La responsabilidad del responsable.

Aunque “responsabilidad” y “responsable” son palabras  complicadas para muchísimos seres humanos. Sin embargo, para otros, representan la clave de su éxito. Y es que estas palabras asumen que el individuo que posee esas características no presentarán excusas para no cumplir con lo que han prometido realizar.

El diccionario define como “responsable” a “la persona que es consciente de sus obligaciones y actúa conforme a ellas.”  Asi que la persona responsable actúa con seriedad conforme a sus tareas, hasta terminarlas. Ahora, al abandonar la definición, pensemos en cómo percibimos el éxito.

CÓMO PERCIBIMOS EL ÉXITO. Para algunos, comenzar un proyecto es sinónimo de éxito. Es verdad que se ha conseguido cierto crédito al recibir la tarea, pero, hay que recordar que comenzar un proyecto no es lo que nos hace personas exitosas y dignas de confianza. Más bien, es terminar el trabajo con felices consecuencias, lo que nos hace verdaderamente exitosos. Si percibimos el éxito solo por dar comienzo a nuestros proyectos, tendríamos que reevaluar toda la estructura de nuestro pesamiento.

¿PARA QUÉ NOS SIRVE SER RESPONSABLES? En primer lugar nos sirve para ganar la confianza de otras personas, lo que va creando a nuestro alrededor, un círculo que se va ensanchando y que nos hace acreedores del respeto de los demás. Cada vez que escucho a alguien decir lo que va a hacer y luego veo que hace el trabajo a la mitad, inevitablemente le voy perdiendo confianza. Y aunque parezca de poca monta, perder la confianza en alguien, le traerá consecuencias, no solo para su negocio, sino también a su reputación. En resumen, ser responsables nos sirve para ganar la confianza de otros. Ganar la confianza de otros nos proporcionará más oportunidades de trabajo y al final, de éxito.

En segundo lugar, cuando somos responsables disfrutamos de una inmensa satisfacción. Puede que nos haya costado mayores sacrificios cumplir, pero, con esos sacrificios se aumenta nuestra valía personal, nuestra satisfacción y reputación. Esto nos proporcionarå el empuje necesario para alcanzar el éxito en nuestro siguiente desempeño. Con el éxito, vamos fortaleciendo la confianza en nosotros mismos y en nuestras capacidades y aptitudes.

CÓMO PODEMOS SER MÁS RESPONSABLES. 

Sea realista y objetivo. Al examinar la tarea que se te pide realizar, no seas demasiado optimista. Piensa en los retos y en los problemas que pueden surgir antes de dar una fecha de terminación. No quedas bien cuando dices, “estará terminado el sábado” y luego al llegar el sábado, dices: “no pude pero voy a terminarlo el martes próximo.”  Era mejor, desde el principio haber examinado bien la tarea, sus dificultades, el personal que tienes disponible y lo que pudiera fallar. Daremos un ejemplo de responsabilidad si al dar una fecha, cumplimos con ella. Por eso, sé realista y objetivo en tus metas.

Otro elemento importante que nos puede ayudar a ser personas más responsables es compartir con otras personas nuestros proyectos. No me refiero a ponerlas a trabajar, sino que me refiero a compartir con familia o amigos alguna información relacionada con lo que estamos haciendo, algunos de nuestros planes y el bien que perseguimos. Dar participación a otros, en este sentido, no solo aumentará el placer de asumir la responsabilidad de un proyecto hasta el final, sino que es muy probable que seamos más eficaces y eficientes. ¿Por qué? Porque las personas con las que compartimos nuestros proyectos nos van a preguntar sobre su progreso. Eso abre las puertas para que expliquemos los avances, alcanzados junto con las dificultades encontradas. Ese intercambio de información general involucrará a nuestra familia o amigos en nuestro trabajo y nos motivará a terminarlo de forma positiva.

Finalmente, las personas responsables debemos aprender a ser flexibles. Debemos aprender a ajustarnos a factores no contemplados en el proyecto inicial. No es momento de quejarnos y menos de abandonar la tarea. Una persona responsable, se responsabiliza de llevar un trabajo hasta su feliz conclusión y no asume que todo será pan comido.

Con lo anterior ¿intentamos decir que la persona responsable jamás fracasa? No, no queremos decir eso. Lamentablemente habrá ocasiones en que todo nuestro esmero, esfuerzo y planificación será insuficiente para alcanzar el éxito. Hay cosas que no podemos controlar en la vida, pero eso no se debrá a nuestra irresponsabilidad.

Aún frente a un fracaso, la persona responsable siempre es honesta. Se preguntará: ¿Hay algo que pueda hacer para enmendar o aliviar la situación? ¿Pudiera rehacerse el trabajo que ha quedado mal?  ¿Cómo contribuirá mi esfuerzo adicional a recuperar la confianza perdida? ¿Qué beneficios futuros me proporcionará esta experiencia? Si decidimos aliviar el problema al grado posible y razonable, demostraremos que somos personas capaces de reconocer un fracaso y de esforzarnos por enmendarlo. ¡Esa actitud responsable es muy valiosa! Hacerlo así es mejor que huír silenciosamente de la escena. Después de todo ser personas responsables implica hacer buena nuestra palabra, y por supuesto, hacer bueno nuestro trabajo.

Amigos, amigotes y los otros.

Probablemente la elección de los amigos es una de las tareas que más frustración y dolor emocional puede causarnos en nuestros años mozos. Hoy veo que los jóvenes tienen las mismas luchas que yo cuando tenía sus edades, solo que en el caso de los adolescentes de hoy, ellos la tienen mucho más difícil pues a diferencia de épocas pasadas hay mayor presión de grupo para entrar en pandillas, usar drogas o abusar del sexo y del alchool.

En mis tiempos fueron los amigos, los que me enseñaron muchas cosas buenas pero también unas cuantas malas y no solo malas sino peligrosas. El amigo en quien mis padres tenían la mayor confianza me enseñó a robar. ¿No es enseñar a robar explicar el método que puedes usar para entrar en el cine sin pagar el boleto y luego demostrarlo? Gracias al cielo era yo mal aprendiz, pero la lección estaba allí. Hoy, al meditar en aquellos días me pregunto ¿cuántos amigos de nuestra confianza son los que enseñan a nuestros hijos las peores lecciones?  Otros amigos me enseñaron mejores cosas y con ellos disfruté de tiempos memorables.

A los diecisés me hice parte de un grupo de rock and roll en el que tocaba la batería. Mi padre me había prometido que si sacaba una beca al entrar en la Universidad me regalaría un set de drums. Como cuando los jóvenes quieren algo, se esfuerzan por conseguirlo, alcancé el promedio para una beca en la Universidad de Puerto Rico. Mi padre cumplió su palabra de modo que me compró una Ludwig con su “snear drum” plateado, como el que se ve en la ilustración. Tenía dos “tom toms”, un “hi-hat” con dos platillos grandes y un “floor tom tom” todos fabricados por Ludwig. ¡El grupo tenía mejor batería que baterista! Sin saber cómo, logramos grabar nuestro primer sencillo y luego nuestro primer y único disco de larga duración con música y letra propia. Para nuestra edad, un logro. Los amigos, los amigotes y los demás no faltaban en los bailes de “marquesina” como se hacían en esos años. Tal vez por la época todos los integrantes del grupo nos conformábamos con una modesta suma de dinero por amenizar las fiestas. Y varios de nosotros podríamos tocar de gratis porque lo pasábamos super bien con muy pocas malas experiencias. Aunque esta manera de ocupar nuestro tiempo no fuera la mejor o la más apropiada, me mantuvo ocupado en ensayos y en contratos mientras cursaba la universidad.

¿Tengo que decir que en algunos bailes y actividades mi padre pasaba para ver el ambiente y lo que hacía? Aunque disimuladamente, también tuve supervisión. Incluso cuando decidimos firmar para nuestro disco de larga duración, mi padre se ofreció para ser el productor. El hombre estaba cerca y a la vez lejos.

Tal vez con conocimiento o sin conocimiento mis padres estaban al tanto de mi ir y venir lo que me ayudó muchísimo. De esta experiencia propia puedo comentar que aunque los padres debemos permitir cierta libertad para que nuestros hijos seleccionen amigos, la supervisión es escencial. Y debo añadir que la intervención paternal es obligatoria cuando hay evidencias de conductas impropias como pueden ser el que el muchacho se meta en pandillas, comience a beber a destiempo y hasta llegue a utilizar drogas. ¿No es por lo regular un amigo el que nos ofreció el primer cigarrillo? Entonces los amigos juegan un papel importante en el desarrollo de un joven.

Un buen muchacho puede “perderse” cuando selecciona malos amigos que se convierten en un “vicio” difícil de desarraigar. Antes de que llegue a ese punto, los padres debemos saber qué hacer. Aunque no podemos elegir los amigos de nuestros hijos, tenemos la obligación de supervisar su conducta y hasta prohibirle andar con Fulanito de Tal, y si desobedece podemos privarles de algo que le guste por un tiempo. Podemos, por ejemplo, controlar la lista de cosas o actividades que no podrá practicar si no nos obedece.  Las reglas de la casa las ponemos los padres, no nuestros hijos.

Otro punto. Es necesario que preguntemos por los amigos de nuestros hijos y que los conozcamos personalmente. ¿Quiénes son sus padres? ¿Dónde viven? Conocerlos nos ayudará de primera mano a saber qué clase de personas son. Si un amigo de nuestro hijo pertenece a una pandilla, nuestro hijo está en peligro y debemos actuar de inmediato con las sanciones más severas porque si un amigo de mi hijo es pandillero, las probabilidades son de que mi hijo será pandillero también, solo es cuestión de tiempo.

La adolescencia es un reto para el adolescente y es un reto para los padres. Una buena supervisión, de cerca y a la vez de lejos es invaluable. No puedo terminar sin mencionar un factor de éxito en la educación de nuestros hijos. El amor, la paciencia y la dignidad con la que les tratemos. El amor genera confianza, la paciencia promueve comprensión y la dignidad les ayuda a ellos y a nosotros a respetarnos como personas y como seres que se aman.

Con todo, lo anterior, no podemos evitar que escojan sus amigos, sus amigotes y los demás.

Una historia y una enseñanza.

La historia que les contaré me la contaba mi mamá cuando era yo un niño muy, chico, tal vez de seis o siete años. Tuvo que habérmela contado muchas veces para que luego de tantos años todavía la recuerde. Sé que se la pedía porque me causaba mucha felicidad escuchar la forma en que la narraba. Para mi era solo un cuento que me hacía feliz. La enseñanza vino con el paso de los años. Les contaré. Primero la historia:

Un niño, camino a la escuela, se encontró con un tronco acostado que le impedía el paso. Decidido a llegar a la escuela, se acercó y le pidió que, por favor, se quitara del camino. El tronco dijo: –“no quiero.”  El niño le dijo: “Entonces, llamaré al fuego para que te queme”. Al llegar donde el fuego, le dice: “Fuego, quema el tronco que no quiere quitarse del camino para que yo pueda llegar a la escuela.” El fuego le contestó –“no quiero”. Entonces, le dijo: -“pues llamaré a la nube para que llueva y te apague.” Al ir donde una nube, le dijo: –“Nube, échale tu agua al fuego que no quiere quemar el tronco”. Pero la nube le contestó: –“no quiero.” Entonces, el niño dijo: “hablaré con el sol para que te evapore”. Camino al sol le dijo: –“sol, evapora la nube que no quiere apagar el fuego.” El sol le contestó: -“no quiero”. Entonces, el jovencito le dijo: “pues entonces, hablaré con la luna para que la noche te cubra con su sombra.” Al llegar donde la luna, le dijo: “Luna, cubre con la noche al sol. A lo que la luna le dijo: “¡lo haré!”

Al escuchar esto, el sol le dijo a la luna: “¡no, por favor, no me cubras con la noche!, evaporaré la nube.” Entonces la nube dijo: “no por favor. Dejaré caer agua sobre el fuego y lo apagaré.”  Al escuchar esto, el fuego dijo: No, me apagues, por favor, que yo voy a quemar al tronco.”  Fue entonces cuando el tronco dijo: “¡No me quemes!, ¡me quitaré del camino!” Entonces, finalmente, el niño siguió su camino y llegó a la escuela.

Ahora, la enseñanza: Tal vez mi madre quería enseñarme que, en la vida debería estar preparado para escuchar muchos “no” como respuesta. Que yo no debería esperar que me fuera fácil superar los obstáculos. Al mismo tiempo, debería aprender a no cansarme hasta conseguir éxito. Aunque mamá no me lo dijo, siempre pensé que ese niño del cuento era yo. Si era yo, entonces, al final, por ser persistente y reconocer la importancia de conseguir la cooperación de otros, tendría éxito.

UNA sola persona que crea en ti es todo lo que necesitas para comenzar el camino del éxito en cualquier empresa. Es esa persona, grupo o asociación la que nos puede dar la oportunidad de crecer. No obstante, el éxito no se consigue solo, no es unilateral. Necesitamos a otros y otros nos necesitan a nosotros.

Asumir que todo el mundo va a cooperar con nosotros y nos va a brindar todas las oportunidades asi porque sí, es poco realista.  De hecho, es conveniente frente a los desafíos de la vida, en ocasiones, esperar lo peor, visualizar el peor escenario. Si lo peor ocurriera en medio de situaciones duras, estaremos preparados para continuar. En vez de ser desanimador, nos prepara para superar lo negativo que vivamos y no quedar solos y frustrados.

Lo anterior no quiere decir que debemos ser fatalistas y ver un desastre en cada paso. Pero, tampoco, debemos ser idealistas, creyendo que en la vida, todo será color de rosas y que todo el mundo nos va a abrir las puertas porque somos hijos de doña Milagros.

Prestemos atención a este razonamiento: En tiempos antiguos los chinos construyeron una muralla para protegerse de los mongoles. Los españoles protegían sus conquistas levantando murallas fortificadas para protegerse de los ataques de piratas y filibusteros. Hoy, en zonas císmicas como en Los Angeles, California, los ingenieros construyen edificios anti-terremoto para evitar que se desplomen en caso de cismo y causen más muertes.  Todas esas medidas son inteligentes. De una u otra forma la seguridad se establece sobre la base del peor escenario. Entonces, llegamos a la conclusión de que en determinadas circunstancias prepararse para lo peor es el derrotero sabio. Si lo peor no nos sobreviene… ¡estupendo! Pero, ¿y si sucede?

Al final del día, esto es lo que he aprendido del cuento de mamá:

  1. No espero cooperación automática de los demás.
  2. En ocasiones tengo que pensar en el peor escenario.
  3. No me desalientaré por los “no quiero”.
  4. En el camino, alguien me va a ayudar. Cuando lo haga, buscaré la cooperación y la ayuda de otros.
  5. El éxito, no puede ser un camino solitario, porque si lo fuera, entonces no valdría la pena.

De manera que, por favor, seamos realistas con nuestros hijos y no les hagamos creer que son “especiales” y que la vida les espera con alfombra roja. ¡Eso no es real ni es cierto! Ni ellos son especiales ni lo somos nosotros. Tendrá éxito el que trabaje y el que consiga la cooperación de los demás. Solos no podemos hacer nada. Necesitamos a otros y otros nos necesitan a nosotros. 

“A la buena de Dios”.

Suponte que un capitán está a punto de zarpar del muelle. Es un capitán de un barco turístico. El sabe que es responsable por la vida de casi tres mil almas y se asegura de que tiene su brújula, sus cartas de navegación al día, su radar y el resto del equipo necesario. Sabe que el barco está en buenas condiciones mecánicas y él se encuentra en el puente listo para zarpar. El capitán de experiencia siempre sabe dónde está y hacia dónde va. Debido a su plan de navegación puede sentirse confiado. Nada se ha dejado a la casualidad o como decimos en buen castellano “a la buena de Dios”.

Lo que un capitán hace es lo que nosotros debemos hacer con nuestra vida desde que creamos conciencia de nuestra existencia. Tan pronto maduramos, algunos entre los 17 y 22 años de edad, otros un poco antes o un poco después, debemos trazar nuestros planes para “el curso” que deseamos tomar en la vida. Antes de eso, estamos amarrados al puerto con las sogas fuertes con las que, con amor, nuestros padres nos mantienen sujetos.  Nos mandaron a la escuela y supervisaron nuestra educación como mejor pudieron. Ya en esos años mencionados debemos saber cuál es nuestro puerto de destino y debemos comenzar a prepararnos para llegar a él. Todos los planes deben estar listos para cuando se suelten las amarras de puerto.

¿Es eso lo que hacemos la mayoría de nosotros? ¿Preparamos un plan para el camino? O ¿zarpamos “a la buena de Dios” a ver si llegamos con buen viento a donde queremos llegar? Te sorprenderás, pero muchos, muchísimas personas no planifican nada y dejan que la vida les lleve por dónde les quiera llevar esperando llegar a algún “buen puerto” por pura casualidad. Si hacemos eso estamos viviendo la vida sin plan y es muy probable que los resultados no sean los esperados.

LO MEJOR ES HACER UN PLAN OPTIMISTA Y NO ABANDONARLO

Se ha dicho que si no tenemos un plan en la vida, una dirección preparada de antemano, fracasaremos. Es decir, ESTAR SIN UN PLAN, ES UN PLAN AL FRACASO. Por tal razón debemos establecer nuestras metas en la vida. Luego, luchar con optimismo para alcanzarlas. Al optimismo hay que añadir perseverancia y constancia. Con un plan y cualidades de resistencia nos aseguramos de que iremos por buen camino. Eso beneficiará a los nuestros que, después de todo, están en el mismo barco con nosotros.

La perseverancia tiene que ver con el no rendirnos a pesar de que encontremos corrientes submarinas que nos desvíen de la ruta. También pueden sobrevenirnos tormentas repentinas que nos desalienten. Recordemos que un crucero no se reconoce por su velocidad solamente, sino también, por su navegación cómoda y segura. Hacer ajustes a la travesía es de esperarse y no hay razón verdadera para desanimarnos.

La constancia tiene que ver con la regularidad. La regularidad es la que hace la rutina y la rutina es la que hace la vida. Somos lo que es nuestra rutina. No siempre lo vemos así. ¿Que haces cuando tomas un vaso de leche? ¿enseguida notas que tus huesos se fortalecen? ¡No! ¡para nada! Pero tomar tu leche TODOS LOS DÍAS fue lo que contribuyó a que tuvieras huesos más fuertes. Cepillar los dientes no hace ABSOLUTAMENTE NADA pero cepillar los dientes TODOS LOS DíAS contribuyen a tu higiene bucal. Entonces hacer algo una vez no es suficiente. Necesitamos ser constantes para ver los resultados a largo plazo.

El optimismo tiene que ver con la actitud. Si somos de los que nos saboteamos a nosotros mismos vamos a estar viendo peligros y solo peligros. ¿Y si me quedo sin combustible? ¿Y si nos pasa como al Titanic? ¿Y si pasa esto o pasa lo otro? ¡Santo cielo! ¡entonces es mejor pasar la vida en la cama hijo! Seamos optimistas siempre. Evitemos ser negativos. El 90% de todas las cosas negativas que pensamos JAMÁS van a pasar.

Cuando menos lo imaginemos, porque vamos disfrutando el camino, llegamos a nuestro destino. Cuando lleguemos debemos estar preparados para el éxito porque hemos aprendido a planificar, a confiar, a trabajar, a superar tormentas a perseverar y a ser constantes. Si a eso le añadimos la humildad de haber sabido corregir el curso, tendremos muchas razones para ser felices.

¡Celebra hoy tu plan de vida! ¡Mantén el curso hacia donde quieras ir! Cada vez que sea necesario, haz los ajustes que se requieran. Mira la meta, el puerto de tu destino, cada día y no lo apartes de tu pensamiento.  Y por nada del mundo, dejes las cosas a la casualidad. Recuerda que el éxito implica tener un plan y trabajar duro. Y por favor no dejes tu vida a la casualidad o como decimos muchos: “a la buena de Dios.”

 

 

 

Las “ostras” de nuestros hijos.

No, no es un insulto. No lleva la intención de menosprecio. Tampoco lo planteo con tono peyorativo. Es una declaración con fundamento basada en la experiencia. A continuación trataré de explicarme.

Las ostras tienen que abrirse para vivir. Es verdad que al abrirse para alimentarse pueden entrar diminutos pedazos de material que pueden resultar irritantes. Cuando eso sucede, la ostra segrega una sustancia conocida como nácar que protege al molusco de la molestia del material que le irrita. De esta forma, poco a poco, con el curso del tiempo, se habrá formado una perla. La ostra se protege del ambiente cerrándose con toda su fuerza.

¿Qué tiene que ver esto con asemejar a nuestros hijos a ostras? Veamos: Hay una etapa en el desarrollo de los muchachos en la que se encierran tan fuerte como pueden. Durante ese tiempo debemos ayudarlos a abrirse porque si no lo hacen, si permanecen encerrados, no van a superar de forma sana los cambios naturales del desarrollo. Es un proceso muy normal y natural pero a la vez delicado, que necesita atención, supervisión y perspicacia. En la mayoría son esos años difíciles entre los 14 y los 17 años de edad. Claro, en algunos chicos(as) esa edad puede variar uno o dos años.

En el mundo del siglo XXI la mayoría de los jóvenes tiende a imbuirse en sus equipos electrónicos como ostras mudas y ciegas al “mundo exterior.” Dentro del proceso se agrava el hecho de que los jóvenes no han aprendido a pedir ayuda. Hoy creen  que en YOUTUBE está todo lo que necesitan y por lo tanto piensan que lo saben todo. No escuchan porque están conectados a su mundo y desconectados del mundo real. Este “encierro” limita muchísimo la ayuda que podemos darles. Es un encierro hermético y forzarlo violentamente tampoco es recomendable. Al mismo tiempo, si no les ayudamos a que se abran por ellos mismos, no podrán superar los retos que son característicos del desarrollo.

Estos aproximadamente cinco años difíciles pueden ser los años más retadores para los padres y para sus maestros . Es en este período que los jóvenes escuchan con más atención lo que otro muchacho tiene que decir que lo que sus padres en su hogar intentan enseñarle. Y por supuesto, si lo dice la web, lo toman como la pura verdad y lo discuten hasta la saciedad. Creen todo lo que dice internet como si fuera la Sagrada Biblia. Sin embargo, sabemos que no todo lo que está en las páginas de Internet es la pura verdad y no todo lo que se ve es limpio ni saludable. 

Es inquietante que tanto en los casos de asesinatos en la escuela Stoneman Douglas de La Florida como el caso reciente en los asesinatos en Texas, los jóvenes implicados no dieron indicio alguno, en sus páginas de FACEBOOK, que fueran capaces de tales horribles crímenes.

¿Qué podemos hacer para evitar resultados tan funestos? A continuación algunas sugerencias.

  1. El celular se carga en la sala (no en la habitación). De esa forma no hay tentación de quedarse varias horas enviando textos.
  2. El televisor y la computadora NO permanecen instalados en las habitaciones sino en un lugar apropiado en la sala o en otra habitación donde la familia tenga acceso. Eso desanima su mal uso.
  3. Nos sentamos a la mesa del comedor sin el celular. Es tiempo de conversar juntos. Los temas de sobremesa deben ser positivos. No es hora de regaños.
  4. El celular se apaga a las 9.00 pm. Establece buenos hábitos y evita convertirnos en adictos.
  5. Ninguno de los muchachos duerme en casa de los amigos (niños o niñas). No importa quienes sean los amigos o lo bien que conozcamos a sus padres.
  6. Supervisamos la computadora, el celular y el iPad regularmente. ¡Tenemos ese derecho!
  7. Visitamos la escuela y hablamos con la maestra(o) de nuestros hijos por lo menos cada dos o tres meses.
  8. Observamos cualquier cambio de conducta o hábitos de alimentación. Hablamos con ellos cuando vemos estos cambios para tratar de saber qué sucede.
  9. Si regalan sus objetos personales o hablan de la muerte debes buscar ayuda de un profesional. Tu hijo necesita ayuda.
  10. Es mejor exagerar en cualquier punto anterior que descuidar la supervisión que necesitan nuestros hijos.

Los adultos ya pasamos por este período de tiempo tipo “ostra” con más o menos éxito, pero NINGUNO de nosotros enfrentó los peligros que nuestros hijos enfrentan hoy.

Por eso, durante ese período natural de encierro, tratemos de estar listos para ayudarlos a “abrirse”. Cuando lo hagamos, seamos como la suave nacar que protege de elementos irritantes. Debemos estar alerta para ayudarles con mucho amor y con mucha paciencia. ¡Ellos se lo merecen y nosotros también!

 

 

 

¿Por qué Siri y no Paco?

Aunque no estoy de acuerdo con todos los planteamientos feministas que ruedan por el mundo, reconozco que algunos de esos planteamientos tienen buen fundamento. El que en muchas culturas los varones nos pasamos de machos, es, duélale a quien le duela, una cruda realidad que no debe orgullecernos.

Sin querer echar leña al fuego, me pregunto de dónde salió la idea de tener a una mujer como la secretaria del mundo. Me pregunto por qué no un “Bob” o un “Alex” (por “Alexa”). ¿Por qué tienen que ser voces femeninas las que transmiten nuestros aparatos electrónicos más populares? ¿Será porque la mujer tiene el sello de ser la que nos resuelve todos los problemas como mamá, como la secretaria o como la esposa que nos cuida y atiende el hogar?

Hace ya mucho rato que las mujeres no solo trabajan en la casa sino que también contribuyen a los gastos de sostener una familia. Hay sobradas razones por las que las primeras palabras de un bebé sean “mamá”. Ellas no solo los dan a luz, sino que se desvelan constantemente por el bienestar de los suyos, incluyendo a sus esposos.  Y aunque muchos, muchos padres hacemos un papel estupendo como papás, las mujeres están naturalmente capacitadas para atender a su bebé de formas expectaculares. ¿De acuerdo? Si no lo estás puedes dejarme tus comentarios y razones de por qué piensas diferente. Sin embargo, tome en cuenta que lo anterior no quiere decir que no haya padres excepcionales, porque los hay.

Hace poco se me ocurrió comprar mi “Alexa” que no es para nada barata. Cuando la traje a casa lo primero que tuve que hacer fue presentársela a mi esposa. Le expliqué lo que hacía y por qué la había comprado. Luego de tirarle a mi mujer toda mi “filosofía” que no era más que “paja,” mi esposa me dijo que ya tenía suficiente con doña “Siri” y que no quería otra “mujer sabelotodo en casa”. Traté de convencerla pero no hubo forma. Creo que tendré que vivir sin ella, quiero decir, sin Alexa.

Si nos ponemos a pensar, las mujeres y sus voces siguen tomando más y más terreno en el mundo de hoy. Incluso en las torres de control de los aeropuertos se han estado utilizando más mujeres. Se ha comprobado que los pilotos suelen escuchar con mayor atención las instrucciones transmitidas por voces femeninas. ¿Será otra vez porque sicológicamente pensamos que nos habla mamá o nuestra novia o nuestra esposa? No sé, lo que sí sé es que la reacción y consecuente atracción del varón hacia la voz femenina es muy obvia.

Hace poco, conversaba con uno de los locutores hispanos más reconocidos en la industria aquí en los Estados Unidos. Desde mi punto de vista tiene una de las voces más varoniles y limpias que he conocido. Me sorprendió cuando me dijo que la industria de la locución, en estos momentos, busca menos voces varoniles. Las voces más populares del futuro serán más agudas de tono y menos varoniles. Las razones pueden ser varias pero lo que se hace muy elocuente es que hay cierto “encantamiento” con todo lo que suene, luzca o se parezca a “mujer”.

A finales del año pasado Arabia Saudita anunció un nuevo robot, por supuesto, femenino, al que llaman “Sofía” y al que el gobierno le ha dado el privilegio de la ciudadanía Saudí según The Jakarta Post. “Sofía” es solo un androide y ya cobra vida por sí misma con expresiones faciales que malamente imitan las expresiones femeninas. Claro, otra vez, por el vecindario no hay ningún “Joe” que pueda imponerle alguna competencia o interés romántico al estilo robótico.

Si las voces de mujeres inundan el mundo cibermético y las mujeres androides ya disfrutan de ciudadanía, visualizo un mundo que en veinte años será muy diferente a lo que es ahora… ¡a menos que no aparezca pronto un “Paco” que nos salve y nos ofrezca igualdad robótica!

 

 

 

Los amigos: casuales, temporales o eternos.

¿Estás de acuerdo conmigo de que en la vida hay amigos casuales, amigos temporeros y amigos eternos? Que no todos los que llamamos “amigos” están ahí para quedarse? Meditemos en este tema y si tienes comentarios eres bienvenido/a a dejarme saber tu punto de vista.

Por lo menos en mi caso, he aprendido que muchos amigos son casuales. Se deben en gran parte, al lugar geográfico dónde vivimos o crecimos. Unos fueron compañeros de escuela o de equipo, a otros veíamos en la iglesia o fueron compañeros de empleo. Con eso no quiero decir que todas las amistades de esos tiempos van a desaparecer, pero hay una infinidad de personas que llamamos amigos aunque en realidad nunca llegaron a compenetrarse con nosotros ni nosotros con ellos.  Con todo, tenemos gusto de haber compartido con ellos.

Los amigos temporales son los que sí se compenetran con nosotros pero debido a que uno de los dos se muda de ciudad, se casa, se convierte en papá o mamá o por alguna otra razón, dejan de tener presencia regular en nuestras vidas. A estos recordamos con mucho cariño como personas que nos ayudaron en su momento y en nuestro corazón les guardamos un espacio. Como no podemos volver al pasado ni cambiar nuestro presente, se convierten en amigos de una época, de un tiempo, en amigos temporales.

Por otro lado, hay amigos que se convierten en amigos eternos. Estos son los que entretejen su vida con la nuestra. Eso no significa que los vemos o hablamos con ellos todos los días, pero cuando hablamos, es como si nos hubiésemos estado comunicando diariamente. Ni ellos ni nosotros sentimos que ha pasado el tiempo. La amistad se ha mantenido viva, fresca, sin cambios aparentes. Revivimos los mismos chistes y vivencias de tiempos pasados como si hubiesen ocurrido el fin de semana pasado. El corazón salta cada vez que nos vemos o nos juntamos para charlar, y convertir ese rato en otro rato memorable. Nos llena de alegría repasar las mismas memorias que parecen estar grabadas en piedra. Algunos de estos amigos eternos ya no están con nosotros. ¡Cuánto les extrañamos! Guardamos sus fotos o las notas que en una ocasión nos escribieron. 

¿CUÁLES SON LOS MEJORES AMIGOS? Todos los amigos son buenos y todos son o fueron importantes. El casual, el temporero y el permanente han tenido su lugar. Es difícil tratar de categorizarlos porque cada amigo nos ofrece o nos ofreció algo distinto, fresco y valioso. Con cada uno, un minuto dorado, un lugar en el tiempo. Nosotros nunca los clasificamos, la vida lo hizo y cedemos a su antojo y debemos aceptarlo.

Los casuales nos ayudan a adaptarnos. Por ellos la pasamos lo mejor que hubiese sido posible dentro de los cambios que vivíamos. Permitieron que soportáramos nuevas situaciones y con ellos pasamos tiempo agradable y divertido. Algunas lecciones y acciones que ellos nos dejaron son recuerdos agradables. Aunque puede que en ocasiones se nos olviden sus nombres, no olvidamos los buenos o malos ratos que vivimos juntos, o tal vez debo decir, los ratos que “sobrevivimos” juntos.

Los amigos temporeros nos dieron lo mejor de sí. Tal vez en un momento pensamos que serían amigos eternos, no importa, sus nombres y sus familias están frescas en nuestra mente. Tenemos mucho que agradecerles. Por alguna razón, experimentamos cambios emocionales, o de otra índole, y ambos nos alejamos en términos del trato regular acostumbrado.  Sinembargo, no es raro que hablemos de ellos en determinadas ocasiones y hasta reconozcamos lo que nos enseñaron y lo que aprendimos con ellos. Estos amigos, aunque temporeros, no quedan en el olvido.

Los amigos eternos nos ayudan a recordar que siempre hay alguien que nos quiere como somos… o tal vez deba decir: ¡nos quieren a pesar de lo que somos! Los amigos eternos nos enseñan que no hay que aparentar nada porque sería inútil, nos conocen. Nos enseñan que siempre podemos recurrir a ellos para resolver un problema sin tener que dar explicaciones de qué o por qué. Estos amigos son pilares en nuestra vida, son anclas que siempre nos equilibran y nos ayudan a aguantar el rigor de la tormenta. Los amigos eternos no nos deben nada ni nosotros le debemos nada, porque no son amigos de compromisos. Son los que lloran con nosotros y los que lloran por nosotros. Son estrellas que no dejaran de brillar en nuestro cielo.

Un amigo no puede sustituirse con otro amigo, porque cada amigo tiene su propia gloria y con cada uno, una historia diferente. Por supuesto, reconozco que mis amigos no me pertenecen, que ellos como yo, son libres, de modo que no debo acapararlos. Entendemos que la vida es un viaje en el que siempre estamos en movimiento. Sin embargo, nada ni nadie puede robarnos lo vivido; risas y llantos, consejos, consuelos, poesías y cantos. Juegos y chistes, locuras sanas o no tan sanas, que aliviaron el dolor, la nostalgia y el quebranto.

¿Por qué pides limosnas?

Al dar una mirada rápida por el mundo en que vivimos, son pocos los que pueden sentirse afortunados. Los pocos que pueden vivir una vida con un propósito y un futuro. Un propósito que no sea el de sobrevivir cada día. Y un futuro que no dependa de los planes de los gobernantes humanos. Pocos afortunados tienen la capacidad emocional e intelectual para comprender sus bendiciones presentes aún en medio de todo lo malo que nos rodea. De hecho, muchos que pudieran estar incluídos entre ese grupo selecto de afortunados, no se consideran así. ¿Será porque no sacan el tiempo para meditar en todas sus bendiciones? ¿Que piensas tu?

Es verdad que la inmensa mayoría de nosotros tiene que trabajar para ganar el pan, procurar lo mejor para los que amamos y ofrecer a los más jóvenes una educación a la altura de los tiempos. Aún así, ¿sacamos tiempo propio para contar nuestras muchas bendiciones? Hacerlo es imprescindible. De otra forma nos pasarán los años por encima sin haber evaluado nuestras grandes riquezas. Como se puede contar el dinero, debemos contar las bendiciones para llegar a apreciarlas, para no malgastarlas o peor, olvidar que las tenemos. Cuado hacemos este ejercicio, es muy probable que nos demos cuenta de que estamos entre los afortunados. Si lo estamos, tenemos una gran fuente de felicidad a la que recurrir en nuestros tiempos difíciles.

Fue Winston Churchill quien dijo: “El éxito no es final, el fracaso no es fatal, es el valor que continúa, lo que cuenta.” Podemos concordar en que ni la felicidad es permanente ni tampoco lo es la  infelicidad. El valor debe estar presente para rectificar la ceguera que tantas veces nos impide ver todo lo valioso que nos rodea. Aunque todos pasamos por tiempos duros y frustrantes, estos no se quedan allí sino que son como las tormentas que vienen y van. Cuando llegan, te guareces bajo techo. Cuando se van, sales a la intemperie y sigues con tu vida.

¿Por qué no dejar las tormentas pasar? ¿Por qué concentrarnos en lo negativo de todo lo que nos rodea? Cuando lo hacemos perdemos la perspectiva de nuestra felicidad y de nuestras muchas bendiciones. A nadie le gusta vivir con un mártir que solo sufre porque ni vive ni deja vivir. A todos nos gustan las personas alegres y positivas que se sienten agradecidas por sus bendiciones, no se la pasan haciendo un inventario interminable de sus dolores. Si eres de los afortunados que viven agradecidos, no te sientas culpable y disfruta tus bendiciones.

Cuentan de un ciego que se la pasaba pidiendo limosnas. Día tras día colocaba un viejo banco que traía de su casa y se sentaba sobre él, en una esquina, todo el día. Agradecía las monedas que caían en la latita que tenía frente a él pero, como suele suceder, no eran muchas las personas que dejaban sus limosnas. Cierto día, un hombre pasó a su lado y no dejó ninguna moneda sino que se sentó a su lado. El ciego le preguntó: “-¿no piensas dejarme alguna limosna?” A lo que el hombre respondió: “-no la necesitas, estás sentado sobre una fortuna”. Se levantó y se fue.

Al llegar a su casa el ciego pensó en lo que le dijo aquel hombre desconocido y se propuso examinar el banco que llevaba a la esquina. Al palparlo por todas partes notó que había una tapa con cierre. Se propuso abrirla y para su sorpresa ¡estaba llena de monedas, pero no de monedas comunes, eran monedas de oro! Por años estuvo sentado sobre una fortuna, sin saberlo, mientras, en una esquina, pedía limosnas.

Tu, y yo, estamos sentados sobre una gran fortuna. No seamos como aquel ciego que no podía ver lo que poseía. No busquemos limosnas entre amigos casuales que no valen la pena. ¡Demos una mirada a todo lo que poseemos en sentido espiritual y emocional! Para muchos su fortuna oculta se encuentra entre verdaderos amigos, ya olvidados. Para otros entre sus hijos alejados, algunos no reconocen el valor de una esposa o esposo amoroso. Otros no disfrutan de lo que su trabajo duro les ha reportado. Sí, conviven día a día con una bendición y la ingnoran. La oportunidad de ayudar a alguien a levantarse, el privilegio de ver la luz del día de poder aprender algo de valor que nos inspire representa una gran fortuna demasiadas veces olvidada.

Hay algo que no logro entender en el ser humano. ¿Por qué siempre estamos buscando y no disfrutamos lo que poseemos? ¿Por qué no pausamos? Podríamos descubrir tanto y tanto que nuestra vida pudiera cambiar para siempre. Hay millones de afortunados que no tienen la menor idea de que lo son.

Hoy te invito a reflexionar en tus relaciones de amistad y de famila. En tus hijos, tus hermanos, en los que te han apoyado y en los que te han amado, no por días sino por años. Te invito a rescatarlos de tu rutina, de tu memoria y a permanecer agradecido, con mejor visión, con mejor evaluación de lo que eres. No olvidemos que gracias a nuestro pasado podemos vivir nuestro presente. Probablemente, ahora mismo, tu también estás sentado sobre un tesoro y no te has dado cuenta. ¡Deja ya de recibir limosnas y abre los ojos a la gran fortuna que posees y que debes compartir!

¿Qué haremos con nuestros sueños?

Mientras dormía, cierto joven vio a un lobo a sus piés. Horrorizado le preguntó: “¿Qué vas a hacer conmigo?” a lo que el lobo le contestó: “No sé, soy yo el que está en tus sueños, dime tu qué quieres que yo haga”.

Nuestros sueños. ¿Qué vamos a hacer con ellos? Podemos hacer lo que querramos. Podemos levantar castillos y podemos destruirlos. Podemos soñar a ser mejores o podemos convertirnos en mounstruos. Podemos desahogar nuestras más bajas pasiones o podemos elevarnos hasta los cielos. Podemos edificar, plantar y sembrar o podemos derrumbar, desarraigar y destruír. Como son nuestros sueños podemos hacer con ellos lo que querramos. ¿Qué haces tu con los tuyos?

Cuando era niño solía soñar que trataba de huir de algo o de alguien, no siempre estaba seguro de qué. Al intentarlo resbalaba y no podía huír. Si trataba de correr, me caía. Era en vano seguir tratando, pero insistía, ¡no podía darme por vencido pues mi vida corría peligro! Me levantaba desesperado, con los mismos resultados una y otra vez y siempre me quedaba en el mismo lugar. ¿Has experimentado algo así?

Aunque es probable que haya quienes se arriesgan a dar alguna clase de explicación, la realidad es que la ciencia no puede determinar con absoluta certeza por qué soñamos lo que soñamos. En mi caso, en la vida real, he tenido que hacer lo mismo que tenía que hacer en mis pesadillas de muchacho. He tenido que luchar para seguir adelante porque siempre aparece algo que intenta detenerme, desviarme o desanimarme.

En la vida real parece que vivimos sujetos a dos fuerzas invisibles que conviven dentro de nosotros mismos. Una fuerza que nos impulsa a seguir adelante y otra que trata de detenernos. Para lograr una u otra cosa, la que te impulsa te motiva con metas que te auguran felicidad. Te propone bendiciones y te estimula a hacer los esfuerzos necesarios para alcanzarlas. Te exhorta al trabajo al estudio. La otra, te frena haciéndote sentir culpable de lo que deseas y de una u otra forma te asegura que fracasarás y ese fracaso te traerá dolor y verguenza. ¿Has sentido estas dos fuerzas operando en ti?

Recuerdo una historia que pudiera darnos una explicación. La historia parece ser una leyenda Cherokee. Dice así:

Una mañana un viejo Cherokee le contó a su nieto acerca de una batalla que ocurre en el interior de las personas. Él dijo, “Hijo mío, la batalla es entre dos lobos dentro de todos nosotros”. “Uno es Malvado – Es ira, envidia, celos, tristeza, pesar, avaricia, arrogancia, autocompasión, culpa, resentimiento, soberbia, inferioridad, mentiras, falso orgullo, superioridad y ego.

“El otro es Bueno – Es alegría, paz amor, esperanza, serenidad, humildad, bondad, benevolencia, amistad, empatía, generosidad, verdad, compasión y fe.

El nieto lo meditó por un minuto y luego preguntó a su abuelo: “¿Qué lobo gana?” El viejo Cherokee respondió: “Aquél al que tú alimentes.”

¿Cómo puede la historia ayudarnos en nuestras propias luchas? Que el secreto del éxito reside en cultivar y buscar el bien y lo bueno. Si buscamos el bien y lo bueno, será porque tenemos los mejores motivos. Si es así, podemos estar seguros de que cualquier decisión que tomemos nos ayudará a crecer y a aprender. No puede hacernos daño.  Es importante no ceder al temor. El temor puede ser un nudo demasiado fuerte de desatar. No cedamos al temor ni a la presión de otros. Esa presión no tendrá las fuerzas suficientes para detenernos si estamos  convencidos de que obramos para bien y no para mal.

Lo contrario también es cierto. Alimentamos el lobo malo y a la fuerza que nos frena cuando cedemos a la duda, a la crítica de otros, cuando tenemos motivos oscuros, tal vez de revancha, tal vez de prepotencia, de orgullo o de vanidad. Siempre que dudemos qué hacer, debemos preguntarnos ¿por qué deseo alcanzar esto? ¿qué es lo que en realidad persigo? Si hemos determinado bien que estamos tranquilos con nuestra conciencia, debemos seguir adelante y no permitir que se nos frene.

Nuestros sueños siempre tendrán opositores, siempre. En ocasiones los más crueles podemos ser nosotros mismos. No olvidemos que el temor es también parte de la vida junto con la duda. Sin embargo, el temor y la duda pueden ponerse de nuestra parte para ayudarnos a actuar. Sabemos que el fracaso duele y no queremos acercarnos a él. ¡Manténlo dormido en tus sueños! No lo alimentes. Escudriña tu corazón y dile al lobo que descansa a tus pies lo que debe hacer.