¡Conocen a quien los mata!

Siete millones de personas mueren anualmente producto de su adicción a la nicotina del tabaco -según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En adición se invierten 1,4 billones de dólares durante ese lapso por los fondos que se destinan a salud, la pérdida de productividad y la degradación medioambiental.

A esto, añada el lector, lo triste de saber que todos los usuarios de tabaco, por años, tal vez por décadas, fueron advertidos sobre el peligro que corrían al consumir cualquier modalidad de tabaco. ¿Por qué no escucharon la advertencia? o ¿será que no pudieron escucharla debido a su fuerte adicción a la nicotina? 

¿Qué es la nicotina? Es un poderoso veneno. Debe su nombre a la planta Nicotiana Tabacum. En sus orígenes, allá por el siglo XVI se pensaba que fumando tabaco se conseguía mejorar algunas enfermedades. Para el siglo XX, concretamente para la Segunda Guerra Mundial, dice Wikipedia que se utilizaban sobre 2,500 toneladas de nicotina para fabricar insecticidas. !Que contraste!

Ahora, en el siglo XXI está prohibido utilizarla como insecticida, en los Estados Unidos y en otros países.  Al final, debemos recalcar que se ha encontrado que la nicotina, que es una sustancia tóxica que se encuentra en la planta de tabaco, es una de las drogas más adictivas que existen.

La National Institute of Drug Abuse (NIH) dice: “La mayoría de los fumadores utilizan el tabaco regularmente porque están adictos a la nicotina. La adicción se caracteriza por la búsqueda y el consumo compulsivo de la droga, a pesar de las consecuencias negativas para la salud. Está bien documentado que la mayoría de los fumadores consideran el uso del tabaco un hábito dañino y expresan el deseo de reducir o descontinuar su uso. Cada año casi 35 millones de fumadores tratan de romper el hábito, pero desgraciadamente, más del 85 por ciento de los que tratan de dejar el hábito sin ayuda recaen, la mayoría en una semana.”

Lo anterior no quiere decir que no se pueda luchar duro y deshacerse de la adicción a la nicotina. Conozco a centenares de personas que lo han logrado. Con muchas de ellas he tenido la oportunidad de conversar y en todos los casos sus experiencias ilustran que cuando una persona está bien enganchada en este vicio, representa una gran lucha deshacerse por completo del hábito. Tendrá que demostrarse, por mucho tiempo, una tremenda fuerza de voluntad. Y es que la nicotina llega al cerebro en unos diez segundos y comienza a desencadenar su efecto mortal. Sí, es cierto que su daño es lento, pero también es cierto que no dejará de traer consecuencias a largo plazo. Afectará el hígado, los riñones, los pulmones y el corazón, organos vitales para sostener la vida. Esto sin contar cómo el olor a tabaco se impregna en la ropa, el pelo, y en todo nuestro ambiente. Deja huellas visibles en los dientes y las manos se manchan de nicotina.

Además de los horribles daños a la salud humana, hay otros daños marginales de categoría. Por ejemplo, note las observaciones de la revista virtual Infobae de Argentina, en su edición del 18 de octubre de 2017. Dice: “los especialistas determinaron que los desechos del tabaco contienen más de 7.000 químicos tóxicos que envenenan no solo la atmósfera, sino los suelos, mares y los cursos de agua. Tomados de manera individual son el tipo de basura más común en las calles, lo que se entiende cuando se sabe que 10.000 millones de cigarrillos –de los 15.000 millones que se venden a diario– terminan en el medio ambiente, con su mezcla de nicotina, arsénico y metales pesados.”

Los gobiernos enfrentan pues, la disyuntiva de poner mayores y mayores impuestos al tabaco para desanimar su uso, o continuar invirtiendo los billones de dólares que cuesta a la salud pública y al medioambiente la siembra, manufactura, y consumo del tabaco. Lamentablemente, por lo que veo, hay poca esperanza de que los gobiernos hagan cambios verdaderamente favorables que beneficien la salud pública.

Mientras tanto, este asesino sigue siendo respaldado por los que se dejan llevar por la propaganda, el placer y la falta de voluntad. Estos tres le han dado y le dan al asesino su poder. Millones morirán este año y el que viene y el que lesigue.  Triste-mente estos, conocen muy bien a quien los mata.

Para información adicional haga clic en la dirección de abajo del National Institute on Drug Abuse.

https://www.drugabuse.gov/es/publicaciones/serie-de-reportes/adiccion-al-tabaco/es-adictiva-la-nicotina

 

 

 

 

 

 

Oui, sí, yes … ¡yo hablo inglés!

Aprender un nuevo idioma se ha hecho más popular que lo que muchos piensan. Y es razonable en vista de que el mundo se hace más y más pequeño, debido a la globalización. Aprender un nuevo idioma ha dejado de ser algo exclusivo de las clases cultas para convertirse en algo posible, atractivo y productivo y para muchos de nosotros.

¿Deseas aprender un nuevo idioma? Si es así, hay algunas recomendaciones que por experiencia propia pudieran ayudarte. A estas llamaré la regla de las tres “P”. Veamos:

La primera “P” es, “POR QUÉ” quieres aprender ese idioma en particular. Debe haber alguna razón y esa razón es más importante de lo que a priori puedas suponer. El saber por qué, te suplirá la motivación que necesitas para emprender este reto. Se ha comprobado que los estudiantes que tienen una fuerte motivación logran los mejores resultados. De seguro, no deseas empezar algo que no vayas a terminar. No quieres perder tiempo y recursos valiosos, además de experimentar la consabida frustración del fracaso, por empezar y no terminar. Una vez hayas determinado el POR QUÉ quieres aprender inglés, francés o cualquier otro idioma, podremos pasar a la segunda “P” de nuestra regla de tres.

“PACIENCIA.” Cualquier cosa nueva que deseemos aprender implicará mucha paciencia. Aprender un nuevo idioma no es la excepción. Recuerdo que cuando aprendía el ASL (Lenguaje Americano de Señas o Signos) estaba más interesado en aprender palabras que conceptos. Cualquiera que haya estudiado el ASL sabe que, en este fascinante idioma de los sordos, los conceptos son los que te ayudarán a transmitir las ideas y no simplemente las palabras. Mi maestra me enseñó que, para aprender el idioma de los sordos, primero, debería hacer un dibujo mental de lo que quería decir. Entonces, pude comprender que no podía aplicar la estructura del idioma español al lenguaje de signos. Sin embargo, ese es uno de los errores más comunes que cometemos cuando vamos a aprender un nuevo idioma. Aprender el lenguaje de señas era como entrar en una dimensión, hasta entonces, completamente desconocida para mi. ¡Cuanta alegría me reportó!

Ejercer paciencia te va a permitir entender cómo el nuevo idioma tiene su propia estructura, su propia mentalidad, por decirlo así. Se va a requerir paciencia para darte cuenta de que junto al idioma se incorporará su cultura. Esa cultura concomitante puede, en ocasiones, ser más complicada que el idioma en sí. Para mi, esto ha sido algo inesperado pero muy interesante.

Otro bien que puede producir ejercer PACIENCIA al aprender un nuevo idioma, pudiera tener que ver con el descubrimiento de otras cualidades, antes desconocidas. El impaciente o no se percata de que debe desarrollar nuevas habilidades o tal vez es muy perezoso para esforzarse por descubrirlas. Así que, si hemos decidido esforzarnos por aprender un nuevo idioma, pudiéramos poner a prueba la humildad mental que poseemos. Quienes la demuestren están en mejor posición de salir exitosos en su empeño de aprender.

“PRÁCTICA.” es nuestra tercera “P”. Al principio lo que sale de la boca no tiene la pronunciación correcta ni el sabor apropiado. La práctica va a lograr que se perfeccione. No te frustres si te das cuenta de que no te entienden o que provoca risa lo que dices con tu boca o lo que haces con tus manos (en el caso de los idiomas de signos). En el lenguaje de señas americano, por ejemplo, en cierta ocasión, mientras me dirigía a un auditorio, dije que era “un animal” en vez de decir que era “joven”. De más está decir, que no sabía por qué el auditorio apenas podía contener la risa. Cuando me bajé de la plataforma y me explicaron ¡ahora yo también podía reírme a carcajadas! En el lenguaje americano de signos, los dos conceptos se parecen mucho. De todas formas no me rendí y seguí practicando. Claro, me equivoqué muchas veces más, pero, hay que seguir practicando y tomarlo, como dice un amigo “deportivamente,” comprendiendo la importancia de practicar sin rendirnos.

Aprender un nuevo idioma es como aprender a caminar. Tal vez no nos acordamos, pero los primeros pason fueron difíciles y nos caímos muchas veces. Sin embargo, no dejamos de seguir tratando y hoy corremos sin darnos cuenta de que hubo un día en que no podíamos dar un paso.

Algo especialmente valioso para aprender idiomas de señas así como los idiomas hablados, es comprar o preparar tus propias tarjetas con vocabulario o conceptos. Memorizar estos son de mucha ayuda en el proceso de practicar.

Si tienes amigos que también están aprendiendo el idioma, puedes pasar horas divertidas e instructivas utilizando estas ayudas visuales para mejorar y acelerar la práctica del idioma. Usalas y verás enseguida los buenos resultados.

Bajo esta “P” de práctica, debo recomendarte que uses el Internet y veas los vídeos que pueden ayudarte a familiarizarte con el idioma. Estos vídeos cortos, incluso de anuncios comerciales, te ayudarán muchísimo a “educar tu oído”. Hasta escuchar las noticias en ese idioma puede ampliar tu vocabulario y exponerte al habla diaria de los que lo utilizan. Notarás que la manera coloquial de hablar en la calle no se parece a la forma pausada en la que aprendemos en un salón de clases.  Tómate el tiempo para investigar en la red y disfrutarás de practicar. Recuerda el dicho: “la práctica hace la perfección.”

Aún si por el momento no estás decidido a aprender una nueva lengua, cultura y forma de expresión, al menos tienes una idea más clara de lo que puede implicar. Incluso podrás compartir algunos de los comentarios de este ensayo. Eso sí, por favor, si conoces a alguien que está aprendiendo un idioma nuevo, anímalo y pídele que te comente sus experiencias de aprendizaje. De seguro te contará cómo aprender un nuevo idioma le ha ayudado personalmente a entender mejor a otras personas y a sentir mayor simpatía por gente de otras culturas.

 

El rencor nos hace daño.

Todos sabemos que el rencor es dañino y perverso en todas sus manifestaciones pero en nuestro fuero interior todos reconocemos que en más de una ocasión lo hemos sentido. Y no es raro que algunos de nosotros, estemos luchando con estos sentimientos toda la vida. De modo que hoy, nos llenaremos de valor y meditaremos sobre el tema en este ensayo. Si leer sobre el rencor requiere valor, escribir sobre el rencor puede ser difícil. ¿Por qué? ¡Porque es una cualidad negativa y fea de la personalidad de la que todos quisiéramos escapar!

Desde el punto de vista del redactor, que no es para nada científico, ni pretende ser exclusivo, el rencor se produce cuando una persona no ha resuelto un problema o no ha sabido resolverlo cabalmente. Si queremos darle una definición más oficial, diremos que “el rencor ocurre cuando un problema no queda resuelto satisfactoriamente”. De un asunto que no se ha discutido a profundidad o no se ha tratado apropiadamente hasta su conclusión, resucitarán rencores. Tal vez no inmediatamente, pero he aprendido que el caldo que provoca el rencor es la insatisfacción de que un asunto no se concluyó debidamente. Tal vez sentimos que no se hizo justicia, que no se nos escuchó, que se fue parcial con una persona o que la persona cobardemente huyó del escenario sin siquiera darnos la oportunidad de resolver el problema. Todo lo anterior, genera, tarde o temprano, el rencor.

Si es posible, en el proceso de tratar un problema que logre evitar el rencor, es importante tener el valor de tratar los asuntos en el escenario y en el marco apropiado. En vez de eso, muchos de nosotros, preferimos esquivarlos, actuar de forma ruda y drástica alejándonos de la situación y creando, sí, fabricando rencores por todos lados.

He visto y experimentado cómo las personas, en vez de tomarse el tiempo y la paciencia para discutir, como personas razonables e inteligentes un asunto, actúan de forma violenta sin siquiera molestarse en tratar con valor y equidad determinada situación. A veces el supuesto problema ni siquiera existe, claro, excepto en la mente del que lo crea. Así se pierden relaciones de muchos años entre padres e hijos, entre familiares cercanos e incluso entre personas que fueron amigos por muchos años. ¡Que forma tan trágica de echar por la borda relaciones preciosas!

Puede que de una manera u otra todos seamos culpables de haber sembrado y cosechado nuestras propias frustraciones que luego llegan a convertirse en rencores que envenenan nuestro corazón. Puede que los rencores nos envenenen desde la niñez, en la juventud o en la adultez. Sea cuando sea, tendrán la capacidad de hacernos daño, mucho daño.

Pero desgraciadamente no termina el problema con el fin de una relación. ¡Ahora viene lo peor! A continuación, poco a poco, el rencor va resucitando como un fantasma que aparece y desaparece de nuestros sueños, de nuestros pensamientos y de los lugares que nos traen recuerdos.

¿Cómo se mata el rencor para siempre?

Hasta donde puede ver mi vista y mi propia experiencia, el fantasma del rencor, el veneno del rencor se mata PERDONANDO. Para mi, no hay otra forma eficaz de erradicarlo para siempre. Pero, permítanme explicar.

No estoy diciendo que PERDONAR es adjudicar la razón a la otra persona o a las otras personas que provocaron nuestro dolor y frustración. Tampoco estoy diciendo que debemos echarnos la culpa de lo que sucedió. Nada de eso, de hecho, perdonar tiene que asociarse con algo más elevado para que logre curar nuestras heridas de rencor. Perdonar es convertir la experiencia dolorosa en una experiencia valiosa, en una lección de la vida. Aprender de lo que sucedió puede, no solo ofrecernos algo útil, sino que también nos ofrece el consuelo de que probablemente, por no decir, seguramente, la otra persona o las otras personas, también aprendieron una lección. Y nadie dice que todas las lecciones de la vida son agradables, de hecho muchas de ellas, las más valiosas, vienen precísamente de experiencias dolorosas y frustrantes como enfrentar una enfermedad, perder un amigo o un familiar cercano en la muerte.

De espaldas al rencor tienes un camino libre por delante.

Estoy diciendo que el rencor puede y debe sustituirse por el pensamiento positivo de una buena lección aprendida, y solo el perdón nos puede ofrecer esa plataforma, ese concepto, esa forma de mirar nuestras frustraciones.

Perdonar, por lo tanto, no es de personas débiles, flojas. Todo lo contrario, quien tiene la capacidad de perdonar se hace fuerte, valioso a otras personas. Una persona libre de rencor, queda liberado del dolor de cualesquiera frustraciones pasadas. La persona que perdona es una persona ágil en sentido emocional.

No será atacada por sentimientos de inutilidad ni con poca estima personal, no será ese maestro frustrado y amargado llevado de aquí para allá por las olas de su propia justicia farisaica sino que será un hombre o una mujer “hecha” a la altura y dignidad de un ser humano limpio y libre.

 

 

 

 

Hablemos de valores: La humildad.

Aunque probablemente has leído algunas citas de famosos, tal vez no conozcas estas palabras con luz del famoso escritor Ernest Hemingway. Escribió: “No existe nobleza alguna en sentirte superior a tu semejante; la verdadera nobleza reside en hacerte mejor a ti mismo.” Tampoco es muy probable que hayas escuchado a nadie decir algo parecido al tema que nos ocupa hoy. No obstante, te sorprenderás de la respuesta que la mayoría de las personas te darán si le preguntas: ¿Te consideras una persona humilde? ¡Siéntate y escucha las respuestas!

La humildad es una de las cosas que, como la belleza, todo el mundo desea tener o se imagina poseer. ¿Por qué? Porque en la mayoría de los círculos se considera una cualidad deseable. ¿A cuántos conoces que se sienten felices por ser unos perfectos esperpentos? ¡A nadie que sea normal! A la gente le gusta creer que es linda y por supuesto, HUMILDE.

Sin pretender alarmar a nadie, más o menos el 99.9% de nosotros no es tan humilde como cree que es el 100% del tiempo. Claro, nuestro cerebro siempre es capaz de darnos una ayudita en estos temas y repele cualquier sentimiento que baje nuestra autoestima. Recordemos que la humildad no es algo que se pone en el bolsillo o se cuelga del cuello, no es un bien o un recurso que siempre tenemos disponible. No lo es. Más bien es una cualidad de la personalidad que se demuestra en acciones y actitudes diarias. Y por favor, no tiene nada que ver con nuestra estrata social o fondos disponibles en el banco.

En cierto y determinado momento todos podemos ser humildes y en determinados momentos a todos se nos va calle abajo la humildad. Como es una cualidad de la personalidad se demuestra con acciones naturales, diarias, acciones y actitudes no previamente estudiadas sino espontáneas en un ambiente público o privado. De manera que, todos los seres humanos tenemos la capacidad de mostrar humildad.

Sin embargo, no se manifiesta siempre en todas y en cada una de nuestras facetas como maestros, estudiantes, padres, madres, hijos, patronos o empleados. En un instante podemos ser sumamente humildes con unos y con otros, y acto seguido, podemos manifestar todo lo contrario. Solo tienen que “tocarnos” las zonas en las que pensamos que dominamos o en las que tenemos autoridad o en las que nos consideramos expertos… y hasta ahí llegó nuestra humildad. De repente, comenzamos a debatir y a argumentar como políticos que quieren ganar las próximas elecciones. No olvidemos que la humildad es una cualidad MENTAL y no tiene nada que ver con lo que sabemos sino con lo que NO SABEMOS.

Recuerdo el día en que un amigo mayor que yo, en edad y sabiduría, me sentó y me dijo que quería darme un consejo. Me dió el consejo y tan pronto como pude, traté de ofrecer mi versión sobre el asunto. Simplemente me dijo: “¡cállate y escucha!” Claro, todo el mundo, menos yo en ese momento, pudiera darse cuenta de la falta de humildad de mi parte al tratar de justificar mis acciones. Todo el mundo sabe que cuando alguien lo llama a un lado para darle consejo DEBE CALLARSE LA BOCA y escucharlo. Pero, la falta de humildad o de modestia, en un momento, puede impulsarnos a decirle al consejero que su percepción está equivocada y que nosotros estamos bien. CUANDO ESTAMOS CONVENCIDOS DE QUE TENEMOS LA RAZÓN es difícil comportarnos con humildad mental y con paciencia escuchar a nuestro consejero. Creo que es en esta zona donde probablemente podemos caer con facilidad en la falta de humildad. Con todo al reflexionar hoy sobre aquel consejo y mi actitud inicial, me deja con algo en que pensar para evitar repetir el error. Además recuerdo la ocasión sin disgusto ni verguenza porque en vez de herirme, se me enseñó una lección con firmeza y a la vez amor. Sí, el amor no se refleja callando la necesidad de un consejo sino dándolo porque se quiere a la persona y se desea que mejore.

Por lo tanto, como sucede con el amor, que es más difícil definirlo que demostrarlo, la humildad, de igual forma, se define por lo que logra en nosotros y por la forma en que nos hace sentir. La humildad cuando se manifiesta nos acerca a las personas, nos atrae, nos resulta atractiva, derrumba nuestra pared protectora y nos abrimos a las ideas que se presentan. Nos unifica, nos enaltece y con ella logramos trabajar juntos y alcanzar grandes proyectos.

Cuando no la manifestamos ocurre lo contrario. Nos aleja de las personas, nos hace levantar muros protectores y nos cerramos a las ideas que se nos presentan, nos sentimos humillados y ningún proyecto llega a su feliz culminación. La persona orgullosa juzga a los demás, ni siquiera intenta ayudarlos pues ve a otros abajo, no a su nivel. Como es una cualidad divina, la humildad solo va a reflejarse en personas que poseen un mínimo de capacidad espiritual.

Lee los siguientes comentarios en los afiches de abajo y piensa en el efecto que tienen en ti. ¿Concuerdas?

 

 

 

 

 

 

 

Como todos nosotros vamos en busca de cualidades hermosas que nos acercan a otros y nos permiten vivir vidas sanas y equilibradas, ¡sigamos en búsca de la humildad mental! Puede que de tanto en tanto fracasemos y nos demos cuenta de ello, o en su caso más doloroso, otros nos ayuden a darnos cuenta de que la hemos dejado afuera. !Reconócelo! ¡Aprende! Recuerda que a este proceso lo llamamos “experiencia” y es interminable e incalculable. En la vida, lo importante es seguir aprendiendo y seguir tratando y, de seguro, mantendremos los amigos por muchos años y ganaremos muchas bendiciones. Con el paso del tiempo, seremos más sabios y estaremos en mejor posición a los ojos de Dios. Además, como dice Hemingway lo mejor de todo es que nos mejoraremos a nosotros mismos, vez tras vez.

Siempre puedes aprender.

Es común escuchar que “los viejos no aprenden cosas nuevas” y como podemos decir que estoy en el equipo de los viejos me he puesto a pensar en esto y a hacer alguna investigación sobre este tema. Lo que encontré parece contradecir la opinión de muchos.

Un estudio realizado por la Rotman Research Institute de Baycrest Centre for Geriatric Care en Toronto ha descubierto que las personas de mayor edad (60-89) son capaces de actuar tan bien como los adultos jóvenes (20-30) en exámenes visuales y en exámenes de memoria a corto plazo.  Pero lo que encontraron realmente sorprendente es que las personas mayores utilizaron areas del cerebo distintas a las que usaron los jóvenes. 

Los científicos observaron que en ciertas zonas cereblales, tanto en mayores como en los jóvenes, resultaba haber algunas superposiciones, como la región occipital, temporal interior y prefrontal.  Sin embargo, las comunicaciones neurológicas entre estas regiones resultó ser más débil en los individuos de mayor edad. Para sorpresa de estos, las personas de mayor edad compensaron esta debilidad recurriendo a zonas únicas del cerebro, como el hipocampo y el córtice prefrontal dorsal. Este descubrimiento dejó fascinados a los científicos ya que estas zonas suelen ser utilizadas por el cerebro para asuntos más complejos, como por ejemplo, aprender de memoria líneas de obras de  Shakespeare.

Parece ser, entonces, que los viejos (60-89) tenemos oportunidades similares de aprender. Lo que tal vez no nos ayude es la tendencia a pensar que no podemos cambiar. Es pues un asunto que toca más nuestras ACTITUDES que en realidad nuestras CAPACIDADES. Las actitudes no son basadas en razonamiento cognitivo sino en el uso y costumbre. Nos acostumbramos y nos adaptamos a ciertas cosas de forma que las damos por sentadas y creamos nuestro propio círculo vicioso del que nos va a ser muy difícil salir, pero no por no tener la capacidad, sino por no tener la actitud de cambiar para mejorar o para variar. Este hecho nos hace pensar en las dietas que tanto trabajo nos cuestan, no porque sean imposibles de llevar para nuestro bien, sino que nos cuestan en CAMBIAR nuestros hábitos arraigados.

El uso, la costumbre, el decir que “siempre lo hemos hecho así” nos limitan mucho más que lo que pudiera limitarnos el paso de los años. Por supuesto, tampoco estamos diciendo que los viejos tenemos la misma velocidad mental que tienen los jóvenes pero sí es interesante que podemos aprender tanto como ellos si mostramos la DISPOSICIÓN de hacerlo.

Por otra parte los científicos también han señalado que los cerebros de personas mayores pueden concentrarse en detalles insignificantes y esto pudiera desalojar la información más relevante que debe recordarse. Esto pudiera sugerir que la persona de mayor edad no utilice su memoria con la misma eficacia que una persona joven. Por ejemplo, tal vez no recuerda la línea en la que estacionó el automóvil en un centro comercial pero sí recuerda el ángulo hacia la puerta en el que está o recuerda una planta al lado del auto. Al final, lo encuentra pero se fijó en otros detalles en los que una persona joven hubiese descartado por no tener importancia para él.

Tal vez el lector recuerde el chiste de las tres viejas que no recuerdan si suben o si bajan y una pregunta: “¡Antoniaaa! voy subiendo o voy bajando?”  Claro, estas señoras del chiste, pasaban los 90.  Pero echando el juego a un lado, el cerebro sano tiene buen uso y buena capacidad a cualquier edad. Dije el cerebro sano, porque como sucede con cualquier organo, cuando se enferma, va a dejar de funcionar a su plena capacidad.

Muchos, sino todos mis lectores, saben que la vejez y el desgaste que viene con los años tendrá remedio pronto. Mientras tanto, tratemos de utilizar al máximo de nuestro potencial, nuestro cerebro, sin limitarnos por conceptos populares que no están bien afincados en la verdad. Tengamos la seguridad de que a cualquier edad se puede aprender, especialmente lo positivo, sano y provechoso.

 

Cultiva ahora y deja de preocuparte por la siega

¿Has pensado alguna vez en un cultivador o en un sembrador y en lo que hace? Pensemos unos minutos en este trabajo. El cultivador tiene semillas y un campo inmenso en el que debe trabajar. Labra la tierra y comienza a sembrar. Es un trabajo duro y agotador bajo el sol.

Ahora, por favor, piensa un instante en todo lo que tiene en su contra. En primer lugar, el clima. Puede que llueva tanto que el agua inunde su campo y todo el trabajo se pierda. La cantidad de agua que caiga está fuera del control del que siembra. Puede que, por el contrario, haya una sequía prolongada y otra vez, la semilla muera por falta del líquido vital. En segundo lugar, están las aves, pájaros que parecen dedicarse a devorar las semillas en la superficie del terreno que no han logrado germinar aún pero que son un verdadero manjar a estos devoradores alados que van y vienen sin que tengamos sobre ellos ninguna autoridad. Ellos hacen el daño que hacen y solo podemos poner unos espantapájaros que los engañan solo por una semana.

Finalmente el labrador tiene en su contra el tiempo. Los días pasan rápido y el tiempo para sembrar es limitado. Si se siembra fuera de los meses señalados toda la cosecha se llenará de gusanos o se perderá. Hay que correr para lograr el trabajo en el tiempo señalado. Con todo, el labrador sabe que si no siembra, nadie podrá cosechar. Por lo tanto, sabe que su trabajo es de vital importancia.

Ahora pensemos en los maestros. Por unos minutos pensemos en nuestro trabajo y en todo lo que tenemos en nuestra contra. Nosotros tampoco tenemos el control, por ejemplo, del “clima estudiantil”.  Los maestros no tenemos control del ambiente de estudio en el recinto escolar. Es verdad que podemos ejercer cierta influencia pero no dominamos este ambiente a nuestro capricho o según pensamos que nos resulte conveniente. Muchas veces ni siquiera en nuestro Salón de Clases logramos alcanzar el “clima ideal” pues distintas circunstancias pueden hacer del recinto escolar o del aula, uno árido e ineficaz para la alcanzar la enseñanza que deseamos impartir.

En segundo lugar luchamos contra los “pájaros” o elementos estudiantiles desorientadores o elementos anti estudiantiles que le roban el tiempo y las ganas de estudiar a nuestros alumnos. Estos ladrones de semillas pueden decepcionarnos y desanimarnos profundamente. Otra vez, estos también están fuera de nuestro control, nos guste o no, ni un espantapájaros profesional logra desanimarlos por mucho tiempo. 

Finalmente los maestros tenemos de enemigo el tiempo. No podemos adelantarlo para beneficar a nuestros estudiantes ni tampoco lograremos atrasarlo para nuestra conveniencia. El tiempo ni se adelanta ni se atrasa. ¡Cuantas veces se convierte en enemigo! Como maestros el tiempo es limitado, el tiempo vuela y hay mucho que “sembrar” y como agua entre los dedos los días y meses se nos van sin que sintamos que terminaremos el currículo de estudios para el semestre.

Sin embargo, aunque hay tanto en nuestra contra, el maestro, como el agricultor ve los tiempos de cosecha sin desanimarse en su vital labor. ¡Hay solo una razón para ello! El agricultor y el maestro hacen un trabajo que se basa en la esperanza. La esperanza impulsa, motiva, da fuerzas y finalmente logra su propósito.

Al tiempo debido, ni antes ni después, el campo se llenará de fruto y el fruto crecerá. Lo mismo ocurrirá con nuestros discípulos. Al tiempo debido, van a desarrollarse y crecer. El campo se llenará de fruto y nuestros estudiantes harán fila para tomar su diploma el día de su graduación. Es verdad, no todos, pero igual que el sembrador y sus semillas, algunas crecerán. ¿Cómo creció y por qué? muchas veces no lo sabemos tal y como no lo sabe el sembrador. El no se preocupa por examinar los resultados químicos que sufre la semilla en contacto con la tierra y el agua. El se preocupa por los resultados. Los resultados son para su regocijo y para alimentar a los suyos. Nada hay como el regocijo del sembrador antes de la cosecha.

En tiempos antiguos siempre celebraron con festivales la época de la cosecha. No tanto así la época de la siembra. La época de la siembra se RECORDABA pero la cosecha se CELEBRABA. Curioso que no habría cosecha sin siembra pero lo que les causaba mayor alegría a estas comunidades era la época del recogido del producto de su esfuerzo. Todavía hoy en comunidades agrícolas por todo el mundo se siguen estas costumbres.

El maestro, por lo tanto, debe aprender algo de este proceso. La siembra debe hacerse con empeño, con cuidado y si quieres, con rigor. Pero el maestro debe ver con ojos de esperanza, la cosecha. Debe aprender a ver el futuro, los resultados, las consecuencias de su duro trabajo. Es ahí, en el estudiante que se gradúa, es ahí en el estudiante de éxito, que el maestro se regocija en su trabajo. Como de diez, uno, como de cien diez, como la espiga de grano maduro de la cosecha, el maestro debe ver el resultado, y regocijarse en él.

 Como maestros, celebremos hoy nuestro privilegio de sembrar. Reconozcamos que hay mucho que ocurre que no sabemos cómo sucede ni por qué sucede y celebremos hoy y ahora el tiempo que dedicamos a la siembra,¡tiempo sin el cual, no habrá, jamás, cosecha!

 

¿Más… o menos?

  En muchos lugares del planeta, que conste que no en la mayoría, los recursos nacionales y personales se desperdician a manos llenas. Particularmente las nuevas generaciones no se percatan de ello y, como suscede en el caso de millones de personas en los Estados Unidos, la conciencia del concepto “cantidad” se adapta al capricho de cada cual. Por supuesto, el sistema comercial ha contribuído muchísimo a la falta de aprecio a los recursos y cómo estos se utilizan. Ofrezcamos un ejemplo sencillo que todos podemos entender.

“Compra uno y llevate otro gratis.” Este aparentemente inocente concepto lleva a una gran cantidad de personas a desperdiciar y a no justipreciar los productos de consumo. Sean alimentos, productos del hogar, productos de higiene personal y un sin fin de otros productos que consumidos de forma inapropiada puede provocar mucho mal y poco bien.

La gente piensa que disfuta de una ventaja, de una ganga, pero el comerciante astuto sabe que cuando la gente se acostumbre a gastar, a ver el closet lleno, a la abundancia, eso tendrá una ventaja para su negocio. De modo que se convierte este truco en una práctica popular que atrapa al ignorante y lo convierte en un consumidor sin conciencia.

Hace poco yo mismo sentí que había caído en este mismo sistema consumista, cruel y silencioso que va moldeando la personalidad de uno hasta que te atrapa y caes en el jueguito de “mas y más” sin darte cuenta. Fue en una convención, cuando en el baño vi un letrero pequeño, en el lavamanos del baño, que decía “TOME SOLO UNA HOJA PARA SECARSE LAS MANOS”. Francamente, me pareció ridículo, confieso que mi primera impresión fue desagradable. Sin embargo -debe ser que me queda algo de juventud, hice la prueba y solo tomé una hoja para secarme las manos. Y ni siquiera era una hoja generosa ni el papel era muy absorbente que digamos, pero lo hice. Arranqué la hoja con cuidado y para mi sorpresa, ¡pude secarme las manos! ¡Me pareció increíble! Me sentí como un héroe de película. Y además de sentirme bien conmigo mismo aprendí que estamos muy mal acostumbrados al desperdicio.

Se habla mucho de ecología y de la cantidad de árboles que se necesitan para, por ejemplo, producir papel pero pocas veces hay alguien que se toma la molestia en hacernos consciencia de asuntos como estos. Luego de esta experiencia me gustaría que inventaran un producto que, cuando fueras a usarlo, una voz te dijera “solo toma uno por favor” ¡Válgame! Ahorraríamos tener el closet lleno de ropa que no usamos, la limpieza de la nevera de productos que por no usarlos se han dañado y menos trastos en los garajes de cosas que no sabemos por qué las compramos!

Malas costumbres y pocos maestros… o por lo menos pocos que se preocupan por el consumo en vez de por vender y vender y vender para que tu te hartes y te hartes y te hartes de gastar. Cuando caemos en ese círculo vicioso ¡solo Dios nos salva! Y según mi opinión, todo empezó por las ventas dos por uno, las ventas que nos impulsan a consumir más y más y desperdiciar más y más. Si solo necesitas un par de zapatos, ¿por qué comprar dos? -a menos que regales un par a alguien que no tiene zapatos, no puedes ponerte dos zapatos distintos a la vez. Si solo necesitas un traje ¿por qué comprar dos? Llenas el poco espacio que tienes y tal vez te queda chico en poco tiempo. Pero es como si poco a poco se nos inculcara que necesitamos más y finalmente logran su propósito y nos complican la vida.

Si nos proponemos desperdiciar menos, en productos que consumimos todos los días, comprar menos productos que no necesitamos y conservamos mejor lo que tenemos, podremos sentirnos mejor con nosotros mismos y cuidaremos mejor el ambiente en que vivimos.

Si deseas repasar otros puntos interesantes, puedes acceder a esta conferencia interesante sobre uno de los puntos tratados hoy aquí.

 

La belleza ¿qué es para un ciego?

Cuando era muchacho recuerdo que a un amigo mío le resultaba preciosa cierta chica y para mi no tenía nada de bonita, sin embargo, mi amigo juraba que era la mujer más hermosa que había conocido.  Y gracias a Dios que es así porque de otro modo sería un problema para nosotros los feos. Sirve de consuelo que alguien en algún lugar nos pueda contamplar con buenos ojos y hasta nos pueda ver atractivos. Pero tomándolo más en serio, la belleza no solo se compone de lo que podemos ver a simple vista sino del conjunto, ¿no te parece?

Está claro que la belleza es relativa y como reza el dicho en inglés “Beauty lies in the eyes of the beholder” o dicho en el idioma de mamá: “la belleza reside en el ojo de quién la admira.’ Puede que estés de acuerdo al contemplar que lo que a ti te parece atractivo para otro puede pasar desapercibido.

Es probable que alguna vez hayas pensado que tal o cual persona es guapa o guapo y luego al conocerle, te hayas reevaluado el asunto y concluído que después de todo, no es tan atractivo o tan atractiva como le viste al principio.Incluso, la persona muy, muy guapa, puede llegar a perder su encanto con el paso del tiempo, tal y como sucede con un objeto que compramos, exhibimos con orgullo y que al paso del tiempo ya dejamos de admirar, pues nos acostumbramos a su presencia. Para esta situación escuchamos el dicho que reza: “hasta la belleza cansa.” Por lo tanto, este asunto de lo bello y la belleza es bastante relativo y engañoso.

¿Qué es bello para un no vidente? Definitivamente tomará en cuenta otros factores, probablemente factores de mayor relevancia que los que nosotros los que vemos, tomaríamos en cuenta. Nosotros nos dejamos llevar, demasiadas veces por lo que vemos. Sin embargo, el no vidente se concentra más en vez la voz, y los tonos de voz, en la personalidad e incluso en el tacto, que serían los ojos del no vidente. Y de esto, los que vemos, podemos aprender. Podemos aprender a evaluar mejor lo que es la belleza y a tomar en cuenta factores que son más perdurables y que pueden traernos mayor felicidad que lo que aparenta a los ojos de carne.

Escuchando algunos no videntes, con los que he tenido la oportunidad de interactuar, prefiero usar la palabra “no vidente” en vez de la palabra “ciego” puesto que no poder ver, no quiere decir ser ciego. El “ciego” muchas veces es el que no quiere ver y eso no tiene nada que ver con los que no tienen esa capacidad. De todas formas, cuando les he pedido que me expliquen lo que para ellos es “la belleza,” uno queda realmente impactado por la respuesta. El no vidente tiene una percepción mucho más sensible. Los que vemos pasamos por alto una gran cantidad de información que deberíamos tomar en cuenta pues nos ayudarían muchísimo a disfrutar de la vida. Por ejemplo, uno de ellos ha dicho que para él, la belleza es sentir el olor del campo. Pisar la hierba verde y sentir el vuelo de los pájaros. Otro dice que la belleza para él es sentir que está en la playa y pisar la suave arena mientras escucha el rugido del mar y el vaiven de las olas. Otro no vidente dice que, belleza para ella, son sus tres hijos. Sus risas y la sensación de poder abrazarlos y amarlos. Interesante, ¿verdad?

Luego de escuchar estas expresiones de lo que significa la belleza para los que no pueden ver, te reevalúas lo que piensas que conoces del tema y comprendes que “belleza” es más que lo que ves, y que es, en realidad, lo que sientes. El aire en tu rostro, el placer de escuchar la voz de quien amas, sostener la mano de un amigo. Sí, tal vez la verdadera belleza no tenga nada que ver con lo que podamos percibir con nuestros ojos físicos.

Si tratamos de evaluar la felicidad por medio de la belleza, otra vez quedamos sorprendidos al darnos cuenta de que la belleza no tiene absolutamente nada que ver con la felicidad. Nombres de personas consideradas superbellas como Marylyn Monroe o Elvis Presley, por decir dos muy reconocidos, vivieron vidas muy tristes y finalmente vivieron vidas frustradas. Resultó que en vez de bendiciones la belleza que ostentaron provocó más dolor que placer.

Con lo anterior no queremos decir que la belleza siempre resulte negativa o que no sea deseable. Tampoco queremos decir que la belleza no pueda evaluarse justamente ni justipreciarse en sentido físico. Es evidente que quien nos creó tenía en sí mismo la facultad de disfrutar la belleza de modo que nos creó con el don de poder apreciarla, disfrutarla y buscarla. Lo que sí queremos decir es que debemos ser cuidadosos y no dejarnos deslumbrar por lo que es aparente a la vista porque puede no ser real. Te invito a ser más sensible a lo que es bello en todo tiempo, incluso con el pasar de los años. Así disfrutaremos siempre de la verdadera belleza y esa, esa nunca, nunca nos decepcionará.

 

¿Es indiferencia o es odio?

Elie Wiesel es un autor judío y sobreviviente del Holocausto. Dijo que “lo opuesto al amor no es necesariamente el odio, sino la indiferencia.” Tal comentario puede resultar difícil de entender a menos que conozcamos algo de la historia del Holocausto judío. Para Wiesel estaba claro. El vivió en carne propia lo que más tarde escribió.

Los alemanes, o debo decir, el partido Nazi dirigido por Adolfo Hitler, poco a poco, fueron atacando a uno y a otro elemento de la sociedad alemana pero los que no eran afectados de forma directa, asumieron una actitud completamente indiferente. No sabían que el odio nazi llegaría un día hasta su propia puerta. Para entonces, no quedaría nadie a quien acudir por ayuda.

Es triste que no hubiera clérigo religioso que alzara su voz contra los abusos perpetrados por el régimen. ¿Dónde estaban los maestros alzando sus voces? ¿Dónde estaban los periodístas y los escritores para decir algo y defender la justicia y la verdad? La historia nos dice que no hubo voces de protesta pues la indiferencia resultaba ser el plato del día en la alemania de esos tiempos. La indiferencia, por lo tanto, se hizo sinónima del odio.

Y es que parece ser una tendencia humana eso de ser indiferente a los problemas de los demás. Hay cientos de historias que enseñan lo peligrosa que es la indiferencia al dolor ajeno. La fábula del ratón y la ratonera es una de ellas. Si la has escuchado antes, volverás a escucharla una vez más.

Cierto viejo campesino puso una ratonera para pillar al pequeño ratoncito que había buscado refugio en la cabaña. El ratoncito al ver la ratonera se puso histérico y sabiendo el peligro que corría, fue donde la gallina y le pidió auxilio para sacar de la cabaña aquel terríble instrumento de ejecución. La gallina le dijo que ese no era su problema y que como no le afectaba, no le ayudaría. Aún más preocupado por la falta de cooperación de los que consideraba sus amigos, el ratoncito de la historia fue a parar a la vaca de la finca y le hizo la misma solicitud con la misma urgencia. La vaca le dijo que no le preocupaba la dichosa ratonera y que no le ayudaría. Enseguida el ratón pensó en su último recurso, el cordero… aunque no era de su agrado porque los corderos suelen ser demasiado lanudos. De todas formas allá fue por ayuda. El cordero le dijo lo mismo. Excepto, que lo tomaría en cuenta en sus oraciones. “Ese es tu problema, amigo,” replicó. Tal indiferencia le partió el corazón a nuestro ratoncito. Pero como para algo esta historia se escribió, sucedió que esa misma noche entró una culebra a la choza. La cola de la culebra disparó la ratonera y la pilló. La dueña de la casa al escuchar el ruido, se levantó veloz para ver a su víctima, ¡solo para recibir una mordida de la serpiente!

Ahora la esposa del campesino se halla en cama, ardiendo en fiebre por lo que el campesino mató a la gallina para hacerle una sopa a su esposa, con la esperanza de que mejorara. A los tres días la mujer murió y el campesino mató al cordero para dar algo de comer a las decenas de vecinos que vinieron al entierro. Y a la semana, vendió la vaca al matadero pues decidió mudarse del lugar. El único sobreviviente fue el pequeño roedor a quien nadie quiso ayudar.

Ser indiferentes ante los problemas de los demás puede costarnos muy caro. Como dijo el profesor Wiesel.  En ralidad la indiferencia puede ser un reflejo del odio o la falta de amor que sentimos por los demás.

Eso sucedió en el Holocausto y debemos cuidarnos de que la historia no se repita al mostrarnos indiferentes por el dolor de otros. La vida puede dar la vuelta como la tortilla en la sartén y vernos nosotros en la misma o en peor situación. Y si eso sucede no querremos la indiferencia de los que pudieran darnos la mano. Por eso, amigo mío, si tienes una buena noticia que dar a tu vecino, ¡compártela¡ Si tienes una palabra que decir al que está de duelo, ¡dila! Si tienes una limosna que dar, ¡dá la limosna con alegría¡ Ayuda, contribuye, coopera porque al final todo eso refleja AMOR. Y el amor, amigo mío, ¡siempre logra su objetivo!

Moraleja: Si está en tus manos hacer el bien, ¡hazlo! Tu actitud va a servir de consuelo a unos y de estímulo a otros. La indiferencia es lo peor. El amor verdadero es activo, no indiferente. Que Dios te ilumine y puedas entender la importancia de actuar hoy y ahora.

El fuego revelará lo que llevamos dentro.

Tal como el fuego pone a prueba la calidad del oro, expulsando a la superficie las sustancias ajenas, así los problemas de la vida ponen a prueba la calidad de personas que somos. No hay manera de evitarlo, el fuego nos pone a prueba y sacará de nosotros lo mejor o lo peor, dependiendo de lo que en realidad tenemos dentro.

Hace poco pensé que le sería de provecho a mis estudiantes aprender esta verdad de la vida de modo que aproveché la oportunidad que me dió una de las lecciones que enseñaba para dejar en ellos esta misma idea. Estoy seguro que la experiencia puede ayudarles por mucho tiempo. Hice lo siguiente: Llamé al frente de la clase a uno de mis estudiantes más aplicados. Acto seguido, le puse una naranja en sus manos. Le pregunté, qué era lo que había puesto en sus manos y un poco preocupado, por la simplicidad de mi pregunta, me contestó: ¡una naranja! Bien dicho, le dije. ¡Toda la clase se echó a reír! Luego en el ambiente más relajado que mi pregunta y su respuesta propiciaron, le hice una segunda pregunta. “-Si exprimo esta naranja, ¿qué saldrá?” Me contestó, tal vez sospechando la siguiente pregunta, -“¡jugo de naranja! y añadió, ¡si es una naranja no puede salir otra cosa! Le dije: “-Otra vez contestaste correctamente. ¡No puede salir de ella nada más que lo que tenga adentro!” Entonces le pedí que se sentara. Dije a la clase: “Eso es exactamente lo que nos ocurre a los seres humanos. En tiempos de crisis y de dificultades, cuando se nos exprime o cuando se nos somete al calor o la presión, saldrá de nosotros precísamente lo que tenemos dentro. Si lo que tenemos dentro es rencor, prejuicio y odio, eso es lo que saldrá cuando la vida nos apriete. Por otra parte si lo que tenemos dentro es gratitud, compasión y amor, eso es lo que va a brotar de nosotros porque eso es lo que tenemos dentro. Tal vez se nos tenga que someter al fuego, al calor o a la presión, pero nunca saldrá de nosotros lo que no tenemos. ¿Estás de acuerdo?

Otro ejemplo. El fuego calienta el agua y el agua a altas temperaturas tiene un efecto en los granos de café. Luego del café, su aroma, y ese aroma inunda toda la casa. Ahora deseas disfrutar de su extracto. El fuego solo provocó una reacción en cadena que promueve el gusto por lo que el aroma nos brinda. Otra vez, eso es lo mismo que sucede con las circunstancias que vivimos y con el efecto que esas circunstancias tendrán en nosotros y en los demás. El grano de café ofrece lo que tiene dentro debido al poder del calor, y nosotros exactamente igual.

Hace unos minutos mi esposa y yo acabamos de despedir a una amiga que conocemos por años. Se llama Betty. Betty perdió a su esposo de muchos años de feliz matrimonio. El murió de repente al sufrir un ataque súbito y masivo al corazón. Ya viuda por alrededor de un año y sola, Betty tiene la capacidad de consolar y animar a otros, aún cuando ella misma todavía tiene a flor de piel la dura pérdida temporal de su esposo. Con todo, Betty no es una mujer amargada sino una persona positiva y feliz. La pérdida de su esposo fue un golpe terrible, pero ese golpe, ese fuego, presión o calor no la amargó, no dañó su corazón. Eso, pienso yo, tiene un gran valor y resulta en mucho ánimo para todos. Como Betty hay muchas personas a nuestro alrededor a quien debemos admirar e imitar.

Ahora mismo en México, Puerto Rico y las islas adyacentes, abatidas por el terremoto y el huracán Irma, pueden palpar exactamente el efecto que el fuego y la presión pueden tener en las personas. El dolor ajeno mueve a miles a las obras de acción compasiva que conmueve o al abuso implacable del que se aprovecha de las víctimas indefensas. Mientras unos saquean, otros dan de sus energías y recursos para ayudar y consolar. ¡El mismo fuego que endurece o ablanda el corazón!

¿Qué poder tiene el fuego en ti, amigo mío? ¿Qué saca de ti? La respuesta es una sola:LO QUE TIENES ADENTRO. ¡Quiera el Creador que eso sea de bendición para ti y para los tuyos!