Obstáculos en el camino

¿A quién le gustan? A nadie. Cuando tu y yo tomamos decisiones no acostumbramos a visualizar los obstáculos que pudieran presentarse. Vemos el camino liso sin curvas, distracciones ni obstáculos. Somos así y acostumbramos a planificar con pensamientos ideales. Luego, muy a menudo, enfrentamos realidades que arruinan nuestros sueños.

Cuando éramos prácticamente bebés, dimos nuestros primeros pasos, a tropezones y nos caímos vez tras vez, pero, como por instinto, como si supiéramos que la vida se trataría de seguir intentando hasta lograrlo, nos pusimos de pie una y otra vez hasta lograrlo. Al principio nos tiraron una manita, pero luego, aprendimos a hacer equilibrio hasta que llegó el momento en que corríamos y saltábamos con gran seguridad. Si lo pensamos bien, nuestras primeras lecciones en la vida nos enseñaron que los obstáculos empiezan temprano. Y estos nos han acompañado a lo largo del camino.

De modo que ¿por qué nos extrañamos tanto de que aparezcan los obstáculos? ¿Son en realidad algo nuevo para nosotros? ¡No! Es más, realicemos el hecho de que mientras vivamos, habrá retos, fracasos, obstáculos y victorias. No siempre las vemos porque tenemos la tendencia a ser idealistas, pero siempre han estado ahí y lo estarán. ¿Entonces? Entonces es hora de que cuando planifiquemos nuestros proyectos, reconozcamos que vamos a tener que considerar obstáculos que pudiéramos enfrentar. De esta forma, evitaremos que nos tomen por sorpresa. No queremos que frustren nuestros intentos de llegar adonde queremos.

Sabiendo lo anterior ¿no será práctico calcular los riesgos y visualizar las piedras que pudieran presentarse en el camino? Con cada proyecto pudiéramos tratar de hacer un plan “B”, especialmente si ese proyecto es de importancia. Luego, si todo marcha a pedir de boca, como sucede a veces, todavía podremos sentirnos contentos de que no fue necesario utilizar el plan de contingencias. Mi abuelo decía que “más vale una onza de precaver que una libra de remediar”. Todos estamos de acuerdo con eso pero no todos nos aplicamos al dicho.

Durante esta época de incertidumbre por la cuarentena del COVI-19 ha quedado claro que a muchos les tomó por sorpresa, sin ninguna clase de preparación. Pues bien, ¡lección aprendida! Ya no debería tomarnos por sorpresa lo que pueda presentarse en el futuro cercano. Por ejemplo, debemos mantener una reserva de alimentos para imprevistos, incluso se puede mantener una alacena con productos para uno o dos meses e irlos reponiendo y consumiendo para que no envejezcan y tengamos que desecharlos por llegar a la fecha de caducidad. De ahora en adelante todos debemos aprender la lección para evitar, al grado posible, el corre corre de último minuto.

También podemos prepararnos emocionalmente. Recursos como Skype, Zoom y FaceTime nos pueden ayudar a mantener contacto social que es tan importante para todos en la familia. Tal vez, tengamos que enseñar a los mayores de la casa a aprender a utilizar estos recursos. Si no tenemos internet en casa, es hora de calcular los gastos para añadir una cuenta de alta velocidad para que toda la familia pueda estar conectada, informada, entretenida y ocupada si tenemos que quedarnos en casa para otra cuarentena. Lo mismo con relación al dinero. Tener algo de dinero en casa es sabio por si no es posible llegar al banco, o incluso, si el banco está cerrado. No siempre las tarjetas de crédito se aceptan en una crisis.

El punto final es, recordar, que en la vida real nada es perfecto y que irremediablemente vamos a tener que enfrentar muchos imprevistos, muchos cambios y muchos retos. Todos debemos prepararnos con plan “A” y plan “B”, no porque seamos negativos sino porque queremos ser precavidos. Somos sabios si visualizamos los obstáculos del camino, incluso antes de llegar a ellos.

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