Alguna vez, estimado lector, ¿has acompañado a alguien a llorar? ¡Tal vez sí! Y muy probablemente  ¡no pudiste decir o hacer nada más! Sin embargo, cuando lo hiciste y cuantas veces lo hayas hecho, demostraste una hermosa cualidad. La de la bondad.

Lamentablemente la bondad no es una cualidad muy popular en nuestros tiempos, llenos de egoísmo y violencia. En estos días parece que siempre se logra tiempo para ver los mensajes que hemos recibido en nuestro celular, pero, en el que no hay tiempo para ser bondadosos y manifestar uno de los valores más importantes en las relaciones interpersonales, la bondad.

Tal vez por considerarse una muestra de debilidad, muchos de nosotros preferimos la línea dura. La línea del mando, del comando militar. Esa línea que nos distingue como “el jefe” que aunque antes nos disgustaba, ahora comienza a envolvernos en el manto engañoso y a la vez atractivo del poder. A la larga este tipo de actitud de línea dura no produce nada. Es como sembrar arroz en un desierto. Nada va a brotar. Al final nos vamos quedando solos y con un remordimiento venenoso que nos robará la felicidad. Evitemos llevar la vida excluyendo de ella la bondad.

La bondad es una preciosa cualidad que nos ennoblece y enriquece como seres humanos de carne y hueso. ¿Por qué? Porque es una cualidad espiritual que brota del amor.

No hay mayor expresión de la bondad que la que manifiestan las buenas madres.

Seguramente podemos asociar la bondad a nuestra madre o a la persona que nos crió cuando eramos indefensos. Decenas, sí, tal vez centenares de actos de bondad que tuvieron para con nosotros en esa etapa tierna de nuestra vida y nunca nos exhigieron dar las gracias, porque simplemente no podíamos ni sabíamos darlas. Nunca llevaron por cuenta en un libro para que algún día supiéramos las veces que se levantaron en la madrugada para besarnos, calmarnos, amamantarnos y mecernos, muchas, muchas veces. Incontables actos de verdadera bondad que nunca reconocimos, que nunca supimos, pero que gracias a ellos, tu y yo estamos vivos. La bondad es una característica de mamá, que, sin esperar nada en cambio fue bondadosa. Las madres ejemplifican la bondad. La voluntad de hacer el bien, la voluntad de que su amor de fruto, sin esperar nada a cambio. Uno de los valores más naturales y a la vez menos experimentados por millones de seres humanos es la bondad.

Un aspecto sobresalientemente hermoso de la bondad es, pues,  que tiene el poder de motivar al individuo, hasta el punto de estar dispuesto a hacer sacrificios para cuidar, ayudar, defender, exhortar o animar a otros, sean estos familiares amados, amigos queridos, o incluso, perfectos desconocidos. Pero queremos aclarar que ser bondadoso no significa ser flojo con la familia o con los que tratamos diariamente. Tampoco significa ser un llorón sentimental un indivíduo pusilánime incapaz de ejercer carácter. De hecho, se necesita valor y carácter para ser bondadoso.

Nos damos cuenta de que la bondad es una cualidad activa y llena de valor, no solo un sentimiento superficial y pasajero. No es un mero ¨me gustaría hacer algo¨ cuando pueda. Es, más bien un ¨voy a hacer algo, ahora¨. En vista de que es una cualidad tan noble y deseable ¿pudiéramos activarla de forma que fuéramos personas más bondadosas? ¿Qué puede desanimarnos a ser bondadosos?

EL EGOÍSMO.

La mayoría de nosotros solemos  estar centrados en la “modalidad  YO.” Cuando uno está centrado en sí mismo, cuando uno es el sol y los demás son los planetas, probablemente no tendremos tiempo ni carácter para ser bondadosos. No tendremos tiempo para hacer una llamada. No tendremos tiempo para escribir una nota de texto, ni para pensar en las necesidades emocionales y/o físicas de los demás. Todo el tiempo disponible es para nosotros.

Dice: “Mientras todo se haga exactamente como yo lo deseo, puedo ser completamente flexible.”

Puede que hasta veamos a alguien necesitado, pero para no detener el ritmo de nuestra vida, miremos al otro lado, ignorando la necesidad. No tendremos tiempo para dar porque lo que sucede en la “modalidad YO” es que, en esa modalidad solo esperamos recibir. Y hay que reconocerlo, se necesita tiempo para ser bondadoso y muchos hoy no desean envolverse. ¡Qué conclusión tan egoísta! ¿Qué hubiese pasado con nosotros si mamá o la persona que nos crió, hubiese tomado ese mismo curso?

Por otro lado, nos podemos preguntar: ¿Qué debería motivarme a hacer la extraordinaria bondad de mamá? ¿Debería motivarme a ser consciente de la importancia de mostrar bondad hacia otros? ¿Qué cree usted?

Evitemos pues, ponernos gríngolas a las necesidades de bondad que tienen los que nos rodean.  La bondad debe ejercerse con todo ser humano pero especialmente con aquellos que sufren desventajas físicas, mentales o emocionales. Con aquellos que necesitan un poco de aliento y fuerzas para seguir adelante. Con los enfermos a quienes les parece que no mejorarán nunca. Mientras más ejercitemos la bondad, más veremos campo para mejorar nuestra capacidad de darla.

LA FAMILIA.

¿Dónde podrían comenzar nuestras expresiones de bondad? ¿No deberían comenzar dentro del círculo de la familia? ¿Qué implicaría? Es imposible entrar en todos los detalles en esta reflexión pero a grandes rasgos implicaría prestar un poco más de atención a las actitudes y no solo a las palabras que escuchamos en el ambiente familiar.

Dice: “Hoy será un buen día”

Pudiera significar tratar de comenzar el día con una buena disposición y buenos modales, una actitud más servicial yendo más allá de la línea del deber. Pudiera significar ser considerados con nuestra madre o esposa demostrando aprecio por su trabajo.

A este punto ¿piensan ustedes que hay campo en el que personalmente pudiéramos mejorar? Si lo hay, entonces, al desarrollar más bondad, fortaleceremos los vínculos con nuestro cónyuge, con nuestros familiares y con nuestros amigos.

Considerado todo lo anterior, cuando nos hemos detenido para hacer una llamada, escribir una nota, dar una palabra de estímulo, o hemos sido consejeros sinceros, hemos mostrado bondad. Cuando hemos participado en obras de amor, cuando hemos hecho un regalo a alguien con necesidad, cuando hemos compartido una sonrisa, o incluso cuando hemos llorado con un amigo, porque no supimos hacer otra cosa; hemos mostrado poseer esa cualidad singular, ¡bondad! 

Te invito a buscar dónde y como ser bondadoso(a). Si miras a tu alrededor, ahora mismo, si piensas en los que conoces, incluso en tus empleados o compañeros de estudio, familiares o amigos, te aseguro que encontrarás con quien ejercer la bondad.

BENEFICIOS PERSONALES.

¡Recibirás de vuelta bondad! La gente suele corresponder a nuestras acciones. Si te cae mal alguien… te aseguro que tu también le caes mal a ella. Si te acercas a alguien con actos de bondad, te aseguro que recibirás de vuelta el mismo sentimiento.

Esto que acabo de decir no es simple conclusión personal. No lo es. Es una ley de la vida. Es una ley que de un árbol sano, se va a cosechar un fruto sano. Un proverbio dice que si dejas correr tu pan sobre las aguas, regresará a ti. Es decir, otros responderán a tu necesidad porque tu atendiste las necesidades de ellos. José Martí dijo: “honrar, honra.” Cuando honras a otros con la consideración dulce de la bondad, ellos te honrarán a ti también.

Puede que en ocasiones ser bondadosos nos cueste trabajo y casi nos tengamos que arrastrar para mostrarla. Eso es humano y es natural. Nuestras vidas son complejas y todos estamos muy ocupados ya con la carga que llevamos. Pero, aunque nos cueste, al final del día valdrá la pena. Sentiremos gozo interno, exhibiremos felicidad externa, daremos un buen ejemplo a nuestros hijos y seremos personas menos exigentes con los demás.

 


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