Aprender en casa no es un concepto nuevo. Lamentablemente es un concepto que hemos dejado olvidado en el armario. Sin embargo, debemos recordar que la responsabilidad principal de enseñar a nuestros hijos es nuestra, de los padres y que los docentes en realidad lo que hacen es extendernos una mano para darle a nuestros hijos lo que no siempre nosotros podemos darles; conocimientos que les ayuden a formarse en el camino, una carrera o conocimientos básicos con los que puedan ganarse la vida de forma honorable. ¿Lo vemos así?
Es muy importante verlo de la forma correcta para no tener expectativas equivocadas ni echar responsabilidades donde no las debemos echar. Al final, padres y maestros debemos trabajar juntos cooperando unos con otros pues ambos podemos aportar valiosa ayuda a la generación que se adelanta y desarrolla en estos tiempos inestables.
Establecidas estas bases, y reconociendo con valor que de buenas a primeras nos caen a los papás y mamás esta responsabilidad, debemos aprovechar el estímulo, los consejos y la orientación que pueda ayudarnos a asumir el nuevo rol que las circunstancias han puesto sobre nuestros hombros. Esa es que además de papás, también debemos ser maestros a mayor grado de lo previsto.
ACEPTEMOS LA REALIDAD
¿La realidad? Sí, la realidad es que no estamos ni entrenados ni preparados para ser docentes de nuestros hijos a tiempo completo. Entonces, ¿qué? Que tenemos que enfrentar esta tarea con un punto de vista realista y POSITIVO en vista de los muchos ángulos negativos que podamos enumerar. Para empezar, algunos de nosotros reconocemos que no podemos o no sabemos hacerlo solos. Entonces debemos buscar ayuda. Tal vez a nuestro cónyuge si está en casa, o si es necesario, la ayuda del mayor de nuestros hijos, de la tía o del abuelo. Tal vez junto a otra persona se nos haga más fácil poder diseñar un plan que funcione y que nuestros hijos acepten.
HAY QUE SENTARSE A HABLAR
Cada hogar tiene sus propias características. Tampoco hay dos muchachos iguales, aunque sean gemelos. Además tienen distintas necesidades físicas y emocionales. Ajustar todos estos aspectos va a requerir varias conversaciones y planificación. Sobre todo, hay que decirlo en mayúculas: COOPERACIÓN.
MENORES DE EDAD -Los menores son más moldeables pero también son los que más se afectan cuando se les cambia la rutina. Debemos conversar con ellos y explicarles lo que sucede y luego ayudarlos a entrar en una rutina de escuela en casa.
ADOLESCENTES -Para tener éxito con este grupo hay que incluirlos en cualquier plan que tengamos en mente. Queremos que aprovechen el tiempo y que vean esta situación como una en la que vamos a trabajar juntos en un programa que los mantenga ocupados mientras aprenden cosas nuevas que les llamen la atención. En este proceso es importante ejercer paciencia y reconocer que debemos arreglárnoslas para conseguir la atención del adolescente. Es una buena oportunidad para que “descubran” talentos y habilidades, si lo logran, por ahí va la cosa bien.
Tanto en el caso de los menores como en el de los adolescentes debemos asegurarnos de establecer algún programa de recompensas por un trabajo bien hecho e incluso por el esfuerzo realizado. Estas recompensas pueden ser privilegios adicionales o la liberación de responsabilidades. Pero, aparte de esto, debemos insistir en ser apreciativos de cómo se adapten los muchachos a estas nuevas circunstancias. Definitivamente no vamos a motivarlos peleando o amenazándolos, sino tratando de ganar su cooperación. A la larga sabemos que es para su propio provecho. No descarte los abrazos, el encomio y los besos. Estos funcionan en todos nosotros. ¡A que sí!
La ventaja que tenemos cuando consideramos la educación en casa es que podemos permitirnos, mayor flexibilidad que la que tienen los jóvenes en la escuela. Usemos esa flexibilidad para el bien de todos. Por ejemplo, se les puede dar cierta libertad para comunicarse con sus amigos por medio de FaceTime o Zoom, incluso con familiares que viven lejos. Tal forma de socializar que todos los jóvenes extrañan. No solo pueden comunicarse con sus amigos sino también con el resto de la familia que no vive en casa. Tal vez, poco a poco el joven puede descubrir que hay posibilidades y que no todo está perdido.
Solo una advertncia: ya hay informes policiacos de fiestas con drogas por video conferencias. Este nuevo modelo ilustra que aunque les demos cierta libertad para conectarse con amigos por medios electrónicos, todavía debemos ejercer cierta supervisión. Así evitaremos que se metan en “fiestas virtuales” indeseadas.
La pandemia nos pone a todos a reconsiderar los privilegios y ventajas que hace tan solo unos meses dábamos por sentadas. Con todo, no hay que perder las esperanzas, no hay que desesperarse, se puede aprender desde la casa, y de hecho, es en casa el mejor lugar para aprender. ¿No le parece?