Los amigos

Se ha dicho que los amigos y las matemáticas tienen mucho en común. Suman felicidad, restan tristezas, multiplican alegrías y dividen el dolor. Y creo que todos podemos concordar con esa realidad.

Sin amigos nada sería igual.

Es verdad que algunas personas logran arreglárselas muy bien en soledad -algo que admiro, pero no es menos cierto que la mayoría de los seres humanos somos criaturas gregarias que necesitamos, apreciamos y buscamos compañía. Es por eso que desde que somos niños aprendemos, sobre la base de tratar y fallar, a conservar buenos amigos, esos que permanecen ahí por décadas.

Incluso con aquellos viejos amigos con los que no hablamos todos los días, si nos comunicamos después de años, podemos sentirnos tan cómodos como si platicáramos a diario con ellos. La marcha del tiempo no deja marcas de distancia porque de una manera u otra nos sentimos cerca de sus corazones. ¿Te ha sucedido que sin planificarlo te has encontrado con alguno de ellos y automáticamente se dispara una sonrisa, un abrazo y se renueva el contacto que nunca desapareció?. ¡Esos son los amigos de siempre que todos tenemos!

Suman felicidad y multiplican alegrías

Los que hemos vivido fuera de esta época de redes sociales hemos comprobado vez tras vez que los amigos suman felicidad. Recuerdo cuando muchacho reunirnos 4 o 6 amigos y pasar la noche conversando. No siempre teníamos un refresco o algo que comer pero nos alimentaban las historias que contábamos y siempre quedaba algún tema en el tintero para gastarlo al día siguiente. Siempre había tiempo para los amigos.

Esa era una época de amigos reales, no virtuales. Era una época de aprender a discutir un tema hasta convencer a los demás. Era un tiempo de ideas, sueños y aventuras que hoy los muchachos pudieran ver en películas pero que nunca serán parte de sus conversaciones. No me es difícil recordar las ocasiones en las que nos daba la madrugada hablando y riendo sin que hubiera una cerveza o un vaso de licor por delante. Amigos que sumaban a la felicidad.

Restan tristezas..

Cuando cuentas tus penas, fracasos y frustraciones a los amigos, toda la carga se hace liviana y aunque te cueste que te pongan un apodo que no te guste o se rían de tus fracasos, pronto te sacan a flote y cada cosa cae en su sitio como por arte de magia. A pesar de lo que te pase y cómo reacciones los amigos verdaderos siempre te quieren y siempre saben perdonar tus excesos, tu ignorancia o tu falta de carácter. Cosas que necesitamos saber de nosotros mismos para poder enfrentar el mañana con menos complejos y maneras má reales de vernos a nosotros mismos. El que tiene amigos no tiene complejos, no huye de los demás, no se esconde porque sabe que siempre tiene un refugio.

Dividen los dolores.

La escasez, la falta de amor en el hogar, los problemas con nuestros padres y hasta las enfermedades se pasan mejor con los amigos. No hay escasez cuando hay un amigo que comparte un pedazo de pan. ¿Cómo puedes hacer esto en las redes sociales de nuestros tiempos? Estas “redes” que solo “enredan” a los jóvenes pues los impulsan a aparentar, a presentar un frente falso de la vida que tarde o temprano les deja desilusionados. Pero entre los grupos de verdaderos amigos ¿quién puede aparentar? ¿A quién vas a impresionar? Todos nos conocemos frente a frente y conocemos a nuestros respectivos padres, miserias y realidades. Todos sabemos de luchas, victorias y fracasos que con amigos llegan a ser más llevaderos, soportables y livianos.

¡Que pena que los jovenes de hoy no conozcan esos amigos nuestros de aquella época pasada! ¡Los que te levantaban cuando llorabas y te hacían reír cuando te revelabas ante lo que no podías cambiar! Los que nunca te dejaban dormir la mañana y tampoco acostarte temprano porque siempre tenían algo que contarnos.

Busca y aprende a mantener amigos verdaderos.

Aunque el siglo pasado ya lo hemos dejado atrás, y hay cosas que ha valido la pena dejar atrás, la búsqueda de verdaderas amistades nunca debe abandonarse, sin importar la edad que tengas, estimado lector o lectora. Pero, recuerda que nada que sea virtual es real. Si no es real, aunque nos haga pasar un buen tiempo… nunca nos podrá llenar como lo puede hacer un amigo. El que dice lo que siente, el único capaz de darte un abrazo, de hacerte llorar o reír. El que te lleva en el corazón aunque pase mucho tiempo sin verte o hablarte, el que al final, multiplica tus alegrías, divide tus dolores, suma a tu felicidad y resta tus tristezas.

Selecciona con cuidado tu tema

Para concluír esta serie sobre la oratoria pública quiero que tengas en mente algunos puntos finales que son como la cereza al pastel. Tómalos en serio porque son no solo prácticos sino valiosos para todas tus presentaciones. Y sin temor a exagerar, son secretos de la buena oratoria.

Primero y de capital importancia es la selección de tu tema. Y por favor, piensa en esto no solo antes de escribir tu discurso sino también al final del mismo. Verifica que efectivamente discutes, tratas y te esfuerzas por convencer a tu auditorio. Revísalo y vuelve a revisarlo. Aunque no lo vayas a leer (espero que no) familiarízate muy bien con los detalles y trabajo cualquier zona débil que encuentres.

Si tienes la oportunidad de seleccionar tu tema, aprovecha para seleccionar uno que sea atractivo. Tal vez plantear una pregunta o hacer una declaración interesante puedan ser las formas más atractivas. Si tienes abierta esa oportunidad, aprovechala pues tienes un recurso muy poderoso en tus manos. Por lo general plantear una pregunta atractiva que capte el interés está entre las mejores ideas. ¿Ventajas? Todo el mundo esperará la respuesta en tu presentación de modo que no habrá sorpresas ni para ti ni para el auditorio. Ellos saben a qué van y tu sabes exactamente lo que buscan.

Por otra parte si se te ha asignado de antemano un tema, como sucede si eres orador en una convención, entonces, tendrás que pensar muy bien en tu introducción. En ese caso tu introducción permitirá que los presentes se sientan atraídos a escucharte. De tanto en tanto debes recordarle a los presentes tu tema repitiendo las ideas principales. Al final les quedará claro de qué hablaste y habrás alcanzado tu objetivo.

Un recurso muy atractivo es el de tener alguna historia o relato con el que todos puedan relacionarse. Una historia personal es siempre algo que apela a las emociones y eso hace que la gente se identifique con tu discurso. Trata de encontrar alguna historia de la vida real que ilustre tu punto. Recuerda que si el auditorio se identifica con tu tema te seguirá y se mantendrá atento. Muchas veces puedes encontrar relatos históricos no tan conocidos o experiencias propias en los motores de Internet. También puedes proyectar algunas láminas para identificar o relacionar los conceptos que presentas. Pero por favor, cuidate de no presentar más de tres o cuatro láminas. Si recargas tu discurso con muchas de ellas tu auditorio se distraerá. Las láminas son como la sal. La cantidad apropiada hace una gran diferencia. Tampoco las exhibas por mucho tiempo. El contenido escrito debe ser muy poco y asegúrate de tu mismo leerlo.

Sin embargo, evita, como el diablo a la curz el uso de Power Point. Este es un recurso poco motivador y en la mayoría de los casos es simplemente la mejor forma de suicidarte junto a tu presentación. Ya sé que muchos te lo recomendarán pero créeme que es más negativo que positivo. Sin embargo, si piensas que lo necesitas, otra vez, la regla es usarlo lo menos posible y con las menos cosas escritas en las láminas. A nadie le gusta tener que ponerse a leer las presentaciones llenas de datos, detalles o citas. No solo es aburrido sino que da la impresión de que te has tomado la vida fácil y en realidad no tienes mucho que decir.

Recuerda que tu presentación debe ser breve. Dar una charla de diez a doce minutos es preferible para retener más a tu auditorio y lograr que se concentren en tu presentación. Si vas a hablar más que eso, tal vez 28 o 30 minutos, entonces prepara un bosquejo en el que hagas cambios cada 8 a 10 minutos de tu discurso. ¿Qué clase de cambios? A continuación te ofrezco algunas ideas que pudieras utlizar.

Un tema interesante que utiliza buenos recursos cautivará a tu auditorio y lo motivará a actuar.

Si el tema les interesa, el cerebro de tu auditorio estará despierto los primeros 8 a 12 minutos y para conseguir que se mantenga despierto debes hacer cambios como los que hace un chofer que maneja un auto de transmisión universal. ¿Verdad que el chofer usa el oído para darse cuenta de que debe cambiar a segunda y luego a tercera, cuarta, etc? ¡Pues en tu discurso debes usar los ojos! Debes mirar atentamente a tu auditorio y observar cuándo es el mejor momento para hacer estos cambios que voy a sugerirte a continuación.

SIETE RECURSOS QUE FUNCIONAN

Observa cómo tu auditorio reacciona cuando les pones en una pantalla una lámina a la que deben dar una respuesta. 2. Exponer una cita breve de alguien famoso y pedir a alguien que la comente. 3. Contar una anécdota o una historia de algo que te sucedió a ti personalmente o algo que se publicó en el periódico con lo que el auditorio pueda relacionarse. 4. Hacer una entrevista a alguien que pueda ilustrar el valor de lo que estás tratando. 5. Pedirle al auditorio que haga algo que tenga que ver con el punto que deseas ilustrar o enseñar. 6. Tener una pizarra en la plataforma y escribir algo, o hacer un dibujo (aunque sea rudimentario) o presentar un problema. 7. Presenta un video de uno a tres minutos y luego coméntalo con tu auditorio. Asegúrate de que el video es de buen gusto y ha sido preparado con cuidado para el tema que vas a presentar.

Por medio de algunos de estos recursos o varios de ellos, conseguirás que tu auditorio se sienta fresco y atento. Pero no hables más de treinta minutos pues después de ese tiempo será muy difícil que te sigan prestando atención… ¡a menos que seas el presidente del país y estés a punto de declarar una guerra!

Algunos oradores bien preparados utilizan varios recursos para mantener vivo y despierto a su auditorio.