Todos enfrentamos cambios en la vida, especialmente en estos tiempos de muchas y variadas exhigencias. Aunque la mayoría de nosotros reconocemos eso, no todos los manejamos con igual éxito. No tenemos que deprimirnos ni sentirnos incompetentes, eso sí, tenemos que aprender que los cambios, vienen acompañados.
Hasta que los cambios no me afectaron a mi personalmente no comprendía yo todo lo que pueden traer consigo. Ahora que la vida me ha enseñado que debo adaptarme a cambio tras cambio es que me doy cuenta que hasta el más mínimo cambio trae su secuela. Esa secuela, en ocasiones, resulta ser de mayor reto que el cambio mismo. Veamos varios ejemplos.
EL RETIRO
Trabajamos toda la vida con la conciencia de que, si somos dichosos, algún día podremos retirarnos. Algunos toman precauciones económicas, otros de salud y todavía otros toman en cuenta el clima y el costo de vida. Todo eso está muy bien pero cuando la hora del retiro llega, nos sentimos como la cucaracha que se ha metido en el baile de las gallinas. ¡Hay que buscar como salir con el menos daño posible!
Olvidándonos de todas las alabanzas que hacen los comerciales y los comerciantes sobre el retiro, la realidad es que cuando llega, hay que, para empezar, buscar en qué ocuparnos el tiempo. Eso no lo vimos venir con tanta claridad como cuando nos llega la hora del retiro, pero es uno de sus fieles acompañantes. Sobre eso, tampoco calculamos con lusidez las fuerzas limitadas, las facultades en retroceso y en ocasiones, tener que enfrentar la vida en solitario. Los que acompañaron al dichoso retiro, al final, resultaron ser peores compañías que el retiro mismo.
LAS MUDANZAS
Ya sea por propia selección, por trabajo o por invitación, pensamos que la mudanza, aunque sea un ajuste, no va a ser tan difícil que otras personas nos han dicho. Nuevamente nos olvidamos que los cambios no vienen solos y que la compañía puede sorprendernos más que el cambio mismo.
Por ejemplo, no tomamos en cuenta que cuando cerramos la puerta de nuestro nuevo hogar nos sentimos extraños y nos percatamos de que estamos solos. No es solo saberlo sino lo que se siente al saberlo. Por un par de semanas logramos entretenernos con las películas de Netflix pero el golpe que acompaña al cambio va a llegar en algún momento del proceso con vacíos, nostalgia y ansiedad. Eso, si es que encima de la mudanza tenemos que enfrentar un cambio de cultura, de ambiente -que no necesariamente fue para mejorar. No es la mudanza el problema, el problema es lo que la acompaña que no pudimos calcular de antemano al momento de hacer la decisión.
LAS ENFERMEDADES
Cuando nos enfermamos hacemos nuestros mejores esfuerzos en recuperarnos lo antes posible. Buscamos las mejores alternativas médicas y el mejor centro de salud que nos permitan nuestras circunstancias. Tratamos de ser positivos y tomamos fuerzas por nosotros y por los que nos aman, que están a nuestro lado y nos ofrecen palabras animadoras. Lo que no sabemos es lo que acompaña a la enfermedad. ¿Te has dado cuenta de que la enfermedad también viene acompañada?
Cuando el cardiólogo me visitó en la unidad de intensivo del hospital me preguntó si estaba consciente de lo que me había sucedido. Me dijo que había superado un infarto masivo y prolongado. Recalcó que era un hombre muy afortunado. Estoy convencido de eso, pero de lo que no estaba consciente era de que un ataque al corazón no viene solo sino que trae una retahila de acompañantes.
En los Estados Unidos muere una persona cada 40 segundos de un ataque al corazón.
Horarios, medicinas, revisiones médicas, ejercicios diarios y la conciencia de que no puedes hacer lo mismo que antes. Y que además, todas esas medicinas traen, por el ladito, sus consecuencias negativas, entre ellas los costos de los efectos secundarios. Son a estas cosas a las que también tienes que adaptarte, y eso, si estás entre los dichosos que sobreviven un ramalazo como ese.
TUS FORTALEZAS
Frente a cualquier cambio toma en cuenta tus fortalezas. Son las mismas que muchas veces damos por sentadas, incluso las que en ocasiones nos quitan el sueño o provocan disgusto o ansiedad. Nos referimos a la familia y a los amigos. En estos dos grupos hay una gran fortaleza que no debemos desperdiciar ni soslayar. Mantengamos estos lazos fuertes y vivos puesto que son el refugio provisto para tiempos de dolor, frustración, ausencia y soledad.
Es verdad que necesitamos fortalezas espirituales en nuestra lucha por adaptarnos a los cambios pero en vista de que somos carne y sangre, tampoco debemos ignorar las fuerzas que otros seres humanos pueden darnos, especialmente la que pueden darnos los que han pasado por circunstancias similares a las nuestras.
Por lo tanto, hagamos nuevos amigos, renovemos viejas amistades, fortalezcamos los lazos familiares y estos juntos, podrán ayudarnos a reconocer y a superar lo que viene acompañado a los cambios de la vida.
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