La clase se desempeñaba bien como de costumbre. En esta ocasión tenía diez padres que se convertían en mis estudiantes por unos cuarenta minutos. Era un grupo encantador de hombres y mujeres muy amables y ansiosos por descubrir en qué podrían mejorar como padres. Nada fácil tomando en cuenta que sus hijos son muchachos problemáticos.

Clases para padres.

Llegó el momento en el que nuestra lección nos permitía comentar sobre modos de disciplina que pudieran ser necesarios. Podríamos comentar en qué puntos estábamos de acuerdo y en qué punto no. También se podría hablar sobre si alguno de los aspectos presentados pensaban ellos que sería más difícil o hasta impráctico en la situación familiar individual de cada uno.

Caso número uno: Permitirle llegar tarde a clase.

Dejar que nuestros hijos enfrenten sus malas decisiones puede ponernos los nervios de punta, sin embargo, muchas veces es lo único que les ayuda a reaccionar. Es cierto que nuestro sentido de protección nos da un toque de alarma pero, estos padres piensan que hay que aguantarse las ganas de estar sobreprotegiéndolos.

Si quiere dormir más tiempo y llegar tarde a clase, incluso sin desayunar, puede que esto le ayude a comprender que sus actos tienen un costo y ese costo no es de pago fácil ni agradable. Al llegar tarde es probablemente tenga que enfrentar alguna disciplina escolar.

Caso número dos: Quitarle privilegios, como por ejemplo, quitarle el teléfono.

Sabemos que una de las cosas que más aprecian los jovenes son sus tabletas, sus teléfonos y sus computadoras. Pues estas mismas cosas puedieran ser utilizadas para transmitir el concepto de orden y disciplina.

Tal vea suprimir, por algún tiempo, alguno de estos equipos, o todos a la vez, transmita al joven que su conducta no es apropiada y que por lo tanto debe cambiarla.

El teléfono celular, la tableta o la computadora pueden ser elementos útiles de disciplina.

Uno de los padres comentó que ha llegado a quitarle el teléfono, a uno de sus hijos, por un año completo. Eso me hace pensar que en algunos casos quitarle el celular por una o dos semanas no resulte suficiente disciplina, en el caso de algunos muchachos. Con todo, si se toma una decisión y se le informa al muchacho, debemos cumplir con ella. Amenazas no cumplidas son solo estímulos para la desobediencia. No caigamos en este error.

Caso número tres: Permitirles dormir afuera por llegar tarde a casa.

Ante esta forma de disciplina varios padres comentaron que para ellos fue la más dura. No es fácil aplicarla y saber que el muchacho está durmiendo bajo las estrellas en el patio de la casa. Pregunté cuántos habían tenido que aplicar esta forma extrema de disciplina y me sorprendió la cantidad de padres que se habían visto en la necesidad de aplicarla por causa de la desobediencia de sus hijos de llegar a la hora que les parecía bien, incluso a altas horas de la madrugada.

Que tenga que dormir en el auto es una alternativa que pudiera enseñarles la lección.

En algunos casos, esta forma de disciplina funcionó y en otros no. Quisiéramos tener una fórmula que funcione al 100% pero cada muchacho reacciona de diferente forma ante la misma disciplina. Eso queda claro de forma que no estamos sugiriendo que cada padre aplique la misma forma de disciplina, ni al mismo grado, ya que cada situación y cada muchacho reacciona de forma distinta.

Caso número 4: Eliminar la puerta de entrada a su habitación.

Uno de los padres comentó que tuvo que hacer esto en vista de que su niña traía muchachos a su casa y se encerraba en su cuarto. Al enterarse de lo que sucedía decidió quitarle su privacidad. Para mi sorpresa, otros padres habían hecho lo mismo por distintas razones.

¿Habrá que quitarle privacidad?

Algunas de estas medidas pueden parecer extremas y con todo y eso no siempre funcionan como nos gustaría. Por eso, estimado lector, es importante comenzar a inculcar reglas y patrones de conducta desde que nuestros hijos son pequeños. En vez de mimarlos y permitirles hacer lo que quieran, inculquemos valores desde temprano. Profundizar en sus mentes jovenes valores que pudan ser superiores a la palabra o a las ordenes de papá o mamá estarán toda la vida con ellos, incluso cuando llegue el día en que ya nosotros no estemos presentes. ¿Enseñamos esos valores desde temprano?

Los buenos hábitos se inclulcan estando presentes y dedicándoles tiempo.

Si nos olvidamos de hacerlo, tendremos que dejar que nuestros hijos aprendan de la forma más difícil. Ese camino no será un camino sin espinas. Claro, podemos hacer todo el esfuerzo posible y tratar de inclulcar los valores correctos y aún así, ellos son los que tendrán que escoger lo que quieren hacer. No hay forma de obligarlos. Ellos, como nosotros, tendrán que decidir. Si deciden bien será para nuestra felicidad y por supuesto, la de ellos mismos. Si deciden mal, por lo menos nos queda la satisfacción personal de que hicimos lo que debimos.

 

 


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