Guardar el equilibrio entre la disciplina y la autoestima es uno de los retos diarios de todos los padres y madres en cualquier lugar del planeta. La razón es que no queremos marcarlos para siempre, o por lo menos, eso pensamos que podemos hacer. A principios del siglo pasado, pocos le daban importancia a la autoestima pero en las décadas recientes el tema ha ido tomando más y más fuerza. Algunos pudiéramos pensar que demasiada fuerza.

De todas formas, vamos a abordar el tema de la autoestima con la esperanza de que nos sirva de alguna orientación. Trataremos de ser equilibrados y evitar los puntos extremos de derecha o izquierda.

¿QUÉ ES LA AUTOESTIMA?

La autoestima es la manera en que pensamos y nos sentimos sobre nosotros mismos y nuestras capacidades. Si tenemos una autoestima saludable nos sentiremos bien con nosotros mismos y nuestros esfuerzos. Una autoestima saludable es algo de lo que todos nos beneficiamos, seamos jóvenes o mayores.

CARACTERÍSTICAS DE LA PERSONA QUE DISFRUTA DE UNA AUTOESTIMA SALUDABLE

“¡Vamos a intentarlo ahora sin paracaídas!”

Una autoestima saludable contribuye a que nos sintamos amados, capaces de realizar con éxito nuestras tareas. Nos ayuda a hacer planes futuros y a trabajar para alcanzar el éxito. Además, y muy importante, una autoestima sana nos ayuda a sentirnos capaces de intentar cosas nuevas.

En cuanto a nuestros hijos, la autoestima buena o mala les afecta de forma positiva o negativa con tanta fuerza como nos puede afectar a nosotros sus padres. ¿Cómo se refleja? Se reflejará en la toma de decisiones, en su creatividad o falta de ella, en las metas que desea alcanzar y su actitud frente a la vida y frente a los problemas que se les presenten.

Nosotros somos la influencia más importante sobre la autoestima de nuestros hijos, por lo menos en algunas de las etapas del crecimiento. Sin embargo, no siempre.

LA AUTOESTIMA NO ES LA MISMA EN TODAS LAS ETAPAS DEL DESARROLLO DE UN MUCHACHO

Los niños de 2 a 4 años por lo general tienen una alta autoestima y están ansiosos por explorar. Son capaces de tomarse riesgos que a otras edades no se tomarán. Se llevan a la boca casi cualquier cosa, meten los dedos por cualquier lugar (aunque sean los tomacorrientes), examinan cualquier objeto y si les es posible le pegan la lengua a ver a qué saben. Para ellos todas las personas le son buenas si se ríen con ellos y no hay charco que no quieran pisotear. ¡Válgame, esa si es una época de autoestima alta!

Por otra parte los niños de edad escolar, por lo general, se sienten inseguros y con poca estima propia. Si es varón, las chicas los asustan. Dudan de sus habilidades y se frustran muy a menudo pensando que no logran hacer lo que otros hacen. ¡Hasta su sombra les asusta y odian los lugares oscuros! ¿Adónde se les fue la autoestima?

Los preadolescentes se sienten avergonzados de su cuerpo, de su forma, de su pelo, de su cara y se sienten inseguros todo el tiempo. A veces piensan que son superhéroes y en diez minutos se sienten completamente fracasados. Esta autoestima estilo sube-y-baja es característica de la edad. Parece que nunca más volverán a ser “gente”.

Luego, los de escuela secundaria se sienten independientes y piensan en irse de la casa o tomar sus propias decisiones, muchas de las cuales ni siquiera son de ellos sino de sus compañeros de escuela o de barrio. ¡Volvió con fuerza arrasadora la estima personal! Sin embargo, es una etapa difícil para los padres y difícil para ellos puesto que la autoestima está en pleno desarrollo. Si empujamos está mal, si no les empujamos es peor, de manera que solo nos queda el ejercicio de tratar-a-ver-qué-pasa (trial and error).

De modo que la autoestima va desarrollándose poco a poco y con muchos cambios con el paso de los años. Crece, deja de crecer, cambia, vuelve a cambiar y finalmente parece que se queda con nosotros y con ellos -buena o mala, para el resto de la vida.

LO QUE NUNCA FALLA

En cualquier etapa del desarrollo de la autoestima de nuestros hijos lo que nunca nos va a fallar es el amor. El amor es la base principal del desarrollo sano de un muchacho. Y no hay medida, ellos son capaces de consumir todo el amor que les demos, todos los días. ¿Cómo hacerlo?

Muestre afecto. ¡Si no sabe cómo practique con la almohada! Apriete la almohada, bese la almohada y luego practique con su hijo. Si no hemos descubierto el valor del contacto físico ya es hora de que lo descubramos y lo practiquemos.

Seamos generosos en sonrisas, en abrazos y mimos. Eso tanto si son varoncitos como hembritas, el sexo no determina si seremos afectuosos con ellos o no. Amigo mío, nuestros hijos deben saber que les amamos y no solo de palabra sino también con hechos.

Dígales que les quiere aunque no hayan sido aceptados en el equipo de boliche. Dígale que les quiere aunque hayan sacado una calificación deficiente en matemáticas. Dígale que les ama aunque no puedan correr tanto como el vecino. Asegúrele a su hijo que lo quiere aunque no sea el número 1 en nada. No tiene que serlo, solo tiene que saber que usted aprecia mucho sus esfuerzos… ¡y sea sincero!

Nuestros hijos NO son adivinos. No pueden saber lo que sentimos por ellos a menos que se lo digamos. De modo que, papá y mamá lectores, hay mucho que hacer todos los días para contribuír a la buena y sana autoestima de nuestros hijos. ¡Adelante!

Una autoestima saludable contribuye a la felicidad de nuestros hijos.

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