Mi suegro decía que puedes ser cualquier cosa, pero, lo único que no debes ser jamás, es, ser un tipo “pesado”. Mientras más años vivo, más razón le doy a mi suegro. Una persona que carece de simpatía se cierra muchas puertas y encuentra pocos amigos verdaderos. Pero ¿qué hace a una persona ser simpática y qué hace a una persona convertirse en un verdadero pesado?
Comencemos con la persona simpática. Tal vez nos ayude conocer lo que la palabra significa en su raíz griega. La palabra “simpático” está compuesta por el prefijo sym y pathos. Por su parte, PATHOS, se asocia con sentimientos o emociones. El prefijo SYM se asocia con lo que va “junto con”. De modo que la misma palabra nos enseña que una persona simpática, es una que comparte con otras personas una gama de emociones y sentimientos que suelen ser positivos y atractivos a otros. De pronto, eso no parece darnos ninguna clave científica, pero, si lo pensamos bien, nos damos cuenta de que ser simpático tiene que ver con la habilidad de compartir emociones con los demás. El resultado obvio de esa acción, nos ofrece una característica deseable y atractiva. Solemos decir de esa persona que es un tipo simpático.
Por el contrario, esa persona que llamamos “pesada,” no nos transmite sentimientos positivos y nos hace sentir incómodos. Pudiera deberse a que se concentra exclusivamente en sus propios intereses. La palabra que describe a un individuo como “pesado” es, en realidad, la palabra: antipático. Si buscamos el prefijo griego y su palabra equivalente encontramos que está formada por el prefijo “ANTI” y la palabra “PATHOS”. El prefijo “anti” significa “opuesto” o “contrario”. Entonces, si armamos las piezas que conforman esta palabra, nos damos cuenta de que la persona antipática, es una que se manifiesta opuesta o contraria a los sentimientos que promueven un enlace entre los seres humanos. El antipático se despoja de la habilidad para expresar sentimientos positivos, y por ende, no refleja una personalidad atrayente. Quien se haya Identificado como un “pesado” tendrá dificultades en encontrar un grupo que disfrute de su compañía. Es interesante que lo que somos y sentimos en el interior se reflejará en nuestra personalidad y nos hará personas más o menos atractivas a otros.
¿Hay algo que podamos hacer o que no debamos hacer para mejorar nuestra simpatía?
EVITEMOS EL ESPÍRITU DE SUPERIORIDAD. Cuando una persona se siente superior a los demás, va a reflejarlo en su forma de hablar y de comportarse en grupo. Probablemente esté muy interesada en aprovechar la primera oportunidad para decir lo que tiene, dónde vive, la marca de su automóvil y cualquier otra cosa que piense que le dará un “estatus” frente a los demás. En realidad, lo que hace, es convertirse en un pedante y en un pesado. A la gente no le importa tu posicición, tu educación ni lo que tienes en el banco. Si tratas de impresionar a los demás sobre la base de tu persona, evita este tipo de actitud y de conversación.
Si estás en un grupo evita a toda costa hablar de ti mismo sino más bien, interésate en los demás. No lo hagas simplemente para que te consideren una persona agradable sino por verdadero interés en ellos. Al ser amable y reflejar emociones positivas hacia los demás, te harás una persona deseable. Si hablas personalmente con alguien, de uno a uno, de igual manera, interésate en él o ella como personas, en lo que sienten y piensan. Esto, te hará una persona agradable con quién estar y diferente a la mayoría. Por supuesto, evita los extremos haciendo preguntas que hagan sentir incómodo a tu interlocutor. No te pases de la línea entre el amigo y el averiguado que se mete en lo q no le importa.
EVITEMOS OPINIONES FUERTES. No hay absolutamente nada malo en tener convicciones firmes y carácter para defenderlas, pero otra cosa distinta, es ser el tipo de persona que impone sus ideas, sean de carácter social, político o religioso. La habilidad de escuchar a otros y comprender que hay distintos puntos de vista sobre prácticamente todo asunto en la vida, nos ayudará a ser personas razonables y más atractivas. Recuerda que respetar las opiniones de otros nos enaltece y no tienen que implicar que tendremos que ceder nuestras propias convicciones a las de otros. De hecho, suele suceder todo lo contrario. Respetar lo que otros sienten y piensan contribuirá a que nos escuchen y puedan ser afectados, de forma positiva, por nuestros razonamientos ideas y convicciones.
EVITEMOS HACERNOS UNA OPINIÓN APRESURADA DE LOS DEMÁS.
Es probable que hayas conocido a personas que te cayeron mal desde que las conociste. Tal vez hicieron o dijeron algo que te cayó “pesado” o desagradable. Hay que reconocer que los seres humanos nos podemos prejuiciar fácilmente. Evitemos pre juzgar a otros, démosle la oportunidad de llegar hasta nosotros, evitando cortarles el camino.
Reconozcamos que la cultura, la educación, la voz, la forma de vestir y hasta los ademanes, que no nos atraigan, pudieran esconder una persona realmente agradable y simpática. Existe la posibilidad de que estemos cubriendo la genuina simpatía de una persona, por causa de una mera percepción equivocada de nuestra parte.
De modo que, amigos míos, seamos más generosos y menos críticos en nuestra visión hacia los demás. Evitemos ser personas opinionadas y manifestemos humildad mental. No olvidemos que es muy probable que, de la misma forma que juzgamos a los demás, los demás nos juzguen a nosotros.