Hablemos de valores: -la paciencia.

Un dicho popular dice: “tiempo al tiempo, todo llega en su momento” y es completamente veraz. Lo difícil es esperar. Y vivimos en la generación que odia esperar. Casi, casi la palabra “esperar” se va convirtiendo en una mala palabra. La industria de la comida rápida es una de las más florecientes porque encierra el ingrediente preferido: la velocidad. Solamente McDonalds sobrepasa los 44 mil millones de dólares en ventas anuales gracias a este ingrediente. ¿No te dice eso algo? Mientras más pronto, mejor.

Este otro dicho dice: “cuando fuiste martillo no tuviste clemencia. Ahora que eres yunque, ten paciencia.” Aún cuando no hemos acostumbrado a ejercerla, hoy y ahora es el mejor momento para irla cultivando. La paciencia, aunque parezca fuera de moda, deberá ser parte enriquecedora de nuestra personalidad, pues es uno de los valores que debemos ganar. Como veremos, ser pacientes nos ahorrará problemas y nos será de mucho valor, si nos resolvemos a desarrollarla. Repasemos, brevemente, algunos beneficios de ejercer paciencia.

Nos ayuda a cultivar humildad mental.

La persona paciente aprende a esperar y a comprender que otros también tienen derechos. Evita que seamos personas que solo piensan en sus derechos. Nos ayuda a ser razonables y menos exigentes. Contribuye a que seamos personas más tolerantes, no solo hacia otros sino también hacia nosotros mismos y hacia nuestros propios puntos de vista. Aunque de repente uno no lo percibe, la persona impaciente se coloca en una posición intransigente de orgullo y rebeldía sobre los demás, lo que no le beneficia para nada.

Nos ayuda a tomar mejores decisiones.

Todo tiene su tiempo, como lo muestra el dicho citado arriba. Si deseas comer plátanos debes esperar un año. Si son aguacates, tal vez, cinco. Si estás embarazada, son nueve meses de espera. Puedes impacientarte pero no adelantarás para nada el proceso. No solo debemos saber estas cosas, sino que también, debemos comprenderlas con la razón. Esta es la única forma en que vamos a evitar tomar decisiones apresuradas que nos roben la paz mental y emocional.

La chica que desea casarse tendrá que escuchar de su madre el consejo: “espera, hija”. El muchacho que quiere manejar un automóvil, tendrá que escuchar del padre: “espera, hijo” y como cualquiera, en cualquier parte del planeta, debemos aprender a esperar. Acelerar el proceso nos va a llevar a consecuencias negativas. No se puede apresurar lo que tiene su tiempo.

Si alguna vez pensamos que no existe beneficio alguno en la paciencia, nos equivocamos. La paciencia es, incluso, una cualidad divina manifiesta en las cosas creadas, como el amanecer, la puesta del sol y las estaciones del año. Si deseamos aprender a tocar un instrumento musical, sabemos que no saldremos tocando una melodía desde la primera clase, ¿no es cierto? Para llegar a dominar el instrumento se requiere estudio, tiempo y paciencia. Se ve en el crecimiento de las frutas y en el desarrollo de todos los seres vivos. En vez de impacientarnos aprovechemos las enseñanzas que nos ofrece la misma creación sobre esa hermosa cualidad divina de la paciencia.

Nos ayuda a trabajar mejor en equipo.

Cualquier tarea que implique trabajo con un grupo de personas va a requerir de nosotros mucha paciencia. En el equipo de trabajo todos tienen distintas capacidades y habilidades, pero, la paciencia nos ayudará a comprobar que no todos podemos hacer las cosas al mismo tiempo ni con la misma precisión. La impaciencia es el veneno del trabajo en grupo y su ausencia lo hará todo mucho más difícil y mucho más retador.

La falta de paciencia nos enferma. 

El impaciente va en el carril expreso al estrés. Cuando uno se estresa su presión sanguínea cambia y el sistema nervioso central se perjudica. El estrés, dentro del círculo del trabajo nos ocasionará complicaciones con nuestros compañeros y en el hogar con los miembros de nuestra familia.

Sin embargo, no solo nos enferma nuestra falta de paciencia. La falta de paciencia de otros es igualmente dañina y también debemos esforzarnos por manejarla de tal forma que no nos haga daño. El otro día, mi esposa estaba haciendo la línea para comprar unas cuantas cosas en el supermercado, cuando, al señor frente a ella, le sonó el teléfono, justo cuando la cajera iba contabilizando su compra. La cajera terminó su trabajo pero el señor seguía hablando por teléfono como si nadie estuviera esperando. La cajera muy amable esperó, sin decir palabra. Mi esposa igualmente. Unos cinco minutos más tarde el señor terminó de hablar y pagó su compra. Aunque no sucedió nada indebido, por su conducta, esta persona puso a prueba la paciencia de la empleada y de los que esperában su turno en la línea. Este tipo de conducta es inapropiada y de seguro puede provocar situaciones que pudieron haberse evitado con un poco de cortesía y respeto por los demás. No cabe duda de que lo que otros hagan puede poner a prueba nuestra paciencia. 

Es muy probable que si nos damos cuenta de que vamos por el camino equivocado, y vamos a perder la paciencia, logremos reaccionar a tiempo para evitar un desastre. Si tu y yo no nos damos cuenta, y dejamos que la impaciencia tome el timón de nuestra mente, y de nuestra lengua, los malos resultados no se harán esperar. 

Repasemos TRES sugerencias que nos ayuden a evitar el estrés y/o perder la paciencia.

  1. Reacciona a lo que te sucede.Si nos percatamos de que la impaciencia va cobrando terreno en nuestra persona debemos actuar a tiempo. Para empezar debemos cerrar la boca y no despotricar palabras hirientes.  Hay una desgraciada sincronía entre la impaciencia y lo que la boca puede hacer, transmitir palabras inapropiadas que resulten ser como dagas afiladas.
  2. Acto seguido, debemos examinar qué exactamente nos está perturbando y actuar de forma asertiva a la situación. ¿Podemos ayudar a la persona que provoca nuestra impaciencia? ¿Podemos ayudar a nuestra esposa o hijos en esa tarea que nos lleva a explotar? Dar una mano es una muestra de interés personal que no viene nada mal en estos tiempos y puede ayudarnos muchísimo para aliviar nuestro estrés producto de la impaciencia. Hay que reconocer que ciertas acciones nos pueden llevar a perder la paciencia. Tal vez podemos intervenir, para ayudar a quien la provoca, y evitarnos un disgusto.
  3. Trata de llenar tu tiempo con otros pensamientos mientras, por ejemplo, estás esperando un turno o estás en una fila que parece interminable. Muchos de nosotros tenemos tabletas o teléfonos inteligentes. Pues este es el momento de ponernos a jugar ese jueguito al que no podemos darle atención porque estamos muy ocupados. Fíjate cómo los jóvenes escuchan radio o envían mensajes de texto. Pues a decir verdad, llenan el tiempo y eso es lo que tu necesitas hacer en ese momento. Otra alternativa es ponerte a leer algo. No es por nada que las oficinas médicas, del gobierno y otras, siempre tienen algo que podamos leer para pasar el tiempo y desviar la mente en otra cosa que no sea en el ejercicio de tener que esperar. Si practicamos estas cosas, veremos que conservamos mejor humor y nuestro turno llegará más pronto. Pero si lo único que hacemos es “esperar” recordemos el famoso dicho: “el que espera, desespera.”

Un punto que no quiero pasar por alto es que debemos tomar en consideración el resultado final de nuestra paciencia. Tarde o temprano alcanzaremos lo que deseamos. Si nos enfocamos en eso que llegará, podremos esperar con mejor disposición y hasta con alegría. Por otro lado, la impaciencia no nos permite disfrutar el resultado final, pues para el impaciente ¡todo llega tarde!

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