“A la buena de Dios”.

Suponte que un capitán está a punto de zarpar del muelle. Es un capitán de un barco turístico. El sabe que es responsable por la vida de casi tres mil almas y se asegura de que tiene su brújula, sus cartas de navegación al día, su radar y el resto del equipo necesario. Sabe que el barco está en buenas condiciones mecánicas y él se encuentra en el puente listo para zarpar. El capitán de experiencia siempre sabe dónde está y hacia dónde va. Debido a su plan de navegación puede sentirse confiado. Nada se ha dejado a la casualidad o como decimos en buen castellano “a la buena de Dios”.

Lo que un capitán hace es lo que nosotros debemos hacer con nuestra vida desde que creamos conciencia de nuestra existencia. Tan pronto maduramos, algunos entre los 17 y 22 años de edad, otros un poco antes o un poco después, debemos trazar nuestros planes para “el curso” que deseamos tomar en la vida. Antes de eso, estamos amarrados al puerto con las sogas fuertes con las que, con amor, nuestros padres nos mantienen sujetos.  Nos mandaron a la escuela y supervisaron nuestra educación como mejor pudieron. Ya en esos años mencionados debemos saber cuál es nuestro puerto de destino y debemos comenzar a prepararnos para llegar a él. Todos los planes deben estar listos para cuando se suelten las amarras de puerto.

¿Es eso lo que hacemos la mayoría de nosotros? ¿Preparamos un plan para el camino? O ¿zarpamos “a la buena de Dios” a ver si llegamos con buen viento a donde queremos llegar? Te sorprenderás, pero muchos, muchísimas personas no planifican nada y dejan que la vida les lleve por dónde les quiera llevar esperando llegar a algún “buen puerto” por pura casualidad. Si hacemos eso estamos viviendo la vida sin plan y es muy probable que los resultados no sean los esperados.

LO MEJOR ES HACER UN PLAN OPTIMISTA Y NO ABANDONARLO

Se ha dicho que si no tenemos un plan en la vida, una dirección preparada de antemano, fracasaremos. Es decir, ESTAR SIN UN PLAN, ES UN PLAN AL FRACASO. Por tal razón debemos establecer nuestras metas en la vida. Luego, luchar con optimismo para alcanzarlas. Al optimismo hay que añadir perseverancia y constancia. Con un plan y cualidades de resistencia nos aseguramos de que iremos por buen camino. Eso beneficiará a los nuestros que, después de todo, están en el mismo barco con nosotros.

La perseverancia tiene que ver con el no rendirnos a pesar de que encontremos corrientes submarinas que nos desvíen de la ruta. También pueden sobrevenirnos tormentas repentinas que nos desalienten. Recordemos que un crucero no se reconoce por su velocidad solamente, sino también, por su navegación cómoda y segura. Hacer ajustes a la travesía es de esperarse y no hay razón verdadera para desanimarnos.

La constancia tiene que ver con la regularidad. La regularidad es la que hace la rutina y la rutina es la que hace la vida. Somos lo que es nuestra rutina. No siempre lo vemos así. ¿Que haces cuando tomas un vaso de leche? ¿enseguida notas que tus huesos se fortalecen? ¡No! ¡para nada! Pero tomar tu leche TODOS LOS DÍAS fue lo que contribuyó a que tuvieras huesos más fuertes. Cepillar los dientes no hace ABSOLUTAMENTE NADA pero cepillar los dientes TODOS LOS DíAS contribuyen a tu higiene bucal. Entonces hacer algo una vez no es suficiente. Necesitamos ser constantes para ver los resultados a largo plazo.

El optimismo tiene que ver con la actitud. Si somos de los que nos saboteamos a nosotros mismos vamos a estar viendo peligros y solo peligros. ¿Y si me quedo sin combustible? ¿Y si nos pasa como al Titanic? ¿Y si pasa esto o pasa lo otro? ¡Santo cielo! ¡entonces es mejor pasar la vida en la cama hijo! Seamos optimistas siempre. Evitemos ser negativos. El 90% de todas las cosas negativas que pensamos JAMÁS van a pasar.

Cuando menos lo imaginemos, porque vamos disfrutando el camino, llegamos a nuestro destino. Cuando lleguemos debemos estar preparados para el éxito porque hemos aprendido a planificar, a confiar, a trabajar, a superar tormentas a perseverar y a ser constantes. Si a eso le añadimos la humildad de haber sabido corregir el curso, tendremos muchas razones para ser felices.

¡Celebra hoy tu plan de vida! ¡Mantén el curso hacia donde quieras ir! Cada vez que sea necesario, haz los ajustes que se requieran. Mira la meta, el puerto de tu destino, cada día y no lo apartes de tu pensamiento.  Y por nada del mundo, dejes las cosas a la casualidad. Recuerda que el éxito implica tener un plan y trabajar duro. Y por favor no dejes tu vida a la casualidad o como decimos muchos: “a la buena de Dios.”

 

 

 

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