Qué hacer, cuando no sabemos qué hacer

¿Alguna vez te ha sucedido que sabes que tienes que resolver un problema pero no acabas de tomar la decisión de resolverlo? Estás dando vueltas en la cama, musitando el asunto y por más que lo rumias…¡no decides nada! Eso te agobia, te cambia el carácter y se convierte en una nube que nubla tu pensamiento y tu poder de acción. Entonces irremediablemente  comienza a robarte el gozo de vivir. ¡Es terrible saber que tienes que tomar una decisión y no acabas de tomarla! Es como esperar que entre la luz de la madrugada por nuestro cuarto oscuro y la luz no acaba de amanecer. Por eso te pregunto, estimado lector, ¿qué haces cuando no sabes qué hacer?

Quisiera compartir contigo algunas alternativas. No son alternativas milagrosas porque las alternativas milagrosas no existen. Lo que sí existen son problemas y posibles soluciones. Hay problemas simples, que pueden darnos trabajo resolver, como los que implican emociones fuertes. Hay otros problemas que son  complejos y difíciles que implican mucho pensamiento antes de tratar de resolverlos debido a la magnitud de sus consecuencias. Siendo realistas, tampoco olvides que hay problemas que están fuera de nuestro control y/o solución. Tampoco pienses que solo existe una solución a un problema, de modo que no te tortures buscando esa única llave que lo resuelve todo.

COMPARTE EL PROBLEMA, BUSCA UN BUEN CONSEJERO(a)

Un buen consejero(a) debe ser alguien de experiencia. Evita consejeros de tu misma edad con los mismos problemas que tu. Si consigues a alguien de confianza, confidencial, que tenga experiencia en la vida y esa experiencia ha probado hacerle una persona feliz, esa o ese es un estupendo candidato(a). No descartes automáticamente a familiares como el tío o la tía, el abuelo o la abuela, incluso, tu propia madre o padre.

Recuerda que deseas encontrar un consejero(a) que tenga experiencia en la vida y en la rama del problema que tienes. Debe ser un buen confidente. Esa persona  puede darte ideas y/o ayuda personal de primera mano, sobre aspectos en los que, tal vez, no habías pensado. Si vas a tratar un asunto, por ejemplo, de economía personal o gastos familiares, habla con alguien que sea exitoso en estos campos. Si vas a hablar sobre un problema que tienes con tu cónyuge, no hables con una persona soltera que no tiene ni la menor idea de la magnitud de los problemas maritales. Si es un asunto que resolver con tus hijos, habla con alguien que tiene hijos y que haya tenido éxito en su crianza pues podrá comprenderte y darte sugerencias de calidad, basadas en la experiencia propia.

Debes pensar bien a quién consultar, pero de seguro, jamás consultes un problema con consejeros que no tengan altas normas morales. A muchos solo les interesa estar arriba en las encuestas y eso no tiene nada que ver contigo, con tu problema ni con la solución que buscas. No pierdas tu tiempo ni des pie a que se haga público un asunto personal. Muchos consejeros de familia se atreven a decirle a la gente lo que debe hacer, habiendo fracasado varias veces en ese mismo renglón familiar que aconsejan. A estos aplica ese dicho de: “si un ciego guía a otro ciego, ambos van a caer en el mismo hoyo.”

Otra cosa, que quiero comentarte y de la que he aprendido su valor es esta: consulta primero con personas de tu mismo sexo. Los varones tenemos una perspectiva distinta a la que tienen las mujeres. No estoy diciendo que mejores o peores, hay de todo. Me refiero a que si consultas con un varón un problema y eres una mujer, es probable que el varón casi automáticamente se ponga de tu parte porque el varón es, por naturaleza, protector de la mujer que le pide ayuda. ¿Es eso lo que buscas? Alguien que esté de tu lado o alguien que te ayude desde un punto de vista neutral? Alguien de diferente sexo puede que, por evitar herirte, no sea completamente franco(a). Sin embargo si siendo el asunto de mujer a mujer, o de hombre a hombre, consultas, es muy probable que  puedan ofrecerte un consejo más directo, franco y acertado. Pero hay otra razón por la que recomiendo que el consejero sea del mismo sexo.

Compartir sentimientos entre personas de distintos sexos, a solas, puede complicar más nuestro problema.

Considera que si el problema ,  envuelve sentimientos profundos, y se está a solas, con frecuencia, con un consejero del sexo opuesto, se pueden generar emociones, que, si bien pueden ser al principio fraternales, pudieran, generar una cadena que lejos de resolver tu problema, muy facilmente pudiera agravarlo. Por eso, si no encuentras a nadie de tu mismo sexo con quien tengas la confianza de compartir una situación y, repito, el problema es de naturaleza profunda y grave, debes considerar otra posible alternativa.

Permite que te acompañe para hablar con el consejero, una tercera persona, de cualquier sexo. Preferiblemente una tercera persona que sepa algo de tu problema y que sea también un confidente fiel. Esta tercera persona, será una protección para el consejero mismo y para ti. Además, esta tercera persona será testigo del consejo dado y/o recibido, lo que te ayudará a confirmar si has entendido bien la recomendación que se te ha dado. Será alguien más con quien trabajar el problema que hasta ese momento, debido a su complejidad ha quedado sin solución.

Finalmente, considera si esa tercera persona debe ser un profesional de la salud. No es nada malo ni impropio buscar ayuda profesional de calidad cuando te enfrentas a problemas graves que por mucho tiempo han quedado sin resolverse ni atarse a ellos verdaderas soluciones.

SIN PRISA PERO SIN TREGUA.

No hay prisa por soluciones, pero tampoco debes darle tregua a la búsqueda de las mismas. No trates de resolver un problema difícil con soluciones simplistas, mal pensadas, no consideradas con un buen consejero(a) y con el único propósito de quitarte el problema de encima. Echarle tierra por encimita no es solución. Enterrar el problema vivo es un autoengaño que va a resucitar cuando menos te lo esperes. Decisiones a patadas solo te devolverá patadas. Es mejor no hacer nada que hacer algo que te complique aún más la existencia.

TRES REGLAS.

Recuerda estas tres reglas: 1. Los problemas pueden empeorar. 2. Los problemas no se resuelven solos. 3. Hay problemas que no tienen solución.

  1. No importa lo malas que estén las cosas, siempre pueden empeorar. Créeme. Los problemas son como un hoyo negro, sin fondo, siempre pueden seguir tragando y tragando, robando y robando tu estima personal y agotando las posibles soluciones.
  2. No pienses que el tiempo lo resuelve todo. El tiempo lo que hace es elevar monumentos de rencor y frustración. Un problema sin resolver debidamente es una espina que irá inflamando tu mente y tu corazón. Sé valiente y enfrenta los problemas. No tienes que hacerlo solo pero debes enfrentarlos.
  3. Acepta que hay problemas que no tienen solución. Hay situaciones de enfermedad que están fuera de tus manos o de las manos de la ciencia. Puedo hacer una lista de problemas ante los que tenemos que rendirnos porque no hay nada que podamos hacer para evitar su impacto sobre nuestras vidas. Aceptar esto puede ahorrarnos mucha inquietud y puede generar en nosotros los mecanismos para que podamos vivir sin culpas ni rencores pues son asuntos que están en manos divinas y no en las nuestras.

RADIOGRAFÍA  DEL PROBLEMA.

Finalmente, te puede ayudar mucho hacer un repaso del por qué, del problema que se te ha presentado. ¿Venía creciendo y creciendo hasta que ahora se ha hecho evidente y serio? ¿Fue por descuido? ¿Fue provocado con alguna intención? ¿Ha aparecido de súbito? ¿Qué has hecho para complicarlo? ¿Necesitas ayuda externa para resolverlo? ¿Quién puede ayudarte? ¿Estás verdaderamente resuelto(a) a solucionarlo?

Plantéate el historial del problema. Busca la raíz de la situación y puede ayudarte mucho a hallar la solución.

Meditar en por qué ha surgido puede darte claves en cuanto a cómo resolverlo. En ocasiones los problemas pueden trabajarse en reverso tal y como deshaces un nudo de zapatos. Empiezas por el final y resuelves el principio. Tal vez lo resuelves dejando de hacer algo, pidiendo excusas (aunque eso implique humillarte), alejarte de ciertas amistades, acercarte más a otras, como ejemplos.

Los problemas son parte de la vida y de la imperfección que acompaña a todos los seres humanos. Nadie puede evitar los problemas, nadie. De modo que amigo mío, qué hacer cuando no sabemos qué hacer puede ser una clave para que nos detengamos y pensemos en soluciones. Si estas no se alcanzan por nosotros mismos, busquemos la ayuda de otras personas, incluso de terceras personas cuando ese proceder pudiera ser el más sano y el más sabio. Finalmente, debemos reconocer que hay problemas que no tienen solución humana posible. Aquí la resignación, la fe y la esperanza son quienes jugarán el papel principal.

En un futuro artículo veremos que existen otros elementos importantes en la solución de un problema y estos son los métodos que utilizas para resolver conflictos.

Hoy, te animo a enfrentar tus problemas y/o a buscar ayuda para resolverlos. No se resolverán solos… pueden empeorar. Actúa ahora y no pierdas el gozo por la vida.

 

 

 

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