El miedo que nos manipula

Tal vez el lector se ha percatado de cómo el miedo es cada vez mejor vendedor. No solo se ha incorporado en los días festivos de casi todos los países como el aparentemente inocente Holloween, sino que se ha convertido en un medio favorito de persuación. Lo utilizan cada vez más padres, comerciantes, gobiernos y hasta en la industria de la salud. ¡El miedo, se vende solo! Logra despertar la indolencia, y hacer que la gente reaccione. Puede movilizar las multitudes en la dirección que se desee por lo que es un instrumento rentable de manipulación… ¡aunque muy pocas veces mueve, motiva o nos impulsa en la dirección correcta!

El miedo siempre ha sido un artículo de venta popular. Los de más edad de mis lectores podrán recordar la historia que se nos enseñó de niños. La historia del pollito tonto que llegaron a convencerlo de que el cielo se estaba cayendo. En realidad, era solo una estrategia del lobo, quien pintó una estrella en un pedazo de madera y se lo lanzó al pollito directo a la cabeza. Acto seguido le dijo: -“¡Es una estrella! ¡El cielo se está cayendo! ¡Dile al gallinero que me siga a una cueva donde puedan protegerse!” El miedo movió al pollito y el pollito movió al gallinero y el gallinero, desprevenido, cayó en la olla que el lobo tenía preparada y lista para devorar a las ingenuas aves. Pues básicamente la misma historia se repite en nuestros días. El miedo vende, mueve, agita o paraliza, para conveniencia de unos o de otros.

¿Qué es el miedo?

Un amigo mío dirá que el miedo es más viejo que el frío y tiene toda la razón, aunque eso no lo define, sí nos dice que el miedo está con nosotros desde hace mucho, mucho tiempo. De hecho, parece que viene intraconstruido en nosotros mismos desde que nacemos. Otros miedos los aprendemos de nuestros padres y del ambiente en que vivimos. Claro, entre estos hay los que son simples manipulaciones para que hagamos lo que se supone que debemos hacer según las reglas de la sociedad en la que nacemos. Pero, no retardemos más la definición: La palabra “miedo” proviene del término latino metus. Se trata de “una alteración de nuestro estado de ánimo que nos causa angustia ante un peligro o un eventual perjuicio, ya sea producto de la imaginación o propio de la realidad”. También se define como un “sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo que se desea”. ¿Es ese el concepto que tu tienes del miedo? Es importante que descubramos que puede ser provocado por la “imaginación” y no necesariamente producto de la realidad.

Venza el miedo paralizante adquiriendo conocimiento.

Es cierto que el miedo no siempre es negativo. De hecho, el miedo puede ayudarnos de infinidad de maneras.Puede protegernos del peligro. Puede advertirnos del peligro y nos ayuda a tomar decisiones que puedan salvarnos la vida. Si no sé nada de electricidad debería tener miedo de manipular los cables eléctricos de mi casa. Por otro lado si me informo, pudiera hacer algunos trabajos eléctricos sin peligro. El conocimiento hace que el miedo desaparezca, en nuestro ejemplo, a que pueda sufrir daño por causa de una descarga eléctrica. Sin embargo, si en vez de miedo lo que siento por algo es fobia, ningún conocimiento podrá evitar que hasta hablar del tema me descontrole. Las fobias no se basan en realidades ni se superan con conocimiento, son una enfermedad. Para superarlas se necesita tratamiento. ¿Qué es una fobia? No es un temor racional. Se dice que es “un temor intenso e irracional, de carácter enfermizo, hacia una persona, una cosa o una situación.” Si no se trata de una fobia, el conocimiento podrá evitar el temor, especialmente el que está basado en la imaginación. Si es una fobia, necesitamos ayuda profesional.

El miedo manipulador.

En nuestra cultura se nos han inculcado algunos miedos. En muchos países latinoamericanos se nos inculca el miedo a la pobreza, en otras, el miedo a la riqueza. En estas podemos sentirnos culpables por tener un estándar de vida superior al medio. Se asocia la riqueza con la maldad, el descontrol y la vanidad. Como sabemos esto no es necesariamente cierto. Si es miedo a la pobreza la que se nos inculca, entonces, en el otro extremo sentiremos que lo importante en la vida es ganar dinero y trabajar sin descanso para no caer en la temida pobreza.

En los Estados Unidos hay otros miedos populares: el miedo a ser feo y el miedo a la vejez. Cada vez más hombres y mujeres hacen lo indecible por tratar de mantener la juventud y la belleza. Hay todo tipo de productos, muchos basados en propaganda, que suelen prometer juventud y junto con eso, belleza. Según la Sociedad Americana de Cirujanos Plásticos, durante el pasado año 2016 las personas en Estados Unidos invirtieron alrededor de $16,000 millones en procedimientos estéticos y tratamientos no invasivos, quedando en evidencia que hay un miedo colectivo a ser feo, por lo menos a los ojos del que busca cirujías simplemente sobre la base de la estética. Nuevamente el miedo llega a manipular y a desorientar a millones que caen víctimas del “cielo que se está cayendo” para finalmente descubrir que no hay nada más real que el desgaste que producen los años.

En conclusión, cuidémonos de las manipulaciones, del manejo institucionalizado de nuestros miedos y temores. Busquemos conocimiento o busquemos ayuda profesional. Nadie tiene derecho a manipularnos, nadie. Sea con razón o sin razón. Evitemos los miedos populares y razonemos sobre ellos. Trabajemos conscientemente para tomar decisiones sanas, sabias y basadas en la razón, ¡jamás en el miedo!

 

 

 

 

Perspicacia -¿qué es y cómo nos ayuda?

El conocimiento nos ayuda a tomar decisiones.

Si sabes que estás sobre los rieles de un tren, eso es conocimiento. Si escuchas al tren venir por los rieles debes saber que si sigues donde estás, el tren va a pasarte por encima. No lo has visto pero sientes las vibraciones en los rieles, escuchas el sonido de la locomotora. ¿Debes salir de ahí? ¡Claro que sí! ¡Eso es perspicacia! De modo que el conocimiento, saber algo, no implica automáticamente que vamos a hacer lo correcto. Se necesita tomar una acción que sea la correcta en el momento correcto. El  conocimiento te ayuda y la perspicacia te lo confirma. ¡Dos valiosos testigos que nos guian de forma sabia!

¿QUÉ ES PERSPICACIA?

Es un sentido que nos ayuda a tomar decisiones. No es una simple cualidad que unos tienen y otros no. Todos poseemos el sentido de la perspicacia, pero no todos actuamos en armonía con lo que ese sentido nos dice.

Se nos ha dicho que los seres humanos poseemos 5 sentidos principales: Tacto, olfato, vista, oído y gusto, pero sabemos que poseemos otros sentidos. Por ejemplo, sabemos si subimos o bajamos, aún con los ojos cerrados. Percibimos la altura. Distinguimos cuando estamos en peligro e incluso podemos predeterminar lo que sucederá si tomamos cierto derrotero. La perspicacia por lo tanto nos ayuda a ver lo que va a suceder antes de que suceda, permitiéndonos tiempo para actuar.

La perspicacia nos ayuda a tomar acción.

En una de mis clases hago el siguiente ejercicio para enseñar a mis estudiantes qué es la perspicacia. Tomo tres láminas del tamaño de una hoja papel carta. Cuando volteo la primera, en ella se ve un lanzador que vestido con su uniforme de pelotero lanzando la pelota. En la segunda lámina les muestro a otro pelotero en el momento en que batea la pelota. Y cuando voy a enseñar la tercera lámina le pregunto a la clase ¿Qué voy a enseñar en esta lámina? Todos los que tienen conocimiento del deporte de baseball  me dicen: “¡el pelotero llegando a la primera base!” Entonces les muestro la lámina del pelotero llegando a la primera base. Les digo: ¡eso es perspicacia! Ustedes pudieron apreciar un patrón que en el baseball va a moverse de cierta y determinada manera y con ese conocimiento pudieron determinar lo que sucedería. ¡Pues en la vida real sucede lo mismo! Un patrón de sucesos, nos llevarán, irremediablemente a determinadas consecuencias, buenas o malas. Si usamos perspicacia, podremos ver estos elementos antes de que sucedan. ¿Lo hacemos?

¿POR QUÉ NO NOS DEJAMOS LLEVAR POR LA PERSPICACIA?

  1. Por causa de los sentimientos.
  2. Porque pensamos que somos la excepción a la regla.
  3. Por ignorancia. 

1) Los sentimientos son hermosos, están ahí para que disfrutemos de emociones como el amor, el afecto y la amistad. Un ejemplo: Cierta madre comienza a ver en su hijo un comportamiento distinto a su conducta habitual. Actúa de forma misteriosa, anda de mal humor e irritado todo el tiempo, duerme más de lo necesario o duerme muy poco. Las calificaciones en la escuela van de mal en peor. Esa madre perspicaz sabe que algo no anda bien. La perspicacia le dice que es posible que su hijo esté usando alguna sustancia ilegal. Un día cuando el muchacho está en la escuela, revisa su cuarto con cuidado y encuentra una bolsita pequeña con lo que definitivamente es una droga. En vez de hablar inmediatamente con el padre y confrontar al muchacho, calla. No dice nada y piensa que tratando con cariño al chico, todo va a salir bien. Su perspicacia le ayudó a descubrir lo que sucedía pero sus sentimientos la traicionaron.

2) Es común que pensemos que somos diferentes a los demás, y lo somos, pero eso no quiere decir que podemos evitar que un buen día nuestro hijo vaya preso por violar la ley. No somos la excepción y nuestros hijos tampoco. Tenemos que meternos esto en la cabeza y actuar inmediatamente cuando sucede algo malo, ilegal o impropio en la vida de los que amamos.

La ignoracia puede bolquear la perspicacia.

3) La ignorancia, no por selección, sino la verdadera ignorancia puede bloquear la perspicacia. Un sobre con un polvo blanco puede ser azúcar, cal o polvo talco. Puedes verlo y no llegar a ninguna conclusión específica por causa de la ignorancia. La ignorancia de los padres es una de las causas de por qué tantos jovenes caen en adicciones y en conductas ilegales como ingresar a gangas, vender drogas o robar. Los padres deben estar al tanto de lo que sucede en la calle, en la comunidad y en las noticias. No pueden aislarse y encerrarse en la ignorancia.

Desarrollamos el sentido de la perspicacia aprendiendo, permitiendo que el conocimiento nos de luz. No pensemos que somos la excepción. Siempre hay consecuencias por causa de nuestras acciones. Estemos al tanto de lo que sucede en nuestra familia y usemos la perspicacia al observar lo que hacemos y lo que hacen nuestros hijos.

Hemos dicho “perspicacia” no hemos dicho “sospechas” que muchas veces están basadas en prejuicios. La perspicacia no se basa en prejuicios sino en observación, conocimiento y hechos. Nos ayuda a actuar con discreción y sabiduría. Aplicada a la vida de familia puede permitirnos ser de verdadera ayuda a los que amamos. Aplicada a los negocios puede evitarnos pérdidas cuantiosas. ¡Vale la pena pues, ser perspicaz!

No idealices el fracaso, trabaja duro por el éxito y ruega a Dios.

¿Qué es fracasar? Para distintas personas puede significar distintas cosas. Para algunos fracasar es no lograr ganar el premio mayor en la lotería. Para otros es no alcanzar una meta profesional muy deseada. Puede ser el rechazo de alguien a quien se quiere, o, puede ser no alcanzar el estatus social que se buscaba. De cualquier manera, sea lo que sea que deseemos, no alcanzarlo puede representar un duro fracaso. Eso siempre es doloroso. De modo que “fracasar” no va a ser algo fácil con lo que lidiar en la vida. Y sin embargo, este llega a sernos familiar, tan familiar que a veces tratamos de idealizarlo como algo positivo.

¿Cómo muchos idealizan el fracaso?  Algunos insisten en tratar de convencernos de que el fracaso no existe, que solo es un paso para el éxito. En nuestro interior sabemos que esa prédica no tiene fundamento. De hecho, cuando se estudian las estadísticas, del por qué muchas empresas fracasan, hallamos algunos datos interesantes. En México, por ejemplo, la falta de planeación es responsable del 44% de los fracasos comerciales, a lo que le sigue otro 44% de falta de análisis antes de comenzarlo. Esto nos indica que los que comenzaron negocios, sin planificar bien y sin analizar en lo que se estaban metiendo se dirigian derechito al fracaso. Fracaso que ellos mismos se buscaron por no hacer buenos planes de cómo desarrollar la empresa y no haber estudiado el mercado de su producto de forma apropiada y eficaz. Lamentablemente eso mismo sucede con la mayoría de nosotros cuando nos resolvemos alcanzar una meta, sea la de abrir un negocio o la de alcanzar algo deseado. Planeamos poco, investigamos menos y tomamos decisiones deficientes. Pero hay otros aspectos interesantes de lo que nos sucede en la toma de decisiones.

QUEREMOS LO QUE QUEREMOS Y ESO ES TODO

Cuando nos encaprichamos y deseamos lo que deseamos porque sí, estamos destinados al fracaso. El fracaso no fue ninguna otra cosa que culpa de nosotros mismos. Claro, siempre podemos buscar un culpable. Los empleados, la economía, la falta de capital, el mal tiempo y todo lo que quieras agregar, al final, nos espera con los brazos abiertos el fracaso. ¿Pudo haberse evitado? ¡Por supuesto! De modo que, amigo mío, no nos metamos en el bolsillo el cuento de que solo ha sido un paso para el éxito cuando ha sido un “fracaso planificado.”

EL ENCAPRICHAMIENTO Y LAS CORAZONADAS

Ambos son enemigos del éxito, como dice un amigo, “big time”. Eso a pesar de que la gente suele confundir la experiencia con las corazonadas. Un ejemplo: cierto tenísta observa el saque de su contrincante. Puede que sea adentro o afuera, él no lo sabe. Sin embargo, por su experiencia ha aprendido que cualquier movimiento del cuerpo del atleta en el saque, si es a un lado o al otro, indica que su saque será en determinada dirección. Entonces, se adelanta en respuesta rápida a lo que “intuye” que será su saque. Tal vez el tenista diga que tuvo la “corazonada” de que el saque sería en aquella dirección, pero en realidad no tiene nada que ver con ese “espíritu caprichoso y vago” al que muchos llaman “corazonada”. Lo que sí tuvo que ver fue su experiencia en el deporte que le puede dar cierta habilidad, cierta perspicacia, para captar detalles de movimiento que otros no captarían. ¡Olvídate de las corazonadas y confía en tu experiencia! Otro ejemplo: Estás entre dos caminos. No tienes ni idea de cuál tomar. Puede que decidas tomar el de la derecha y luego dices que fue una corazonada si efectivamente llegaste donde debías. Pero si te equivocaste, no pensarás en la “corazonada” sino en tu mala decisión. Total es lo mismo, solo que cuando nos sale bien el tiro, realzamos la “corazonada” como la responsable del éxito, pero no del fracaso. La realidad es que, digan lo que digan, las decisiones son buenas o malas y no hay nadie más que nosotros mismos para ser responsables de ellas.

Por otro lado están los encaprichamientos. Estos van haciéndose presentes en determinados momentos en la vida. Y, dicho sea de paso, a qualquier edad. Eso de que los viejos son sabios por viejos es un cuento de camino. He visto viejos más tercos que una mula y jovenes más dóciles que una paloma. Claro, también he visto lo opuesto pero no tiene la edad nada que ver con la toma de decisiones sabias. Eso, sí, si te encaprichas, es muy probable que vayas derechito al fracaso. Antes de tomar decisiones, estudia, medita, mira las consecuencias, consulta y cruza los dedos.

Finalmente recordemos que no debemos idealizar los fracasos. No son pasos para el éxito. Un solo fracaso puede destrozar la vida de alguien, o la nuestra, sin remedio, sin segundas oportuniades, para siempre. Pregúntale a un piloto. Pregúntale a un cirujano. Pregúntale a un chofer de guagua escolar. Teme al fracaso y toma decisiones con mesura, con conocimiento. Usa todas tus habilidades y todos tus recursos para triunfar. No idealices el fracaso porque hacerlo no te proporcionará ningún pensamiento positivo.

Lo anterior no quiere decir que no podamos enfrentar nuestros errores y fracasos, y también es cierto que podemos aprender algo,  pero no un paso para inspirarnos en el siguiente error. Lo real es que el suceso imprevisto acaece a cualquiera, incluso a nosotros. Esa es la vida, esa es la verdad. Por eso, trabaja duro, planifica y estudia lo que vas a hacer y luego que has hecho todo eso… ¡ruega a Dios!

Piensa en esta cita del sabio Salomón:

Me volví, y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontece a todos. -Eclesiastés 9:11 (RV)

32 minutos al día…

Un nuevo estudio revela que los padres tienen solo 32 minutos libres al día. Si eres padre o madre y tienes uno o más muchachos, de seguro no te sorprende para nada esta reciente conclusión. La realidad es que hoy hacemos muchas más cosas que los padres hacían hace unas cuantas décadas atrás. Además, el tiempo que nos sobra (si es verdad que nos sobra) no es fácil invertirlo en algo que sea refrescante. Cuando repaso la vida de familia que vivíamos en casa cuando yo era un niño, no encuentro comparación con lo que experimenta hoy la familia promedio.  Tal vez algunos de mis lectores puedan remontarse a aquellos años de su niñez… aunque pocos son mayores que yo.

Por la segunda parte de la década de los cincuenta, mi padre salía de casa para su trabajo alrededor de las siete y treinta de la mañana y a mi y a mi hermana nos recogía el autobus de la escuela en la puerta del edificio donde vivíamos. El autobús era puntual a las 6.00 de la mañana. Luego, el mismo autobús nos dejaba para que almorzáramos en casa al mediodía y nos recogía a la una y treinta en la tarde. Mi padre almorzaba con nosotros y luego tomaba una siesta de media hora antes de partir al trabajo, al que iba caminando. Hildita y yo regresábamos de la escuela alrededor de las cinco o cinco y treinta (dependiendo del tráfico). A esa hora nos esperaba mamá con la cena. Otra vez, los cuatro nos sentábamos a la mesa. Esa era la rutina de lunes a viernes. Por supuesto, mamá no trabajaba en la calle de modo que su tiempo era dedicado totalmente a nosotros. El fin de semana era para jugar, ir a casa de los abuelos y pasear por ahí. A menos que papá no tuviese que hacer “horas extra” no había nada que interrumpiera esa rutina.

Hoy, los padres no saben qué es dormir una siesta y los muchachos no almuerzan con su familia en la mesa, de hecho, la gran mayoría no lo hace siquiera una vez al día. Pocos, si algunos críos llegan a las cinco o seis de la tarde ya que la mayoría sale alrededor de las cuatro o antes. En mi época llevábamos muy poca tarea a casa, si alguna. Hoy es todo lo contrario, los padres tienen que dedicar varias horas a las tareas de los muchachos, lo que reduce el tiempo para compartir otros asuntos y aumenta la tensión. Si mamá trabaja en la calle, es todavía mucho más difícil mantener el ritmo y mantener a todos los miembros de la familia satisfechos y bien atendidos. Tanto las madres como los padres en nuestros tiempos sufren muchísima presión al contemplar que el día no les alcanza para realizar todas las tareas cotidianas. Esto genera mucha frustración, que al acumularse, termina con muchas relaciones de pareja y de familia. Lamentablemente el fin de semana se va como agua entre los dedos y muchos no encuentran diferencia entre la semana regular y el fin de semana, que igual llega a ser estresante. ¿Habrá alguna solución? Si la hay, yo no la tengo. Solo propongo algunas recomendaciones sencillas que  nos pueden ayudar a aprovechar esos escasos minutos libres.

CÓMO PUEDE USAR ESOS 32 MINUTOS LIBRES

Sean 32 los minutos libres que tu y tu pareja tengan diariamente, o sean menos, estoy convencido de que la mejor manera de invertirlos es dedicándolos a nuestra pareja, no a la tele y menos a la computadora o la tableta. Aunque esto parezca una recomendación básica, la realidad es que los pocos minutos que podemos tener libres, cada día, deben emplearse en fortalecer el matrimonio y no en otras formas egoístas. Tal vez es tiempo de entrar en la habitación, cerrar la puerta y entonces, en ese lugar especial, hablar de los problemas del día y de los retos que tienen los chicos. Es allí, en privado, que pueden diseñar su estrategia para enfrentar los dilemas familiares. Es en esos minutos de “escape” que pueden conversar y expresar sus sentimientos. Ninguna familia puede mantenerse unida sin que la pareja exprese sus emociones diariamente.

Otra sugerencia. Si los muchachos son jovenes responsables, se puede tomar el auto y dar un paseo como pareja. El lugar a donde ir puede ser el supermercado, o un parque o simplemente dar una vuelta por el vecindario y mientras se hace, se puede disfrutar de una buena charla. Además, al estar solos experimentarán menos tensión. Dar una vuelta y tomar un poco de aire junto a tu pareja será refrescante y, otra vez, ofrece la oportunidad de conversar.

También pueden ponerse los zapatos de caminar y salir a dar una vuelta por la manzana o por la orilla de la playa. Caminar una media hora diaria puede mantenerles al día con los asuntos cotidianos, además, de proveerles el ejercicio que todos necesitamos. Media hora de caminar a un paso normal te permitirá caminar diariamente casi una milla y cuarto, suficiente para mantenerte saludable.

En fin, se hace urgente que la pareja se comunique, exprese sus sentimientos y se mantenga conectada uno con el otro. Si no hacemos este esfuerzo, el amor por nuestros hijos no va a impedir que nos alejemos de nuestro cónyuge y que finalmente sucumbamos al desastre familiar. Ya son demasiadas las víctimas y demasiado alto el costo del divorcio. Nuestra recomendación es, pues, que dediques tiempo a edificar y fortalecer tu relación marital. Nos parece una buena inversión. ¿Por qué no comenzar mañana? Si nuestro matrimonio es fuerte, sano y feliz, nuestros hijos andarán en mejor camino, daremos mejor ejemplo y edificaremos para ellos un mejor porvenir.