Los creadores de las aplicaciones de tabletas y teléfonos inteligentes saben algo que la mayoría de nosotros no sabemos. Los diseñadores de las redes sociales también saben que tu y yo probablemente lo desconocemos y tampoco les interesa que nos enteremos, ya que, para ellos, nuestra ignorancia les trae beneficios. ¿Estás intrigado?

Se trata de que las redes sociales, las pantallas de nuestros aparatos y las aplicaciones de nuestra computadora son adictivas.

Tal y como el azúcar es adictiva, las computadoras y aparatos electrónicos, lo son.

Las redes sociales y las aplicaciones fueron creadas, y cuidadosamente diseñadas, para ser adictivas. Crean un sentimiento de bienestar y relajación tan poderosos que nos atraen fuertemente. De hecho, hace unos años Sean Parker, el primer presidente de Facebook reconoció, en un evento médico en Filadelfia, que habían creado esta página para que fuera, simplemente, adictiva. Y de hecho eso es lo que esta y otras redes sociales han logrado ser. Nos cautivan como si fuera una adicción. Explotan una parte muy vulnerable del ser humano que es la de necesitar sentir que somos valiosos e importantes para otras personas. Además, compramos y miramos aquí y allá relajándonos de las tensiones.

La dopamina.

La dopamina es una hormona que producen las neuronas de nuestro cerebro a la que bien pudiéramos llamar la hormona del placer. Lo que hace en nuestro cerebro es crear una sensación de placer y relajación semejante a la que pudiéramos generar participando en nuestro deporte favorito, comiendo un plato sabroso, compartiendo con los amigos o disfrutando de estar con nuestra pareja.

Sobre la dopamina dice Wikipedia: “La dopamina tiene muchas funciones en el cerebro, incluyendo papeles importantes en el comportamiento y la cognición, la actividad motora, la motivación y la recompensa, el humor, la atención, y el aprendizaje.”

Los “likes” en las redes sociales, los comentarios y el efecto que tienen las imágenes, los colores en las pantallas, el movimiento y la luz que emiten, todo esto, llega a ser placentero y relajante, por lo tanto, motiva la secreción de dopamina y llega, con el tiempo a hacernos adictos a estas sensaciones que por cierto, pudieran ser muy superficiales. A esto hay que añadir que muchos jóvenes se aíslan de la familia y los amigos creando su propio mundo virtual, que de nada les ayuda a enfrentar la vida real.

Hay solo dos conceptos que los sicólogos han concluido que son los que producen verdadera felicidad en el ser humano y ninguno de los dos lo provoca una red social o una aplicación de un programa de computadora.

El primero es el amor. Amor a la pareja, amor a la familia, amor a los amigos. El segundo es el trabajo. El trabajo digno, cualquiera que sea, fontanero, abogado, vendedor, abogado, etc.

Sin embargo ni el amor, ni el trabajo provienen de la gratificación instantánea que crea el mundo virtual. Ambos requieren constancia, voluntad y sacrificio. Un día lastimas a quien amas y tienes que pedir perdón, y al hacerlo refuerzas los lazos de confianza y amor. No obstante, este ejercicio no es fácil y requiere voluntad. Otro día, fracasas en tu trabajo y tienes que hacerlo de nuevo, entonces tienes que volver a edificar la confianza perdida y eso solo se logra con esfuerzo y tiempo. Pero la gratificación instantánea que producen las redes sociales nunca germinarán en nada más que ansiedad, frustración, enojo y desapego a lo que es verdaderamente real y valioso.

Dicho sea de paso, no olvidemos que estas dos, el amor y el trabajo también generan dopamina. Digamos, como decimos del colesterol, promovamos la “dopamina buena” la de la clase que solo puede hacerte adicto a lo que te provocará felicidad genuina y relajación verdadera.

Te puede llevar a ser una persona de bien, un ser verdaderamente feliz, ¡libre de adicciones!


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