La mentira es popular. Sea que se reconozca o no, es de uso común por tener la ventaja de que se adapta a cualquier persona, causa y circunstancia. La usan los políticos, los artistas, los comerciantes, religiosos e incluso en las cortes de justicia por parte de jueces, fiscales y abogados, testigos y expertos en la materia. La utilizan médicos, científicos y hasta se manipula en los controles de calidad de la industria alimenticia, en los laboratorios, en las funerarias, en los centros comerciales y en las escuelas.
Hay registros que muestran que historiadores se han valido de mentiras para favorecer o desfavorecer a uno u otro bando en un conflicto. De alguna forma, la mentira logra colarse disimuladamente por todas partes. Hoy por hoy sigue siendo uno de los recursos más utilizados en cualquier lugar y bajo cualquier circunstancia. ¿Y qué le ha pasado a la verdad?
La verdad se ha quedado viuda. No parece interesarle a nadie. No vende. No impresiona. Muchas veces crea conflictos, desenmascara al hipócrita y puede poner a una persona o grupo de personas en desventaja. Mientras que la mentira es atractiva, se propaga con facilidad y es muy conveniente. Coloca a un hombre sobre otro, un sistema político como superior, una religión como más popular y se adapta al antojo de los intereses más mezquinos, crueles y cobardes. Siempre busca su victoria cueste lo que cueste.
Se usa para iniciar una guerra, para arruinar a un enemigo, para meterle miedo a la gente y casi siempre logra manipularla. Es el instrumento ideal para excusar una traición. Para buscar un fin conveniente, para acomodar una media verdad y para vender el destino de un hombre, una familia o una nación.
A pesar de todas sus conveniencias, la mentira siempre es mentira. Tarde o temprano no podrá sostenerse más por sí misma. Sus crímenes llegan a ser tantos que surge el momento que ya no puede esconderse más. Termina arruinada y al final se convierte en la llave del fracaso, el fracaso que desde el principio se trató de evitar pero que desde el principio era inevitable revelar.
A pesar de que está bien trabada, pensada y razonada, como el gusano no puede sostenerse por sí misma, de forma que poco a poco se quiebra ella sola.
¿Y la verdad? … sigue suspirando sola en un rincón como la pobre muñeca de trapo, fea y llena de hollín… sin consolador. El hombre permanece avasallándola, aplastándola y burlándose de ella. Hermosa pero odiada, la pobre verdad no tiene fuerzas ya para gritar. Solo le queda llorar y esperar.
¿Cómo combatimos las mentiras? ¡Buscando las verdades! Poniendo a prueba lo que lees, lo que escuchas, lo que tu fuero interno te dice que no puede ser así, que no debe ser así. Investigando lo que no te parece razonable, lógico, humano ni natural. La mentira se pone nerviosa cuando haces preguntas, cuando comparas y sobe todo, cuando ensanchas y profundizas tu conocimiento. En el fondo ella sabe que no es eterna, sabe que es solo temporera y sabe que terminará vencida… aunque ciegue a toda una generación.
Cuando somos genuinos y trabajamos para buscar la verdad, estimado lector, la hallaremos. De hecho, no está lejos de ninguno de nosotros, a menos que a voluntad cerremos los ojos como lo cierran millones de seres humanos que prefieren nadar en las aguas abundantes pero venenosas de la mentira… de su odiosa popularidad.
Seamos valientes y no dejemos de buscar la verdad. Aunque la verdad nos aturda a primera vista. Aunque nos revele que debemos volver a empezar porque el fundamento que pusimos no fue el apropiado. No importa, la verdad siempre nos dará luz que alumbre nuestro sendero, nuestro rostro y nuestra conciencia. Un sendero estrecho pero sólido, recto libre y próspero. Solo hallaremos libertad en la verdad y solo la verdad nos hará libres.