Hacer el bien es lo que debemos hacer siempre. Cuando hacemos lo correcto nos llenamos de una satisfacción que nos enriquece como seres humanos. Sin embargo, puede que no sea nada fácil hacer el bien en determinadas situaciones, incluso, puede ser doloroso. Sí, doloroso para nuestra auto estima, doloroso por el esfuerzo que implique y doloroso porque pudiera estar en contraposición a lo que nos convenga.
Te presento dos situaciones como ejemplos:
AUNQUE NOS DUELA, DEBEMOS EDUCAR. La educación de un hijo puede ser dolorosa para los padres, particularmente cuando es necesario aplicar disciplina. En nuestros tiempos no es raro que hasta quien pensamos que es un buen muchacho, se meta en problemas con drogas, en la escuela, o incluso con la policía. Si como padres no ejercemos nuestra autoridad y rehusamos adjudicar la disciplina apropiada, la actitud y las acciones de nuestros hijos van a empeorar y como consecuencia, con el tiempo, se verán en mayores problemas.
Mientras trabajaba en un campamento para jovenes en Los Angeles, California, tuve la oportunidad de conversar con una mamá que asistió a una de mis conferencias de motivación para padres con hijos con problemas. Con lágrimas en los ojos me contaba cómo tuvo que llamar a la policía para que viniera a arrestar a su hijo porque había cometido varios robos y guardaba el botín en su propia habitación. Es muy fuerte para una madre tener que llegar a este punto, particularmente cuando vive sola con su hijo. Pero, a menudo la única forma de ayudar a un hijo descarriado es tomando una decisión difícil. Pues resultó que en el campamento juvenil su hijo, estaba reaccionando a la disciplina de levantarse a una hora, comer a otra, estudiar diariamente y a acostarse temprano. En este caso, el dolor, poco a poco fue quedando atrás en vista de los buenos resultados alcanzados.
AUNQUE NOS DUELA, HAGAMOS LO CORRECTO. Cada persona tiene una conciencia que le pide cuentas. Cuando hablo de la conciencia hablo de ese sentido de justicia que nos ha sido implantado desde el nacimiento. Por otro lado, cuando tenemos firmes convicciones, no cedemos a las alternativas que puedan violar nuestro sentido interno de lo que es correcto. Aunque esto no sea popular, así debe ser.
Tomemos por caso el de una historia que escuché hace algún tiempo. Se trata de cierta pareja de misioneros, en África, a quien amenazaban vez tras vez para que ingresaran a un grupo político revolucionario. Por mucho tiempo habían enfrentado la situación de forma exitosa. No obstante, cierto día, los interceptaron en el camino y volvieron a amenazarles. Ellos continuaron rechazando la oferta explicándoles sus razones. De pronto, uno de los hombres que acompañaba al grupo le arrebató a su niñita y la arrojó con toda su fuerza por un acantilado al mar. Aunque este inesperado acto los destrozó, el matrimonio se mantuvo firme y los rebeldes se retiraron. ¡Cuánto tuvo que dolerles aquella terrible experiencia! Incapacitados de poder continuar con su noble servicio, regresaron a Francia, su lugar de origen.
Años después, resuelto el conflicto militar y recuperados de la pérdida de su niñita, solicitaron de nuevo alguna asignación misional. Para su sorpresa, se les volvió a enviar al mismo pueblo africano. Decidieron ser obedientes y aceptaron. Con el tiempo, en una convención entrevistaron al misionero y este contó las terribles pruebas que había enfrentado y cómo se había mantenido firme. Ese mismo día, un hombre se acercó al misionero y le dijo: “Ahora lo entiendo todo”. El misionero le preguntó “¿qué es lo que entiendes ahora?” Le contó que él y su esposa no podían tener hijos y le habían pedido a Dios, muchas veces que lograran tener un bebé, pero nunca sucedió. Un día, mientras pescaba, vio una niñita flotando en el mar y la rescató aún viva. ¡Aquella niñita era la hija de los misioneros!
Es verdad que no siempre las recompensas por hacer lo que uno entiende que es correcto, son tan impresionantes como ocurrió en el relato anterior, pero siempre son y serán recompensadoras.
Como en mi caso, estoy seguro que en el caso del lector, luchar con nuestras malas tendencias, sean carnales, materiales o incluso espirituales, pueden dolernos muchísimo. Aunque nos duelan no debemos ceder a lo malo, a la revancha, al prejuicio, al odio racial o nacionalista, a la ambición o al deseo de poder. ¡Y nos irá bien mientras actuemos en balance con nuestra conciencia y con nuestros mejores ideales!
En conclusión, hacer lo bueno, aunque sea con dolor nos reportará resultados favorables. Hoy, aplaudimos al que hace lo correcto y mantiene su conciencia limpia. Si ese eres tu: ¡mil felicidades!
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