Las “ostras” de nuestros hijos.

No, no es un insulto. No lleva la intención de menosprecio. Tampoco lo planteo con tono peyorativo. Es una declaración con fundamento basada en la experiencia. A continuación trataré de explicarme.

Las ostras tienen que abrirse para vivir. Es verdad que al abrirse para alimentarse pueden entrar diminutos pedazos de material que pueden resultar irritantes. Cuando eso sucede, la ostra segrega una sustancia conocida como nácar que protege al molusco de la molestia del material que le irrita. De esta forma, poco a poco, con el curso del tiempo, se habrá formado una perla. La ostra se protege del ambiente cerrándose con toda su fuerza.

¿Qué tiene que ver esto con asemejar a nuestros hijos a ostras? Veamos: Hay una etapa en el desarrollo de los muchachos en la que se encierran tan fuerte como pueden. Durante ese tiempo debemos ayudarlos a abrirse porque si no lo hacen, si permanecen encerrados, no van a superar de forma sana los cambios naturales del desarrollo. Es un proceso muy normal y natural pero a la vez delicado, que necesita atención, supervisión y perspicacia. En la mayoría son esos años difíciles entre los 14 y los 17 años de edad. Claro, en algunos chicos(as) esa edad puede variar uno o dos años.

En el mundo del siglo XXI la mayoría de los jóvenes tiende a imbuirse en sus equipos electrónicos como ostras mudas y ciegas al “mundo exterior.” Dentro del proceso se agrava el hecho de que los jóvenes no han aprendido a pedir ayuda. Hoy creen  que en YOUTUBE está todo lo que necesitan y por lo tanto piensan que lo saben todo. No escuchan porque están conectados a su mundo y desconectados del mundo real. Este “encierro” limita muchísimo la ayuda que podemos darles. Es un encierro hermético y forzarlo violentamente tampoco es recomendable. Al mismo tiempo, si no les ayudamos a que se abran por ellos mismos, no podrán superar los retos que son característicos del desarrollo.

Estos aproximadamente cinco años difíciles pueden ser los años más retadores para los padres y para sus maestros . Es en este período que los jóvenes escuchan con más atención lo que otro muchacho tiene que decir que lo que sus padres en su hogar intentan enseñarle. Y por supuesto, si lo dice la web, lo toman como la pura verdad y lo discuten hasta la saciedad. Creen todo lo que dice internet como si fuera la Sagrada Biblia. Sin embargo, sabemos que no todo lo que está en las páginas de Internet es la pura verdad y no todo lo que se ve es limpio ni saludable. 

Es inquietante que tanto en los casos de asesinatos en la escuela Stoneman Douglas de La Florida como el caso reciente en los asesinatos en Texas, los jóvenes implicados no dieron indicio alguno, en sus páginas de FACEBOOK, que fueran capaces de tales horribles crímenes.

¿Qué podemos hacer para evitar resultados tan funestos? A continuación algunas sugerencias.

  1. El celular se carga en la sala (no en la habitación). De esa forma no hay tentación de quedarse varias horas enviando textos.
  2. El televisor y la computadora NO permanecen instalados en las habitaciones sino en un lugar apropiado en la sala o en otra habitación donde la familia tenga acceso. Eso desanima su mal uso.
  3. Nos sentamos a la mesa del comedor sin el celular. Es tiempo de conversar juntos. Los temas de sobremesa deben ser positivos. No es hora de regaños.
  4. El celular se apaga a las 9.00 pm. Establece buenos hábitos y evita convertirnos en adictos.
  5. Ninguno de los muchachos duerme en casa de los amigos (niños o niñas). No importa quienes sean los amigos o lo bien que conozcamos a sus padres.
  6. Supervisamos la computadora, el celular y el iPad regularmente. ¡Tenemos ese derecho!
  7. Visitamos la escuela y hablamos con la maestra(o) de nuestros hijos por lo menos cada dos o tres meses.
  8. Observamos cualquier cambio de conducta o hábitos de alimentación. Hablamos con ellos cuando vemos estos cambios para tratar de saber qué sucede.
  9. Si regalan sus objetos personales o hablan de la muerte debes buscar ayuda de un profesional. Tu hijo necesita ayuda.
  10. Es mejor exagerar en cualquier punto anterior que descuidar la supervisión que necesitan nuestros hijos.

Los adultos ya pasamos por este período de tiempo tipo “ostra” con más o menos éxito, pero NINGUNO de nosotros enfrentó los peligros que nuestros hijos enfrentan hoy.

Por eso, durante ese período natural de encierro, tratemos de estar listos para ayudarlos a “abrirse”. Cuando lo hagamos, seamos como la suave nacar que protege de elementos irritantes. Debemos estar alerta para ayudarles con mucho amor y con mucha paciencia. ¡Ellos se lo merecen y nosotros también!

 

 

 

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