Aunque probablemente has leído algunas citas de famosos, tal vez no conozcas estas palabras con luz del famoso escritor Ernest Hemingway. Escribió: “No existe nobleza alguna en sentirte superior a tu semejante; la verdadera nobleza reside en hacerte mejor a ti mismo.” Tampoco es muy probable que hayas escuchado a nadie decir algo parecido al tema que nos ocupa hoy. No obstante, te sorprenderás de la respuesta que la mayoría de las personas te darán si le preguntas: ¿Te consideras una persona humilde? ¡Siéntate y escucha las respuestas!

La humildad es una de las cosas que, como la belleza, todo el mundo desea tener o se imagina poseer. ¿Por qué? Porque en la mayoría de los círculos se considera una cualidad deseable. ¿A cuántos conoces que se sienten felices por ser unos perfectos esperpentos? ¡A nadie que sea normal! A la gente le gusta creer que es linda y por supuesto, HUMILDE.

Sin pretender alarmar a nadie, más o menos el 99.9% de nosotros no es tan humilde como cree que es el 100% del tiempo. Claro, nuestro cerebro siempre es capaz de darnos una ayudita en estos temas y repele cualquier sentimiento que baje nuestra autoestima. Recordemos que la humildad no es algo que se pone en el bolsillo o se cuelga del cuello, no es un bien o un recurso que siempre tenemos disponible. No lo es. Más bien es una cualidad de la personalidad que se demuestra en acciones y actitudes diarias. Y por favor, no tiene nada que ver con nuestra estrata social o fondos disponibles en el banco.

En cierto y determinado momento todos podemos ser humildes y en determinados momentos a todos se nos va calle abajo la humildad. Como es una cualidad de la personalidad se demuestra con acciones naturales, diarias, acciones y actitudes no previamente estudiadas sino espontáneas en un ambiente público o privado. De manera que, todos los seres humanos tenemos la capacidad de mostrar humildad.

Sin embargo, no se manifiesta siempre en todas y en cada una de nuestras facetas como maestros, estudiantes, padres, madres, hijos, patronos o empleados. En un instante podemos ser sumamente humildes con unos y con otros, y acto seguido, podemos manifestar todo lo contrario. Solo tienen que “tocarnos” las zonas en las que pensamos que dominamos o en las que tenemos autoridad o en las que nos consideramos expertos… y hasta ahí llegó nuestra humildad. De repente, comenzamos a debatir y a argumentar como políticos que quieren ganar las próximas elecciones. No olvidemos que la humildad es una cualidad MENTAL y no tiene nada que ver con lo que sabemos sino con lo que NO SABEMOS.

Recuerdo el día en que un amigo mayor que yo, en edad y sabiduría, me sentó y me dijo que quería darme un consejo. Me dió el consejo y tan pronto como pude, traté de ofrecer mi versión sobre el asunto. Simplemente me dijo: “¡cállate y escucha!” Claro, todo el mundo, menos yo en ese momento, pudiera darse cuenta de la falta de humildad de mi parte al tratar de justificar mis acciones. Todo el mundo sabe que cuando alguien lo llama a un lado para darle consejo DEBE CALLARSE LA BOCA y escucharlo. Pero, la falta de humildad o de modestia, en un momento, puede impulsarnos a decirle al consejero que su percepción está equivocada y que nosotros estamos bien. CUANDO ESTAMOS CONVENCIDOS DE QUE TENEMOS LA RAZÓN es difícil comportarnos con humildad mental y con paciencia escuchar a nuestro consejero. Creo que es en esta zona donde probablemente podemos caer con facilidad en la falta de humildad. Con todo al reflexionar hoy sobre aquel consejo y mi actitud inicial, me deja con algo en que pensar para evitar repetir el error. Además recuerdo la ocasión sin disgusto ni verguenza porque en vez de herirme, se me enseñó una lección con firmeza y a la vez amor. Sí, el amor no se refleja callando la necesidad de un consejo sino dándolo porque se quiere a la persona y se desea que mejore.

Por lo tanto, como sucede con el amor, que es más difícil definirlo que demostrarlo, la humildad, de igual forma, se define por lo que logra en nosotros y por la forma en que nos hace sentir. La humildad cuando se manifiesta nos acerca a las personas, nos atrae, nos resulta atractiva, derrumba nuestra pared protectora y nos abrimos a las ideas que se presentan. Nos unifica, nos enaltece y con ella logramos trabajar juntos y alcanzar grandes proyectos.

Cuando no la manifestamos ocurre lo contrario. Nos aleja de las personas, nos hace levantar muros protectores y nos cerramos a las ideas que se nos presentan, nos sentimos humillados y ningún proyecto llega a su feliz culminación. La persona orgullosa juzga a los demás, ni siquiera intenta ayudarlos pues ve a otros abajo, no a su nivel. Como es una cualidad divina, la humildad solo va a reflejarse en personas que poseen un mínimo de capacidad espiritual.

Lee los siguientes comentarios en los afiches de abajo y piensa en el efecto que tienen en ti. ¿Concuerdas?

 

 

 

 

 

 

 

Como todos nosotros vamos en busca de cualidades hermosas que nos acercan a otros y nos permiten vivir vidas sanas y equilibradas, ¡sigamos en búsca de la humildad mental! Puede que de tanto en tanto fracasemos y nos demos cuenta de ello, o en su caso más doloroso, otros nos ayuden a darnos cuenta de que la hemos dejado afuera. !Reconócelo! ¡Aprende! Recuerda que a este proceso lo llamamos “experiencia” y es interminable e incalculable. En la vida, lo importante es seguir aprendiendo y seguir tratando y, de seguro, mantendremos los amigos por muchos años y ganaremos muchas bendiciones. Con el paso del tiempo, seremos más sabios y estaremos en mejor posición a los ojos de Dios. Además, como dice Hemingway lo mejor de todo es que nos mejoraremos a nosotros mismos, vez tras vez.


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