Cuando era niño, mi padre me enseñó a hacer barquitos de papel. No fue fácil para mi aprender a hacerlos, porque desde chico, no demostraba tener muchas habilidades manuales, de hecho, no las tengo hasta el día de hoy. Con todo, me maravillaban estos barquitos porque podía hacerlos de cualquier clase de papel y “fabricar” tantos como quisiera. Hasta hoy, disfruto de hacerlos para los niños, quienes me observan, admirados de cómo de un pedazo de papel, puede hacerse un barquito velero. Para mi, eso es un logro, pues pocas cosas impresionan a los chicos del siglo XXI. ¿No te parece?
A pesar de su atractivo, estos barquitos no son perfectos. Cuando los pones en el agua no tienen dirección y muchas veces terminan encallados en alguna piedra. Además, por ser de papel su hermosura dura poco, pues el papel se empapa y el barquito se vira y se deshace. ¡Qué lástima! ¡Qué poco duran su hermosura!
¡Cuánto nos parecemos los seres humanos a estos barquitos de papel! Puede que tengamos una apariencia atractiva por un tiempo, pero, poco a poco, como si fuéramos frágiles como el papel, nos vamos deshaciendo. Además, como barquitos de papel sin timón o dirección, no vamos por donde queremos ir sino por donde la vida se encapricha en llevarnos. ¿Te ha sucedido eso a ti? ¿Te has percatado de que en ocasiones, simplemente parece que estás encallado en una roca invisible y no puedes moverte?
Pienso que nos pasa a todos, por lo menos durante algunos años o en determinadas épocas o situaciones de la vida. Cuando converso con hombres o mujeres cuyos matrimonios se ven desechos. Cuando hablo con adolescentes que no saben qué camino tomar en la vida. Cuando converso con viejos, como yo, que se quejan de que la vida se les ha ido de las manos y no han alcanzado lo que persiguieron… es inevitable preguntarnos si hemos ido por donde queríamos ir, o vamos por donde la vida se encapricha en llevarnos.
Cuando decides pausar y mirar atrás no siempre ves lo que quisieras ver y como consecuencia piensas que tu futuro es incierto, o peor aún, está arruinado, deshecho, como un frágil juguete de papel.
A LOS JÓVENES:
A los jóvenes, un consejo: Aunque pienses que has caído en lo más profundo de un abismo. Aunque pienses que has decepcionado a los que más amas. Aunque pienses que nadie te ha dado la mano para levantarte o para guiarte por el camino, si eres joven, lo tienes todo por delante. No hay nada que pueda detenerte si deseas cambiar, tomar control de tu vida. Tienes en tu poder lo de mayor importancia: !TIEMPO!
¿Qué puede hacer un equipo de football con un marcador de 2 a 1 faltando 30 segundos para terminar el juego? Tal vez no tenga muchas alternativas (aunque hemos visto sorpresas) pero en, tu caso, tienes el tiempo para hacer los movimientos oportunos y terminar airoso. ¡No te decepciones por los resultados presentes si tienes el tiempo para recuperarte y finalmente ganar el partido! El tiempo todo lo cura y todo puede repararlo, si te empeñas y no te rindes. No tienes razón para sentirte encallado y desecho.
A LOS VIEJOS:
Si alguien puede ser pesimista en la vida, eso podemos ser los viejos. Pensamos que todas las cartas están jugadas y no hay nada más que hacer salvo esperar “la pelona” (como dicen en el barrio a la muerte.) Hasta el sabio Salomón vió la muerte cercana y se deprimió profundamente. Pues bien, ¿debemos pensar que todo se acabó? No, amigo mío. Las oportunidades se acaban, no cuando nosotros decimos que se acaban sino cuando ya no podemos decirlo. Mientras nos quede un poco de oxígeno en los pulmones, podemos pensar y hasta con el pensamiento podemos evaluar nuestros errores y RECONOCERLOS si eso es lo único que en verdad podemos hacer.
Cuando reconoces un error o muchos errores, has comenzado a curarte con respecto a ti mismo primero, para luego curarte con respecto a los que hayas lastimado. Todos cometemos errores, algunos más graves que otros pero es un error compararnos o medirnos con los demás. Ni con los que pensamos que son peores a nosotros ni con los que pensamos que son mejores a nosotros. Reconocer nuestros errores no solo nos ayuda personalmente sino que ayuda a los que nos escuchen reconocerlos.
Cuando se entrevistó a unos octagenarios en una casa de cuido, se les preguntó si había algo de lo que se lamentaban en sus respectivas vidas. TODOS dijeron que lamentaban no haberle dedicado a sus familias el tiempo que debieron dedicarle. Eso puede aplicar a muchos de nosotros y puede darnos lecciones valiosas, ¿no es cierto? Pues ya vemos que reconocer errores puede inspirar y motivar a otros, incluso a los que no conocemos personalmente.
Si eres abuelo y no te has muerto y te queda un poco más que un buche de aliento, ¿entonces qué? Entonces, no te rindas y comienza a rehacer lo desecho y a levantar lo derrumbado y a sanar lo descoyuntado. Es evidente que hasta tu, abuelo, tienes un poco más de tiempo para curar y curarte. No dejes que la vida te lleve al final del camino sin hacer lo que sientes que debes hacer antes de morir. No tienes que terminar como un barquito de papel, encayado y hundido.Todavía tienes un poco más de tiempo para escribir la útlima página… ¡o tal vez un par de ellas más! o ¡muchas más! ¿Quien sabe?
¡VAYAMOS POR DONDE HEMOS DECIDIDO IR!
Hay que luchar, todos los días, con la tendencia humana al fracaso. Ser agradecidos, aceptar ayuda espiritual y no rendirnos nos ayudará a tomar el timón, a superar las tormentas y los tiempos de sinsabor y andar por la vida, no por donde ella quiera llevarnos sino por donde hemos decidido nosotros navegar.
¿No hacen eso los verdaderos capitanes de barcos? Ellos siempre saben dónde están y por dónde van. No pueden evitar el mal tiempo ni las tormentas, pero pueden prepararse para vadearlas, superarlas o cambiar temporeramente el rumbo. Su meta es llegar al puerto planeado desde el mismo comienzo del viaje.
Tu y yo podemos hacer lo mismo desde hoy. Podemos marcar el destino y la ruta. Debemos ser flexibles durante el trayecto. La vida no tiene por qué dirigir nuestro destino. Eso está en nuestras manos. ¡Adelante! Vamos juntos por el camino seleccionado y no por donde la vida se encapriche en llevarnos.
Piensa en esto:
¿Estoy satisfecho con el camino que he elegido en la vida? Si necesito hacer cambios ¿cómo puedo alcanzarlos?
¿De qué ventajas disfrutaré si me esfuerzo por persistir en el rumbo correcto?
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