Mientras dormía, cierto joven vio a un lobo a sus piés. Horrorizado le preguntó: “¿Qué vas a hacer conmigo?” a lo que el lobo le contestó: “No sé, soy yo el que está en tus sueños, dime tu qué quieres que yo haga”.

Nuestros sueños. ¿Qué vamos a hacer con ellos? Podemos hacer lo que querramos. Podemos levantar castillos y podemos destruirlos. Podemos soñar a ser mejores o podemos convertirnos en mounstruos. Podemos desahogar nuestras más bajas pasiones o podemos elevarnos hasta los cielos. Podemos edificar, plantar y sembrar o podemos derrumbar, desarraigar y destruír. Como son nuestros sueños podemos hacer con ellos lo que querramos. ¿Qué haces tu con los tuyos?

Cuando era niño solía soñar que trataba de huir de algo o de alguien, no siempre estaba seguro de qué. Al intentarlo resbalaba y no podía huír. Si trataba de correr, me caía. Era en vano seguir tratando, pero insistía, ¡no podía darme por vencido pues mi vida corría peligro! Me levantaba desesperado, con los mismos resultados una y otra vez y siempre me quedaba en el mismo lugar. ¿Has experimentado algo así?

Aunque es probable que haya quienes se arriesgan a dar alguna clase de explicación, la realidad es que la ciencia no puede determinar con absoluta certeza por qué soñamos lo que soñamos. En mi caso, en la vida real, he tenido que hacer lo mismo que tenía que hacer en mis pesadillas de muchacho. He tenido que luchar para seguir adelante porque siempre aparece algo que intenta detenerme, desviarme o desanimarme.

En la vida real parece que vivimos sujetos a dos fuerzas invisibles que conviven dentro de nosotros mismos. Una fuerza que nos impulsa a seguir adelante y otra que trata de detenernos. Para lograr una u otra cosa, la que te impulsa te motiva con metas que te auguran felicidad. Te propone bendiciones y te estimula a hacer los esfuerzos necesarios para alcanzarlas. Te exhorta al trabajo al estudio. La otra, te frena haciéndote sentir culpable de lo que deseas y de una u otra forma te asegura que fracasarás y ese fracaso te traerá dolor y verguenza. ¿Has sentido estas dos fuerzas operando en ti?

Recuerdo una historia que pudiera darnos una explicación. La historia parece ser una leyenda Cherokee. Dice así:

Una mañana un viejo Cherokee le contó a su nieto acerca de una batalla que ocurre en el interior de las personas. Él dijo, “Hijo mío, la batalla es entre dos lobos dentro de todos nosotros”. “Uno es Malvado – Es ira, envidia, celos, tristeza, pesar, avaricia, arrogancia, autocompasión, culpa, resentimiento, soberbia, inferioridad, mentiras, falso orgullo, superioridad y ego.

“El otro es Bueno – Es alegría, paz amor, esperanza, serenidad, humildad, bondad, benevolencia, amistad, empatía, generosidad, verdad, compasión y fe.

El nieto lo meditó por un minuto y luego preguntó a su abuelo: “¿Qué lobo gana?” El viejo Cherokee respondió: “Aquél al que tú alimentes.”

¿Cómo puede la historia ayudarnos en nuestras propias luchas? Que el secreto del éxito reside en cultivar y buscar el bien y lo bueno. Si buscamos el bien y lo bueno, será porque tenemos los mejores motivos. Si es así, podemos estar seguros de que cualquier decisión que tomemos nos ayudará a crecer y a aprender. No puede hacernos daño.  Es importante no ceder al temor. El temor puede ser un nudo demasiado fuerte de desatar. No cedamos al temor ni a la presión de otros. Esa presión no tendrá las fuerzas suficientes para detenernos si estamos  convencidos de que obramos para bien y no para mal.

Lo contrario también es cierto. Alimentamos el lobo malo y a la fuerza que nos frena cuando cedemos a la duda, a la crítica de otros, cuando tenemos motivos oscuros, tal vez de revancha, tal vez de prepotencia, de orgullo o de vanidad. Siempre que dudemos qué hacer, debemos preguntarnos ¿por qué deseo alcanzar esto? ¿qué es lo que en realidad persigo? Si hemos determinado bien que estamos tranquilos con nuestra conciencia, debemos seguir adelante y no permitir que se nos frene.

Nuestros sueños siempre tendrán opositores, siempre. En ocasiones los más crueles podemos ser nosotros mismos. No olvidemos que el temor es también parte de la vida junto con la duda. Sin embargo, el temor y la duda pueden ponerse de nuestra parte para ayudarnos a actuar. Sabemos que el fracaso duele y no queremos acercarnos a él. ¡Manténlo dormido en tus sueños! No lo alimentes. Escudriña tu corazón y dile al lobo que descansa a tus pies lo que debe hacer.


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