Sí, ¿cuál es la razón por la que alguna gente sigue y sigue adelante, mientras que otros se quedan en el camino? ¿Hay alguna explicación para este fenómeno?
Tome en cuenta, por ejemplo, los millones de personas que comienzan estudios universitarios, de hecho, este año 19.9 millones se matricularán en los colegios de los Estados Unidos, y de estos, una tercera parte abandonará sus estudios. ¡Más de seis millones no seguirán adelante! Pero no necesitamos cifras para entenderlo. Solo pensemos en las respuestas a estas preguntas: ¿Cuántas personas han entrado y salido del lugar donde trabajas? ¿Cuántas parejas que se casaron al mismo tiempo que tu ya no siguen juntas? ¿Cuántas personas que estaban en tu misma fe religiosa ya no están ahí? ¿Cuántas personas comienzan un negocio y luego lo abandonan? ¿Cuántas personas conoces que empiezan algo y no lo terminan? En fin, ¿por qué tantos se quedan en el camino abandonando sus sueños?
Hay que reconocer que empezar cualquier empresa es un paseo en comparación con permanecer en ella. Y eso sin importar la actividad en la que nos propongamos dedicar nuestro tiempo y esfuerzo. Es bien sabido que nada que valga la pena en la vida viene sin luchas, fracasos, frustraciones o dudas. Y aunque reconocemos esto con la mente, tenemos la tendencia de suponer que a nosotros todo nos va a ir bien… simplemente porque somos nosotros. ¡Ahí es precisamente donde radica la trampa! Alguien dijo que el secreto del éxito en la vida no es correr detrás de las mariposas sino cuidar el jardín para que ellas vengan a ti.
Ni nuestro nombre, ni nuestra reputación, ni nuestras habilidades tienen que ver con alcanzar el éxito en la vida. El secreto tiene que ver con algo totalmente diferente y muy a menudo descartado. ¿Qué es?
LA PERSEVERANCIA
La clave, del éxito reside en la persistencia. Es la perseverancia lo que les faltó a los que se quedaron en el camino. ¿Qué es perseverancia exactamente? Se define perseverancia como “firmeza y constancia en la manera de ser o de obrar”. Un sinónimo bien conocido es persistencia. Sin esta cualidad nos será imposible triunfar. Puedes pensar en cualesquier campo del saber, las artes, la industria o incluso la religión y aprenderás que todos los que alcanzaron el éxito en estos renglones poseían esa cualidad. Cuando desees ver la perseverancia en acción la verás en el diario vivir de una madre cuyo hijo es autista, en un atleta que juega baloncesto desde su silla de ruedas, en un ciego que desde una plataforma ofrece un discurso motivador. La verás en el padre que visita a su hijita enferma de cáncer en el hospital de niños. Se palpa en el esposo fiel que cuida a su mujer que padece de alzheimer. ¿La posees tu? Si la posees, serás siempre un triunfador.
No hay viaje sin la posibilidad de una tormenta, de mil desafíos que enfrentar. No comiences a andar en un camino en el que no estás dispuesto a perseverar. Dicho lo anterior, toma nota de lo siguiente: la persistencia se alimenta del amor. Según el grado que ames lo que te propongas, a ese mismo grado perseverarás. Hay una estrecha relación entre la perseverancia y el amor que poseas.
La sabiduría humana está llena de ejemplos, anécdotas y leyendas sobre el valor de la perseverancia. Desde niño las fábulas de Esopo me llamaron la atención. Esopo era un escritor griego que vivió para el sexto siglo antes de nuestra era. Se cree que sus fábulas llegaron hasta nosotros gracias a misioneros portugueses. De cualquier manera, su famosa fábula de la liebre y la tortuga ilustra el punto que discutimos de forma estupenda. ¿La recuerda el lector?
Cierta liebre orgullosa de su velocidad, se burlaba de la lenta tortuga. Un día, con la intención de humillarla ante todos los animales del bosque, le retó a una carrera. Para sorpresa de todos, la tortuga aceptó el reto. Luego de acordar la distancia, el punto de partida y de llegada, se lanzaron a la competencia. La liebre le dejó una buena ventaja a la tortuga y de un par de saltos la alcanzó y le pasó. Luego, encontró una siembra de zanahorias y tentada por el bocado, se detuvo a comer. Cuando la tortuga le pasó, volvió a incorporarse a la carrera y le volvió a pasar con facilidad. Sin embargo, en vista de su suculenta comida, le dio sueño y confiada se echó a dormir. Para su sorpresa, el sueño se prolongó más de lo esperado. Al despertar asustada, corrió tan aprisa como pudo sin lograr pasar la meta antes que la lenta tortuga quien muy feliz ganó la competencia. La moraleja es clara: la perseverancia, resulta más valiosa que la velocidad.
Sí estimado lector, la perseverancia es de un valor humano incalculable. Nos ayuda a no abandonar el camino a pesar de los obstáculos y como resultado nos ofrece experiencia valiosa, confianza en nosotros mismos, y nos ayuda a desarrollar nuevas técnicas de aprendizaje. Nos hace valientes y decididos. Sea lo que sea que hagas, persiste, continúa, no te rindas. Puede que tome tiempo pero la persistencia solo puede llevarte, a un lugar, ¡al éxito!
Discover more from Komosabe
Subscribe to get the latest posts sent to your email.