Hablemos de valores: El entusiasmo.

Nunca debemos perder el entusiasmo. ¿Por qué? Porque si perdemos el entusiasmo, lo perdemos todo. Perdemos el poder de actuar con pasión, de hablar o de compartir con ardor y convicción. El entusiasmo prende un fuego dentro del corazón de otros pero no puede prender nada en nadie si primero no está ardiendo en nosotros mismos. Es interesante el origen de la palabra. El Blog de la Lengua explica: “El sustantivo entusiasmo procede del griego enthousiasmós, que viene a significar etimológicamente algo así como ‘rapto divino’ o ‘posesión divina’”. Luego continúa diciendo en su página virtual: En efecto, el sustantivo griego está formado sobre la preposición en y el  sustantivo theós  ‘dios’. La idea que hay detrás es que cuando nos dejamos llevar por el entusiasmo es un dios el que entra en nosotros y se sirve de nuestra persona para manifestarse, como les ocurría —creían los griegos— a los poetas, los profetas y los enamorados.”

Y no cabe duda de que el enamorado debe estar entusiasmado al descubrir el amor de su vida. El que pierda el entusiasmo por su enamorada o enamorado, no llegará muy lejos en su relación. Llevo 47 años de casado y cada vez que mi esposa llega a casa, de alguna diligencia, mi corazón salta y arde de alegría. Creo que cuando eso no sucede, las cosas no van por buen camino. Claro, los sentimientos de amor romántico tienen distintos tonos a medida que pasan los años, pero eso no significa que se pierde la emoción de amar y de ser amado. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que el entusiasmo puede y debe afectar nuesta vida romántica. Estoy cien por ciento con el concepto de la palabra que tenían los griegos.

Lo mismo ocurrirá con el poeta o el profeta. ¿No lo crees? No podemos siquiera imaginar a un poeta que no se llene de exaltación gozosa en su inspiración. ¿Y que hay de los profetas? De ellos se dice que reflejaban cierta conducta impetuosa particular. Cuando alguno de los profetas, de tiempos antiguos, se llenaban de exaltación ardorosa, se comportaban de cierta manera particular que reflejaba un entusiasmo vigorizante. Tome por ejemplo al profeta Jeremías. Las Escrituras nos dicen que Dios habló con Jeremías y su palabra llegó a ser como un fuego encerrado en sus huesos, y este no pudo más que proclamar el mensaje que se le transmitió. Si había un fuego encerrado en sus huesos ¿te imaginas que le faltaba entusiasmo al proclamar el mensaje divino? ¡Imposible!

Podemos concluír pues, que la persona entusiasmada en algo o por algo o alguien, va a sentir un impulso poderoso dentro de sí, que le inspirará, dirigirá y motivará. Ahora bien, para no perder este matiz de pasión en lo que hacemos, debemos observar algunas pautas. Seguir estos consejos pueden ayudarnos a no dejar morir el entusiasmo que sentimos por algo o por alguien pero, a la vez, debemos tenerlo bajo control.

ESTAR CONVENCIDO.

Si tu mismo no te lo crees, jamás vas a poder hacer que otros lo crean. No importa el renglón de que se trate, debes conocer a fondo tu mensaje y demostrar que lo vives, que lo aprecias y que es cierto al cien por ciento. Si no es así, no podrás convencer a nadie y no vas a tener éxito en lo que tratas de transmitir. ¿Cómo logro que otros me perciban como una persona completamente convencida?

Debes ser un estudioso de lo que crees, de tu producto o de la idea que quieres transmitir a otros. Recuerda que en tu presentación debes hacer gala de un entusiasmo contagioso, natural y motivador. Nadie digno de ser escuchado debe echar a un lado el valor del entusiasmo porque si no lo motiva a él, ¿cómo puede motivar a otro?

Hace años, tuve un maestro de oratoria que me decía: “ponle fuego a tu discurso o echa tu discurso al fuego.” El mismo era uno de los oradores más entusiastas que he conocido. Tenía la habilidad de retener la atención de más de diez mil personas en sus charlas, que no solo eran entusiastas, sino también, convincentes.

NO EXAGERES.

Claro, como todo, el entusiasmo no debe ser TODO tu mensaje sino el ingrediente que imprime convicción y valor a lo que dices o a lo que haces. Evita el tono de los políticos de tribunas, que oculta la falta de conocimiento, con un entusiasmo desmedido. Eso es más característico de los demagogos que de los que seriamente desean imprimir un mensaje en la mente de las personas.

Si exageras las personas no van a creer lo que enseñas o no van a comprar la idea que presentas. Parece que exagerar cae en un campo peligroso en el que no quieres estar. Aunque parezca raro, es en el campo romántico donde he visto, más que en ningún otro, situaciones de entusiasmo desmedido. Tal vez recuerdas el cuento del joven que le decía a su novia que haría cualquier cosa por ella. Bajar la luna, o subir la montaña más alta. Sin embargo, cuando llovía no la visitaba porque no quería mojarse. “No puedo ir, porque me puede dar un catarro”.  Lamentablemente cuando un joven está enamorado(a) no tiene una visión clara… ¿será por eso que le llaman “no-vio”?

Hace años conocí a un vendedor de enseres que era famoso por sus argumentos entusiastas y, por lo tanto, era el mejor vendedor de la tienda. Decían que era tan bueno que le vendía un congelador a un eskimal. Yo no creía la historia hasta que un día su propio hijo me hizo un cuento que me convenció de que el hombre era especial. Dijo: “Por treinta minutos mi papá convenció a un cliente de que el radio que le vendía era el más sobresaliente reproductor de música que pudiera comprar. Decía: “Lo que escuchará en este aparato le haría vibrar. Las notas más exquisitas que jamás sus oídos hayan escuchado…bla, bla, bla.”  Por media hora, con buenos argumentos y un entusiasmo sobresaliente, llevaron al hombre a comprarle el radio. Al otro día, el comprador regresó a la tienda y para sorpresa del mismo vendedor, el radio estaba hueco, completamente vacío. ¡Era un radio de muestra de piso! ¡Le vendió el radio sin siquiera encenderlo!

Si poseemos el don del entusiasmo, usémoslo con buen juicio y mesura. Si no lo tenemos, porque tal vez no es parte de nuestra personalidad, tratémos de adquirirlo siguiendo las siguientes recomendaciones:

  1. Esté convencido de lo que va a decir.
  2. Sea un estudioso del producto o de la idea que desea transmitir.
  3. Siempre asegúrese de tener los mejores motivos.
  4. No exagere su entusiasmo.

Si algo vale la pena decir, si alguna idea es necesario transmitir, si algo debe explicarse para el bien común, debe hacerse con vigor, con entusiasmo, con ardor y con convicción. Con entusiasmo podemos influenciar a otras personas para bien. Piense en esto en su próxima presentación y verá los animadores resultados.

 

 

 

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