¡Lo resolví a mi manera!

En el artículo anterior “que hacer cuando no sé qué hacer” repasamos algunas sugerencias relacionadas a la solución de nuestros problemas. Consideramos sugerencias para problemas de distintas categorías pero, si recuerdas, dejamos un asunto en el tintero. Dijimos:“En un futuro artículo veremos que existen otros elementos importantes en la solución de un problema y estos son los métodos que utilizas para resolver conflictos.”  Pues bien, repasemos estos otros principios que unidos a los anteriores pueden darnos un pensamiento más abarcador de cómo resolver problemas.

¿Es TU MANERA la única manera de resolver tus problemas?

Mira, es importante tener mucho cuidado con tu acercamiento a la situación que enfrentas. Recuerda que lo que buscas es resolver el problema y no complicarlo más. No olvides la meta verdadera. Toma en cuenta que solucionar problemas no implica necesariamente solucionarlos a tu manera. ¿Por qué no? Porque tu manera puede ser muy impropia, muy egoísta y falta de respeto. ¿Ves? Los métodos son muy importantes. No basta con tener la razón, amigo mío, voy a repetirlo, NO BASTA CON TENER LA RAZÓN.El método, la manera, la forma en que trates el problema tiene tanta importancia como tener la razón. Pudieras tener la razón, y por tu manera de actuar, puedes perderla.

En vista de lo anterior, consideremos algo que permanece latente, escondido, cuando hay que resolver algo. Lo que es, debe quedar expuesto claramente a los ojos de todos, la motivación que tienes bien guardada en tu corazón.

LA MOTIVACIÓN.

No siempre la motivación que tenemos para querer resolver un problema se nos hace clara a los implicados en una causa.  Por lo tanto, queremos tratar este asunto primero.

Pregúntate: ¿Por qué quiero resolver este asunto? ¿Se ha manchado mi nombre, mi reputación, o, es que quiero que todos sepan quién es el que manda? ¿Debo aclarar y resolver el problema para que otros no se vean afectados o, quiero aprovechar esta oportunidad para vengarme de quien me ha hecho mucho daño? Buscas la justicia en la situación, o en realidad quieres engrandecerte ante los ojos de los demás? Estas preguntas son importantes porque al contestartelas podrás descubrir tu genuina y verdadera razón para resolver un problema?

¡Ganaste!… pero perdiste todo lo demás

Si tu motivación es mala y si tus intenciones son egoístas, tengo que decirte que jamás vas a resolver el problema. Lo que vas a hacer es daño. Daño a ti mismo(a) y daño a cualquier otra persona implicada. Los problemas se resuelven con deseos genuinos de buscar la paz y no echándole leña al fuego o para procurar ventaja. Echar leña al fuego lo puede hacer cualquiera. Apagar el fuego no lo puede hacer cualquiera, resolver un problema no lo puede hacer cualquiera. De modo que lo que te impulse es una clave importante en tu acercamiento a la situación que deseas resolver.

EL TEMOR.

Recuerdo que mi madre me decía: “hijo, de los cobardes no se ha escrito nunca nada.” Y es cierto, se necesita valor para enfrentar problemas y resolverlos con la motivación correcta.  Vencer el temor puede ayudarnos muchísimo a plantear el asunto de forma clara y calmada. Debemos aprender a ver, en nuestra mente, las ventajas futuras que traerá resolver el problema, sea marital, económico, familiar o personal. Mirar adelante a los resultados que se conseguirán nos puede servir de estímulo o darnos el valor necesario.

Por lo contrario, si nos ponemos a pensar que los resultados van a ser peores que el problema no ayudará. Si creamos un mounstruo, vamos a perder para siempre la relación que deseamos subsanar, eso no nos ayudará sino que nos acobardará cada vez más. ¡Ya estamos derrotados antes de empezar!

Cuando fuí a pedir la mano de la muchacha de la que estaba enamorado, yo sentía mucho temor. Ese hombre tenía un negocio grande y muchos empleados. Era un hombre de recursos y tenía una hija preciosa, la más pequeña de las dos y yo, un estudiante de tercer año de universidad, que no tenía absolutamente nada, salvo un carrito que un tío me había regalado… ¿cómo me atrevería a pedir la mano de su hija? Yo pensaba en todo eso y me acobardaba cada vez más. ¡No! ¡No puedo aspirar a tanto! ¡No soy nadie! ¡Me va a sacar de la casa a patadas! -me decía. No me daba cuenta de que yo mismo estaba decidiendo, de forma negativa, mi futuro. Pues mientras pensara así, solo me quedaba seguir soñando con esa chica de hermosos ojos grandes y azúles de la que me había enamorado.

¿Sabes lo que me ayudó? Pensar en lo que pudiera pasar si lograba que “ese hombre” me diera permiso para formalizar mi amistad con ella. Mientras más pensaba en la posibilidad de que pudiera decirme que “sí”, más me entusiasmaba. Iba tomando valor, poco a poco, a medida que visualizaba todo lo bueno que me podría suceder si daba el paso de hablar con él.

Para no dejarlos en la incertidumbre, por si acaso están entusiasmados con saber lo que sucedió, el hombre me dijo que sí, que si ella deseaba eso, yo podría seguir viniendo a su casa, comportarme cortesmente y ver si ambos llegábamos a compenetrarnos tanto que deseáramos casarnos. ¡NO LO PODÍA CREER! Creo que ella tampoco. Luego de un tiempo en el que se comprobaron mis buenos motivos, logramos casarnos. Han sido 47 años de dicha y felicidad que me hubiese perdido si no hubiese sido valiente para pedir lo que tanto deseaba.

De modo que, sé valiente y alimenta tu valor pensando en los resultados de resolver el problema que tienes delante. Mira las consecuencias futuras y el efecto que podría tener en tu vida. Eso puede darte el valor que necesitas.

LA RAZÓN.

¡Deja de hacer de juez!

Quizás esperabas que pusiera este punto en primer lugar. No es lo primero. No es lo segundo. Es, lo tercero, de estas tres sugerencias que hemos querido colocar en el orden de importancia que entendemos debe llevar la solución a nuestros problemas serios. Claro que tener la verdad, la razón es de muchísimo valor, para nosotros, pero, recuerda que pocos andan buscando si tienes o no tienes toda la razón. La gente tiene un sentido innato de justicia, es cierto, pero si la gente se percata que te motiva la envidia, el racismo, o el odio, no va a escuchar tus razones. Si la gente te observa ladino y cobarde, van a dudar de tus razones. Tener la razón es sinónimo de victoria, solo cuando la motivación y el valor han quedado manifiestos. 

No he aprendido esta lección de forma fácil en mi vida. Era de los equivocados que pensaban que tener la razón era TODO. No, otras cosas deben quedar expuestas y cuando logres exponerlas, te respetarán y te darán la razón. ¡Habrás conseguido una gran victoria en tu vida!

Aún con la razón de nuestra parte, debemos pensar que tener la conciencia limpia y buscar la paz tienen un lugar prioritario. De nada vale tener la razón y vivir una guerra fría o caliente que te pudran los huesos. ¡Cuantas veces los padres tenemos la razón para pedir a nuestros hijos lo que deben hacer y sin embargo eso es precisamente lo que nos impide vivir en paz! ¡Apabullamos a nuestros hijos con la razón y les hacemos papilla su vida! Damos de palos a nuestro jefe porque tenemos la razón y perdemos el trabajo. Criticamos a nuestro maestro, con toda la razón, y nos ganamos la expulsión del Salón de Clases. Hay razones que merecen palos.

Aguanta un poquito, esa dichosa “razón” amigo mío y piensa en tus verdaderas motivaciones. Haz un poco de memoria y recuerda tus años de juventud, antes de hacerle la vida cuadritos a tus hijos. Aguántate la lengua y no juzgues demasiado duro a tu jefe porque de él dependen tus frijoles. ¿Tener la razón nos autoriza a ser jueces de corazones y policías de acciones?  No seamos de los que cuelan el mosquito pero  se engullen un camello. Es mejor no andar jugando a juez por la vida. No hay regalo mejor que buscar la paz.

Estos puntos tratados, aunque no sean grandes revelaciones, pueden ayudarnos a resolver más y mejor, los muchos problemas que todos enfrentamos a lo largo de nuestra vida. ¡Eso sí, no olvides que no hay que resolverlos siempre, a nuestra manera!

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