Nuestros fracasos ¿qué dicen de nosotros?

Para empezar quiero señalar lo que NO dicen de nosotros. Los fracasos no dicen que somos fracasados. Cuando mucho, nos dicen que debemos abordar la situación desde otro punto de vista o con mayor ilusión.

Vivimos en un mundo en el que el fracaso es imperdonable. Esto ha creado una generación malcriada poco dispuesta a luchar por lo que aspira. La gente siempre es capaz de ver la cima de la montaña pero se olvidan del largo camino que tendrá que atravesar para llegar a ella. Sin embargo, no importa hacia donde miremos, encontraremos personas que fracasaron y fracasaron, incluso varias veces, hasta que triunfaron. Sea en el campo de las ciencias, las artes o los deportes, muchos famosos y reconocidos en cualesquiera de esos campos, sufrieron fracasos pero aún así se superaron y llegaron a ser hombres o mujeres exitosos.

¿Piensas que en tu caso no hay remedio? Pues lo hay. Y la solución es simple: debes seguir intentándolo, no debes abandonar ese proyecto, esa idea o esa meta. Es tal como dijo Henry Ford “El fracaso es solo la oportunidad de volver a empezar con más inteligencia”. Y esto lo dijo por lo que experimentó en su propia vida.

Algunos “fracasados” que llegaron a ser exitosos

Walt Disney

A Walt Disney le despidieron del Kansas City Star porque su editor sentía que “le faltaba imaginación y no tenía buenas ideas.” Y efectivamente fracasó en varios de sus proyectos hasta que logró su primer éxito con la película “Blancanieves”. Hoy por hoy Walt Disney es reconocido como un genio de la industria del cine.

Steven Spielberg

A Steven Spielberg le rechazaron en la Escuela de Artes Cinematográficas de la Universidad del Sur de California varias veces. Pero el hombre no se rindió. Su primer éxito  con la película “Tiburón” en 1975, le llevó a ganar tres premios Óscar. Luego, cuatro Emmys, seis Globos de Oro y sus 27 películas han ingresado más de 9.000 millones de dólares.

Coronel Sanders

Al Coronel Harland David Sanders le despidieron de decenas de empleos antes de que fundara un imperio de pollo frito. El Coronel viajó por Estados Unidos intentando vender su pollo frito, y finalmente tras firmar un acuerdo en Utah, nació su hoy famoso Kentucky Fried Chicken. ¿Quién no conoce esta millonaria franquicia?

Los profesores de Thomas Edison le dijeron que era “demasiado estúpido para aprender nada”. Con el tiempo fue despedido de sus dos primeros empleos por no ser suficientemente productivo. Con todo, a lo largo de su vida Edison registró más de 1.000 patentes como el fonógrafo, la lámpara incandescente y la cámara de cine. Hoy se le reconoce como uno de los científicos más productivos.

Aún cuando no te consideres un Walt Disney o un Thomas Edison, es probable que, como yo, tengamos algunos fracasos a nuestras espaldas. ¿Me equivoco? Pues no pasa nada. Los fracasos son el camino al éxito si los sabemos usar, si aprendemos de ellos y si estamos dispuestos a continuar.

Nuestras historias personales de fracasos pueden motivar a otros

Nuestros fracasos pueden ayudar a otros a comprender que no es fácil el camino al éxito. Es verdad que a la mayoría de las personas les gusta hablar solo de sus éxitos y por eso, pocas veces nos podemos identificar con ellos. Sí, tal vez los admiremos pero no provocan en nosotros la chispa que nos anime a seguir adelante. En cambio, cuando sin temor habláramos de nuestros fracasos, la gente se siente identificada, incluso motivada a seguir adelante.

De manera que, amigo mío, su impacto en otros no siempre tendrá que ver con los éxitos alcanzados sino con su esfuerzo por superar sus propios fracasos -sentimientos con los que todos nos podemos identificar. El aguante y el amor a lo que hacemos puede y de hecho toma fuerza sobre nuestros fracasos.

Así que levántese y siga, persista, y no olvide que lo que hoy pueda resultar en fracaso, mañana puede ser un éxito… o al menos, una historia inspiradora de persistencia y resiliencia.

¿Posees una mentalidad de crecimiento?

Mira el siguiente video y escríbeme tus comentarios.

SUPEREMOS LA CRÍTICA

Una de las cosas que puede poner a prueba nuestra mentalidad de crecimiento es exponernos a la crítica. Y ninguna crítica será dura si la nuestra está presente. Es decir, cualquier crítica que venga de afuera ya nosotros la habremos visto al examinarnos a nosotros mismos y la calidad de nuestro trabajo. Si por otro lado somos de los que pensamos que hemos hecho un trabajo inmejorable, la crítica nos sorprenderá y nos sacudirá. Por eso es bueno ser proclives a la AUTOCRÍTICA. Pensar que nuestro trabajo no es perfecto y que pudiera mejorarse nos llevará menos tensos a la crítica del supervisor o incluso a la de compañeros de trabajo. Si alguien debe ser exhigente con su trabajo, debemos serlo nosotros mismos.

SUPEREMOS LOS RETOS

Tener que volver a empezar, reajustar lo que pensamos que era bueno, rehacer lo que para nosotros era lo mejor … cualesquiera de estas tres, o las tres juntas presentan retos para todos. Los retos nos puede frustrar, desanimar o sentir que nos desacreditan. Puede que en el momento otros sientan que fracasamos pero si tenemos una mentalidad de crecimiento abordaremos estos supuestos fracasos como OPORTUNIDADES de demostrar nuestra valía y nuestra actitud. Si ESCUCHAMOS bien podemos hacer los ajustes sin frustrarnos. Lo importante es el éxito final y los baches del camino pueden olvidarse fácilmente cuando llegamos a nuestro destino. De modo que la consigna es SUPERARNOS y eso lo podemos hacer siempre que deseemos hacerlo. Nada ni nadie puede detener nuestra actitud de trabajo y de mejora… excepto nosotros mismos. De modo que enfrentemos los retos con la actitud mental del ganador. ¡Adelante!

Selecciona con cuidado tu tema

Para concluír esta serie sobre la oratoria pública quiero que tengas en mente algunos puntos finales que son como la cereza al pastel. Tómalos en serio porque son no solo prácticos sino valiosos para todas tus presentaciones. Y sin temor a exagerar, son secretos de la buena oratoria.

Primero y de capital importancia es la selección de tu tema. Y por favor, piensa en esto no solo antes de escribir tu discurso sino también al final del mismo. Verifica que efectivamente discutes, tratas y te esfuerzas por convencer a tu auditorio. Revísalo y vuelve a revisarlo. Aunque no lo vayas a leer (espero que no) familiarízate muy bien con los detalles y trabajo cualquier zona débil que encuentres.

Si tienes la oportunidad de seleccionar tu tema, aprovecha para seleccionar uno que sea atractivo. Tal vez plantear una pregunta o hacer una declaración interesante puedan ser las formas más atractivas. Si tienes abierta esa oportunidad, aprovechala pues tienes un recurso muy poderoso en tus manos. Por lo general plantear una pregunta atractiva que capte el interés está entre las mejores ideas. ¿Ventajas? Todo el mundo esperará la respuesta en tu presentación de modo que no habrá sorpresas ni para ti ni para el auditorio. Ellos saben a qué van y tu sabes exactamente lo que buscan.

Por otra parte si se te ha asignado de antemano un tema, como sucede si eres orador en una convención, entonces, tendrás que pensar muy bien en tu introducción. En ese caso tu introducción permitirá que los presentes se sientan atraídos a escucharte. De tanto en tanto debes recordarle a los presentes tu tema repitiendo las ideas principales. Al final les quedará claro de qué hablaste y habrás alcanzado tu objetivo.

Un recurso muy atractivo es el de tener alguna historia o relato con el que todos puedan relacionarse. Una historia personal es siempre algo que apela a las emociones y eso hace que la gente se identifique con tu discurso. Trata de encontrar alguna historia de la vida real que ilustre tu punto. Recuerda que si el auditorio se identifica con tu tema te seguirá y se mantendrá atento. Muchas veces puedes encontrar relatos históricos no tan conocidos o experiencias propias en los motores de Internet. También puedes proyectar algunas láminas para identificar o relacionar los conceptos que presentas. Pero por favor, cuidate de no presentar más de tres o cuatro láminas. Si recargas tu discurso con muchas de ellas tu auditorio se distraerá. Las láminas son como la sal. La cantidad apropiada hace una gran diferencia. Tampoco las exhibas por mucho tiempo. El contenido escrito debe ser muy poco y asegúrate de tu mismo leerlo.

Sin embargo, evita, como el diablo a la curz el uso de Power Point. Este es un recurso poco motivador y en la mayoría de los casos es simplemente la mejor forma de suicidarte junto a tu presentación. Ya sé que muchos te lo recomendarán pero créeme que es más negativo que positivo. Sin embargo, si piensas que lo necesitas, otra vez, la regla es usarlo lo menos posible y con las menos cosas escritas en las láminas. A nadie le gusta tener que ponerse a leer las presentaciones llenas de datos, detalles o citas. No solo es aburrido sino que da la impresión de que te has tomado la vida fácil y en realidad no tienes mucho que decir.

Recuerda que tu presentación debe ser breve. Dar una charla de diez a doce minutos es preferible para retener más a tu auditorio y lograr que se concentren en tu presentación. Si vas a hablar más que eso, tal vez 28 o 30 minutos, entonces prepara un bosquejo en el que hagas cambios cada 8 a 10 minutos de tu discurso. ¿Qué clase de cambios? A continuación te ofrezco algunas ideas que pudieras utlizar.

Un tema interesante que utiliza buenos recursos cautivará a tu auditorio y lo motivará a actuar.

Si el tema les interesa, el cerebro de tu auditorio estará despierto los primeros 8 a 12 minutos y para conseguir que se mantenga despierto debes hacer cambios como los que hace un chofer que maneja un auto de transmisión universal. ¿Verdad que el chofer usa el oído para darse cuenta de que debe cambiar a segunda y luego a tercera, cuarta, etc? ¡Pues en tu discurso debes usar los ojos! Debes mirar atentamente a tu auditorio y observar cuándo es el mejor momento para hacer estos cambios que voy a sugerirte a continuación.

SIETE RECURSOS QUE FUNCIONAN

Observa cómo tu auditorio reacciona cuando les pones en una pantalla una lámina a la que deben dar una respuesta. 2. Exponer una cita breve de alguien famoso y pedir a alguien que la comente. 3. Contar una anécdota o una historia de algo que te sucedió a ti personalmente o algo que se publicó en el periódico con lo que el auditorio pueda relacionarse. 4. Hacer una entrevista a alguien que pueda ilustrar el valor de lo que estás tratando. 5. Pedirle al auditorio que haga algo que tenga que ver con el punto que deseas ilustrar o enseñar. 6. Tener una pizarra en la plataforma y escribir algo, o hacer un dibujo (aunque sea rudimentario) o presentar un problema. 7. Presenta un video de uno a tres minutos y luego coméntalo con tu auditorio. Asegúrate de que el video es de buen gusto y ha sido preparado con cuidado para el tema que vas a presentar.

Por medio de algunos de estos recursos o varios de ellos, conseguirás que tu auditorio se sienta fresco y atento. Pero no hables más de treinta minutos pues después de ese tiempo será muy difícil que te sigan prestando atención… ¡a menos que seas el presidente del país y estés a punto de declarar una guerra!

Algunos oradores bien preparados utilizan varios recursos para mantener vivo y despierto a su auditorio.

La oratoria pública con objetivo

Este es el tercer arículo de la serie sobra la oratoria pública

Es curioso que una de las batallas más grandes jamás libradas no tuvo nada que ver con las bombas y las balas. Fue la oratoria pública de dos oradores sobresalientes. Uno de nombre Adolfo Hitler y el otro Winston Churchil. Hitler inflamó toda Alemania con una oratoria extremadamente emocional que opacó todo razonamiento y Churchill con discursos bien armados que apelaron a los sentimientos patrióticos de forma casi poética, bien organizada y con un extremado cuidado en la selección de palabras. Gracias a la difusión que ya tenía la radio, por primera vez la oratoria pública era una parte importante del teatro de guerra.

Churchill se convirtió en primer ministro de Reino Unido el mismo día en que Adolf Hitler lanzaba su guerra relámpago contra Francia y los Países Bajos, el 10 de mayo de 1940. De manera que desde sus primeros días de mandato, sus discursos fueron vitales para mantener alta la moral de los ingleses y al mismo tiempo, desafiar a un enemigo poderoso y decidido a establecer un nuevo orden mundial.

Churchill comentó que “las palabras son las únicas cosas que perduran para siempre”. El dominio del lenguaje de Churchill no solo era cuestión de riqueza de vocabulario, sino que también implicaba un magistral uso de los sonidos, cosa importante en un tiempo en el que se podía palpar la convicción así como la retórica que muy bien reconocería el enemigo. Las ondas radiales se convertían en el capítulo más reciente en el campo de la tecnología. Hitler y Churchil lo aprovechaban al máximo para convencer al mundo de quien tenía la razón de su lado. Se afirmaba que Winston Spencer Churchill, movió el idioma inglés al campo de batalla mientras Hitler desafiaba al mundo con la mano fuerte del Tercer Reicht.

Echando de lado cualquier sentimiento político, hay que reconocer que estos dos ejemplos opuestos nos enseñan que el orador público no habla por hablar sino que tiene un objetivo claro que se propone transmitir como mejor pueda hacerlo.

EL OBJETIVO: CONVENCER

Es una gran pérdida de tiempo escuchar a alguien que no tiene propósito alguno en su discurso.

Si eres un orador público tu objetivo debe ser convencer a tu auditorio. Y no quieres hacerlo por medio de un vocabulario complicado y erudito (tratar de impresionar a la gente produce el resultado opuesto a lo que deseas lograr) sino por medio de argumentos sólidos, presentados con habilidad y basados en evidencia al alcance de todos. Nunca te pares frente a un auditorio solo para exponer, informar o entretener porque para eso están los maestros los periodistas y los cómicos. El orador está ahí para convencernos de algo. El auditorio espera eso y el orador debe entenderlo desde que da el primer paso en dirección al podium.

Si no logra persuadir a los que le escuchan o peor aún, si su auditorio queda más confundido que antes, su esfuerzo no habrá cumplido el objetivo. El orador público, por lo tanto es alguien que quiere convencernos de una idea para que esta idea llegue a ser también también nuestra.

El ejemplo perfecto de un orador con propósito fue Jesús de Nazaret. Fue tan poderoso su argumento que todavía hoy convence a millones, sí, CONVENCE a millones. Cualquiera que se digne de leer su Sermón de la Montaña en el evangelio según Mateo capítulos 5 al 7 tiene que concluir su lectura diciéndose a sí mismo: “es la pura verdad”. Luego entonces, Jesús sigue convenciendo con sus argumentos y su retórica sencilla e impresionantemente breve.

Por supuesto, no competimos con Jesús, ni con nadie, esa no es la idea aquí. La idea es que tenemos que haber un propósito, un objetivo cuando nos colocamos detrás de un atril a pronunciar un discurso. Debemos reconocer y respetar eso, entonces, nos prepararemos para que nuestra presentación sea impecable, nuestro vocabulario sencillo pero a la vez, preciso y finalmente nuestro argumento sólido como una piedra.

Y tal vez te preguntas ¿por dónde empiezo? En el siguiente artículo te explico por dónde debes comenzar.

No por mucho hablar se convence a la gente, al contrario, se le marea, se le desanima y muchas veces, se le lastima.

Una historia breve y una clave para el progreso en la oratoria pública

Segunda parte de la serie sobre la oratoria pública.

Además de los puntos tratados en el artículo anterior, muchos de los oradores públicos de ayer y de hoy hemos tenido que superar un sinnúmero de limitaciones personales. Eso a pesar de que algunos pudieran pensar que somos oradores naturales y que disfrutamos del “don de la palabra”. Ese definitivamente no es mi caso. Seguramente cada uno tiene su historia de éxitos y fracasos en este empeño pero yo puedo hablar solo de los míos.

Como muchos inmigrantes han comprobado, la salida de nuestro entorno puede ser más dramática de lo que pudimos percibir de antemano. No solo nosotros sino nuestros padres enfrentarían muchas dificultades en el proceso de salida, llegada y adaptación a nuevas culturas y junto con ellas, diferentes formas de ver la vida. En mi caso, este cambio me convirtió, de la noche a la mañana. en tartamudo. Hasta los once años no recuerdo ningún impedimento para hablar ni tampoco recuerdo haber sufrido crítica por esa limitación. Sin embargo, tan pronto llegué a otras tierras con otras formas de expresión, me dí cuenta, al mismo tiempo que otros se daban cuenta, de que me había convertido en tartamudo.

Fue precísamente en la adolescencia que mi lucha interna comenzó, junto con las demás luchas que todos pasamos durante esa etapa, nada fácil. Mi personalidad ya estaba formada y era extrovertido, alegre y alguien que podía hacer amigos con facilidad. Poco a poco, debido a la tartamudez, me iba convirtiendo en alguien introvertido poco motivado y sin ningún deseo de hacer nuevas amistades. Dentro de ese círculo vicioso lo único seguro era seguirme hundiendo en sentimientos negativos y baja estima personal.

Los que estudian la tartamudez, reconocen que un trauma emocional pudiera disparar esta dificultad. Se ha comprobado que en la mayoría de los casos no hay ningún problema mecánico del habla en los tartamudos. Mas bien es un problema que muchas veces está relacionado con las emociones más que por alguna otra dificultad de la voz o la respiración.

Los problemas relacionados a la tartamudez pueden deprimir a un adolescente.

Llegó el momento en el que mi mamá comprendió cuanto me estaba afectando la gaguera (como le decimos nosotros) comenzó a darme terápias de habla. Cambiar el tono, la velocidad, el ritmo del habla junto con mucho estímulo y paciencia fueron recuperando mi confianza. A la sazón comencé a participar en la Escuela del Ministerio Teocrático y la información del libro “Capacitados para ser ministros” publicado por los Testigos de Jehová comenzó, poco a poco, a surtir efecto. En otro ambiente más comprensivo, más cariñoso y amable, comencé a hacer progresos reales y fírmes. En unos 6 años de trabajo, en los que obviamente tuve mis altas y mis bajas comenzaba a verse progreso. A los 18 años ya había superado la mayor parte del problema y comencé a progresar en la oratoria pública que es parte del entrenamiento que recibimos en el Salón del Reino (el lugar donde los testigos nos reunimos para adorar a Dios).

Por aquellos años me invitaron a participar en un programa de radio semanal que los Testigos de Jehová producían por la emisora WKVM radio AM que, en ese momento era la más potente de la Isla de Puerto Rico. Fue en julio de 1964 que me senté por primera vez frente a un micrófono radial. El programa se llamaba “Cosas en que piensa la gente” y consistía en dar respuesta a las preguntas bíblicas que se planteaban cada semana. Tenía un guión que seguir así que comencé a desarrollarme en otro aspecto de la comunicación que es la lectura pública. Luego de un tiempo, se me asignó dirigir este programa, cosa que hicimos por casi 9 años. Durante ese tiempo tuve la oportunidad de entrenar a varios compañeros.

Puede que no sea evidente pero la. lectura pública es capaz de ayudar mucho a cualquier persona que tenga problemas con la tartamudez. Sin emgargo, cosas como cambiar el ritmo, el tono, la afluencia y el sentimiento en la lectura, contribuyen mucho a ir despejando de la mente los pensamientos negativos que caracterizan al tartamudo. Recuerdo que a veces mientras leía, me decía a mí mismo: “por ahí viene una “p” y no puedes trabarte con ella”. Las consonantes p, b, v, q, y l me asustaban. Cada mañana del domingo entre 8 y 9 de la mañana eran mis sesiones de prueba en la radio. Sudaba, reía y en ocasiones se me erizaban los pelos de alegía por poder sentir que iba dejando atrás un problema que pensaba que era insuperable, cruel y permanente. Uno que lastima la autoestima como pocos. Pero he aprendido que con esfuerzo y ayuda la tartamudez puede superarse. Si el tema le interesa, tome nota de que una herramienta importante para superarlo y para mantenerse alejado de él es la lectura en voz alta.

Sinembargo, aún cuando usted no tenga el problema de la tartamudez, recuerde que el orador público tiene que ser un buen lector. Esta es una clave importante para entre los que desean desarrollar la oratoria pública de excelencia.

Sigo sin acostumbrarme

Este es el primero de una serie de artículos relacionados a la oratoria pública.

Soy orador público desde mis 18 y estoy por cumplir los 75 años de edad. Actualmente pronuncio dos o tres discursos semanales. He pronunciado miles de discursos durante el transcurso de mi vida y puedo decir con franqueza que sigo sin acostumbrarme. ¿Le sorprende?

Hablar en público no es algo que nos nace naturalmente a la mayoría de nosotros. Para empezar no es algo que puedes llegar a hacer mecánicamente, como montar bicicleta o manejar un automóvil, por lo menos no lo es si quieres llegar a ser un buen orador o motivador.

Un discurso público no es como una canción que te memorizas y repites acompañado de una melodía pegajosa. No es una obra de teatro en la que compartes el mismo escenario con un grupo de personas que te motivan, te acompañan y dictan el paso de la obra. Tampoco es un acto de circo en el que cada paso está mecanizado a la perfección. La oratoria pública es diferente porque se trata de una sola persona que pretende transmitir una idea sin otros elementos que no sean su persona, su mensaje, sus ademanes y su voz. Y cada uno de estos elementos tienen igual importancia en el éxito de su cometido.

Una charla breve o un discurso a personas con el mismo interés representa un reto diferente que quién da un discurso a un auditorio mixto con un tiempo limitado. La oratoria pública puede presentar retos variados.

Se ha dicho que el arte de la oratoria pública es uno de los más difíciles de dominar. ¿Estás de acuerdo? La verdad es que aunque lo hayas hecho muchas veces, cada vez que hablas en público te enfrentas, no solo a temas diferentes sino a situaciones diferentes. El local no va a ser siempre el mismo, es muy probable que la asistencia sea diferente y si lo pronuncias en un estado o país distinto la cultura de los presentes va a ser variada y aunque todavía hables español te presentará retos insospechados. Y final pero no menos importante, tal vez observas que la iluminación del salón es inadecuada o el sonido sea de pobre calidad. Puede ser que la plataforma se hunda un poco cuando la pisas y eso te hace sentir todavía más inseguro. Llegas al atril y es enorme e incómodo de modo que lo echas a un lado. Entonces de percatas de que tus retos no han terminado.

Tal vez son pocos los que asisten y esperabas más personas, o sucede lo contrario, esperabas menos personas y el auditorio se llena a tope. Todo esto tendrá un impacto en tu estado de animo, en tu afluencia y en tu concentración. Cuando llega la hora, te llenas de valor y haces lo que puedes.

Dale Carnegie, uno de mis escritores favoritos, y un gran motivador, dice algo con lo que todos los oradores públicos podemos concordar al cien por cien. Escribió: “Siempre hay tres discursos, por cada uno que realmente diste. El que practicaste, el que diste, y el que quisiste dar.” En este primer artículo quisiera repasar de forma breve estos tres puntos que nos presenta Carnegie.

El que quisiste dar

Seguramente la experiencia te ha enseñado que no puedes adherirte a un pedazo de papel si quieres conquistar la mente y el corazón de tu auditorio. Tienes que aprender a soltarte y a hablar con sazón desde el corazón. Sin embargo, eso no quiere decir que no debes tener buenos apuntes, buen bosquejo o incluso si lo prefieres, un buen manuscrito que te permita flexibilidad. Cuando todo ese ejercicio se ha hecho podemos decir que ese es el discurso que quisiéramos dar.

El que practicaste

Cuando practicas un discurso seguramente piensas en el tono de voz que debes usar, cuáles son tus puntos principales y cómo vas a destacarlos. Claro, como estás contigo mismo, mucho de lo que dices lo musitas o lo dices en tono bajo como para ti. Ni se te ocurre practicarlo en voz alta porque tal vez no tienes la privacidad para hacerlo y no quieres interrumpir la vida cotidiana de tu familia. Hay algunas frases que dices en voz alta a ver cómo te suenan pero en realidad esa práctica es solo un ejercicio mental y al fin y al cabo, superficial. Debido a esto, muchas veces lo que practicas no se parece en nada a lo que finalmente te sale por la boca “a la hora de los mameyes” -como dice un buen amigo mío. De hecho, puede ser que al terminar tu discurso ni siquiera tengas una idea de lo que finalmente dijiste.

“El que realmente diste”

En el auditorio de la Universidad de Puerto Rico.
El tema: “El Holocauso ¿lección olvidada?

El discurso que finalmente pronunciaste no es el que practicaste ni el que creíste que ibas a dar, ¡fue el que te salió! Sí, tal como Carnegie profetizó que te sucedería. Si en realidad quieres saber lo que sucedió será preguntando a un asociado de confianza que te acompañó al evento y te escuchó. Alguien que sabes que es capaz de decirte la verdad que no quisieras escuchar.

De todas formas, la experiencia te puede ayudar mucho a determinar cuáles fueron tus puntos fuertes y cuales debes mejorar. Y no importa tu habilidad o tu experiencia, recuerda esto: siempre podemos mejorar nuestra oratoria, siempre.

Estoy seguro de que muchos que tienen más habilidades y mejores dones de oratoria que yo, concuerdan con el mismo sentimiento que acabo de compartir. Si respetas a tu auditorio, si deseas animarlo, enseñarle algo de valor o exhortarlo para que hagan algo con entusiasmo, siempre irás nervioso al podio, a la plataforma o a la tarima. Si te sucede, bienvenido al grupo de los que decimos “todavía no me acostumbro.”

Una invitación a una reunión diferente

José nos dice que ha asistido a las asambleas de los Testigos de Jehová por los pasados 58 años. Continúa diciendo: “las he disfrutado en Canadá, Puerto Rico y Australia. Aquí en los Estados Unidos he asistido a asambleas en New York, Tucson, Los Ángeles, Bakersfield, Fresno, Miami y Georgia.“ Enseguida añade: “Sin embargo, ninguna de esas asambleas fueron como las recientes bajo la pandemia del Covid-19. Estas últimas dos han sido muy diferentes a las anteriores.” Nuestra pregunta inmediata es: -¿Por qué?

“Los Testigos comenzamos con nuestras asambleas grandes en 1897. Pero, por primera vez “Alégrense siempre” en el 2020 y “Poderosos gracias a la fe” este verano, le han dado un sabor distinto a estas tradicionales reuniones anuales. Tal vez no sepa el lector que son muchas las personas que llegan a conocer a los Testigos por medio de las asambleas. Centenares se sienten atraídos a asistir a estadios y otros lugares públicos grandes, que no se identifican con un edificio religioso, como por ejemplo el Marvel Stadium de Melbourne. De hecho, algunos que van por primera vez, un poco tímidos, enseguida encuentran un ambiente cómodo, agradable y respetuoso que les invita a escuchar todo el programa de tres días que se presenta de forma variada, inteligente, edificante y lleno de referencias a las Santas Escrituras. No es extraño, por ejemplo, que en medio día de programa se consulten expliquen, ilustren y se apliquen a la vida moderna, mas de medio centenar de referencias bíblicas. Sí, las asambleas cristianas de los Testigos están llenas de enseñanza sólida que resulta en argumentos convincentes que nos ayudan a luchar con los problemas de la vida.” -responde.

Desde el año pasado (2020) hasta el presente, esta organización ha sabido proteger a sus millones de miembros, del COVID-19 al suministrar instrucciones y directrices a nivel mundial para que se sigan reuniendo pero no presencialmente en sus Salones del Reino, sino por videoconferencias usando la plataforma de Zoom. Este modelo les permite un contacto entre sus miembros, que aunque no sea el preferido, comenta José, les da acceso a información que satisface las necesidades espirituales de sus miembros, mientras les sirve de protección a sus congregaciones por todo el planeta. Sabemos que utilizan este medio para sus reuniones semanales pero, el que lo hagan en sus asambleas regionales es algo sobresaliente. José dice: “-Las asambleas se transmiten al mismo tiempo en 500 idiomas en 240 países durante seis semanas durante los meses de julio y agosto. Se transmiten desde la Central Mundial de los Testigos de Jehová usando el canal JW Broadcasting. Este año esperan reunir por este medio entre 18 y 20 millones de personas.” ¡Un logro notable!

Asamblea en el Marvel Stadium en Melbourne, Australia, 2019.

“La plataforma es gratuita. Además, hay que reconocer que al disfrutar de las asambleas desde la comodidad del hogar, representa una gran conveniencia. Nadie tiene que perder una palabra de ánimo sea que esté hospitalizado, en cuarentena, o con alguna limitación personal.”

Le parecerá interesante que los Testigos han celebrado asambleas desde 1897 y es por primera vez, en 2020 y 2021 que tales ocasiones se transmiten de esta forma. Carmen que es miembro de los Testigos de Jehová desde 1968 dice: ”Este método de reunión para nuestras asambleas regionales continúa atrayendo a muchos que no son Testigos de Jehová. Ahora durante la pandemia, más que en otros tiempos, muchas personas que aprecian la Palabra De Dios disfrutan del ánimo que transmite el programa. Hay que reconocer que además de no tener que desplazarse a algún local para disfrutar del programa, entrar a la asamblea es completamente confidencial. Así es. No hay que identificarse con un correo electrónico o un número de teléfono. Ni siquiera tiene que registrarse de alguna otra forma” nos dijo.

José continuó con este hilo de pensamiento: “Asistir a nuestras asambleas no implica que tenga que comprometerse de alguna manera. Simplemente, entra a nuestra página JW.ORG y allí en su tableta, teléfono o computador verá el aviso de la asamblea “Poderosos gracias a la fe.” Hace click y le llevará a la página donde seleccionará la sesión que desea ver. Eso es todo. Detiene el programa cuando lo desee y puede continuarlo cuando le sea conveniente”.

Pues ya queda invitado, estimado lector. Hay mucho que ganar y nada que perder. Le aseguro que asistirá a una reunión diferente.

Contribuido.

El problema con el uso constante de los diminutivos

“-Si me consigo ese trabajito podré comprarme un carrito.”

Seguramente has notado cómo a muchas personas les gusta usar los diminutivos en su habla diaria. Algunos de nosotros pensamos que eso es propio de gente humilde. Tal vez otros de nosotros lo vemos como la forma de hablar que hemos aprendido de nuestros padres o abuelos. Todavía otros piensan que no es bueno presumir de lo que uno desea y que es mejor hablar en “chiquito” para que la gente no piense que somos pretenciosos. ¿Qué piensas tu?

Yo pienso que en realidad todas estas ideas son falsas y no transmiten ni humildad ni falta de pretensiones. Al contrario, pienso que es el producto de una filosofía de humildad ficticia. Sí, para mi es humildad aparente con el tono de tu eres como yo te veo, muy chiquito, amiguito.

Los diminutivos, por lo tanto, pueden ser peligrosos y en vez de atraernos a las personas nos alejan de ellas. ¿Es que hay algo intrínsecamente malo en desear conseguir un buen trabajo y comprarnos un buen auto? ¿Es que tenemos que rebajar nuestras expectativas, deseos y metas para evitar que otros piensen que esperamos demasiado de la vida? ¿Es lo correcto mantener la cabeza agachada sin siquiera atrevernos a soñar?

¡Que pocos favores nos hace nuestra cultura en este sentido! Esperar tener lo mínimo para nosotros y los nuestros no tiene mérito alguno. Como tampoco tiene mérito lanzarnos a alcanzar de forma ilegal lo que no nos corresponde. Si el segundo termina mal, tampoco termina bien el primero.

ASPIRAR A SER Y TENER NO ES IMPROPIO

No prediquemos a nuestros hijos la idea de la pobreza como si esta tuviera mérito en sí misma. Lo correcto no es inclinar a nuestros hijos ni a la pobreza ni a la riqueza. Bien sabemos que la búsqueda de la riqueza tampoco produce felicidad como suele pensarse. Mal dirigidos por las filosofías orientales y las religiones occidentales muchas personas piensan que la buena persona es la que es pobre y que su pobreza lo dignifica. Al mismo tiempo, el que posee riquezas tiene que ser por obligación un desalmado. Esta imagen falsa y distorsionada ha provocado muchas malas interpretaciones, derrocado gobiernos y asesinado a inocentes.

Es totalmente falso que si incitamos y motivamos a los nuestros a la pobreza serán mejores personas. Tal vez tendremos que hacer muchos más esfuerzos por evitar que sean envidiosos que nobles. Hay muchísima gente pobre muy noble pero también las hay ricas.

El carácter y la bondad del corazón no se siembran ni en la pobreza ni en la riqueza. Se siembran en cualidades mayores y más nobles. Se siembra con el buen ejemplo, con el amor al prójimo y con el trabajo duro y honrado. Crece cuando alabamos los esfuerzos más que los resultados. Crece cuando nos comparamos con nosotros mismos y no con otros. Crece cuando nuestras motivaciones son elevadas y cuando nos sentimos felices de ser como somos y ser quien somos.

De manera que te animo a evitar los diminutivos en tu conversación habitual. Por favor, abandona los “hermanitos” y dale dignidad al hermano. Abandona los “viajecitos y los carritos y el regalito o el librito, porque no son ni más pequeños ni menos costosos usando su nombre común. Pero sobre todo, esto sí, sobre todo, abandona ya ese diminutivo feo de “la suegrita, el hermanito y la esposita”. Te aseguro que abandonando en especial estos diminutivos, le darás a los demás lo que se merecen y te lo agradecerán por haberlos puesto a la altura debida, a la misma altura que te colocas tu.

La mentira: Llave al fracaso

La mentira es popular. Sea que se reconozca o no, es de uso común por tener la ventaja de que se adapta a cualquier persona, causa y circunstancia. La usan los políticos, los artistas, los comerciantes, religiosos e incluso en las cortes de justicia por parte de jueces, fiscales y abogados, testigos y expertos en la materia. La utilizan médicos, científicos y hasta se manipula en los controles de calidad de la industria alimenticia, en los laboratorios, en las funerarias, en los centros comerciales y en las escuelas.

Hay registros que muestran que historiadores se han valido de mentiras para favorecer o desfavorecer a uno u otro bando en un conflicto. De alguna forma, la mentira logra colarse disimuladamente por todas partes. Hoy por hoy sigue siendo uno de los recursos más utilizados en cualquier lugar y bajo cualquier circunstancia. ¿Y qué le ha pasado a la verdad?

La verdad se ha quedado viuda. No parece interesarle a nadie. No vende. No impresiona. Muchas veces crea conflictos, desenmascara al hipócrita y puede poner a una persona o grupo de personas en desventaja. Mientras que la mentira es atractiva, se propaga con facilidad y es muy conveniente. Coloca a un hombre sobre otro, un sistema político como superior, una religión como más popular y se adapta al antojo de los intereses más mezquinos, crueles y cobardes. Siempre busca su victoria cueste lo que cueste.

Se usa para iniciar una guerra, para arruinar a un enemigo, para meterle miedo a la gente y casi siempre logra manipularla. Es el instrumento ideal para excusar una traición. Para buscar un fin conveniente, para acomodar una media verdad y para vender el destino de un hombre, una familia o una nación.

La mentira … siempre se disfraza de verdad.

A pesar de todas sus conveniencias, la mentira siempre es mentira. Tarde o temprano no podrá sostenerse más por sí misma. Sus crímenes llegan a ser tantos que surge el momento que ya no puede esconderse más. Termina arruinada y al final se convierte en la llave del fracaso, el fracaso que desde el principio se trató de evitar pero que desde el principio era inevitable revelar.

A pesar de que está bien trabada, pensada y razonada, como el gusano no puede sostenerse por sí misma, de forma que poco a poco se quiebra ella sola.

¿Y la verdad? … sigue suspirando sola en un rincón como la pobre muñeca de trapo, fea y llena de hollín… sin consolador. El hombre permanece avasallándola, aplastándola y burlándose de ella. Hermosa pero odiada, la pobre verdad no tiene fuerzas ya para gritar. Solo le queda llorar y esperar.

¿Cómo combatimos las mentiras? ¡Buscando las verdades! Poniendo a prueba lo que lees, lo que escuchas, lo que tu fuero interno te dice que no puede ser así, que no debe ser así. Investigando lo que no te parece razonable, lógico, humano ni natural. La mentira se pone nerviosa cuando haces preguntas, cuando comparas y sobe todo, cuando ensanchas y profundizas tu conocimiento. En el fondo ella sabe que no es eterna, sabe que es solo temporera y sabe que terminará vencida… aunque ciegue a toda una generación.

Cuando somos genuinos y trabajamos para buscar la verdad, estimado lector, la hallaremos. De hecho, no está lejos de ninguno de nosotros, a menos que a voluntad cerremos los ojos como lo cierran millones de seres humanos que prefieren nadar en las aguas abundantes pero venenosas de la mentira… de su odiosa popularidad.

Seamos valientes y no dejemos de buscar la verdad. Aunque la verdad nos aturda a primera vista. Aunque nos revele que debemos volver a empezar porque el fundamento que pusimos no fue el apropiado. No importa, la verdad siempre nos dará luz que alumbre nuestro sendero, nuestro rostro y nuestra conciencia. Un sendero estrecho pero sólido, recto libre y próspero. Solo hallaremos libertad en la verdad y solo la verdad nos hará libres.

Consejos para que nuestros hijos sigan aprendiendo en casa

Aprender en casa no es un concepto nuevo. Lamentablemente es un concepto que hemos dejado olvidado en el armario. Sin embargo, debemos recordar que la responsabilidad principal de enseñar a nuestros hijos es nuestra, de los padres y que los docentes en realidad lo que hacen es extendernos una mano para darle a nuestros hijos lo que no siempre nosotros podemos darles; conocimientos que les ayuden a formarse en el camino, una carrera o conocimientos básicos con los que puedan ganarse la vida de forma honorable. ¿Lo vemos así?

Es muy importante verlo de la forma correcta para no tener expectativas equivocadas ni echar responsabilidades donde no las debemos echar. Al final, padres y maestros debemos trabajar juntos cooperando unos con otros pues ambos podemos aportar valiosa ayuda a la generación que se adelanta y desarrolla en estos tiempos inestables.

Establecidas estas bases, y reconociendo con valor que de buenas a primeras nos caen a los papás y mamás esta responsabilidad, debemos aprovechar el estímulo, los consejos y la orientación que pueda ayudarnos a asumir el nuevo rol que las circunstancias han puesto sobre nuestros hombros. Esa es que además de papás, también debemos ser maestros a mayor grado de lo previsto.

ACEPTEMOS LA REALIDAD

¿La realidad? Sí, la realidad es que no estamos ni entrenados ni preparados para ser docentes de nuestros hijos a tiempo completo. Entonces, ¿qué? Que tenemos que enfrentar esta tarea con un punto de vista realista y POSITIVO en vista de los muchos ángulos negativos que podamos enumerar. Para empezar, algunos de nosotros reconocemos que no podemos o no sabemos hacerlo solos. Entonces debemos buscar ayuda. Tal vez a nuestro cónyuge si está en casa, o si es necesario, la ayuda del mayor de nuestros hijos, de la tía o del abuelo. Tal vez junto a otra persona se nos haga más fácil poder diseñar un plan que funcione y que nuestros hijos acepten.

HAY QUE SENTARSE A HABLAR

Cada hogar tiene sus propias características. Tampoco hay dos muchachos iguales, aunque sean gemelos. Además tienen distintas necesidades físicas y emocionales. Ajustar todos estos aspectos va a requerir varias conversaciones y planificación. Sobre todo, hay que decirlo en mayúculas: COOPERACIÓN.

MENORES DE EDAD -Los menores son más moldeables pero también son los que más se afectan cuando se les cambia la rutina. Debemos conversar con ellos y explicarles lo que sucede y luego ayudarlos a entrar en una rutina de escuela en casa.

ADOLESCENTES -Para tener éxito con este grupo hay que incluirlos en cualquier plan que tengamos en mente. Queremos que aprovechen el tiempo y que vean esta situación como una en la que vamos a trabajar juntos en un programa que los mantenga ocupados mientras aprenden cosas nuevas que les llamen la atención. En este proceso es importante ejercer paciencia y reconocer que debemos arreglárnoslas para conseguir la atención del adolescente. Es una buena oportunidad para que “descubran” talentos y habilidades, si lo logran, por ahí va la cosa bien.

Tanto en el caso de los menores como en el de los adolescentes debemos asegurarnos de establecer algún programa de recompensas por un trabajo bien hecho e incluso por el esfuerzo realizado. Estas recompensas pueden ser privilegios adicionales o la liberación de responsabilidades. Pero, aparte de esto, debemos insistir en ser apreciativos de cómo se adapten los muchachos a estas nuevas circunstancias. Definitivamente no vamos a motivarlos peleando o amenazándolos, sino tratando de ganar su cooperación. A la larga sabemos que es para su propio provecho. No descarte los abrazos, el encomio y los besos. Estos funcionan en todos nosotros. ¡A que sí!

La ventaja que tenemos cuando consideramos la educación en casa es que podemos permitirnos, mayor flexibilidad que la que tienen los jóvenes en la escuela. Usemos esa flexibilidad para el bien de todos. Por ejemplo, se les puede dar cierta libertad para comunicarse con sus amigos por medio de FaceTime o Zoom, incluso con familiares que viven lejos. Tal forma de socializar que todos los jóvenes extrañan. No solo pueden comunicarse con sus amigos sino también con el resto de la familia que no vive en casa. Tal vez, poco a poco el joven puede descubrir que hay posibilidades y que no todo está perdido.

Solo una advertncia: ya hay informes policiacos de fiestas con drogas por video conferencias. Este nuevo modelo ilustra que aunque les demos cierta libertad para conectarse con amigos por medios electrónicos, todavía debemos ejercer cierta supervisión. Así evitaremos que se metan en “fiestas virtuales” indeseadas.

La pandemia nos pone a todos a reconsiderar los privilegios y ventajas que hace tan solo unos meses dábamos por sentadas. Con todo, no hay que perder las esperanzas, no hay que desesperarse, se puede aprender desde la casa, y de hecho, es en casa el mejor lugar para aprender. ¿No le parece?