Lo lamento amigo mío pero el ingrediente que puede apagar el fuego es la paciencia. Y digo que lo lamento porque hubiésemos preferido ver aquí cualquier otra cosa que no fuera la paciencia. La paciencia esta entre las cualidades más deseadas y a la vez más escasas que conocemos. La paciencia es una virtud.
La impaciencia le echa gasolina al fuego. Lo complica, hace el dolor mayor y la recuperación más lenta. Si eres una persona que reconoce tus necesidades espirituales, de seguro constantemente estás solicitando paciencia. Algunos amigos, incluso personas espirituales, me han dicho que la paciencia está entre sus mayores retos.
Lo interesante es que un bombero de experiencia me dijo que lo que garantiza un problema al apagar un fuego es la impaciencia. El bombero impaciente cargará con las consecuencias de sus malas decisiones. Queda claro pues que frente a los fuegos que tenemos que combatir, debemos ser pacientes para lograr sofocarlos y no aumentarlos.
Hay una historia de unos norteamericanos que se dicidieron a hacer un recorrido por el continente de África. Emplearon a un grupo de nativos en el puerto en donde desembarcaron, indicándoles que tenían mucha prisa (como generalmente tienen los norteamericanos. No es crítica, esa ha sido mi experiencia.) Cuentan que el primer día avanzaron rápidamente através de todo el territorio y el segundo día fue exactamente igual que el primero. Pero algo sucedió en la mañana del tercer día. Resulta que cuando se preparaban a toda prisa para iniciar el recorrido, encontraron a los nativos que habían contratado, sentados bajo los árboles y rehusando comenzar la marcha. Cuando los sorprendidos patrones preguntaron qué estaba sucediendo, ellos respondieron: “El día de hoy descansaremos. Tenemos que dejar que nuestras almas alcancen a nuestros cuerpos.”
Esta historia aplica con mayor fuerza cuando nos damos cuenta que reaccionar de forma impaciente muchas veces resulta en utilizar la violencia, las amenazas, las cortes, los insultos y es precisamente todo lo anterior lo que le echa gasolina a los problemas. Nos olvidamos que los fuegos se apagan con agua.
Y lo que digo aplica en particular a esta genración que nació alrededor de los años 1984 en adelante, la que llamamos la generación “Milenio”. Y otra vez, sin criticar, estos jovenes han sufrido de la escasez de sentido común y del desarrollo de la personalidad que otras generaciones disfrutamos. Esto no ha sido culpa de ellos, simplemente les ha tocado vivir “bailando con la más fea” porque sus padres, desgraciadamente no les enseñaron paciencia. Hoy, no tienen los recursos para resolver problemas con paciencia. Y esto no lo digo yo, lo dice Simon Sinek, un reconocido motivador (de los buenos) en su charla sobre la adicción de estos jovenes del milenio a la Internet.
Dice este autor que los jovenes de hoy solo miran la cima de la montaña y no captan el proceso duro y doloroso de “subir la montaña”. El proceso del desarrollo personal y del proceso de solucionar los problemas no se consigue como se consigue por Amazon de un día para otro lo que deseas. Requiere tiempo. En otras palabras, requiere paciencia.
De modo que una vez aplicada la solución al problema, tomada con meditación y estudiando las alternativas, DEBEMOS TENER PACIENCIA para esperar que el fuego se sofoque. Aunque haya “combustión espontánea” NO EXISTE la solución “espontánea” de un problema bien resuelto.
Aunque tal vez usted no lo sepa, amigo mío, necesita escuchar este consejo porque la gran mayoría de nosotros estamos hambrientos de buenos consejos, de buena guía espiritual para resolver nuestros problemas. Todos tenemos hambre, se a que lo reconozcamos o no. Jamás se ha escuchado una máxima más sabia que la que predicó el hombre más grande de todos los tiempos, Jesús. Dijo: “No solo de pan vive el hombre.” Y si te interesa leer el contexto de estas palabras te sorprenderás aún más. Está en el capítulo 4 del evangelio de Mateo.
Sugerencia: Antes de tomar una decisión importante, antes de apagar un fuego de la forma apropiada, pausa y ve a algún lugar tranquilo donde puedas ver el cielo, sea de día o de noche. Si vives cerca de un lago o del mar, ve a la playa y deja que tu corazón se llene de la sabiduría práctica. Medita y atiende el asunto con tu pareja, con tu empleador, con tu vecino, con tu cónyuge o con tu hijo. Expon el problema y ofrece una solución. Llegarás a su corazón y habrás apagado el fuego con agua, no con gasolina.
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