El rencor nos hace daño.

Todos sabemos que el rencor es dañino y perverso en todas sus manifestaciones pero en nuestro fuero interior todos reconocemos que en más de una ocasión lo hemos sentido. Y no es raro que algunos de nosotros, estemos luchando con estos sentimientos toda la vida. De modo que hoy, nos llenaremos de valor y meditaremos sobre el tema en este ensayo. Si leer sobre el rencor requiere valor, escribir sobre el rencor puede ser difícil. ¿Por qué? ¡Porque es una cualidad negativa y fea de la personalidad de la que todos quisiéramos escapar!

Desde el punto de vista del redactor, que no es para nada científico, ni pretende ser exclusivo, el rencor se produce cuando una persona no ha resuelto un problema o no ha sabido resolverlo cabalmente. Si queremos darle una definición más oficial, diremos que “el rencor ocurre cuando un problema no queda resuelto satisfactoriamente”. De un asunto que no se ha discutido a profundidad o no se ha tratado apropiadamente hasta su conclusión, resucitarán rencores. Tal vez no inmediatamente, pero he aprendido que el caldo que provoca el rencor es la insatisfacción de que un asunto no se concluyó debidamente. Tal vez sentimos que no se hizo justicia, que no se nos escuchó, que se fue parcial con una persona o que la persona cobardemente huyó del escenario sin siquiera darnos la oportunidad de resolver el problema. Todo lo anterior, genera, tarde o temprano, el rencor.

Si es posible, en el proceso de tratar un problema que logre evitar el rencor, es importante tener el valor de tratar los asuntos en el escenario y en el marco apropiado. En vez de eso, muchos de nosotros, preferimos esquivarlos, actuar de forma ruda y drástica alejándonos de la situación y creando, sí, fabricando rencores por todos lados.

He visto y experimentado cómo las personas, en vez de tomarse el tiempo y la paciencia para discutir, como personas razonables e inteligentes un asunto, actúan de forma violenta sin siquiera molestarse en tratar con valor y equidad determinada situación. A veces el supuesto problema ni siquiera existe, claro, excepto en la mente del que lo crea. Así se pierden relaciones de muchos años entre padres e hijos, entre familiares cercanos e incluso entre personas que fueron amigos por muchos años. ¡Que forma tan trágica de echar por la borda relaciones preciosas!

Puede que de una manera u otra todos seamos culpables de haber sembrado y cosechado nuestras propias frustraciones que luego llegan a convertirse en rencores que envenenan nuestro corazón. Puede que los rencores nos envenenen desde la niñez, en la juventud o en la adultez. Sea cuando sea, tendrán la capacidad de hacernos daño, mucho daño.

Pero desgraciadamente no termina el problema con el fin de una relación. ¡Ahora viene lo peor! A continuación, poco a poco, el rencor va resucitando como un fantasma que aparece y desaparece de nuestros sueños, de nuestros pensamientos y de los lugares que nos traen recuerdos.

¿Cómo se mata el rencor para siempre?

Hasta donde puede ver mi vista y mi propia experiencia, el fantasma del rencor, el veneno del rencor se mata PERDONANDO. Para mi, no hay otra forma eficaz de erradicarlo para siempre. Pero, permítanme explicar.

No estoy diciendo que PERDONAR es adjudicar la razón a la otra persona o a las otras personas que provocaron nuestro dolor y frustración. Tampoco estoy diciendo que debemos echarnos la culpa de lo que sucedió. Nada de eso, de hecho, perdonar tiene que asociarse con algo más elevado para que logre curar nuestras heridas de rencor. Perdonar es convertir la experiencia dolorosa en una experiencia valiosa, en una lección de la vida. Aprender de lo que sucedió puede, no solo ofrecernos algo útil, sino que también nos ofrece el consuelo de que probablemente, por no decir, seguramente, la otra persona o las otras personas, también aprendieron una lección. Y nadie dice que todas las lecciones de la vida son agradables, de hecho muchas de ellas, las más valiosas, vienen precísamente de experiencias dolorosas y frustrantes como enfrentar una enfermedad, perder un amigo o un familiar cercano en la muerte.

De espaldas al rencor tienes un camino libre por delante.

Estoy diciendo que el rencor puede y debe sustituirse por el pensamiento positivo de una buena lección aprendida, y solo el perdón nos puede ofrecer esa plataforma, ese concepto, esa forma de mirar nuestras frustraciones.

Perdonar, por lo tanto, no es de personas débiles, flojas. Todo lo contrario, quien tiene la capacidad de perdonar se hace fuerte, valioso a otras personas. Una persona libre de rencor, queda liberado del dolor de cualesquiera frustraciones pasadas. La persona que perdona es una persona ágil en sentido emocional.

No será atacada por sentimientos de inutilidad ni con poca estima personal, no será ese maestro frustrado y amargado llevado de aquí para allá por las olas de su propia justicia farisaica sino que será un hombre o una mujer “hecha” a la altura y dignidad de un ser humano limpio y libre.

 

 

 

 

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