Las palabras de arriba se atribuyen a un famoso conquistador: Napoleón. ¿Qué piensas de lo que dijo? La verdad es que al mismo Napoleón saber esa verdad le resultó de poco pues no lo practicó. ¡Pero la cosa se pone peor! Si el éxito parece ser permanente es todavía mucho, mucho más peligroso. Aquí es cuando viene el exceso de confianza que de seguro no añadirá nada positivo a nuestra vida. Si crees que estás en la cima y enfrentas un problema serio, es probable que te sientas frustrado y te digas a ti mismo: -“¿Cómo me puede estar pasando esto a mi?” Pues sí, te pasa a ti y nos pasa a todos, la diferencia es que tu crees que eres intocable porque te sientes en la cima. ¡No lo eres amigo mío!
Uno de los problemas del éxito que parece ser permanente es que se comporta como una niña malcriada. ¡Quiere que lo adules y lo mimes todo el tiempo! La realidad es que jamás se puede ganar siempre y todo el tiempo en la vida, no importa queien seas. La victoria solo es provechosa cuando tienes en tu mente y corazón metas más grandes y más nobles que la victoria personal. De otra forma es solo un triunfo temporal que francamente sirve de muy poco. Voy a ilustrarlo. Con una espada puedes hacer muchas cosas, menos sentarte en ella. Lo mismo sucede con el éxito.
Si tu y yo perdemos el sentido de lucha constante, diaria, cualquier éxito que tengamos es en realidad más malo que bueno. Pienso que muchas veces nos ponemos metas pero en realidad no son NUESTRAS metas, las que a nosotros nos interesen, sino metas que a la gente les interesa. Pensamos que alcanzándolas recibiremos la aprobación y la admiración de los demás. Luego, es probable que descubramos que en realidad no nos han hecho felices. Estábamos trabajando por una apariencia vana que de nada nos aprovechó.
Tolstoi escribió una parábola que probablemente has escuchado antes. Aparece en su antigua obra “How Much Land Does a Man Need?” Te contaré: Tolstoi relata la historia de un hombre que estaba convencido de que alcanzar el éxito se relacionaba con poseer muchas tierras. Y eso buscaba. Logró descubrir un lugar donde alcanzar su sueño de riqueza y poder pues allí le ofrecieron regalarle las tierras que pudiera circundar corriendo durante todo un día. Desde la salida del sol a la puesta del sol. El hombre vendió lo que tenía para llegar al lejano lugar donde le hacían la ofreta. Efectivamente, llegó el día y con todo su entusiasmo comenzó a correr y a correr y a correr a toda velocidad. Como deseaba muchas, muchas tierras, no se detuvo ni siquiera un minuto para beber agua ni para comer, ni mucho menos para descansar. Solo pensaba en correr y correr para alcanzar todas las tierras que anhelaba. Cuando el sol está a punto de ponerse, el agobiado, deshidratado y agotado hombre termina su recorrido alcanzando una gran porción de tierras como era su deseo, su deseo de toda su vida. Entonces, al dar el último paso, ¡cayó muerto! Ahora toda la tierra que necesitará serán dos metros.
¿QUE APRENDEMOS? Jamás permitas que eso te suceda a ti. Si buscas el éxito en una avenida de tu vida, recuerda que no solo es alcanzarlo, sino llegar vivo y sano para poder disfrutarlo.
Cómo responderías:
¿PARA QUÉ O PARA QUIÉN DESEO EL ÉXITO?
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