La historia que les contaré me la contaba mi mamá cuando era yo un niño muy, chico, tal vez de seis o siete años. Tuvo que habérmela contado muchas veces para que luego de tantos años todavía la recuerde. Sé que se la pedía porque me causaba mucha felicidad escuchar la forma en que la narraba. Para mi era solo un cuento que me hacía feliz. La enseñanza vino con el paso de los años. Les contaré. Primero la historia:
Un niño, camino a la escuela, se encontró con un tronco acostado que le impedía el paso. Decidido a llegar a la escuela, se acercó y le pidió que, por favor, se quitara del camino. El tronco dijo: –“no quiero.” El niño le dijo: “Entonces, llamaré al fuego para que te queme”. Al llegar donde el fuego, le dice: “Fuego, quema el tronco que no quiere quitarse del camino para que yo pueda llegar a la escuela.” El fuego le contestó –“no quiero”. Entonces, le dijo: -“pues llamaré a la nube para que llueva y te apague.” Al ir donde una nube, le dijo: –“Nube, échale tu agua al fuego que no quiere quemar el tronco”. Pero la nube le contestó: –“no quiero.” Entonces, el niño dijo: “hablaré con el sol para que te evapore”. Camino al sol le dijo: –“sol, evapora la nube que no quiere apagar el fuego.” El sol le contestó: -“no quiero”. Entonces, el jovencito le dijo: “pues entonces, hablaré con la luna para que la noche te cubra con su sombra.” Al llegar donde la luna, le dijo: “Luna, cubre con la noche al sol. A lo que la luna le dijo: “¡lo haré!”
Al escuchar esto, el sol le dijo a la luna: “¡no, por favor, no me cubras con la noche!, evaporaré la nube.” Entonces la nube dijo: “no por favor. Dejaré caer agua sobre el fuego y lo apagaré.” Al escuchar esto, el fuego dijo: “No, me apagues, por favor, que yo voy a quemar al tronco.” Fue entonces cuando el tronco dijo: “¡No me quemes!, ¡me quitaré del camino!” Entonces, finalmente, el niño siguió su camino y llegó a la escuela.
Ahora, la enseñanza: Tal vez mi madre quería enseñarme que, en la vida debería estar preparado para escuchar muchos “no” como respuesta. Que yo no debería esperar que me fuera fácil superar los obstáculos. Al mismo tiempo, debería aprender a no cansarme hasta conseguir éxito. Aunque mamá no me lo dijo, siempre pensé que ese niño del cuento era yo. Si era yo, entonces, al final, por ser persistente y reconocer la importancia de conseguir la cooperación de otros, tendría éxito.
UNA sola persona que crea en ti es todo lo que necesitas para comenzar el camino del éxito en cualquier empresa. Es esa persona, grupo o asociación la que nos puede dar la oportunidad de crecer. No obstante, el éxito no se consigue solo, no es unilateral. Necesitamos a otros y otros nos necesitan a nosotros.
Asumir que todo el mundo va a cooperar con nosotros y nos va a brindar todas las oportunidades asi porque sí, es poco realista. De hecho, es conveniente frente a los desafíos de la vida, en ocasiones, esperar lo peor, visualizar el peor escenario. Si lo peor ocurriera en medio de situaciones duras, estaremos preparados para continuar. En vez de ser desanimador, nos prepara para superar lo negativo que vivamos y no quedar solos y frustrados.
Lo anterior no quiere decir que debemos ser fatalistas y ver un desastre en cada paso. Pero, tampoco, debemos ser idealistas, creyendo que en la vida, todo será color de rosas y que todo el mundo nos va a abrir las puertas porque somos hijos de doña Milagros.
Prestemos atención a este razonamiento: En tiempos antiguos los chinos construyeron una muralla para protegerse de los mongoles. Los españoles protegían sus conquistas levantando murallas fortificadas para protegerse de los ataques de piratas y filibusteros. Hoy, en zonas císmicas como en Los Angeles, California, los ingenieros construyen edificios anti-terremoto para evitar que se desplomen en caso de cismo y causen más muertes. Todas esas medidas son inteligentes. De una u otra forma la seguridad se establece sobre la base del peor escenario. Entonces, llegamos a la conclusión de que en determinadas circunstancias prepararse para lo peor es el derrotero sabio. Si lo peor no nos sobreviene… ¡estupendo! Pero, ¿y si sucede?
Al final del día, esto es lo que he aprendido del cuento de mamá:
- No espero cooperación automática de los demás.
- En ocasiones tengo que pensar en el peor escenario.
- No me desalientaré por los “no quiero”.
- En el camino, alguien me va a ayudar. Cuando lo haga, buscaré la cooperación y la ayuda de otros.
- El éxito, no puede ser un camino solitario, porque si lo fuera, entonces no valdría la pena.
De manera que, por favor, seamos realistas con nuestros hijos y no les hagamos creer que son “especiales” y que la vida les espera con alfombra roja. ¡Eso no es real ni es cierto! Ni ellos son especiales ni lo somos nosotros. Tendrá éxito el que trabaje y el que consiga la cooperación de los demás. Solos no podemos hacer nada. Necesitamos a otros y otros nos necesitan a nosotros.