¿Estamos aprendiendo algo?

Un virus nos sacude y nos llena de ansiedad. El COVID-19 es capaz de detener a un hombre, luego detiene a su familia, a la comunidad en la que vive, a su ciudad, a su país, su hemisferio y finalmente a todo el planeta.

A medida que se van extendiendo los días de cuarentena y la gráfica de enfermos se va reduciendo poco a poco, uno se pregunta si estamos aprendiendo algo de todo este ejercicio. ¿Qué piensas tu? ¿Piensas que sacaremos buenas lecciones de todo esto? ¿Logrará esta pandemia cambiar nuestro punto de vista sobre lo que de veras debemos valorar? ¿Estamos aprendiendo algo sobre las razones por las que nos afanamos tanto? ¿Cambiará el orden de nuestras prioridades COVID-19?

Para un grupo de nosotros esta experiencia solo dejará un sabor amargo que se basará en el dinero que dejamos de ganar, los lugares que dejamos de visitar y la incomodidad que provocó la cuarentena al tener que quedarnos en casa. Tal vez esas sean todas las lecciones que nos deje el COVID-19 a muchos de nosotros. Una pesadilla que no deseamos recordar.

En otro grupo de seres humanos, esta situación dejará una marca parecida a lo que hace en la piel un tatuaje. Dejará una huella con la que vivirán el resto de sus días. Para este grupo queda claro que no somos invencibles. Esa prepotencia del ser humano que nos invita a vernos en control de todo se ha desvanecido para ellos. Sin embargo, marcados y desconfiados en cualquier poder humano, no harán absolutamente nada más. Solo reforzarán su hambre por satisfacerse a ellos mismos, ahora con más hambre que nunca. Para este grupo el “yoismo” se convertirá en una forma de religión. Religión en la que se adoran ellos mismos.

Otro grupo, el mayor de todos, no aprenderá absolutamente nada. Todo quedará olvidado en poco tiempo. Para estos no hay lección duradera. No olvidemos que una lección no aprendida será una experiencia repetida vez tras vez. Ese grupo ha comprado la idea de que la vida es una repetición de los mismos acontecimientos separados solo por el tiempo. Miran la historia y siempre encuentran paralelos que para ellos ilustra que todo en la vida es una incansable repetición de lo mismo. Un círculo interminable en el que no hay nada nuevo bajo el sol y todo es temporal. Lo que cuenta es lo material, lo que puede contarse, separarse y dividirse.

Hay otro grupo, el más pequeño de todos. Son las personas para quienes la vida tendrá otro sentido después que pase el COVID-19. Estas pocas se sentirán motivadas a ser más conscientes de su pequeñez. Esa consciencia puede llevarles a buscar soluciones en otras fuentes. Despertará su conciencia y les moverá a tomar decisiones, las más importantes que pueda tomar su generación. Si las toman o no está por verse pero todo comienza con lo que resuelve hacer nuestro corazón. Todo dependerá de con cuánta fuerza deseen cambiar el patrón de sus vidas y su visión del futuro. Serán una minoría, pero a la vez, será la minoría más valiosa del planeta. La minoría que merece ser preservada para cosas mayores y mejores.

Y tu y yo, ¿estamos aprendiendo algo verdaderamente valioso durante esta pandemia? … tan valioso como para cambiar nuestros puntos de vista sobre la vida, la manera en que la vivimos y el futuro?

Vamos a dar una mirada breve al año 1918. La escena nos parecerá familiar.

Ya vemos que ni todos aprendemos ni todos estamos dispuestos a sacrificar algo en aras del bien común. Y, tristemente, esa es la historia de la mayoría. Nunca es suficiente. Siempre queremos más. Nunca estamos mal, son otros los que están mal. Siempre tenemos la razón, siempre empujamos a doña justicia para ponerla de nuestro lado a trompadas. ¿Hasta cuándo seguiremos aplazando las lecciones?

Mi madre decía: “el que por su gusto muere, la muerte le sabe a gloria.” Y todo parece indicar que esa gloria alcanzará a los que sigamos sin aprender absolutamente nada del pasado, de la historia y lamentablemente, de los que ni siquiera aprendemos del presente.

Todos, deberíamos estar aprendiendo algo. Deberíamos estar haciendo resoluciones firmes, todos deberíamos abrir los oídos y los ojos para ver y escuchar. Si lo hacemos, todavía estamos a tiempo para aprender algo nuevo, valioso y trascendente.

Un gran orador o un buen maestro ¿es lo mismo?

No es algo que sucede a menudo pero, de tanto en tanto, uno queda impresionado por las habilidades de comunicación de algunos oradores públicos. Buen vocabulario, estupenda presentación, elocuencia al transmitir los conceptos y el uso de pausas, justo en los lugares apropiados. Uno se impresiona y dice: “esta persona es un gran orador” ¡quiero invitarlo a la próxima conferencia de mi compañía! ¡Es el orador que necesitamos!

Desgraciadamente cuando llega el día de la conferencia y conoces al orador en persona, quedas completamente decepcionado. Su forma de ser, su ego elevado y su forma despectiva de ver a los demás, te dejan aturdido. Sin embargo, la conferencia es un éxito porque el hombre se transforma en la tarima… pero su personalidad y forma de ser, cuando se baja de la plataforma, deja mucho que desear. Es increíble en lo que se convierten algunas personas solo por elevarse tres pies sobre sus semejantes. ¿El resultado? No lo vuelves a invitar y por supuesto, no lo recomiendas a nadie.

¿Qué sucedió? Lo que sucede no pocas veces. Nos dejamos impresionar por lo que vemos y cuando nos acercamos, lo que vemos, para nada nos gusta. Con la misma fuerza que nos acercamos, nos alejamos. Y es probable que te hayas sentido así alguna vez cuando conociste a una mujer muy hermosa, o en el caso de las damas, a un hombre super guapo. De repente te deslumbra y cuando le conoces te quieres alejar lo más rápido posible. ¡Qué decepción! ¿Te ha sucedido? En realidad la belleza física es solo un 10% de lo que te atrae a alguien y lo mismo sucede con la oratoria pública. Lo que escuchas es excelente pero la persona te descorazona.

Y por supuesto, habrá quién diga, “-lo que me interesa es la conferencia y lo que quiero es el mejor orador”. Y te comprendo. Buscas resultados. No buscas amigos ni ejemplos de vida. Quieres al orador. Adelante, estás en tu derecho. Solo que no olvides que todo el mundo va a darse cuenta de qué es lo que buscas. Hay oradores famosos por sacar dinero de la gente, por llenar estadios y por presentar emotivos discursos en funerales de gente famosa. Si no fueran muy solicitados y altamente costosos, no serían tan famosos. Lo son porque eso es lo que llena el ojo, los oídos y muchas veces, también los bolsillos.

Pero, si buscas un maestro, tu meta es mayor. Tu auditorio tendrá un beneficio a largo plazo y el nivel de satisfacción será superior . Eso hablará mejor de ti y de lo que tu buscas. ¿Por qué? Porque hay una diferencia importante entre un orador y un maestro. Ambos te pueden impresionar en la tarima de los oradores y ambos pueden motivarte… pero, solo uno va a llegar a tu corazón y va a sacar lo mejor de ti. Solo uno quedará contigo por más tiempo y tendrá el mejor efecto. Ese es, ¡el maestro! Y el maestro, cuando lo conoces, no se parece en nada al flagrante orador que motiva a las masas.

El maestro es humilde, es empático, no te rebaja para elevarse él. No es el que siempre dice la última palabra. Es cierto que el maestro puede exigirte, pero al hacerlo, te motiva al punto de que te gustaría ser como él. Te educa y abre tus neuronas, te cuida y te enseña, vez tras vez, sin cansarse ni considerarte idiota. Y no es que el maestro no pueda desempeñarse con la misma destreza que el orador, sino que a diferencia del orador público, el maestro vive lo que trata de enseñar y lo hace desde una perspectiva realista, desde tu visión y no parado sobre tu cabeza.

El maestro que no se olvida…

Si has conocido buenos maestros en tu vida, si los has conocido de cerca, sabes que no se olvidan. Si ya no tienes contacto con ellos, sabes que en innumerables ocasiones recuerdas sus frases, sus actitudes frente a los retos, su paciencia al verte fracasar. La esperanza que pusieron en ti sin exigirte nada, y aún con el paso del tiempo, cuando piensas en ellos, te hacen rescatar lo mejor de ti. Escuchas sus consejos muy adentro de ti y no dejan de jugar un papel en tu afán por no rendirte ante tus retos.

Un orador te impresiona por media hora, pero un maestro te ayuda toda la vida.

Cualquier instructor público que es sincero y quiere motivar a otros de seguro tiene una meta digna. Tendrá que esforzarse por conocer el idioma, estudiar bien su material y vestirse impecablemente. Sin duda puede hacer mucho bien. Sin embargo, quien quiera ser un buen maestro, tiene en sus manos un proyecto de toda la vida. Un proyecto duro que comienza con educar su propio corazón. Tiene que educar la voluntad, empeñarse en ver a los demás como iguales y nunca creer que ha llegado a la cima… porque siempre hay mucho que mejorar.

Aunque aplaudo a los buenos oradores por sus habilidades, solo llegan a mi corazón los buenos maestros. A unos aplaudo, a los otros bendigo. Los maestros son un don de Dios y un regalo que trasciende. Estoy en deuda con ellos. Trato de imitarlos y aunque sé que me quedo corto en mis esfuerzos de ser como ellos, me siguen inspirando y me siguen ayudando a tratar de ser mejor.

Obstáculos en el camino

¿A quién le gustan? A nadie. Cuando tu y yo tomamos decisiones no acostumbramos a visualizar los obstáculos que pudieran presentarse. Vemos el camino liso sin curvas, distracciones ni obstáculos. Somos así y acostumbramos a planificar con pensamientos ideales. Luego, muy a menudo, enfrentamos realidades que arruinan nuestros sueños.

Cuando éramos prácticamente bebés, dimos nuestros primeros pasos, a tropezones y nos caímos vez tras vez, pero, como por instinto, como si supiéramos que la vida se trataría de seguir intentando hasta lograrlo, nos pusimos de pie una y otra vez hasta lograrlo. Al principio nos tiraron una manita, pero luego, aprendimos a hacer equilibrio hasta que llegó el momento en que corríamos y saltábamos con gran seguridad. Si lo pensamos bien, nuestras primeras lecciones en la vida nos enseñaron que los obstáculos empiezan temprano. Y estos nos han acompañado a lo largo del camino.

De modo que ¿por qué nos extrañamos tanto de que aparezcan los obstáculos? ¿Son en realidad algo nuevo para nosotros? ¡No! Es más, realicemos el hecho de que mientras vivamos, habrá retos, fracasos, obstáculos y victorias. No siempre las vemos porque tenemos la tendencia a ser idealistas, pero siempre han estado ahí y lo estarán. ¿Entonces? Entonces es hora de que cuando planifiquemos nuestros proyectos, reconozcamos que vamos a tener que considerar obstáculos que pudiéramos enfrentar. De esta forma, evitaremos que nos tomen por sorpresa. No queremos que frustren nuestros intentos de llegar adonde queremos.

Sabiendo lo anterior ¿no será práctico calcular los riesgos y visualizar las piedras que pudieran presentarse en el camino? Con cada proyecto pudiéramos tratar de hacer un plan “B”, especialmente si ese proyecto es de importancia. Luego, si todo marcha a pedir de boca, como sucede a veces, todavía podremos sentirnos contentos de que no fue necesario utilizar el plan de contingencias. Mi abuelo decía que “más vale una onza de precaver que una libra de remediar”. Todos estamos de acuerdo con eso pero no todos nos aplicamos al dicho.

Durante esta época de incertidumbre por la cuarentena del COVI-19 ha quedado claro que a muchos les tomó por sorpresa, sin ninguna clase de preparación. Pues bien, ¡lección aprendida! Ya no debería tomarnos por sorpresa lo que pueda presentarse en el futuro cercano. Por ejemplo, debemos mantener una reserva de alimentos para imprevistos, incluso se puede mantener una alacena con productos para uno o dos meses e irlos reponiendo y consumiendo para que no envejezcan y tengamos que desecharlos por llegar a la fecha de caducidad. De ahora en adelante todos debemos aprender la lección para evitar, al grado posible, el corre corre de último minuto.

También podemos prepararnos emocionalmente. Recursos como Skype, Zoom y FaceTime nos pueden ayudar a mantener contacto social que es tan importante para todos en la familia. Tal vez, tengamos que enseñar a los mayores de la casa a aprender a utilizar estos recursos. Si no tenemos internet en casa, es hora de calcular los gastos para añadir una cuenta de alta velocidad para que toda la familia pueda estar conectada, informada, entretenida y ocupada si tenemos que quedarnos en casa para otra cuarentena. Lo mismo con relación al dinero. Tener algo de dinero en casa es sabio por si no es posible llegar al banco, o incluso, si el banco está cerrado. No siempre las tarjetas de crédito se aceptan en una crisis.

El punto final es, recordar, que en la vida real nada es perfecto y que irremediablemente vamos a tener que enfrentar muchos imprevistos, muchos cambios y muchos retos. Todos debemos prepararnos con plan “A” y plan “B”, no porque seamos negativos sino porque queremos ser precavidos. Somos sabios si visualizamos los obstáculos del camino, incluso antes de llegar a ellos.

Y ahora, ¿qué?

Creo que todos nos hemos hecho esa pregunta más de una vez en días recientes, en medio de esta crisis del COVI-19. Una mala noticia sobre otra mala noticia haces que te preguntes, “bueno y ¿ahora qué?

No solo aquí en los Estados Unidos sino que, alrededor del mundo, la pregunta se hace muchas, muchas veces. Mientras hacemos ajustes por aquí, se nos desparrama aquello por allá. ¿Qué voy a hacer? ¿Cuánto van a durarme los ahorros? ¿Cuánto puede esperar mi casero por la renta que no puedo pagar? ¿Qué va a pasar con los pagos del automóvil? ¿Hasta cuándo voy a poder mantener mi trabajo? ¿Cuánto tiempo más estarán los muchachos en casa sin ir a la escuela? …y mil preguntas más que siempre terminan en la última que invariablemente es, ¿y ahora qué?

Los días siguen pasando y simplemente parece que el año se nos va a ir en esta misma aventura de no saber lo que va a pasar mañana. Nos vamos convirtiendo en ese condenado a muerte al que le van extendiendo un día más de vida. Es como si le dijeran “Vamos a colgarte pero no va a ser hoy. Tal vez te colguemos mañana.” No sé, pero habrá un montón que dirían: “oye si me vas a matar acaba de hacerlo porque vivir esta agonía es peor que morir”. Y es que la incertidumbre es la clase de tortura que pone a prueba los nervios del más valiente o del más inconsciente del planeta.

Si tienes dinero pues es como si no lo tuvieras, si tienes un lindo auto en el garaje, da igual. Si tu negocio iba regular, ni te pregunto cómo va ahora y si te quieres volver loco espera a que se te caiga NETFLIX o tu Wify. Ya sé, en medio de esa crisis empeorada, harás la misma pregunta: “¿Y ahora?

Pues nada, que lo que era importante ya no lo es y es solo ahora que todos lo vemos bien clarito. Reconoce que tu mujer es una campeona, que tus hijos unos valientes y tu, bueno, más vale que tu eches pecho y te pongas a trabajar en casa, a darle clases de la vida a tus hijos y a cambiar esa cara de malhumor. Es tiempo de ser más positivo a no estar tan encerrado en tus cosas. Es tiempo de prestar un poco más de atención a tu familia que es, a la larga y a la corta la razón de todo lo que haces. ¿Cierto?

Según la Johns Hopkins University la cuenta es de sobre 138,000 muertos por causa del COVI-19 y sobre dos millones de casos confirmados de personas que se han contagiado con el virus. Y aunque el presidente de los Estados Unidos dice que este país ha llegado al pico de la curva y que ahora irá descendiendo el número de casos, la verdad es que si nos alcanza a nosotros es lo mismo que la curva suba o baje, nos habrá alcanzado y ¿ahora qué?

Es tiempo de aprender que cada persona es importante, única e imprescindible y eso, afortunadamente te incluye a ti y a mi. Si nos desesperamos y empujamos lo que no debemos empujar, en vez de aliviarnos, puede que las circunstancias se empeoren. Hay que tomarlo con calma y aprender a esperar. De hecho, aprender a esperar es un buen ejercicio que nos puede beneficiar a todos. Esperar se ha convertido en una mala palabra porque lo queremos todo rápido, nuestra sociedad nos ha inculcado el tema de la velocidad en todo lo que hacemos y ese tema ha llegado a ser uno muy peligroso que ha afectado a nuestros hijos, tal vez de forma irreparable. Meditemos un poco en esto y tratemos de aprovecharnos de esta situación para frenar un poco nuestra vida, nuestras expectativas del mañana y nuestra relación con los demás para que no sea tan superficial, tan rápida y al final tan insensible.

En el video que sigue repasamos, musicalmente, el curso de nuestra vida agitada y el encuentro superficial que tenemos con los que se cruzan en nuestro camino, que están en la misma desventura que nosotros. Lo recibí de un amigo y lo comparto con ustedes. La música es impecable y el concepto, brillante.

Vacío mi tintero por hoy, para animarte a no descuidarte y a resistir. Aunque digan que estamos en la recta final, no te hagas de ilusiones y toma cada día por lo que es, una oportunidad más de fortalecerte emocional y espiritualmente, un día más para unir y no desunir, para multiplicar y no dividir, para sumar y no para restar. Quiera Dios que aprovechemos estas circunstancias y salgamos de ella más fuertes de lo que entramos… aunque a veces tengamos que decir… Y ¿ahora qué?

¿Es en realidad una sorpresa todo esto?

Pues cuando hacemos un poco de investigación, descubrimos que hace tiempo que los hombres de ciencia están “jugando” con los virus. Hay que recordar que las armas, convencionales, incluso las no convencionales como las armas atómicas y los ejércitos, grandes o pequeños dejan de tomar vigencia en el mundo en que vivimos. Hoy por hoy, hay suficiente tecnología para detener a todo un país o arruinar la economía de cualquier nación. Hay suficiente tecnología para matar a miles sin necesidad de disparar una bala.

En el mundo de hoy los terroristas pasan a un segundo nivel porque se puede hacer más daño con un químico, un virus, o una enfermedad que con un ataque por sorpresa. Y eso, sin tener que sacrificar la vida del atacante.

Y así como hombres juegan con los virus y las enfermedades, otros, probablemente juegan con la bolsa de valores, o andan a escondidas jugando con el genoma humano. Tratando de “crear” cosas horrorosamente distintas y peligrosas. Y no es descabellado pensar que todavía otros buscan formas de derribar las barreras de seguridad y las contraseñas de los organismos del más alto nivel, para el beneficio de unos o de otros. ¡Mundo peligroso, cruel y ambicioso el de hoy!

¿Qué industria no está contaminada por el dinero o el poder? ¿La industria de los alimentos? ¿El comercio? ¿La publicidad? ¿La medicina? No sé, tal vez el lector piense que hoy me levanté con el pie izquierdo y que la cuarentena me está afectando el cocote. ¡Puede ser!

En la década de los cuarenta, la educación era un privilegio. Pocos tenían la ventaja de tenerlo a su alcance. Hoy, todo el mundo tiene acceso a millones de páginas de información. El conocimiento está al alcance de todos y sin embargo, la humanidad en general padece de lo que, para mí, es peor que el temido COVI-19; la ignorancia auto impuesta. No queremos saber, no queremos aprender lo que deberíamos estar haciendo y no queremos escuchar lo que puede levantarnos, orientarnos y beneficiarnos. Solo queremos que nos regalen los oídos y desgraciadamente siempre hay quien lo haga.

¿Pudieras escuchar el video que sigue? No se trata de una profecía inspirada sino de la visión de quien se sube a una colina y se toma el tiempo de mirar adelante. Escucha:

Entonces, lo que vemos hoy no debería causarnos tanta sorpresa. Tampoco los eventos que seguirán a esta pandemia universal. Si lo piensas bien COVI-19 no es un aviso, es el primero de los duros impactos que nos esperan.

Estimado lector, no pierdas de vista la oportunidad que tienes hoy de pausar, aprender y meditar en lo que sucede, y en por qué sucede.

Muchas veces te hemos visitado y hemos tratado de conversar contigo, pero, te has acostumbrado a decir: “no tengo tiempo”. Ahora tienes el tiempo, estás en casa, pero no estaremos a tu puerta. Te invito a que cuando volvamos a estar en tu casa, en la calle, o en un parque, nos escuches. ¡Ya tienes todos los avisos que necesitas!

Cuando volvamos a vernos, por favor, ¡escúchanos!

Anima a otros y te animarás a ti mismo.

Eso suele ser así. La vida es complicada pero algo que se aprende pronto es que en la medida que das, recibes. Si buscas, encuentras. Estos son tiempos de buscar lo que nos edifique, alegre y levante el ánimo. Buscar lo que nos saque una sonrisa y lo que nos fortalezca emocionalmente. No hay mucho por ahí que sirva en ese sentido, pero siempre se encuentra. ¿No es cierto?

Varios amigos me han enviado algunos videos y notas muy simpáticas, otras son realmente edificantes o fortalecedoras. Comparto con ustedes un par de ellas con la esperanza de que sean otra pausa refrescante.

Sí, sigue siendo importante lavarnos las manos para toda clase y antes de toda clase de actividad sean en casa o en el patio. Si salimos no olvidemos que podemos traernos en los zapatos el coronavirus y si recibimos un paquete, igual hay que desinfectarlo antes de abrirlo. ¡Ándale! que si nos cuidamos podremos regresar a la rutina antes de lo pensado. ¡Hasta otra!