pelos de alegía por poder sentir que iba dejando atrás un problema que pensaba que era insuperable, cruel y permanente. Uno que lastima la autoestima como pocos. Pero he aprendido que con esfuerzo y ayuda la tartamudez puede superarse. Si el tema le interesa, tome nota de que una herramienta importante para superarlo y para mantenerse alejado de él es la lectura en voz alta.

Sinembargo, aún cuando usted no tenga el problema de la tartamudez, recuerde que el orador público tiene que ser un buen lector. Esta es una clave importante para entre los que desean desarrollar la oratoria pública de excelencia.

El PREJUICIO pandemia incurable

Todos fijamos los ojos en el COVID-19 sin darnos cuenta de que vivimos en medio de una pandemia incurable que carcome nuestros sentimientos de humanidad. Está acabando con nuestra sociedad y seguimos insistiendo en que no existe. Pero sí existe y no nos deja vivir tranquilos. El prejuicio atrasa, enferma como una pandemia y termina matando a millones. Sí, es una enfermedad mortal.

¿QUÉ ES EL PREJUICIO?

¿Que es exactamente el prejuicio? Pues dicho de forma sencilla es llevar una idea o tener una opinión pre-concebida de las personas por causa de su estatus social, su raza, su cultura o su religión, a veces también por envidia o por el simple deseo de destruir. El prejuicio se antepone a lo que sea nuestra propia y personal experiencia con otro ser humano. Por esa razón es malo y muy dañino, especialmente para la persona que lo posee. Sus cadenas son difíciles de quebrar. Casi siempre su dueño es también su peor víctima.

El prejuicio nunca es positivo ya que siempre debemos tener razones por las que hacemos lo que hacemos. Y cualquier cosa que hagamos movidos por una idea preconcebida es dañino para nuestra salud mental, espiritual y emocional. Claro, en el cien por cien de las veces, el prejuicio se nos ha inculcado en nuestro desarrollo. No nacemos prejuiciados contra nada ni contra nadie, lo que muestra que no es algo natural ni inherente en el ser humano. Podemos nacer con gustos distintos pero nunca con prejuicios. De modo que es algo que aprendemos, tal vez en el hogar, puede que en la escuela, con amigos o incluso inculcado en grupos sociales, religiosos, culturales o familiares.

Es difícil determinar dónde empiezan y dónde terminan los prejuicios pero nunca, nunca, nos pueden hacer bien. Siempre nos harán mal. Nos contaminarán y al final, como el peor de los virus, nos enfermarán sin remedio. Contaminados, asfixiados y enfermos, moriremos de una muerte lenta y cruel.

Los prejuicios, así como los virus, son muy difíciles de desarraigar o curar. Atacan la mente y el corazón de las personas. Cuando estos prejuicios se hacen públicos y patentes le llamamos discriminación y esa está por todas partes en todas las sociedades del planeta. Contamina a todas las razas y a personas de todo nivel social y económico. No queda nadie excluído. Deportistas, artistas, religiosos, pobres, ricos, hombres y mujeres, políticos y comerciantes, estudiantes y maestros, nadie queda libre de su contaminación. Es una pandemia imparable que nos destruye por dentro… sin remedio.

No se quita lavándote las manos porque lo que debemos lavar es el corazón. No lo matas con desinfectante porque lo que debes desinfectar es tu mente. Lo llevas y lo pasas a tus hijos y ellos a sus hijos en una cadena interminable de víctimas que andan muertos en vida, incapaces de reconocer su enfermedad.

Es tan fácil determinar cuando una persona se ha infectado con el COVID-19. ¡Si fuera tan fácil determinar cuando una persona está prejuiciada! Si cada día, hasta diez mil personas en un solo estado de este país se reconocen contaminadas del coronavirus ¿tienes una idea de los que todos los días se contaminan con los prejuicios que se siembran en las noticias, los periódicos, la radio y la internet? Las víctimas se cuentan por millares de millares.

¿ESTAS PREJUICIADO TU?

¡Pero yo no estoy prejuiciado con nada ni contra nadie! Si es así, estimado lector, así debe ser. No estás haciendo nada extraordinario. Solo que, no te jactes, ¡cuidate! Y cuídate bien, porque si te descuidas te sucederá como con los que se descuidaron con el covid-19 y terminaron enfermos, o peor.

No debería ser nada extraordinario ser una persona cabal que no se contamina con las opiniones populares, la propaganda y las acusaciones sin base. Lo correcto es que sepas diferenciar el uso del abuso y el bien del mal. Lo apropiado es que todavía puedas distinguir lo que es malo, como malo y lo que es bueno, como bueno y que mantengas tu frente en alto, limpio y con ojos brillantes. Si es así como eres, tu, que no te vendes ni te regalas en causas odiosas, repugnantes, cobardes, asesinas y mentirosas… pues, amigo mío, ¡es justo así como debes ser!

VIrus, Coronavirus

Mantente libre de prejuicios. ¡Lucha contra ellos como luchas contra una epidemia! Ayuda a tus hijos. Ayuda a tu familia a pensar y a actuar con razones y por razones, no por prejuicios. Todos estamos en peligro de contaminarnos. Y es que el prejuicio es peor que una pandemia.

SUBIR ES UN GRAN RETO… ¡PERO LO DIFÍCIL ES BAJAR!

Tanto la mente como el corazón figurado se preparan para el ejercicio de subir y de llegar a la cima. Desde que somos pequeños eso es lo que se nos inculca y se sigue reforzando durante toda nuestra juventud. Parece que durante toda esa temporada de la vida a nadie se le ocurre advertirnos de que llegarán los años de la bajada, del descenso, de las pausas, del descanso.

Resulta que al fin, cuando nos percatamos de que hay que bajar, ya estamos cansados de todos los años y esfuerzos por subir y subir. Cansados de tantos y tantos retos, peligros y temores de la subida, ahora nos damos cuenta de que el mismo trayecto de subida lo tenemos que realizar, bajando.

Piense en el deportista que lo da todo para llegar al Salón de la Fama y al que nadie le advierte de que va a llegar el día en el que ya no pueda jugar. Es, el presidente de una corporación a quien le llega la hora del retiro y ahora no sabe qué va a hacer con su tiempo ni con su vida. Es, la misma historia del que llega a viejo y entonces que se percata de que llegó el momento de bajar la montaña a la que le dedicó todo su esfuerzo en escalar, y se olvidó de que tendría que descender de ella al valle de la vida, a la retirada, a otro tiempo de pausas indeseadas.

Si en el camino de la vida, en ascenso, al pináculo de nuestros logros, solo pensamos en subir y no hemos tomado en cuenta el descenso, puede que encontremos, en esos momentos, los retos más duros y peligrosos. Incluso, puede que no logremos terminar lo que empezamos.

A menudo, la mayoría de los que ascienden por el camino de la vida solo fijan la vista en el que va adelante. Al hacerlo se les escapa mirar a los que van bajando. Si acaso les vieron se dijeron a sí mismos: -” ¡Bah! ¡Esos tontos que no tienen nada que hacer… ¡fracasados! Yo, en cambio, estoy ocupado subiendo. ¡Ganando y ganando!, ¡arriba y arriba!… ¡Cuánto se hubiesen aprovechado si se hubieran detenido a preguntar sobre el descenso y a aprender de ellos!

¿Pudiéramos ser tan ignorantes? ¿Por qué nunca se nos ocurrió, que aún habiendo llegado a la cima, tendríamos que bajar de ella? ¿Por qué juzgamos a los que van bajando cuando por ese mismo camino tendremos que pasar nosotros?

La historia de los alpinistas que escalan montañas nos refuerzan la lección que tratamos de transmitir. Les contaré:

El Everest

El montañista Ivan Vallejo llegó a la cumbre del Everest el 26 de mayo de 1999 sin oxígeno suplementario y alcanzó la cumbre del K2 el 31 de julio de 2000. Volvió a llegar a la Cumbre del Everest en la primavera de 2001, otra vez, sin el uso de oxígeno embotellado, el 23 de mayo. En sus narraciones Vallejo cuenta que su amigo montañista Debrouwer Pascal de Bélgica, llegó a la cima del Everest… pero luego al bajar de ella, murió.

Ivan Vallejo, del Ecuador llega a la cima
del Everest en la primavera de 2001.

También recuerda que en mayo de 2002, otro, esta vez su compañero de expedición Chris Graswick también llegó a la cima del Cachenjunga y luego de celebrarlo, también murió en el descenso.

Continúa diciendo que en mayo de 2013 su colega JuanJo llegó a la cima del Dhaulaguiri, pero desgraciadamente también murió en el camino del descenso. ¿Cómo es posible?

Vallejo nos explica que esos descensos entran en lo que se conoce como “estadística de fatalidad en el descenso” un término que se acuña por causa de los montañistas que logran llegar a la cima pero luego mueren en la bajada. ¿No nos ofrecen estas dramáticas historias algo en lo que meditar?

Vallejo concluye: “Alcanzar la cima de una montaña de ocho mil metros de altura, sin oxígeno suplementario, es un ejercicio muy exigente tanto mental como físico, de modo que al llegar a la cima es natural que se celebre como corresponde. Pero, enseguida uno quiere escapar de lo que se conoce como la “zona de la muerte,” que es ese espacio por encima de los ocho mil metros de altura. Como ustedes seguramente comprenderán, si exigente es la subida, más lo será la bajada.”

¿No le parece curioso, estimado lector? Se le llama a la cima: “la zona de la muerte”. Impacta también saber que el descenso que hacen los montañistas establecen estadísticas llamadas “fatalidad en el descenso”. Sí bien el ascenso tiene sus enormes retos, el mayor peligro parece residir en los descensos.

Aprendamos a respetar a los que han logrado llegar a la cima y han sabido bajar de ella incólumes. No es sabio jactarnos en el ascenso, en nuestros años fuertes, en nuestros momentos de logros y tiempos de poder, pues ¿cómo sabemos que lograremos llegar sanos y salvos del descenso? Es evidente que en la cima nadie se queda y tampoco te quedarás tu allí. Es la zona de la muerte. Tendrás que bajar.

En resumen, no te enfoques en el ascenso, en la subida, ve dejando postes marcadores de amor, paciencia y cariño fraternal por tu semejante mientras vas en ese camino ascendente. Luego, cuando llegue el tiempo de descender, vas a volver a pasar por esos mismos postes marcadores y te serán de oasis, de descanso, de fuerzas, de estímulo y de alegrías. Los que has amado en el camino de tu ascenso te esperarán de regreso… y esos son los que siempre han valido la pena. ¡Ese es el verdadero momento de celebrar!

Por lo tanto, aprendamos esta lección de la vida que muy bien conocen los montañistas: “Subir es un gran reto pero lo difícil, es bajar. “

¡SE CANSA UNO!

Así, con esa expresión en sus labios nos recibió nuestro amigo Pedro Battler cuando visitamos el pintoresco pueblo de Corozal, Puerto Rico. Pedro ya era un hombre entrado en sus ochenta y nosotros unos jóvenes inexpertos en nuestros veinte. Y no era que llegábamos tarde a nuestro encuentro, simplemente era la expresión con la que a menudo vi a Pedro introducirse a la gente. Simplemente te veía y exclamaba “¡Se cansa uno!”

Cuando habíamos pasado juntos varios días de la visita, le pregunté: “Pedro ¿y eso de se cansa uno? ¿qué quieres decir?” Me dijo: “chico es que uno se cansa de todo. No importa quién seas y no importa lo que hagas, con los años y con el tiempo, uno se cansa. ¡Hasta la belleza cansa!, todo te cansa. Al principio lo que parece una novedad, después de un tiempo, se convierte en rutina. Todo cansa y ¡se cansa uno!”

Por aquellos tiempos yo no comprendía todo lo que quería decir aunque sí podía entender parte de su realidad. Pedro, a pesar de su vibrante energía, ya estaba encorvado por padecer de una artritis crónica que había aguzado el paso de los años. Seguramente, luego de sus muchas luchas y vivencias, era comprensible que se sintiera cansado y fuera lo suficientemente franco como para expresarlo audiblemente… aunque todavía con cierta gracia muy de él y a veces, me parecía a mi que también con cierta malicia. Claro, aunque te esfuerces por entender, no es lo mismo ver las cosas desde la perspectiva de un hombre de ochenta cuando tienes 50 años menos. De todas formas, para mi, igual que para muchos otros, Pedro era un hombre valiente, positivo y de gran fortaleza espiritual.

Con el paso de los años y al llegar hasta donde estoy, puedo entender mejor a mi inolvidable amigo. Es cierto, en muchos sentidos, ¡se cansa uno! Y no es que uno pierda el gusto por la vida o que no tenga proyectos hermosos en los que enfocarme, pero, sí te cansas.

Por fuera, te cansas de escuchar “el próximo mes volveremos a la rutina” y al mes siguiente escuchar lo mismo y lo mismo. Te parece que la rutina no volverá nunca y que estaremos de cuarentena en cuarentena por sabe Dios cuánto tiempo. Pero siguen las mismas promesas de los que dicen regir el destino de los pueblos. Promesas que nunca se cumplen y que de hecho, hasta se pronuncian con pleno conocimiento de que son imposibles de cumplir. ¡Oiga! ¡se cansa cualquiera!

Se cansa uno de ver cómo la maldad se las ingenia para, no importa lo que se invente, usarlo para lo malo. Te cansas de ver cómo se tuerce la justicia. Te cansas de ver el “abuso institucionalizado.” Te cansas de ver maltrato, exilio y dolor. De ver cómo lo bueno es malo y lo malo es bueno. Las plagas, o la pandemia, sirve para enriquecer y para empobrecer. Te cansas de las contradicciones y de ver que no solo no aprendemos nada, sino que cada vez sabemos menos. Sí, se cansa uno de seguir montado en esta noria de la vida que promueve todo lo que al final es vanidad.

Pedro Batler era un personaje en el pueblo de Corozal. No había nacido allí pero se ganó el cariño de la gente, que en Corozal no era difícil de ganar. Muchas veces, caminando con él por la calle, escuchaba que al pasar, tal vez desde la otra acera, al verlo, algunos levantaban la voz para mirarlo y decirle, “¡Se cansa uno”! A lo que siempre sonreía y respondía: ¡Sí, se cansa uno!

LO POCO AGRADA Y LO MUCHO, ENFADA

Todo en la vida es cuestión de medida. Mi amigo José Germán Roig me contó, que en Juana Díaz, un atractivo pueblo de Puerto Rico, allá por los años cincuenta, había un dueño de colmado (bodega) acusado de haberle propinado un puño (un golpe) a su cliente. Cuando el juez preguntó por qué había agredido así a su parroquiano, el tendero le dijo que ya estaba cansado de que constantemente lo estuviera alabando diciéndole: “querido dueño del colmado” y que se cansó y le dio un buen puño para que no le llamara más “querido dueño del colmado,” porque lo tenía harto. El juez le dijo que esa no era una razón válida. A lo que el tendero le respondió: “querido juez” es que lo poco agrada y lo mucho, enfada.”

De hecho, dicen que después de decirle al juez diez o doce veces “querido juez,” el mismo magistrado, enfadado, dio un malletazo y dijo: “¡no me diga más “querido juez!” … por lo que al final, salió absuelto de cargos. ¡Hasta el juez se enojó con tanta babosería! Y es que lo poco agrada y lo mucho, enfada.

Es verdad que no hay razón para perder la calma y actuar de esa forma, sin embargo, cuando los halagos no son sinceros, se convierten en palabras que llegan a ser irritantes y provocan que se nos salga “el monstruo” que llevamos dentro (como también dicen en la Isla). Aunque parezca ser un elogio, eso que se dice constantemente, sin sentido, con el único propósito de halagar el oído, se llega a convertir en una afrenta y al final, en una falta de respeto.

Mi abuela Ramona decía en esas situaciones: “¡gracias, pero no me quieras tanto!.” Y es que las palabras ya vienen cargadas de significado, según quién las diga, cómo las diga y en qué momento las diga.

Es como el que se la pasa diciendo “¡gracias a Dios!” esto y “¡GRACIAS A DIOS!” lo otro. A veces, todo el mundo sabe que es de la boca para afuera, pues no siempre el que predica, se aplica y no todo el que calla, falla.

Recuerdo el relato en el que uno de esos religiosos plagados de su propia justicia decía en su oración: oh Dios, te doy gracias porque no soy como todos los demás: extorsionadores, injustos, adúlteros…, ni tampoco soy como este cobrador de impuestos…” era de los que tienen que compararse con los peores porque saben que no pueden compararse con los mejores. No olvido la conclusión de esa historia, pues a Dios no puedes engañarlo: “Porque todo el que se engrandece será humillado, pero el que actúa con humildad será engrandecido.” -Lucas 18:9-14.

Y es que lo poco agrada, pero lo mucho, lo mucho en las comparaciones, lo mucho en pintarse en falsos colores y la mucha palabrería hueca… enfada al más manso de los mortales… y parece que también a Dios.

UN ENFOQUE EQUIVOCADO

Por otro lado, debido a un enfoque equivocado, podríamos restarle méritos al esfuerzo de las personas, pensando que si lo hacemos le quitamos méritos a Dios. Tal vez, la siguiente historia explique lo que quiero decir.

Cuentan que un hombre, un viajero, se detuvo en un campo florecido. Estaba lleno de árboles frutales y bien decorado con flores de colores seleccionados, colocadas en terrazas preciosas. El dueño de la finca estaba, a la sazón, trabajando duro allí mismo. Entonces el viajero le dijo: “Amigo, la verdad que Dios lo ha bendecido con una finca preciosa. ¡Seguro que está muy agradecido al Señor!” El dueño de la finca le contestó: “¡Tiene usted mucha razón. Dios me ha bendecido! De eso no hay duda. Pero tenía usted que pasar por aquí hace dos años, cuando El estaba solo.”

Dos años atrás aquella finca solo daba abrojos y malas hierbas. Exhibía un paisaje desolador. No había nadie que trabajara la tierra. Al natural aquella finca era un desastre, pero, nuestro jardinero comenzó a trabajarla duro con esperanza. Con el paso del tiempo, el escenario fue cambiando. ¡Claro que Dios le ayudó dándole las fuerzas y la voluntad! ¡Dios le regaló la vida para que la usara para provecho! ¡Dios creó aquellas flores y frutas y le dio la inteligencia para ordenarlas y cuidarlas de forma magistral! … pero eso no le quita al dueño de la finca el mérito de su esfuerzo. Entonces, por favor, aprendamos a reconocer el mérito que tengan los demás, con la plena seguridad de que a Dios nunca le podemos quitar el mérito.

Sin embargo, he visto a muchos seres humanos buscar un poco de reconocimiento en sus padres, en sus hijos, en sus maestros, en sus líderes, incluso en sus amigos, para solo encontrar palabras gastadas o alabanzas a medias que no ofrecen un reconocimiento verdadero y sincero. He visto mujeres descuidadas porque sus esposos han dejado de decirles que son hermosas. Han dejado de decirles que están enamorados de ellas. Las mujeres y los niños, los hombres, todos, necesitamos reconocimiento para florecer. Retenerlo es como quitarle el agua a un campo seco.

Estimado lector, aprendamos a regar sobre nuestro semejante, abundancia de palabras de ánimo, concediéndoles el crédito y el mérito que justamente se merecen por algún trabajo bien hecho. Recordemos: lo poco, agrada y lo mucho, enfada. Enfada la falta de perspicacia para reconocer el mérito y aprender a dar el crédito merecido. Enfada no saber cuándo dar alabanzas justas y medidas. Enfada el halago vacío. Enfada ver cómo se marchitan los que deben florecer.

Agrada el que se esfuerza por hacer el máximo dentro de sus posibilidades sin jactarse, sin elevarse sobre los demás, sin buscar su gloria personal … eso, es un adorno que agrada… ¡el adorno que nunca enfada!

Todos necesitamos y merecemos elogios y el crédito por algo bien hecho.

USA EL “MATABURRO”

Tenía un tío catalán que no siempre era el ser más simpático del universo. Aunque estoy seguro de que quería ayudarme, me irritaba mucho que constantemente me estuviera diciendo: “búscala en el mataburro”. ¡Que pesado! Le llamaba “el mataburro” al diccionario. Y cada vez que a regañadientes yo consultaba el dichoso “mataburro,” ¡ahí estaba la respuesta! Tenía que aprender a usar el diccionario o estaba irremediablemente condenado a exhibir las grandes orejas de los burros.

Mi tío le llamaba al diccionario “el mataburro”

Cuando se trata de aprender, muchas veces tomamos el camino más fácil, creo que nos pasa a todos. Me resultaba muy fácil preguntarle a mi tío Germán sobre cualquier cosa. El era un hombre bien educado, médico y por aquellos días se quedaba en casa de mis abuelos en lo que resolvía su estadía en Cuba. Como yo visitaba regularmente a mis abuelos, llegué a tener bastante contacto con él. Recuerdo que le gustaba mucho el balompié y eso me atrajo a pasar algún tiempo con él… aunque siempre estaba un poco tenso con eso del “mataburro”. De todas formas, ese contacto con él por aquella temporada, me enseñó que requiere trabajo y esfuerzo aprender y tío se encargó de que me enterara.

Hoy, nuestros hijos y jóvenes tienen la Internet al alcance de la mano por lo que el aprendizaje requiere mucho menos esfuerzo. Con todo, todavía se requiere sacrificio aprender algo que valga la pena. Se tiene que pasar trabajo y tiempo echando a un lado la información engañosa, incompleta y malintencionada que está allí en la web. Hay que vadear una inmensa cantidad de anuncios e ignorar muchas propuestas y noticias atractivas que solo te desvían de tu cometido. El conocimiento está más accesible pero el aprendizaje sigue siendo un reto.

Nuestros jóvenes deben aprender a llegar a los lugares donde pueden adquirir el conocimiento que necesitan sin perder tiempo y sin entretenerse en otras cosas. Conocimiento limpio y exacto que les ayude a aprender. Este tipo de dificultad no lo enfrentábamos en mis tiempos de estudiante.

Tal vez por lo anterior soy partidario de los libros, me gustan los libros, aunque sean electrónicos. De hecho, si son electrónicos puedo cargar con ellos en mi tableta y leer cuando tengo el tiempo o se me ofrece la oportunidad. Si he descargado en mi teléfono o computador algunas aplicaciones como el diccionario de la Real Academia de la Lengua, en vez de ir a un motor de internet, voy directamente a mi diccionario electrónico y de forma rápida y segura, obtengo la información deseada. Lo mismo es cierto con relación a información general. Es mejor bajar la aplicación de una encyclopedia que andar por ahí buscando la respuesta. En la mayoría de los casos es mejor ir a páginas ya determinadas por los padres que andar “surfing” que es donde está el peligro en la Internet.

¿Podemos inculcar esta costumbre en nuestros hijos y jóvenes? Usemos a menudo el diccionario y otras obras de consulta electrónica específicas, en vez de andar “pescando”. Incluso hay muchos lugares de conocimiento general que pueden ser útiles y no son para nada peligrosos.

Andar “navegando por la internet” es una pérdida de tiempo además de ser peligroso.

Tío Germán me estaba enseñando a pescar y no se conformaba con darme el pescado con el que resolviera el problema inmediato. Ya él no está en el escenario, pero sus palabras, y hasta el tono en que las decía, me siguen ayudando y pienso que me han ayudado a través de los años. No siempre un maestro simpático es el que te deja la mejor enseñanza. ¿Curioso no? A veces el que no piensas, o inclusive el que no te cae bien es capaz de dejar una marca para nuestro bien.

De modo que aunque tampoco a ti te caiga muy sabroso el consejo. Créeme que es valioso, amigo: Anda, ve y “¡busca el mataburro!”.

LISTADO DE LUGARES SEGUROS PARA ESTUDIANTES

  • https://www.jw.org/es
  • https://www.rincondelvago.com
  • https://www.rae.es
  • https://prezi.com/es
  • https://www.bibme.org
  • https://www.britannica.com

Obstáculos en el camino

¿A quién le gustan? A nadie. Cuando tu y yo tomamos decisiones no acostumbramos a visualizar los obstáculos que pudieran presentarse. Vemos el camino liso sin curvas, distracciones ni obstáculos. Somos así y acostumbramos a planificar con pensamientos ideales. Luego, muy a menudo, enfrentamos realidades que arruinan nuestros sueños.

Cuando éramos prácticamente bebés, dimos nuestros primeros pasos, a tropezones y nos caímos vez tras vez, pero, como por instinto, como si supiéramos que la vida se trataría de seguir intentando hasta lograrlo, nos pusimos de pie una y otra vez hasta lograrlo. Al principio nos tiraron una manita, pero luego, aprendimos a hacer equilibrio hasta que llegó el momento en que corríamos y saltábamos con gran seguridad. Si lo pensamos bien, nuestras primeras lecciones en la vida nos enseñaron que los obstáculos empiezan temprano. Y estos nos han acompañado a lo largo del camino.

De modo que ¿por qué nos extrañamos tanto de que aparezcan los obstáculos? ¿Son en realidad algo nuevo para nosotros? ¡No! Es más, realicemos el hecho de que mientras vivamos, habrá retos, fracasos, obstáculos y victorias. No siempre las vemos porque tenemos la tendencia a ser idealistas, pero siempre han estado ahí y lo estarán. ¿Entonces? Entonces es hora de que cuando planifiquemos nuestros proyectos, reconozcamos que vamos a tener que considerar obstáculos que pudiéramos enfrentar. De esta forma, evitaremos que nos tomen por sorpresa. No queremos que frustren nuestros intentos de llegar adonde queremos.

Sabiendo lo anterior ¿no será práctico calcular los riesgos y visualizar las piedras que pudieran presentarse en el camino? Con cada proyecto pudiéramos tratar de hacer un plan “B”, especialmente si ese proyecto es de importancia. Luego, si todo marcha a pedir de boca, como sucede a veces, todavía podremos sentirnos contentos de que no fue necesario utilizar el plan de contingencias. Mi abuelo decía que “más vale una onza de precaver que una libra de remediar”. Todos estamos de acuerdo con eso pero no todos nos aplicamos al dicho.

Durante esta época de incertidumbre por la cuarentena del COVI-19 ha quedado claro que a muchos les tomó por sorpresa, sin ninguna clase de preparación. Pues bien, ¡lección aprendida! Ya no debería tomarnos por sorpresa lo que pueda presentarse en el futuro cercano. Por ejemplo, debemos mantener una reserva de alimentos para imprevistos, incluso se puede mantener una alacena con productos para uno o dos meses e irlos reponiendo y consumiendo para que no envejezcan y tengamos que desecharlos por llegar a la fecha de caducidad. De ahora en adelante todos debemos aprender la lección para evitar, al grado posible, el corre corre de último minuto.

También podemos prepararnos emocionalmente. Recursos como Skype, Zoom y FaceTime nos pueden ayudar a mantener contacto social que es tan importante para todos en la familia. Tal vez, tengamos que enseñar a los mayores de la casa a aprender a utilizar estos recursos. Si no tenemos internet en casa, es hora de calcular los gastos para añadir una cuenta de alta velocidad para que toda la familia pueda estar conectada, informada, entretenida y ocupada si tenemos que quedarnos en casa para otra cuarentena. Lo mismo con relación al dinero. Tener algo de dinero en casa es sabio por si no es posible llegar al banco, o incluso, si el banco está cerrado. No siempre las tarjetas de crédito se aceptan en una crisis.

El punto final es, recordar, que en la vida real nada es perfecto y que irremediablemente vamos a tener que enfrentar muchos imprevistos, muchos cambios y muchos retos. Todos debemos prepararnos con plan “A” y plan “B”, no porque seamos negativos sino porque queremos ser precavidos. Somos sabios si visualizamos los obstáculos del camino, incluso antes de llegar a ellos.

Hikikomori

Los que se aíslan por voluntad propia.

Por naturaleza el ser humano es una criatura gregaria, eso significa que necesita de otras personas. No es un ente solitario y de hecho confinarlo al aislamiento es, incluso, una forma de tortura practicada todavía hoy en muchos centros de detención y cárceles.

Sin embargo, entre los cambios sociales que hemos visto en los últimos años hay una generación de jóvenes que se denominan “HIKIKOMORI” que escogen el aislamiento como forma de conducta. El término se origina de Japón pero no es el único lugar del mundo donde se ven este tipo de personas que se aíslan del mundo y se encierran en sí mismos.

Hikikomori -el que se confina al aislamiento extremo.

Según los estudios que se han hecho, en Japón, hay unos 700.000 HIKIKOMORI. Son jóvenes varones de entre 15 y 39 años de edad de clase media y media alta que se frustran al no poder alcanzar las expectativas que les ponen sus padres, ellos mismos, frustrados, deciden aislarse de la sociedad. El mayor grupo se encuentra en las edades de 16 y 25 años de edad. Para que un joven sea HIKIKOMORI tienen que ocurrir estas dos condiciones. Primero: que sus padres les mantengan y Segundo que su aislamiento sea de 6 meses o más.

Se han catalogado dos tipos de HIKIKOMORI. Los que permanecen encerrados en su habitación, y los que salen a hacer sus compras básicas de alimentos pero sin comunicarse con nadie. Se ha sabido de HIKIKOMORIS que han estado años en esta actitud de fobia social y aislamiento voluntario. No estudian y tampoco trabajan.

QUÉ LLEVA A UN JOVEN A SER UN HIKIKOMORI

El bulling, el no lograr adaptarse a las exigencias de la escuela, el tener que enfrentar un fracaso en el examen de entrada en la universidad, no conseguir el trabajo que esperaba o debido a las frustraciones que les provoca sus pocas habilidades sociales.

También les empuja a ser hikikomori cuando falta la buena comunicación con la familia, particularmente con los padres. A otros los lleva a ser un hikikomori el poco interés de los demás en sus logros y problemas. Algunos han dicho que se han convertido en hikikomoris porque han llegado a entender que no pueden confiar en nadie.

Todavía otros han expresado que el constante bombardeo de noticias negativas les ha llevado al aislamiento. La presión social y la falta de habilidad para manejar distintas situaciones puede llegar al punto en el que el joven no pueda más y decida confinarse a vivir en solitario.

Cómo se puede ayudar a un HIKIKOMORI

Algunos han sido ayudados por sus amigos. Puede ser una buena práctica llamarlos por teléfono. Aunque no contesten el teléfono, es apropiado llamarlos o enviarles mensajes de texto diciéndoles que se les extraña y aprecia. Es posible que, con el tiempo, acepten algunas visitas de amigos con los que puedan conversar.

Los padres deben comunicarse como les sea posible y mostrarles amor y mucha paciencia. La crítica, la violencia o el abuso no ayudan a un joven a salir de esta condición sino que al contrario, refuerzan su postura y se hunden más en ella.

Un HIKIKOMORI dice que lo que le sacó de su aislamiento fue que se cansó de esa rutina de extremo aislamiento y decidió hacer algo. Otro dice que desde que se levantaba y por todo el día lo que hacía era jugar juegos electrónicos y que no pensaba en más nada durante meses. Aunque sus amigos le llamaban no contestaba el teléfono hasta que con el tiempo comenzó poco a poco a salir del aislamiento que se había impuesto.

En Occidente, ya comenzamos a ver estas actitudes en algunos jóvenes. Es como si el efecto hikikomori se fuera extendiendo por el mundo. No son pocos los padres de adolescentes o adultos jóvenes que traen a nuestra atención las tendencias de aislamiento que observan en sus hijos. Esto debe tratarse con mucho tacto y no olvidar el efecto del amor, la paciencia y la comprensión que se requieren para ayudarlos. Si las circunstancias lo permiten, ayuda profesional pudiera ser lo indicado.

Presionar o criticar a un joven no lo va a sacar de su habitación ni de su confinamiento. Al contrario, va a empeorarlo. Tampoco darles “espacio” pensando que se les debe respetar en su aislamiento porque puede llegar el momento en que toda la familia toma esta conducta como normal cuando no es normal y saludable.

Tome en cuenta que una vez un joven a tomado el camino del aislamiento en firme, no puede rendirse. Debe continuar con paciencia y amor motivando a ese joven para que logre superarse. Puede ponerle de referencia algunos logros del pasado, por ejemplo, así como metas con las que soñaba y que todavía están a su alcance. Animarlo a pensar en el futuro y a esforzarse por alcanzarlo. En fin, ser positivos, constantes en ese camino y ejercer paciencia puede ayudar mucho a que logremos sacar a flote a un hijo que ha llegado a ser un confinado voluntario del aislamiento social. Un hikikomori.

Hipócrates y sus curiosas teorías.

Es probable que el lector haya escuchado, incluso leído sobre el llamado “padre de la medicina”, Hipócrates. Sin embargo, hay conceptos que Hipócrates estudió que no son tan conocidos y que resultan ser muy curiosos. Les propongo repasar uno de ellos, sus estudios sobre el temperamento humano.

Hipócrates nace en Grecia, concretamente en la isla de Cos en el Mar Egeo por el 460 antes de la Era Común. Obtuvo su interés por la medicina al ser ayudante de su padre quien también era médico y de él obtuvo su interés por esta rama del conocimiento.

Hippocrates (460–380 B.C.E.) Griego. Nace en Cos. Escultura de busto.

Hipócrates creo una teoría en la que planteaba que la conducta y reacciones humanas no se debían a maldiciones o castigos de los dioses como hasta ese tiempo se pensaba, sino a cuatro tipos de humores que moldeaban el carácter de las personas. Estos humores eran la sangre, la bilis amarilla, la bilis negra y la flema. La cantidad o la ausencia de estos humores afectarían al individuo de una u otra forma. Veamos más de cerca las interesantes conclusiones a las que llegó.

SANGUÍNEO

Si la persona tenía mucha sangre, entonces, sería una persona con un espíritu entusiasta y de personalidad activa aunque con tendencias a ser exagerado y egoísta. Es de las cuatro personalidades la más caliente que asociaba Hipócrates con el fuego.

El sanguíneo tiene muchas ideas y conceptos fuertes y las expresa con vigor, pero a los diez minutos no se acuerda ni le da importancia. Tienen una respuesta rápida y fuerte que parece que el mundo se acaba y en minutos desapareció todo y no ven que sea gran cosa. No parece tener sentimientos y no darse cuenta de que lastima a otros.

Por otra parte es un temperamento muy creativo y lleno de ideas y vigor. Pero lamentablemente no lleva a cabo todas esas ideas. No sabe cómo terminar lo que empieza. Tiene que enfocarse para ser productivo. El sanguíneo tiene muy buen humor y le gusta ser simpático pero eso es solo una válvula de escape. Necesita hablar.

COLÉRICO

El que abundaba en bilis amarilla era una persona con una personalidad colérica y por lo tanto tendrá una fuerte tendencia a ser irritable y gruñón con poca paciencia. Sin embargo en su aspecto positivo es una persona apasionada y enérgica, una a la que no le cuesta tomar decisiones. Lo que le importa al colérico son los resultados y vive para conseguirlos. Todo resultado requiere de personas. Esto se le olvida frecuentemente al colérico que pasa por encima de quien tenga que pasar para conseguirlos por lo que es capaz de lastimar a muchas personas.

Se enfoca y cuando lo hace no parece tener ninguna clase de sentimientos. Si los tiene, no los encuentra por ninguna parte porque está enfocado en los resultados.

MELANCÓLICO

Por su parte la persona con mucha bilis negra sería una persona muy calmada y analítica. Sería una persona reflexiva y pausada aunque con una tendencia a la melancolía e incluso a la depresión.

Sin embargo, el melancólico es el único temperamento que manifiesta todos los sentimientos. Pasa de uno a otro y muchas veces se queda en ellos por años. Son buenos líderes si logran dominar sus sentimientos.

FLEMÁTICO

El individuo con abundancia de flema tendría una personalidad pacífica y muy afectiva o cariñosa. No obstante en su lado negativo sería una persona proclive a la indecisión e incluso a la pereza.

Los logros de Hipócrates

Por primera vez en la historia, alguien daba una explicación puramente fisiológica a ciertos males. Hipócrates también concluyó que los alimentos que las personas consumen pueden tener mucho que ver con su salud o con sus males. De todas formas, estaba convencido de que la salud física se conseguiría cuando hubiese un balance entre estos cuatro humores.

¿Qué es el temperamento?

El temperamento puede definirse como la fuerza emocional de una persona. Ahora bien, la palabra temperamento lo que quiere decir es simple y llanamente: “temperatura”. De ahí que Hipócrates asociara una temperatura, desde la más caliente a la más fría con cada uno de los cuatro temperamentos que pudo distinguir, por observación, en las personas. Hoy pensamos que el temperamento es genético, que viene con nosotros, que no es el factor determinante de nuestro éxito o fracaso pero que debemos controlarlo por medio del carácter. El carácter se relaciona con la fuerza que tenemos para tomar decisiones que nos beneficien. El carácter y el temperamento formarán nuestra personalidad.

Finalmente es interesante que, aunque no con los mismos términos y conocimientos que tenemos hoy, Hipócrates pudo ver, en su día, actitudes que los seres humanos manifestamos y que todavía hoy, en el siglo XXI vemos como factores importantes de nuestro temperamento.

Y tu, estimado lector, ¿con cuál temperamento te identificas?

Si quieres ayudar, aprende a quitarte de en medio.

Las buenas intenciones no son suficientes para ayudar a otros.

Muchos de nosotros deseamos ayudar a otros a salir adelante y a superar sus problemas. Cuando esto se convierte en nuestra rutina de vida, a esta vocación le llamamos, “couching”. En la vida diaria los couches estamos por todas partes, aunque nos llaman por distintos nombres. Papá, mamá, maestro, ministro o amigo, en realidad, todos estos, estemos conscientes o no, somos couches. Los couches, por designación y los que lo somos por afición deseamos ayudar. A veces, Lo somos sin que se nos solicite el consejo y otras veces, Lo somos por solicitud expresa. Muchas veces se hace de forma gratuita y otras como parte de nuestra profesión en una sesión programada. Remunerados económicamente o no, es bien sabido que no todos los couches tenemos éxito en prestar la ayuda que se busca, ¿Por qué?

¡Porque no todos hemos aprendido a quitarnos de en medio! ¿Quitarnos de en medio? Sí. Mira, cuando alguien desea ayudar, tiene que aprender a quitarse de en medio y a no asumir el papel protagónico. Si el couch, consejero, terapista, ministro, padre o madre, sin darse cuenta, se concentra en sí mismo, se pone en medio. Permíteme ofrecer algunos ejemplos,

¿No pudiera una mamá pensar más en sí misma que en su hija al aconsejarla? ¿Qué hay si se enfocara en sus propios intereses? ¿Que tal si empujara a su hija para que asuma cierta actitud, estudie cierta materia o lleve cierto estilo de vida? En realidad lo que hace esa madre es, ponerse en el medio. La hija, de alguna manera, logra “ver”, logra percatarse de sus verdaderas motivaciones y no va a reaccionar como su madre desea. Si tenemos motivaciones ocultas, aunque sean nobles en sí mismas, no se logra nada verdaderamente productivo a favor del que pretendemos ayudar.

¿Ando por la vida buscando aplausos?

Un ministro puede enseñar en una charla dominical aspectos relativos a la caridad. Si en su discurso tratara de abordar el tema pensando en las limosnas o en el diezmo que le permitirán comprarse un automóvil nuevo, sus feligreses podrán captarlo. De alguna manera, se transpiran sus verdaderas intenciones y, al ponerse en medio, su auditorio no puede asimilar completamente todas las palabras que pretende implantar.

En nuestro tercer ejemplo, pensemos en el couch que al hacer preguntas al que ayuda en una sesión de Life Couching, pretende que su cliente se admire de las preguntas que le plantea y se diga en su interior, “¡este couch es fantástico! ¡qué buena pregunta me ha planteado!” En ese momento el couch se ha puesto en medio, porque su propósito en realidad no era ayudar a su cliente sino posicionarse, engrandecerse a sus ojos. Su servicio será muy pobre y no ocurrirá, en esa sesión, nada realmente importante para el progreso de su cliente.

¿Me has entendido? Cuando pensamos en nosotros en vez de en la otra persona, nos colocamos en medio. En realidad estamos impidiendo que el milagro del couching, del consejo, de la terapia, de la ayuda, se haga verdaderamente fructífero.

Por lo tanto, para ser efectivos tenemos que echarnos a un lado y escuchar a la otra persona de forma genuina y enfocarnos en ella. No se trata de NOSOTROS, sino ellos… y se produce el verdadero milagro de penetrar hasta el corazón de nuestro hijo, amigo, cliente o paciente.

El problema entre quien desea ayudar y el que necesita la ayuda pudiera ser asunto de POSICIONARNOS en lugar correcto. Asumir una posición superior es la raíz principal por la que no lograremos los mejores resultados. ¿Cómo se resuelve esto si es obvio que uno es el que ayuda y el otro es el ayudado? Aunque no parezca sencillo, el terapeuta, el couch, el padre, el maestro, tiene que tomar la iniciativa de quitarse de en medio. No puede asumir una postura de superioridad. Debe aprender a ver a la otra persona como un ser humano semejante a él y no como un inferior. Puede necesitar couching pero eso no lo hace ser una persona inferior. ¿Captas la idea?

Si andas escuchándote a ti mismo jamás podrás captar lo que la otra persona está diciendo, lo que te está emitiendo, lo que te está transmitiendo y por lo tanto, perderás la conexión. Si perdemos eso, perdemos lo que realmente se busca en nuestro consejo… honradez, valor, inspiración y confianza.

La sinceridad se transmite, se transpira y motiva a quien quieres ayudar.

Para resumirlo, estimado lector, mira a los demás como tus iguales, no como inferiores. Segundo, si los quieres ayudar no pretendas engrandecerte, ¡quítate de en medio! No pienses en ti sino en ellos. Tercero, las preguntas son una parte valiosa de cualquier couching, no te preocupes de antemano por cuales hacer. Las preguntas correctas van a florecer por sí mismas gracias a tu enfoque en la persona misma, en sus sentimientos y en sus necesidades.

De manera que si eres papá, mamá, maestro, couch o ministro, ESCUCHAR sin POSICIONARTE, es decir, sin ponerte EN MEDIO, contribuirá grandemente a que logremos ayudar a nuestro paciente, cliente, amigo, hijo o hermano.