Perdonen los inconvenientes: ¡Estoy en reparaciones!

Creo que debería andar por ahí con un letrerito en mi frente que dijera: “perdonen los inconvenientes: ¡estoy en reparaciones!”  Sucede que si tuviera ese letrerito en la frente, la gente me soportaría mejor. Como no tengo el letrerito, la gente piensa que soy incapaz de cometer errores. Piensan que si los cometo ha de ser por cabeza dura, pero eso no es verdad. La verdad es que, como todos, yo también cometo errores. Errores de comisión o en omisión por cosas que debí haber hecho o dicho y no las hice ni las dije. Otras, que no debí haber hecho o dicho y las hice o las dije. Debo aceptarlo y lo acepto. Pero si los demás me vieran como cualquier otra persona, no se decepcionarían pensando que soy especial. Gracias al letrerito en mi frente, pensarán: “pobre tipo, está en reparaciones.”

Y, sí, esa es la pura vedad, estoy en reparaciones, como todos los seres humanos debemos estar. Puede que hagamos cosas muy buenas y meritorias que nos procuren alabanzas de otros. Sin embargo,  estos ejercicios no tienen nada que ver con el hecho de que todos necesitamos seguir superándonos como hombres, mujeres, madres o padres, esposas o esposos y como personas.

Un dicho popular reza: “el pillo juzga por su condición.” Y lo que intenta decir es que las personas tenemos la tendencia de mirar y juzgar según lo que nosotros mismos somos en nuestro corazón. Aquel mira y juzga a través de lo que es y de su propio punto de vista. De hecho, hay otro dicho que dice: “Las cosas son según el color del cristial con que se miran.”  Al mirar por ese cristal muy personal, suelen ver lo que están predispuestos a ver.  Yo reconozco que es así, el problema es que la gente que mira a uno, por su propio cristal, resulta ser muy dura con los demás y muy blanda con ellos mismos. Sin embargo, si lleváramos ese letrerito mencionado ya, en la frente, la gente comprendería que estamos tratando de ser mejores, que no estamos satisfechos con ser como somos y que estamos luchando duro para superarnos… ¡llevar el letrerito en la frente lo facilitaría un montón!

Por otra parte, todos nosotros conocemos personas que ya se cree superada, reparada, exitosa y pulida. ¡Benditos ellos! Se pueden creer gran cosa pero es que se miran al espejo con los cristales que ellos mismos se ponen para verse superiores a los demás. ¡Hum!… creo que el letrerito famoso debe estar disponible para regalar, pues tendríamos a varios en la lista de los “necesitados de nuevos cristales” ¿no es cierto? Sí, algunos creen que ya aprendieron todo lo que se puede aprender de la vida y de la gente, ¡se equivocan!

Por lo general, parece que al final,  los que necesitamos letreritos somos, entre otros:

  • Los llenitos
  • Los que tenemos pensamientos negativos
  • Los que no sabemos qué hacer con la vida
  • Los que tenemos problemas
  • Los entrados en años
  • Los que vivimos solos
  • Los enfermos
  • Los que somos feos
  • Los que somos torpes etc. etc. etc.

El letrerito nos salvaría del empujón, de la crítica mordaz, de la burla, del desprecio, del desamor, del abandono de los amigos, del silencio de sus hijos, del descrédito, de la falta de tolerancia y del agobio que puede producirnos la soledad.  Con el letrerito en la frente, la gente sería más paciente, más comprensiva, más amorosa, menos exigente. La gente nos vería con mejores ojos, disposición y actitud.

La verdad es que tu y yo podemos ver a otro ser humano y ver muy poco de lo que realmente es esa persona. Puede llevar un traje de lino o unos harapos, pero lo que esa persona es por dentro, eso nadie lo puede ver.  Pero, como el cristal con el que miramos es del color con el que querramos ver a los demás, es muy probable que nos confundamos y lleguemos a ver solo las apariencias. Fijarnos en las apariencias es peligroso, imprudente y falto de sabiduría.

La moraleja, sin importar el color del cristal con que se mira, es esta: aprendamos a ser más pacientes y a tratar de entender a los demás. Aprendamos a juzgar menos recordando que la mayoría de la gente buena no está contenta con ser como es.

Amemos más y mejor al prójimo y tratemos de evitar ponernos esos cristales caprichosos con los que estamos acostumbrados a ver y medir a nuestro prójimo. Si lo hacemos, es muy probable que aprendamos a querer a la gente más y mejor.

No podemos leer el corazón de nadie, de hecho, hasta el mismo propio corazón es difícil de entender. Si nos decidimos a juzgar menos, ganaremos más amigos y disfrutaremos del afecto y el respeto de los demás. No estaremos tan ansiosos de dar consejos y más resueltos a dar abrazos. Sembraremos menos dudas y más esperanzas. Seremos menos exigentes y como consecuencia seremos personas más alegres.

De todas formas, en caso de necesidad, podemos fabricar uno de esos letreritos que ayude a los demás a comprender que somos simplemente seres humanos, comunes y corrientes. ¿Recuerda lo que debe decir? “perdonen los inconvenientes, estoy en reparaciónes.”

 

 

 

 

 

 

 

Hablemos de valores: -la actitud.

Se ha dicho que la diferencia, entre un buen día y un mal día es, nuestra actitud. ¿Es realmente tan importante la actitud que tengamos hacia la vida? Lo es. De hecho la actitud es como un cristal con el que miramos al mundo exterior. Es nuestra visión externa que depende de lo que vemos en nuestro interior. Y eso, amigo mío, sin importar todo lo malo o bueno que nos pase durante una jornada. La pura verdad es, que solo se necesita una persona para cambiarlo todo, TU. Sí, nosotros mismos tenemos el poder de convertir una trampa en una lección y un obstáculo en un reto que superar.

Es verdad que encontramos puertas cerradas por todas partes, pero eso no debe quitarnos las ganas de seguir tocando. Es verdad que faltan sonrisas en el mundo pero, la nuestra no debe apagarse. Hagamos que nuestra sonrisa cambie a la gente, mientras no permitimos que la gente, cambie nuestra sonrisa. Sonreímos por lo que sentimos por dentro, no por lo que vemos afuera. Recordemos: la actitud nos inspira para seguir adelante o nos frena para que nos rindamos por cobardía sin siquiera intentarlo.

Una actitud negativa hacia las cosas que nos pasan, no solo nos hacen daño emocional por la mala perspectiva que nos ofrece, sino que incluso, nos hacen daño físico. El sistema inmunológico se perjudica cuando estamos bajo la ansiedad y el estrés nervioso y otra vez, esto se debe a la manera deficiente y negativa en la que estamos dirigiendo nuestros pensamientos. Debemos reconocer que cada célula de nuestro cuerpo reacciona a lo que piensa nuestra mente. Esto es un hecho comprobado. Y no es difícil probarlo. ¿No es cierto que cuando nos deprimimos o entristecemos nos enfermamos con mayor facilidad? Conozco bien a alguien a quien mi esposa y yo, amamos muchísimo y cada vez que le da un catarro, sabemos que algo pasa en su mente, que alguna lucha tiene que vencer. Es probable que algo parecido también te pase a ti. La mente puede curar o enfermar el cuerpo.

Sí, estemos conscientes de ello o no, nuestros pensamientos van a afectar nuestra calidad de vida. Nuestra calidad de vida nunca excederá la calidad de nuestros pensamientos. Sin embargo, hay una manera de revertir el proceso de desgaste. Es este: cambia tus pensamientos y va a cambiar tu vida. Inténtalo por 72 horas y vas a dormir mejor, vas a respirar mejor y vas a ver con distinto color lo que te rodea. Si estás enfermo, vas a sentirte mejor. 

Te presento dos ideas breves.

  1. Cada vez que un pensamiento negativo se asome a tu mente, mátalo con igual pensamiento, esta vez, positivo.
  2. Pídele a tu cónyuge o a un amigo cercano que te avise cuando estés haciendo un comentario negativo de algo o de alguien. En ese momento cámbialo por positivo. ¿No ves nada positivo? ¡Ese es el problema! ¡Búscalo!

Los seres humanos, muchas veces, sufrimos más por lo que pensamos que por lo que en realidad está sucediéndonos. Sin embargo, con cada día que vivimos se nos ofrece una oportunidad para llenarlo de sentimientos y pensamientos sanos que nos ayuden y con los que podamos ayudar a otros. Recordemos que la felicidad no es un destino sino un camino por el que la persona de buena actitud va caminando. Ni tu ni yo podemos cambiar el mundo pero sí podemos tratar de cambiar la actitud de los que nos rodean, ya sea en nuestro hogar o el lugar donde estudiamos o trabajamos.

Dos cosas son vitales para tener éxito en mantener una actitud favorable aún en situaciones duras. Son estas dos: Cuidemos nuestros pensamientos, especialmente cuando estemos a solas. Y la segunda es: Cuidemos nuestras palabras, cuando estemos con otras personas. Nuestra actitud tiene que ver con lo que sentimos, no con lo que nos rodea. 

Hagamos un ejercicio de prueba. Con este ejercicio breve, puedo probarte algo que te sorprenderá. Puedo con solo una pregunta hacer que te des cuenta de lo importante que puede ser tu actitud frente a la vida. ¿Estás listo(a)?

  1. Quiero que pienses en alguien que, no está presente en tu vida ahora, pero hacia quién has sentido mucho, mucho amor.
  2. Ahora quiero que contestes esta pregunta: ¿Has dejado de amarle?

¿Cómo es posible eso? ¿Cómo es posible que si alguien no está ya contigo no hayas dejado de amarle?

Es, porque la ausencia no conduce al olvido. Aún cuando alguien no está presente, en nuestra mente lo está. No se desluce nuestro amor y somos incapaces de olvidarle. En realidad, se debe a nuestra actitud. Tu actitud mantiene viva, no solo a la persona, sino el amor que sientes por ella. Eso no es solo cierto de Dios, es también cierto de los seres humanos creados a su imagen.

Sí, sin temor a equivocarnos, la actitud es un valor importante para ser personas felices, sanas y equilibradas. Todos, en algún momento de la vida tenemos que trabajar con nuestra actitud hacia las personas con las que convivimos o incluso hacia nosotros mismos. No hay que desanimarse. Es cuestión de pausar, meditar y reenfocarnos, cambiando el cristal con el que estábamos mirando las cosas. Esa buena disposición mental, abrirá las puertas para que desarrolles otras buenas y mejores actitudes. ¡Adelante!

 

¿Qué te pareció el examen? ¿Te ayudó? Si te gustó, por favor, déjame saberlo y dale un ‘LIKE” a KomoSabe.

Hablemos de valores: -el equilibrio.

Nos gusta hacer muchas cosas a la vez. Hubo un tiempo en que no nos gustaba, pero, la vida se nos ha complicado y, de repente, hemos descubierto que sí es posible hacer muchas cosas a la vez y eso ha llegado a gustarnos.  Corremos para aquí y luego corremos para allá. La adrenalina corre abundantemente por las venas y llegamos a creer que dentro de nosotros parece vivir una criatura que nos posee y que, de alguna forma, nos suministra la energía que necesitamos para no detener nuestro ritmo de vida. Un ritmo que ha llegado a ser insalubre, porque ha dejado de ser equilibrado.

¿Qué queremos decir por equilibrio? Nos referimos a la armonía entre diversas responsabilidades y deberes. Esto implica ser sensatos en nuestras acciones diarias, las que tienen que ver con nuestro trabajo y en las que tienen que ver con nuestras emociones. Ser equilibrados implica no llegar a los extremos sino ser mesurados en las actividades diarias, tanto en las personales como en las que tienen que ver con proveer para los miembros de nuestra casa.

¿Cuáles son los beneficios de ser equilibrados? La persona equilibrada logra disfrutar la vida y es más saludable y feliz. No va a lograr todo lo que quiere, todos los días pero por lo general podrá disfrutar de las cosas más valiosas e importantes para él y para los suyos. Repasemos cinco sugerencias que nos pueden ayudar a mantener nuestro equilibrio mental y emocional.

1. APROVECHA BIEN TUS HORAS DE TRABAJO.

Un dicho español reza: “A Dios orando y con el mazo, dando”. No le podemos dejar toda la carga a Dios, El nos ayuda, eso sin dudarlo, pero, es a nosotros a quienes nos corresponde el esfuerzo. Si aprovechamos bien las ocho horas de trabajo, vamos a mantener el equilibrio y nuestro patrono nos verá como personas trabajadoras. Si perdemos tiempo en cosas que no tienen que ver con lo que se espera que hagamos, vamos a tener que dedicar tiempo extra en efectuar lo que es debido. Por lo tanto, el equilibrado evita distracciones en el trabajo. Si llegamos tarde, nos ponemos a contestar mensajes de texto, llamamos a amigos o holgazaneamos con compañeros de trabajo, ese desequilibrio nos puede costar la confianza del patrono y hasta perder nuestro empleo. Debemos enfocarnos en nuestro trabajo durante esas ocho horas diarias. Lo exhige el equilibrio.

2. ESCUCHA A TU CÓNYUGE.

Si somos humildes de mente podremos aprender mucho de nosotros mismos si nos tomamos el tiempo para preguntarle a nuestro cónyuge cómo nos vé en esto de ser equilibrados. Nuestro esposo o esposa nos conoce bien. No busca hacernos daño sino ayudarnos, pues nos ama . ¿Le parece a él o a ella que actuamos con mesura en las facetas familiares, profesionales y personales? ¿Observa tu cónyuge un exceso que puede perjudicarte o que ya te está perjudicando? En vez de tratar de callar lo que piensa la otra mitad de la naranja, debemos escuchar. Luego de eso, debemos meditar en lo que se nos ha dicho y tomar decisiones para mejorar nuestro equilibrio personal o profesional. Eso nos conviene.

3. ESCUCHA A TU CUERPO.

Aveces las amas de casa reconocen que se desequilibran con los trabajos de la casa. Algunas, por tratar de hacer demasiado y otras por no hacer lo que deben hacer. Sin embargo, lo que les sucede a ellas nos puede suceder a todos. Por tal razón, es interesante considerar lo que nos está diciendo nuestro cuerpo. De seguro el cuerpo va a reaccionar cuando lo hemos utilizado en exceso, o cuando no lo utilizamos del todo, ¿no es cierto? Se nos van a presentar dolores y fatiga por los excesos o desgano y vagancia por el poco uso de los músculos. El cuerpo envía sus mensajes pero nosotros debemos escucharlos. En algunos casos es mejor descansar por un tiempo razonable hasta recuperar el equilibrio. O, envolvernos en alguna actividad que nos apasione para que el cuerpo y la mente se active.

Puede que el cuerpo nos digo que nos hace falta una dieta o un poco más de control con las bebidas. ¿Estamos consumiendo exceso de comida chatarra? Puede que veamos demasiada televisión o estemos frente al computador demasiado tiempo. ¡Escuchemos a nuestro cuerpo porque tal vez está diciéndonos algo sobre el desequilibrio!

4. ESCUCHA A TUS HIJOS.

No pocos padres y madres reconocen que han dicho a sus hijos -“espera un segundo y te atiendo” y ese segundo se convirtió en horas de desatención. Eso es un ejemplo claro de cómo el desequilibrarnos puede afectar la relación que tengamos con nuestros hijos, y al final, con nuestra familia en general. Si hay que ser equilibrados para lo seglar, también hay que serlo para los asuntos familiares. Todos tenemos la misma cantidad de tiempo en un día pero la persona desequilibrada no puede distinguir con claridad cómo lo pierde. Si lo estamos usando donde cae por un hueco sin fondo, eso no es bueno, ni es equilibrado.

El consejo es: ¡Escucha a tus hijos! Según sus edades así serán sus necesidades emocionales. El tiempo que no dediquemos a ellos ahora, lo tendremos que dedicar, con dolores, más adelante. ¿Pudiéramos escucharlos más a menudo?

5. “EL QUE MUCHO ABARCA POCO APRIETA”.

Seguramente has escuchado ese dicho castellano. Es cierto. Cuando tratamos de hacer muchas cosas, cubrir muchas facetas, vamos a enfrentar problemas. Tal vez sean de salud, tal vez los hijos se sientan echados a un lado y la esposa decepcionada. Si queremos hacer más de lo que podemos, algo se va a perjudicar. Quizás estamos bajado la calidad de lo que hacemos. Tal vez estamos perdiéndo el amor por lo que hacemos ya que ahora todo lo que nos preocupa es la cantidad, no la calidad.

Ser equilibrado en estos tiempos de cambios, no es fácil. Sin embargo, es posible. No olvidemos que la vida es solo un conjunto de horas, días, semanas, meses y años. Cuando venimos a abrir los ojos, ya se nos fue el tiempo para dedicarlo a nuestros hijos, a nuestra esposa, o incluso a  nuestro trabajo. Esforcémonos para lograr poner cada cosa en su lugar y ser más equilibrados en el uso de nuestro tiempo. Si lo hacemos no solo viviremos, sino que, mejor aún, ¡disfrutaremos más la vida!

 

Hablemos de valores: -la paciencia.

Un dicho popular dice: “tiempo al tiempo, todo llega en su momento” y es completamente veraz. Lo difícil es esperar. Y vivimos en la generación que odia esperar. Casi, casi la palabra “esperar” se va convirtiendo en una mala palabra. La industria de la comida rápida es una de las más florecientes porque encierra el ingrediente preferido: la velocidad. Solamente McDonalds sobrepasa los 44 mil millones de dólares en ventas anuales gracias a este ingrediente. ¿No te dice eso algo? Mientras más pronto, mejor.

Este otro dicho dice: “cuando fuiste martillo no tuviste clemencia. Ahora que eres yunque, ten paciencia.” Aún cuando no hemos acostumbrado a ejercerla, hoy y ahora es el mejor momento para irla cultivando. La paciencia, aunque parezca fuera de moda, deberá ser parte enriquecedora de nuestra personalidad, pues es uno de los valores que debemos ganar. Como veremos, ser pacientes nos ahorrará problemas y nos será de mucho valor, si nos resolvemos a desarrollarla. Repasemos, brevemente, algunos beneficios de ejercer paciencia.

Nos ayuda a cultivar humildad mental.

La persona paciente aprende a esperar y a comprender que otros también tienen derechos. Evita que seamos personas que solo piensan en sus derechos. Nos ayuda a ser razonables y menos exigentes. Contribuye a que seamos personas más tolerantes, no solo hacia otros sino también hacia nosotros mismos y hacia nuestros propios puntos de vista. Aunque de repente uno no lo percibe, la persona impaciente se coloca en una posición intransigente de orgullo y rebeldía sobre los demás, lo que no le beneficia para nada.

Nos ayuda a tomar mejores decisiones.

Todo tiene su tiempo, como lo muestra el dicho citado arriba. Si deseas comer plátanos debes esperar un año. Si son aguacates, tal vez, cinco. Si estás embarazada, son nueve meses de espera. Puedes impacientarte pero no adelantarás para nada el proceso. No solo debemos saber estas cosas, sino que también, debemos comprenderlas con la razón. Esta es la única forma en que vamos a evitar tomar decisiones apresuradas que nos roben la paz mental y emocional.

La chica que desea casarse tendrá que escuchar de su madre el consejo: “espera, hija”. El muchacho que quiere manejar un automóvil, tendrá que escuchar del padre: “espera, hijo” y como cualquiera, en cualquier parte del planeta, debemos aprender a esperar. Acelerar el proceso nos va a llevar a consecuencias negativas. No se puede apresurar lo que tiene su tiempo.

Si alguna vez pensamos que no existe beneficio alguno en la paciencia, nos equivocamos. La paciencia es, incluso, una cualidad divina manifiesta en las cosas creadas, como el amanecer, la puesta del sol y las estaciones del año. Si deseamos aprender a tocar un instrumento musical, sabemos que no saldremos tocando una melodía desde la primera clase, ¿no es cierto? Para llegar a dominar el instrumento se requiere estudio, tiempo y paciencia. Se ve en el crecimiento de las frutas y en el desarrollo de todos los seres vivos. En vez de impacientarnos aprovechemos las enseñanzas que nos ofrece la misma creación sobre esa hermosa cualidad divina de la paciencia.

Nos ayuda a trabajar mejor en equipo.

Cualquier tarea que implique trabajo con un grupo de personas va a requerir de nosotros mucha paciencia. En el equipo de trabajo todos tienen distintas capacidades y habilidades, pero, la paciencia nos ayudará a comprobar que no todos podemos hacer las cosas al mismo tiempo ni con la misma precisión. La impaciencia es el veneno del trabajo en grupo y su ausencia lo hará todo mucho más difícil y mucho más retador.

La falta de paciencia nos enferma. 

El impaciente va en el carril expreso al estrés. Cuando uno se estresa su presión sanguínea cambia y el sistema nervioso central se perjudica. El estrés, dentro del círculo del trabajo nos ocasionará complicaciones con nuestros compañeros y en el hogar con los miembros de nuestra familia.

Sin embargo, no solo nos enferma nuestra falta de paciencia. La falta de paciencia de otros es igualmente dañina y también debemos esforzarnos por manejarla de tal forma que no nos haga daño. El otro día, mi esposa estaba haciendo la línea para comprar unas cuantas cosas en el supermercado, cuando, al señor frente a ella, le sonó el teléfono, justo cuando la cajera iba contabilizando su compra. La cajera terminó su trabajo pero el señor seguía hablando por teléfono como si nadie estuviera esperando. La cajera muy amable esperó, sin decir palabra. Mi esposa igualmente. Unos cinco minutos más tarde el señor terminó de hablar y pagó su compra. Aunque no sucedió nada indebido, por su conducta, esta persona puso a prueba la paciencia de la empleada y de los que esperában su turno en la línea. Este tipo de conducta es inapropiada y de seguro puede provocar situaciones que pudieron haberse evitado con un poco de cortesía y respeto por los demás. No cabe duda de que lo que otros hagan puede poner a prueba nuestra paciencia. 

Es muy probable que si nos damos cuenta de que vamos por el camino equivocado, y vamos a perder la paciencia, logremos reaccionar a tiempo para evitar un desastre. Si tu y yo no nos damos cuenta, y dejamos que la impaciencia tome el timón de nuestra mente, y de nuestra lengua, los malos resultados no se harán esperar. 

Repasemos TRES sugerencias que nos ayuden a evitar el estrés y/o perder la paciencia.

  1. Reacciona a lo que te sucede.Si nos percatamos de que la impaciencia va cobrando terreno en nuestra persona debemos actuar a tiempo. Para empezar debemos cerrar la boca y no despotricar palabras hirientes.  Hay una desgraciada sincronía entre la impaciencia y lo que la boca puede hacer, transmitir palabras inapropiadas que resulten ser como dagas afiladas.
  2. Acto seguido, debemos examinar qué exactamente nos está perturbando y actuar de forma asertiva a la situación. ¿Podemos ayudar a la persona que provoca nuestra impaciencia? ¿Podemos ayudar a nuestra esposa o hijos en esa tarea que nos lleva a explotar? Dar una mano es una muestra de interés personal que no viene nada mal en estos tiempos y puede ayudarnos muchísimo para aliviar nuestro estrés producto de la impaciencia. Hay que reconocer que ciertas acciones nos pueden llevar a perder la paciencia. Tal vez podemos intervenir, para ayudar a quien la provoca, y evitarnos un disgusto.
  3. Trata de llenar tu tiempo con otros pensamientos mientras, por ejemplo, estás esperando un turno o estás en una fila que parece interminable. Muchos de nosotros tenemos tabletas o teléfonos inteligentes. Pues este es el momento de ponernos a jugar ese jueguito al que no podemos darle atención porque estamos muy ocupados. Fíjate cómo los jóvenes escuchan radio o envían mensajes de texto. Pues a decir verdad, llenan el tiempo y eso es lo que tu necesitas hacer en ese momento. Otra alternativa es ponerte a leer algo. No es por nada que las oficinas médicas, del gobierno y otras, siempre tienen algo que podamos leer para pasar el tiempo y desviar la mente en otra cosa que no sea en el ejercicio de tener que esperar. Si practicamos estas cosas, veremos que conservamos mejor humor y nuestro turno llegará más pronto. Pero si lo único que hacemos es “esperar” recordemos el famoso dicho: “el que espera, desespera.”

Un punto que no quiero pasar por alto es que debemos tomar en consideración el resultado final de nuestra paciencia. Tarde o temprano alcanzaremos lo que deseamos. Si nos enfocamos en eso que llegará, podremos esperar con mejor disposición y hasta con alegría. Por otro lado, la impaciencia no nos permite disfrutar el resultado final, pues para el impaciente ¡todo llega tarde!

El valor de un “mentor”.

Un “mentor” es la persona de más experiencia que nos ofrece voluntariamente su guía y consejo. Puede ser que nos ayude tanto en el aspecto profesional como en el personal. Es ese alguien especial que encontramos cerca de nuestro corazón, con el que podemos identificarnos y por quien sentimos cierta admiración y respeto. Confiamos en el consejo de nuestro mentor, de manera que con él o con ella, podemos tratar cualquier tema en cualquier momento.

El mentor no tiene que ser un familiar pero pudiera serlo. Sin embargo, en muchas ocasiones resulta ser un amigo mayor, un compañero de traabajo o un maestro.  Debemos puntualizar que la selección de un mentor no depende exclusivamente de nosotros. Es un camino de vía doble. La persona que seleccionamos tiene que desear aceptarnos como tal pues, no hay que olvidar, que asume ciertas responsabilidades. Debe haber compatibilidad de carácter, por lo que el mentor mismo es quien decide si nos acepta como “protégé” o no. Es inapropiado forzar esta relación de mutua confianza, que no siempre se logra con conocer a nuestro mentor en perspectiva por algún tiempo. Con el tiempo y la confiaza mutua fortalecida, el mentor será la persona que nos guie por el camino en esos momentos de decisiones, dudas y fracasos dolorosos. Pero ¿de dónde viene la palabra o el concepto?

Como muchas otras, la palabra “mentor” viene del griego. La palabra se utiliza en la mitología griega. Méntor era hijo de Álcimo quien fuera un amigo íntimo del famoso Odiseo. En la Odisea al partir el héroe para Troya, encomendó al fiel Méntor sus intereses en Ítaka y la educación de su hijo Telémaco. De ahí la figura del mentor que nos acompaña en ciertas o varias etapas de nuestra vida. En algunos casos está presente por unos cuantos años, en otros casos, está presente durante toda la vida.

¿Conoces a alguien así? ¿Conoces a alguien al que pudieras llamar “mi mentor”? Si es así, eres una persona dichosa. Sabes que no tienes que tenerlo a tu lado para tener siempre acceso a esa persona. Sabes que el paso del tiempo o incluso el lugar geográfico en el que vivas, no cierra el camino hacia la persona que consideras tu mentor, y lo mismo sucede con el que se siente orgulloso de haberte ayudado en tus tiempos duros o difíciles. Una vez establecido el camino, la dinámica entre estos dos, mentor y “protégé” no cambia.

FORMAS EN LAS QUE NOS AYUDA UN MENTOR.

Establece metas junto a nosotros. Metas alcanzables y metas a corto y largo plazo. Comprende nuestras habilidades y conoce nuestras aptitudes de modo que puede darnos el ánimo oportuno. Jamás va a elevarnos más allá de lo razonable puesto que eso sería más negativo que positivo.  El mentor solo será valioso si nos ayuda a superarnos en la medida que conoce lo que podemos alcanzar. Cierto, confía en nosotros, pero no nos presiona al punto de que no podamos más.

Esto es importante debido a que nos conocemos demasiado bien y tendemos a “acomodarnos”. El mentor sabe si estamos haciendo esto y nos motivará a seguir adelante, paso a paso. Eso es muy valioso para la gran mayoría de nosotros que, en ocasiones, pudiéramos tener la tendencia a exagerar nuestra valía o, en otras ocasiones a minimizarla. Es difícil ser equilibrado con uno mismo por lo que el mentor puede sernos de gran valor.

Corrije nuestras tendencias auto destructivas. En ocasiones, puede suceder que nos sintamos frustrados por alguna situación fuera de nuestro control o una que no supimos manejar eficientemente. El consejero o mentor, puede detectar estas actitudes autodestructivas y colocarnos en el carril acertado. Nos conoce y tiene la franqueza necesaria para, sin ofendernos, ayudarnos a hacer la correcciones apropiadas. Estas no tienen que ser situaciones de carácter grave pero pueden ser lo suficientemente desequilibradas como para ser destructivas. Entre ellas pueden figurar, tener problemas con el horario, ser incumplidores de nuestra palabra, no saber vestirnos apropiadamente etc. etc.

Fortalece nuestras zonas fuertes. Muchos de nosotros no nos hemos dado cuenta de cuáles son nuestras zonas fuertes. El mentor las conoce y también sabe que no las estamos utilizando a nuestro máximo potencial. Por otra parte, en ocasiones pensamos que tenemos dones que en realidad no tenemos por lo que con paciencia el mentor pudiera ayudarnos a enfocarnos en otra dirección más provechosa para nosotros. La mutua confianza permite este tipo de dinámica.

Escucha. Si una facultad hace a un mentor alguien verdaderamente valioso en nuestra carrera o en nuestra vida espiritual es que es alguien que escucha. No siempre se nos hace fácil expresar lo que sentimos y tampoco lo es escuchar. Recordemos que escuchar no es estar frente a alguien dando una apariencia y soportando toda clase de disparates. Escuchar es un proceso de tener interés, de hacer preguntas, de hacer más preguntas y de ayudar a la persona a que ella misma llegue a las conclusiones apropiadas en su situación. El mentor nunca ejerce su autoridad sino que es el amigo que te ayuda a resolver, a conocerte y a meditar en las situaciones que te plantean problemas.

LO QUE NO HACE UN BUEN MENTOR.

Obtener beneficios peronales. Si el mentor va a obtener beneficios personales de su pupilo, entonces debes ejercer mucho cuidado con su consejo ya que tiene otras motivaciones que no se relacionan con tus mejores intereses.

Si bien el consejero puede elevar y motivar a una persona, también puede hacerle mucho daño. La envidia, el sarcasmo o el llevarle más allá de sus posibilidades, arruina y decepciona a aquel a quien se ha ayudado por años. Estas formas de abuso pueden darse con facilidad en el campo de los deportes pero pueden suceder igualmente en otros campos.

Cuando su consejo choca con tus valores. Ha sucedido que el pupilo y el consejero no tienen o no sienten lo mismo sobre determinados asuntos morales. No es apropiado que cedas a sus consejos ya que ceder a ellos chocaría con tu moral o los conceptos que para ti no son negociables. En ese momento debes ser claro y terminar la relación consejero/protegé. Continuar con ella puede serte arriesgado y peligroso. No temas tomar una decisión firme.

Tal vez, al leer este artículo, has pensado que tu no has tenido en tu vida ningún mentor en particular y que tampoco lo has necesitado. Es posible, igualmente, que sí hayas tenido la ventaja de tener cerca a personas que hay ocupado el lugar de mentores, en determinados momentos, aunque no los hayas identificado como tales.

Suele suceder que alguno de nuestros padres, amigos o miembros de tu comunidad espiritual, con los que has compartido momentos muy especiales hayan sido mentores apreciados en su momento. Para todos los efectos, ellos han hecho el papel del cual hablamos en este artículo. Estoy seguro de que estos han ejercido y ejercen una importante influencia en tu vida.  Si fueron valiosos para tu desarrollo, sentirás que son amigos verdaderos en los que puedes confiar cualquier sentimiento o problema, sin importar dónde estén ahora o el tiempo que haya pasado.

Vivir sin tener a alguien especial cerca, es más difícil. Vivir sin tener un hombro sobre el que llorar, es más duro. Vivir sin un consejero es posible, pero es más complicado.

 

 

Eso que llaman “depresión.”

Estás en un cuarto totalmente oscuro. Buscas una salida pero no la encuentras. No sabes ni la hora ni el día que es. Finalmente encuentras la puerta y desesperadamente la abres, solo para hallar otra habitación totalmente oscura. Ese ciclo se repite vez tras vez, al punto en que ya no te interesa ni te importa abrir otra puerta porque sabes perfectamente lo que te espera. A eso le llaman depresión.

Para algunos, la depresión es la enfermedad del siglo XXI, para otros es el negocio del siglo. Dos visiones opuestas, pero tristes, de la realidad que viven afectadas millones de personas, 350 millones, que en demasiadas ocasiones son incomprendidas, que cargan un madero de tormento invisible pero muy real y presente para ellos. Tome nota de lo que señala “La Nación” de Costa Rica, en su editorial del 2 de septiembre de 2014: La depresión no es una enfermedad silenciosa, pero permanece en el silencio. Quien la padece sufre dos veces: por la dolencia en sí misma y por la incomprensión de la sociedad, incluso de su entorno inmediato. El suicidio del actor Robin Williams, que alcanzó resonancia internacional, así como recientes casos en Costa Rica, que no por tratarse de seres comunes y corrientes son muertes menos dramáticas, muestran la extensión y gravedad del problema. La frase “La depresión está de moda” se lee a menudo en redes sociales, escrita con ligereza, y refiriéndose a un mal que padecen más de 350 millones de personas en el mundo. Aunque superficialmente se confunde con la tristeza ocasional, los estados de ánimo y los efectos del estrés, se trata de la principal causa de incapacidad en el siglo XXI y la primera enfermedad entre adolescente.”

La revista virtual “Fundación Melior” dice: “En la sociedad actual, la gente tiene muchos motivos para deprimirse —una pérdida, como la muerte de un familiar, el desempleo, la precariedad o la soledad—. El problema es que estas situaciones emocionales, que hasta no hace mucho se catalogaban como simples estados pasajeros de ánimo, hoy se consideran enfermedades medicables, de ahí que las estadísticas reflejan un considerable aumento del porcentaje de personas que son calificadas de depresivas.”

Lo que sucede hoy es que esta enfermedad ha adquirido fuerza y gravedad desconocidas para otras generaciones. En vez de usar té de tilo, de camomila o quedarnos en casa durmiendo, para calmar la ansiedad que producen los problemas de la vida, en nuestra generación la enfermedad de la depresión se medica y agrava día por día.  Aunque sean pertinentes y necesarios, a menudo los medicamentos pueden agravar a algunos pacientes y hasta ser el gatillo que dispara otros males.

No podemos decir a un diabético que elimine la insulina ni podemos decir a un enfermo de corazón que deje de tomar Krestor. Estos medicamentos, aunque tengan contraindicaciones son una forma de combatir o nivelar una condición. De modo que no podemos ser simplistas y decir que el enfermo de depresión debe dejar los medicamentos. El hecho de que se haya convertido en un negocio mundial no elimina la necesidad de algún control médico que pueda ayudar al paciente a funcionar lo mejor posible dentro de su condición.

La revista “Diario Femenino” dice: “Lógicamente los síntomas de la depresión necesitan un tiempo para desarrollarse. Un tiempo durante el cual, la persona que lo sufre empieza a experimentar cambios progresivos en su comportamiento, cada vez con menos ganas, cada vez con menos ilusión y cada vez con menos fuerza. Unos cambios que tampoco pasan desapercibidos a quienes les rodean. Sin embargo, la idea general es que esa persona se está “dejando”, que no pone voluntad, que es débil, que no es capaz y hasta que es una vaga. Y es que ese estado de apatía producto de la depresión genera mucha incomprensión. No se comprende cómo una persona activa, con todo a su favor para ser feliz se ha dejado hasta tal punto que ha perdido las ganas de vivir.”

De modo que para colmo de males, la persona con depresión es capaz de percibir que la gente no cree que están enfermos sino que padecen de una enfermedad voluntaria y caprichosa. Yo mismo he escuchado comentarios como los siguientes: “no quiere curarse”; “solo busca atención”; “lo que sucede es que no quiere trabajar.”

Poco a poco, el enfermo va concluyendo que no vale nada y que, por lo tanto, la vida no vale la pena vivirse. El deprimido, lucha, TODOS LOS DÍAS, no con la idea de si vale la pena vivir, sino que, se convence de que NO DEBE ESTAR VIVO.

Usted y yo podemos determinar, en muchas ocasiones, por qué tenemos una mala digestión o por qué nos duele un brazo. Tal vez comimos fuera de hora o tomamos alimentos muy pesados. Puede ser que pulimos el auto y ahora sentimos el brazo resentido. Sin embargo, el enfermo de depresión, en muchas ocasiones, no sabe por qué está deprimido. Otras personas pueden verle como un mal agradecido y el mismo deprimido se siente ser un mal agradecido porque tampoco comprende la causa de su enfermedad. Esto crea un peso enorme sobre sí mismo que le tortura día a día.

Una chica que padece de esta enfermedad dejó su médico porque, en cada visita, éste le decía “¡que bien te ves!.”  Aunque no era la intensión del terapeuta hacerle daño, ella lo veía como un comentario de “no te creo para nada que estás enferma.” Llegó al punto de explotar y abandonar el tratamiento. Esta experiencia de la vida real ilustra que el deprimido experimenta una situación compleja y profunda que no puede aliviarse con un comentario superficial que pretenda animarle.

¿CÓMO AYUDAR A UN FAMILIAR DEPRIMIDO?

Tómalo como una enfermedad real, seria. Recuerda que lucha por su vida, cada día. No ofrezcas comentarios huecos sin sentido y no le envíes mensajes que pudiera interpretar como flechas encendidas. A continuación te ofrezco algunos puntos en los que puedes pensar si tienes un familiar con depresión severa.

  1. Asegúrate de llegar donde un profesional de la salud que no sea un comerciante interesado solo en dar medicamentos al enfermo. El enfermo necesita galenos que de verdad se interesen en su salud y que puedan entender su condición.
  2. Supervisa los medicamentos que tome el enfermo. No solo sus horarios y dosis sino también cuidarse de no dejar que el deprimido sea el que controle los medicamentos. Si permites eso, puede ser que un día decida tomarlos todos de una vez.
  3. Trata de detectar a UN MIEMBRO de la familia que tenga la paciencia de darle apoyo emocional al enfermo. Sin embargo no debe ser uno al que fácilmente le pueda decir “no” sino uno con el que se sienta comprometido. Uno que esté dispuesto a escucharle y que sea fuerte en sentido emocional para que le ofrezca dirección AMOROSA pero FIRME al enfermo.

¿QUÉ PUEDE AYUDAR A UN ENFERMO DE DEPRESIÓN A MEJORAR?

  1. Aprende a vivir un día a la vez. Cada día tiene sus propios afanes y retos. No te preocupes por mañana. Atiende los asuntos del día. Aunque esto no es fácil, es una medicina que ayuda al paciente de depresión.
  2. Haz todo lo que puedas por los que amas. Dárte en mente y corazón a favor de los que amas, te darán HOY las fuerzas para vivir. Pensar que tu esposo, tus hijos o tus padres te necesitan te motivará.
  3. Tu no escogiste tu enfermedad. No eres culpable de nada. Tu debes enfrentar tu porción sin tratar de buscar explicaciones o culpables.
  4. Acéptate. Tienes una enfermedad real pero no estás solo en tu lucha. Toma tus medicamentos. Descansa, acepta las distintas etapas de la enfermedad.
  5. Envuélvete en alguna atctividad que te apasione. Para algunos pudiera ser nadar, jugar pelota, montar bici, leer, lo que sea que te provea un escape y una actividad positiva que te provea un poco de energía emocional.
  6. Si te gustan las mascotas, he visto que a un buen número de amigos con depresión, sus mascotas han secado sus lágrimas. Considéralo como una opción.

La depresión es capaz de convertir a un ser humano en un zombi sin dirección que vaga de un lugar a otro sin importarle si vive o muere. Es indiferente a lo que a otra persona le pudiera provocar ilusión. Puede reír ahora y llorar amargamente diez minutos más tarde sin saber qué ha sucedido. Vive una montaña rusa de emociones POR DENTRO, en su mente, que ninguna otra persona pueda siquiera imaginar.

Es menester ser paciente, muy paciente con una persona enferma de depresión y, a la vez, es importantísimo ser amoroso. Permítale hacerse útil, cuando pueda ser útil, sin esperar que lleve un horario regular y permanente porque simplemente no podrá alcanzarlo. Jamás le incrimine haciéndole pensar que es su culpa. Tenga cuidado de no discriminar ni minimizar su desempeño ni tampoco comparalo. En multitud de ocasiones se puede ver una línea hereditaria de modo que no hay por qué buscar culpables.

Los problemas y desordenes mentales no solo son difíciles de tratar y comprender por los laicos en el tema sino que lo son también para los que estudian el cerebro humano. La ciencia reconoce que sabe muy poco del cerebro y lo que se sabe no es suficiente para crear un protocolo de tratamiento efectivo en pacientes de depresión crónica.

La depresión puede ser pasajera o podría durar mucho tiempo, meses o años.  El enfermo tiene que aprender a vivir con ella. La familia también tiene que aprender a vivir con un miembro amado que vive con una condición incomprensible. Ese aprendizaje les será, a todos los implicados, muy valioso en ganar, poco a poco, la mejoría deseada.

Nos queda, por ahora, ser comprensivos, pacientes y amorosos con los que sepamos que padecen de esta terrible enfermedad. Seamos compasivos, no prejuzguemos, y a la vez seamos activos en ayudar a los deprimidos, especialmente a los que tengamos cerca. Aprendamos a darles el espacio y a la vez la atención que necesitan para trabajar día a día con eso que conocemos como la depresión crónica.

¿Qué haces con tu dinero?

¡Ya lo sé! Es una pregunta personal, muy personal. La ventaja de no tenerte frente a mi y tener solo la pantalla del computador, me ayuda a plantear la pregunta, sin temor a que te ofendas. Es la ventaja de escribir… es diferente hablar frente a frente. Si te hiciera la pregunta frente a frente tendría yo que tener una muy poderosa razón y nervios listos para esperar cualquier respuesta, ¿cierto? Pero como es el caso, te pregunto, por medio de las letras, ¿qué haces con el dinero?

Dices: ¡GASTARLO!

Claro está que si el dinero no se gasta, no se disfruta. No debemos ser como la tirilla cómica de Rico MacPato, ¿la recuerdas? El tío se la pasaba guardando y contando cada céntimo. El avaro no gasta, pero tampoco vive. No hay que temer gastar dinero, lo que hay que temer es gastarlo inconscientemente, desperdiciándolo sin ninguna clase de contemplación ni mesura. Gastarlo así, es, asegurar nuestra pobreza de forma permanente.

Tampoco se puede gastar más de lo que ganamos. Si ganamos mil, pero gastamos mil cien, estaremos en problemas en poco tiempo. Te sugiero lo siguiente: Siéntate con una calculadora y una hoja de papel. Haz una “T” en la hoja y coloca a la izquierda lo que ganas, cuando digo lo que ganas me refiero a la cantidad de dinero con la que puedes contar. No incluyas todos los descuentos que hacen a tu cheque. Incluye también otros ingresos que tiene la familia por causa de rentas, etc. Pon la cantidad real de ingresos. Luego, a la derecha de la “T” describe tus gastos. Recuerda los conceptos más importantes como la renta, pago del auto, gasolina, seguros, escuela de los muchachos, tarjetas de crédito, alimentos y utilidades como el agua y la luz. ¿Qué descubres al comparar los ingresos contra los gastos? Si descubres que gastas más de lo que ganas, deberás hacer ajustes inmediatos. ¡Ajustarse los pantalones es mejor que perderlos!

Hay zonas en las que podemos ahorrar cientos de dólares al año. Una de ellas es la ropa y los zapatos. ¿Cuántos zapatos tienes? Estoy seguro que más de los que necesitas. Cuando era niño mi mamá decía que necesitaba cuatro pares. Para salir: negros y carmelitas. Para andar en la casa: unas zandalias cómodas (ella no me dejaba andar descalzo) y finalmente, un par de tennis para todo lo demás.

Si eres valiente, vé a tu closet y cuenta los pares de zapatos que tienes. Incluye los tennis y las zandalias. ¡Busca bien! Te vas a sorprender. Pues, para empezar a ahorrar, usa todos estos zapatos que tienes antes de comprar pares nuevos, ¡aunque te los vendan a dos por uno! Termina de usar lo que tienes y vas a ahorrar cientos de dólares al año.

Ahora, ve al closet para contar, dije CONTAR, tus pantalones y camisas o tus blusas, faldas y trajes. ¡Andale, ve al closet y cuenta! Si terminas de usar lo que tienes, no necesitas comprar nada más. Un secreto: Si no compras en los próximos seis meses verás cómo van cambiando las cifras de tu “T”. Gastar menos implicará dinero en tu bolsillo o en tu cuenta de banco. ¡Hasta podrías irte de vacaciones!

Debes recordar esto: El dinero que ganas hoy lo vas a necesitar mañana. No lo desperdicies. Gástalo con mesura, no con locura, no importa cuánto dinero tengas ahora. Tenerlo hoy no significa tenerlo por siempre. Piensa en eso.

Dices: ¡GUARDARLO!

No pienses que guardar y guardar te garantiza dinero el día de mañana.  En cada generación sucede que el dinero pierde su valor. Hemos visto eso en nuestros países de origen. La moneda nacional, de un día para otro, deprecia. ¿Qué garantía tienes de que no vaya a depreciar el dólar estadounidense? En estos casos el poseer bienes raíces es una protección a tu dinero.

Si supieras que la moneda depreciará el próximo mes, estoy seguro de que lo pensarías dos veces antes de gastar por gastar o guardar por guardar. Pues, todos los economistas coinciden en que, el dólar perderá su fuerza. No es cuestión de si va a suceder o no, sucederá, pero no sabemos cuándo. Puede que si tienes mil guardados en el banco, se conviertan en quinientos. Guardaste para el “inglés” como decían en mi barrio. Además, aunque te parezca extraño, no siempre es fácil sacar el dinero que tengas en el banco, todo dependerá del contrato que hayas hecho. Si eres de los que guardan el dinero bajo el colchón, tienes la ventaja de verlo de cerca pero igualmente puedes verlo de lejos en un momento, porque, francamente, no es seguro tenerlo en casa.

Sea como sea, ante los eventos inesperados es importante tratar de evitar las deudas, guardar y gastar con mesura. Pensar bien las inversiones y los ahorros. Recordemos que vivimos en un mundo económicamente inestable, de modo que no hay estabilidad tampoco en los consejos de los economistas. El secreto es el equilibrio. Vivir lo mejor posible y disfrutar lo que se tenga sin endeudar nuestro futuro ni el de nuestros hijos es la mejor opción.

Dices: ¡INVERTIRLO!

Como no soy agente de bienes raíces ni inversionista de bitcoins, plata u oro, no tengo prejuicios ni intereses económicos para decir lo siguiente. Las inversiones tampoco son seguras. Ninguna. He visto inversiones en bienes raíces que han perdido su valor. He visto los bitcoins subir al cielo y bajar de súbito. He visto caer el valor de la plata y del oro. No hay inversión segura, excepto lo que tu mente se convenza de que es seguro. Si tu mente se convence de que lo que tienes está seguro, ¡felicidades! De todas formas te advierto que es solo una ilusión. No existe seguridad real. Lo real en cuanto a cualquier inversión es lo que al presente te pueda proveer.

La revista virtual “Economía para ti” dice: “Aunque el principal riesgo de cualquier inversión es la pérdida del capital, conviene saber cuáles son los factores que pueden provocar esas pérdidas y cómo evitarlos. Del mismo modo, es vital saber que existen productos financieros en los que las pérdidas pueden exceder el dinero invertido. Son productos derivados y apalancados.

Entender los riesgos reales de una inversión es clave para poder acotar algunos de estos factores que provocan las minusvalías. Bien es cierto que existen riesgos no sistemáticos (ajenos a los mercados) que sólo son evitables fuera del mismo, pero son factores totalmente impredecibles, como los atentados del 11-S. En todo caso, el baremo riesgo-beneficio es uno de los principales factores que debemos tener en cuenta a la hora de invertir.”

Un sabio reconocido, que tenía muchos recursos, escribió hace siglos: “¡Mira! La mejor cosa que yo mismo he visto, la cual es bella, es que uno coma y beba y vea el bien por todo su duro trabajo con el cual trabaja duro bajo el sol por el número de los días de su vida que el Dios [verdadero] le ha dado, porque esa es su porción.” -Ecl. 5:18.

Invierte, guarda y gasta hoy para bien de los tuyos y para no solo sobrevivir, sino para tambien… ¡vivir!

Tenga cuidado con los elogios.

A todos nos gusta que cuando hacemos un trabajo en el que hemos puesto nuestro mejor esfuerzo, otros lo noten y nos elogien. Los elogios pueden hacernos mucho bien. ¿Por qué nos gustan los elogios?  Veamos primero la definición que nos ofrece La Real Academia de la Lengua Española. Lo define como “la alabanza de las cualidades y méritos de alguien o de algo.”  Nos sentimos recompensados cuando alguien nos alaba, nos encomia o nos felicita por algo bien dicho o hecho. Sin embargo, hay que reconocer que los elogios también pueden hacernos mucho mal, mucho daño. Permítanme explicar.

En ocasiones se ofrecen elogios debido a que ocupamos una posición de autoridad. 

Aunque tal vez no lo pensamos, debemos reconocer que algunos elogios no se dan porque hayamos hecho un buen trabajo sino por otras razones. Meditemos unos minutos sobre este asunto.

A muchas personas les gusta elogiar a los que tienen alguna autoridad, sea real o imaginaria. Estos elogios son “obligatorios” y se toman como señal de reconocimiento a la autoridad. Algunos sienten que establecen un área común agradable y pacífica entre la persona de autoridad y el que los elogia. Pero ¿Son esos elogios reales y sinceros?

Es difícil criticar a alguien con autoridad o decirle que su trabajo fue mediocre, aunque lo haya sido. Si la persona tiene autoridad, muchos van a felicitarlo no importa el disparate que haya dicho o lo mal que haya presentado su trabajo. Cualquiera de nosotros que hubiésemos hecho lo que esa persona hizo o dijo, nos hubiéramos metido en problemas. Sin embargo, si lo mismo dice alguien con autoridad, muchos lo verán como una revelación del cielo y lo felicitarán. De modo que para empezar, elimina el 90% de los elogios que te den, y, recuerda que es probable que te ofrezcan elogios simple y llanamente debido a tu posición no debido a tu trabajo.

Hay otra razón por la que en ocasiones se nos elogia y tampoco tiene que ver con nuestro desempeño. Se trata de que para nuestros amigos, que nos aprecian y quieren, lo que hacemos puede estar muy bien hecho, aunque en realidad no sea totalmente cierto. Son la gente que nos quiere y que disfruta de nuestro trabajo. Como nos quieren, tal vez se cieguen a nuestras deficiencias. No hay forma de evitarlo, es así. Hay gente para la que siempre somos lo máximo… pero eso no es obligatoriamente cierto para otros.

Creerse una gran cosa sobre la base de los elogios, vengan de donde vengan, es uno de los peores errores que una persona puede cometer. Mi consejo: Si tiene alguna autoridad, NO SE TRAGUE TODOS LOS ELOGIOS QUE LE BRINDEN. Siga esforzándose por mejorar. Sea su peor crítico y “no se lo crea” sino que debe seguirse esforzando.

En cierta ocasión, luego de una presentación de la que me sentí más o menos contento, un grupo vino donde mí a felicitarme, tal vez unos treinta o cuarenta. Alguien me dijo: “¡te felicito! ¿Viste cuántos vinieron para elogiar tu presentación?”  Le pregunté: “¿Cuántas personas había en el salón? Me contestó que casi mil. Entonces, le dije: “me felicitaron treinta o cuarenta. Me pregunto qué pensarían los otros novecientos cincuenta.” Te repito, no te lo creas. No te dejes engañar por los elogios y en vez de concentrarte en los que te elogian, concéntrate en hacer mejor la próxima vez. Los elogios pueden ser un freno para mejorarnos como oradores, como maestros o como vendedores.

Escucha la sabiduría popular que encierra una famosa fábula.

Una fábula de Esopo viene a mi mente. Y no es raro que venga a mi mente porque soy un creyente de que muchos artistas, escritores, compositores, poetas y músicos cayeron en la trampa de creerse los elogios al punto de hacerse personas insoportables, engreídas y al final, infelices. Permitieron que un don se convirtiera en su peor enemigo al escuchar todo lo favorable que la gente decía de ellos… no siempre con las mejores razones ni motivos. Repasemos la fábula:

Cierto cuervo, de los feos el peor, hurtó un queso y fué a saborearlo en la copa de un árbol. En esa circunstancia lo vio un zorro que, con la intención de quitárselo, comenzó a adularlo de esta manera:

—Ciertamente, hermosa ave, no hay entre los pájaros otro que tenga la brillantez de tus plumas ni tu gallardía y donaire. Tu voz es tan fascinante que juzgo no habrá quien te iguale en perfección.

El cuervo, envanecido por el elogio, quiso demostrar al astuto zorro su melodiosa voz y comenzó a graznar, dejando caer el queso que tenía en el pico.

El ladino zorro, que no deseaba otra cosa, cogió entre sus dientes el suculento bocado y, dejando burlado al cuervo, lo devoró bajo la fresca sombra de un árbol.

A algunos les pasa como al cuervo de la fábula quien se creyó todo el cuento de su grandeza, solo para quedar desilusionado y burlado. Permíteme la insistencia, amigo mío, no importa el elogio, ni la cantidad de ellos, no te lo creas. Sigue trabajando duro y mejorándote. Sé tu mejor y tu peor crítico. No caigas en la complacencia de creerte muy bueno o peor aún en creerte el mejor. 

En Puerto Rico, la hermosa isla en la que viví cincuenta años, hay un dicho muy a tono con lo que meditamos. Dice: “Alabate pollo que mañana te guisan”. Es mejor ser un pollo común y corriente a ver si pasas desapercibido porque el día en que comiences a presumir de tus atributos, es muy probable que te descubran y termines siendo un buen pollo guisado. ¿Moraleja? El que se alaba termina muerto. De modo que es saludable para nosotros mismos no creernos ni la mitad de lo que digan los que nos elogien.

Los elogios que debemos escuchar.

Hay elogios que debemos escuchar y son los que nos ofrecen los verdaderos amigos. Los que nos conocen bien y aquellos a quienes no podemos impresionar. A veces esos elogios no son los que deseamos escuchar, pero, son los que necesitamos escuchar para mejorar nuestro desempeño. Como hemos dicho antes, además de someter nuestro trabajo a nuestra propia crítica, tal vez tengamos la ayuda de nuestro cónyuge o de un amigo que nos quiere lo suficiente como para decirnos -“hiciste bien pero vigila este punto”. Esta clase de críticos son los que, en vez de regalarnos los oídos, tienen tanta confianza en nuestras motivaciones y habilidades que no temen ofrecernos una palmada en la espalda, cuando hemos hecho bien y una palabra de consejo cuando podemos hacer mejor. Esos elogios son los más breves y los más valiosos. Por supuesto, hay que seleccionar el mejor momento para ofrecer el consejo necesario. Un consejero amoroso y perspicaz siempre tomará esto en consideración.

¿CÓMO ELOGIAR UN TRABAJO BIEN HECHO?

Finalmente, quisiera compartir algunas sugerencias sobre la clase de elogios que son los que más motivan y ayudan a quienes desees felicitar por un buen trabajo realizado. Te ofrezco los siguientes 5 puntos:

  1. Siempre ofrece comentarios sinceros. Vigila tu motivación.
  2. Sé específico en cuanto a qué te gustó y por qué.
  3. Sé breve. No te posesiones de la persona, puede que otros deseen abordarlo.
  4. No hagas comparaciones con otros. Son innecesarias y no son de buen gusto.
  5. No ofrezcas sugerencias pues cada cosa en su momento y un momento para cada cosa.

Si tienes algo que recomendar y sabes que la persona lo va a apreciar, espera el momento oportuno para hacer la crítica o dar el consejo. No hay por qué concentrarse solo en lo negativo o pensar que si elogias a alguien vas a perder la oportunidad de darle un consejo en su momento. Recuerda que tanto los elogios como el consejo tienen su lugar. No hay por qué apresurarse.

En conclusión, hay que saber escuchar. Hay que ser suspicaz y comprender que a algunos nos elogiarán porque tengamos alguna clase de influencia o autoridad. Otros, lo harán porque son nuestros amigos y les gusta lo que hacemos. Finalmente somos nosotros los que debemos juzgar nuestro trabajo y mantener la resolución de desear mejorar. Siempre hay espacio para mejorar, no importa lo bien que pensemos que hacemos algo.

 

 

Hablemos de valores: El entusiasmo.

Nunca debemos perder el entusiasmo. ¿Por qué? Porque si perdemos el entusiasmo, lo perdemos todo. Perdemos el poder de actuar con pasión, de hablar o de compartir con ardor y convicción. El entusiasmo prende un fuego dentro del corazón de otros pero no puede prender nada en nadie si primero no está ardiendo en nosotros mismos. Es interesante el origen de la palabra. El Blog de la Lengua explica: “El sustantivo entusiasmo procede del griego enthousiasmós, que viene a significar etimológicamente algo así como ‘rapto divino’ o ‘posesión divina’”. Luego continúa diciendo en su página virtual: En efecto, el sustantivo griego está formado sobre la preposición en y el  sustantivo theós  ‘dios’. La idea que hay detrás es que cuando nos dejamos llevar por el entusiasmo es un dios el que entra en nosotros y se sirve de nuestra persona para manifestarse, como les ocurría —creían los griegos— a los poetas, los profetas y los enamorados.”

Y no cabe duda de que el enamorado debe estar entusiasmado al descubrir el amor de su vida. El que pierda el entusiasmo por su enamorada o enamorado, no llegará muy lejos en su relación. Llevo 47 años de casado y cada vez que mi esposa llega a casa, de alguna diligencia, mi corazón salta y arde de alegría. Creo que cuando eso no sucede, las cosas no van por buen camino. Claro, los sentimientos de amor romántico tienen distintos tonos a medida que pasan los años, pero eso no significa que se pierde la emoción de amar y de ser amado. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que el entusiasmo puede y debe afectar nuesta vida romántica. Estoy cien por ciento con el concepto de la palabra que tenían los griegos.

Lo mismo ocurrirá con el poeta o el profeta. ¿No lo crees? No podemos siquiera imaginar a un poeta que no se llene de exaltación gozosa en su inspiración. ¿Y que hay de los profetas? De ellos se dice que reflejaban cierta conducta impetuosa particular. Cuando alguno de los profetas, de tiempos antiguos, se llenaban de exaltación ardorosa, se comportaban de cierta manera particular que reflejaba un entusiasmo vigorizante. Tome por ejemplo al profeta Jeremías. Las Escrituras nos dicen que Dios habló con Jeremías y su palabra llegó a ser como un fuego encerrado en sus huesos, y este no pudo más que proclamar el mensaje que se le transmitió. Si había un fuego encerrado en sus huesos ¿te imaginas que le faltaba entusiasmo al proclamar el mensaje divino? ¡Imposible!

Podemos concluír pues, que la persona entusiasmada en algo o por algo o alguien, va a sentir un impulso poderoso dentro de sí, que le inspirará, dirigirá y motivará. Ahora bien, para no perder este matiz de pasión en lo que hacemos, debemos observar algunas pautas. Seguir estos consejos pueden ayudarnos a no dejar morir el entusiasmo que sentimos por algo o por alguien pero, a la vez, debemos tenerlo bajo control.

ESTAR CONVENCIDO.

Si tu mismo no te lo crees, jamás vas a poder hacer que otros lo crean. No importa el renglón de que se trate, debes conocer a fondo tu mensaje y demostrar que lo vives, que lo aprecias y que es cierto al cien por ciento. Si no es así, no podrás convencer a nadie y no vas a tener éxito en lo que tratas de transmitir. ¿Cómo logro que otros me perciban como una persona completamente convencida?

Debes ser un estudioso de lo que crees, de tu producto o de la idea que quieres transmitir a otros. Recuerda que en tu presentación debes hacer gala de un entusiasmo contagioso, natural y motivador. Nadie digno de ser escuchado debe echar a un lado el valor del entusiasmo porque si no lo motiva a él, ¿cómo puede motivar a otro?

Hace años, tuve un maestro de oratoria que me decía: “ponle fuego a tu discurso o echa tu discurso al fuego.” El mismo era uno de los oradores más entusiastas que he conocido. Tenía la habilidad de retener la atención de más de diez mil personas en sus charlas, que no solo eran entusiastas, sino también, convincentes.

NO EXAGERES.

Claro, como todo, el entusiasmo no debe ser TODO tu mensaje sino el ingrediente que imprime convicción y valor a lo que dices o a lo que haces. Evita el tono de los políticos de tribunas, que oculta la falta de conocimiento, con un entusiasmo desmedido. Eso es más característico de los demagogos que de los que seriamente desean imprimir un mensaje en la mente de las personas.

Si exageras las personas no van a creer lo que enseñas o no van a comprar la idea que presentas. Parece que exagerar cae en un campo peligroso en el que no quieres estar. Aunque parezca raro, es en el campo romántico donde he visto, más que en ningún otro, situaciones de entusiasmo desmedido. Tal vez recuerdas el cuento del joven que le decía a su novia que haría cualquier cosa por ella. Bajar la luna, o subir la montaña más alta. Sin embargo, cuando llovía no la visitaba porque no quería mojarse. “No puedo ir, porque me puede dar un catarro”.  Lamentablemente cuando un joven está enamorado(a) no tiene una visión clara… ¿será por eso que le llaman “no-vio”?

Hace años conocí a un vendedor de enseres que era famoso por sus argumentos entusiastas y, por lo tanto, era el mejor vendedor de la tienda. Decían que era tan bueno que le vendía un congelador a un eskimal. Yo no creía la historia hasta que un día su propio hijo me hizo un cuento que me convenció de que el hombre era especial. Dijo: “Por treinta minutos mi papá convenció a un cliente de que el radio que le vendía era el más sobresaliente reproductor de música que pudiera comprar. Decía: “Lo que escuchará en este aparato le haría vibrar. Las notas más exquisitas que jamás sus oídos hayan escuchado…bla, bla, bla.”  Por media hora, con buenos argumentos y un entusiasmo sobresaliente, llevaron al hombre a comprarle el radio. Al otro día, el comprador regresó a la tienda y para sorpresa del mismo vendedor, el radio estaba hueco, completamente vacío. ¡Era un radio de muestra de piso! ¡Le vendió el radio sin siquiera encenderlo!

Si poseemos el don del entusiasmo, usémoslo con buen juicio y mesura. Si no lo tenemos, porque tal vez no es parte de nuestra personalidad, tratémos de adquirirlo siguiendo las siguientes recomendaciones:

  1. Esté convencido de lo que va a decir.
  2. Sea un estudioso del producto o de la idea que desea transmitir.
  3. Siempre asegúrese de tener los mejores motivos.
  4. No exagere su entusiasmo.

Si algo vale la pena decir, si alguna idea es necesario transmitir, si algo debe explicarse para el bien común, debe hacerse con vigor, con entusiasmo, con ardor y con convicción. Con entusiasmo podemos influenciar a otras personas para bien. Piense en esto en su próxima presentación y verá los animadores resultados.

 

 

 

Amo a los animales… pero…

¡Por supuesto! Todos debemos amar a los animales. No concibo que alguien maltrate a un animalito que, al final, es un ser vivo y parte de las cosas que Dios ha creado para nuestro deleite y alegría. Definitivamente algo pasa en la mente y en el corazón de los que maltratan a su mascota o al animalito sin dueño que va realengo procurando un bocado de alimento.

Pero, por lo que puedo observar, el aprecio que les debemos a los animales va saliéndose de su cauce, como casi todo lo que sucede en estos tiempos en los que parece que lo malo es bueno y lo bueno se convierte en algo malo. Simplemente, me parece que nos vamos polarizando y llegando a los extremos. Los extremos no son buenos. Por ejemplo, tome en cuenta este anuncio que aparece en la página virtual de Delta Air Lines: “Ofrecemos varias opciones para llevar su mascota a su destino y tratamos a nuestros amigos de cuatro patas con la misma atención y cortesía que esperan recibir nuestros pasajeros humanos.”

Creo que hay algo raro aquí. ¿Qué piensas tu? Está fuera de lugar maltratar a los animales pero… ¿tratarlos como seres humanos? ¿con la misma atención y cortesía? No sé, me parece que nos estamos moviendo a los extremos en este mundo complicado. Aunque todo ser humano es digno de respeto y dignidad, hay que recordar que los animales no son de agrado a todo el mundo, por distintas razones, que no tienen absolutamente nada que ver con el maltrato.

Por otra parte conozco a muchas personas a quienes les encantan sus mascotas y las cuidan con esmero, no obstante, a ellas mismas, ni se les ocurriría que vivieran con ellos dentro de su hogar. Sin embargo, a otros, no se les ocurriría que su mascota durmiera fuera del hogar. Algunos amigos míos duermen con sus perros, gatos y serpientes. De modo que veo una gran variedad de “amores” en lo relacionado a las mascotas. Es interesante que no existe un código para los animales de compañia y mascotas, excepto, el código casero que cada cual imponga en su hogar.

Es verdad que existen caseros que no permiten animales, también hay instituciones que tampoco los permiten, pero no siempre por las mismas razones.

Por otra parte he visto a un número de amigos y conocidos que han adquirido enfermedades, que nunca quieren asociar con sus animales, a pesar de que a los ojos de todo el mundo son precisamente sus animales los que los han enfermado. No cabe duda de que estos verdaderamente aman a sus mascotas. Conozco muchos galenos de distintas especialidades a quienes he preguntado sobre las consecuencias de convivir con animales y siempre les escucho dar advertencias sobre las consecuencias negativas de convivir con mascotas, a corto o a largo plazo. Y no hablan de alergias nada más, hablan de enfermedades serias que los animalitos pueden provocar a sus dueños.

Quien ame los gatos, perros y pájaros, al punto de convivir con ellos, serán más propensos a desarrollar problemas pulmonares y otros problemas de salud. Pueden tener mayores problemas de higiene y aunque ellos mismos no se den cuenta, es muy probable que su hogar olerá al animalito que anda a sus anchas por toda la casa. Como ya ellos no lo huelen, y nosotros no vamos a decírselo, soportamos la situación con un poco de compasión por el dueño de la mascota, porque sabemos cuánto quiere a su animalito.

Cualquiera que haya tenido una mascota sabe que no exagero. Mi esposa tuvo varias mascotas. La primera, un caballo de nombre Caramelo y varios perritos. El último, se llamaba Jocky, un poodle negro azabache que nos hacía reír de lo lindo.  Cuando los queremos mucho, somos capaces de gastar considerables sumas de dinero para curarlos y mantenerlos sanos.

En el 2016 los dueños de mascotas gastaron 62.5 mil millones de dólares en curar lesiones y enfermedades en sus mascotas. Sin embargo, estas mismas cifras pueden darnos una advertencia: los animalitos se enferman y al enfermarse son capaces de enfermarnos a nosotros también. La página virtual de KidsHealth dice en parte: ...todos los animales son portadores de gérmenes… las mascotas también son portadoras de algunas bacterias, virus, parásitos y hongos que pueden provocar enfermedades en los seres humanos a quienes infectan. Los humanos desarrollan estas enfermedades trasmitidas por otros animales cuando reciben una mordedura o arañazo o cuando entran en contacto con excrementos, saliva o caspa animal. “

La reconocida revista KidsHealth continúa diciendo: Estas enfermedades pueden afectar a los seres humanos de muchas formas diferentes. Resultan más preocupantes cuando afectan a niños pequeños, lactantes, mujeres embarazadas y personas cuyo sistema inmunitario está debilitado debido a una enfermedad o a otra afección. Los niños que todavía no han cumplido 5 años son los que están más expuestos debido a que su sistema inmunitario todavía se encuentra en proceso de desarrollo. Además, algunas infecciones que solo enferman levemente a un adulto pueden resultar mucho más graves en este grupo de población.

Sin embargo, como amamos a los animales, parece que estamos dispuestos al riesgo, antes de tomar las medidas apropiadas que corresponden.

Recordemos que los animales viven ahora en un medio ambiente muy distinto al que vivíamos hace cien años. En aquellos tiempos, el hombre no vivía en las selvas de cemento que vive hoy. Nosotros mismos hemos enfermado a los animales producto de nuestro propio descuido. Hemos contaminado los alimentos y el agua y hemos obligado a los animales a vivir en lugares plagados de cloro, desinfectantes, estrés y contaminación que enferman a nuestras mascotas. Definitivamente nuestro ambiente no es el más saludable, ni para nosotros, ni para nuestros animalitos.

Si a pesar de todos los argumentos de salud e higiene que puedan presentarse, decides convivir con un animalito, por favor, observa las reglas básicas que pueden ayudarte a evitar enfermedades y a disfrutar de mejor salud. A continuación las reglas que sugiere la revista virtual BuenaSalud:

  1. Limpie bien su casa y manténgala ventilada. Una buena ventilación permite la renovación del aire y reduce su exposición a los alérgenos de las mascotas. Para ello abra simultáneamente dos ventanas.
  2. Intensifique la limpieza con la aspiradora.
  3. Use el aire acondicionado. El empleo de aire acondicionado reduce notablemente la presencia de las toxinas bacterianas asociadas a la compañía de mascotas.
  4. Tenga un espatifilio. El espatifilium, planta de hojas verdes y largas, cuya flor es similar a una cala, resulta una excelente depuradora natural de los ambientes interiores.
  5. Lávese las manos antes de cocinar. Las mascotas albergan microorganismos patógenos que pueden pasar de sus manos a la comida. También insístale a sus hijos que se laven las manos antes de comer.
  6. . Además de la limpieza, utilice desinfectante de ambientes en aerosol. Este actúa como un potente germicida de amplio espectro que ayuda a combatir la propagación de microorganismos.  Elimina por contacto los olores desagradables, favoreciendo notablemente la limíeza del hogar. Con sólo rociar el ambiente/superficie se obtienen las condiciones de higiene óptimas.

Finalmente el artículo “Cómo tener un hogar limpio y sano (aunque viva con mascotas) de la misma revista BuenaSalud nos ofrece sugerencias sabias bosquejadas en los siguientes puntos:

Los animales deben estar fuera de la casa. Es esencial para evitar problemas de salud, sobre todo alergias. Mantenga al perro, el gato o la mascota elegida en el jardín o patio.

–          En los casos que esto no fuera posible el consejo es desprenderse del animal porque resulta poco sano para la familia que el animal esté encerrado en un departamento o casa sin espacio externo para ubicarlo. Si un miembro de la familia es alérgico esta recomendación es casi un imperativo.

–          Una alternativa válida para niños con problemas respiratorios es elegir una tortuga como mascota ya que produce muchas menos reacciones alérgicas.

–          Pudiendo tener la mascota en un lugar exterior, un hábito que no debe dejar de lado es la limpieza del animal. Debería incluir en la lista de quehaceres domésticos lavar a su perro o gato (aunque los felinos suelen hacerlo ellos mismos), como mínimo, una vez por semana, que es la frecuencia con que se descaman.

–          Finalmente, si tiene un animal la limpieza profunda del hogar debe efectuarse con mayor regularidad. Es importante tener en cuenta que los detritos y pelos (frecuentemente contaminados con orina y saliva) persisten durante varios meses, es decir que aún ya habiéndose desprendido de la mascota también tiene que aspirar y ventilar su casa para evitar los problemas de salud que estos resabios pudieran originar.

Amar los animales es una cosa, convivir con ellos es otra. Seamos perspicaces y observemos las buenas sugerencias de los expertos para vivir una vida más saludable mientras disfrutamos de la alegría de poseer una mascota.