Alguien me dijo que “no soy monedita de oro para caerle bien a todo el mundo”. No sé si con ese comentario me animaba o me consolaba. No obstante, así de desagradable como suena, así de real que es, amigo mío. No somos monenida de oro para caerle bien a todo el mundo. Pero, ¿cómo te sentiste el día que descubriste que no eras “monedita de oro”? El día que lo descubrimos aprendemos una lección importante que nos ayudará a no frustrarnos frente a las actitudes negativas de nuestros congéneres. Repasemos algunos principios en cuanto a este asunto.
En la vida, si haces las cosas bien vas a agradar a unos y vas a decepcionar a otros. Hay gente que está a la expectativa para ver si te caes, te manchas, te empobreces o te desacreditas. ¡Están esperando tu fracaso! Es como si con nuestro fracaso, ellos ganaran algo. Sienten que si tu fracasas, ellos van a mejorar. Piensan que tu estás en el medio de su camino y por tu culpa no llegan a la cima. Desgraciadamente, sin quererlo, tu y yo nos podemos convertir en una verdadera molestia para esas personas que preferirían no tener que vernos el pelo. Claro, cuando nos damos cuenta, preparamos nuestros argumentos de contra ataque. ¿Cómo? Comenzamos a celebrar nuestras victorias, a exagerar nuestros logros y a predicarles que poseemos los hijos más inteligentes, la familia más amada y que conocemos de primera mano toda la felicidad del mundo. De esta manera tratamos de contrarrestar a los que ellos esperan que nos suceda, a saber, todo lo contrario. ¿Será este comportamiento de revancha un “mecanismo de defensa”? ¡Por supuesto que lo es! Y dicho sea de paso, no es el mejor.
Recuerdo con cariño a una amiga que todos los días llegaba al trabajo tarareando alguna canción. En cierta ocasión coincidimos en el elevador, de manera que proveché la oportunidad para preguntarle por qué siempre llegaba tarareando. Me dijo: “¡para que todos piensen que estoy muy feliz!” ¡Me pareció un acercamiento genial! La verdad es que desde que supe su estratégia, me causaba mucha alegría verle en las mañanas, claro, tarareando una canción. Este método es mucho más sano que tratar de exagerar lo que somos, lo que poseemos o los logros que alcanzamos.
Es interesante observar las actitudes de los seres humanos frente a ese terrible descubrimiento de que “no somos monedita de oro para caerle bien a todo el mundo”. Tome por caso a los adolecentes. A ellos les cuesta mucho manejar este descubrimiento porque cuando salen del hogar sus padres les han hecho creer que son lo máximo. Entonces al enfrentarse a la realidad, pierden el sueño cuando descubren esta molesta verdad, “que no somos monedita de oro para caerle bien a todo el mundo”. Mientras más pronto se deshagan de ese fantasma, mejor. La pura verdad es que es completa y totalmente posible vivir la vida sin tener la simpatía del 100% de la humanidad.
Claro, no podemos permitir que los demás nos arruinen el buen sentido del humor, y el esforzarnos por hacer el mejor trabajo posible en cada jornada. Por eso, debemos ser realistas sin llegar a ser indolentes.
Hay algo que no quiero que se me quede en el tintero. Es esto: Puede que no seamos monedita de oro para todo el mundo, pero, si somos de verdad gente valiosa, como el oro, que no desmerece con el paso del tiempo, entonces, no permitamos que el punto de vista de los demás, basado en complejos, mala educación o escasez de espíritu, nos arruinen el día. La vida es muy corta para dedicarle tiempo a los que no saben hacer otra cosa que esperar que los demás, nos fastidiemos o nos vaya mal para que ellos, según su mala idea, les vaya bien. ¡Tontos que son! ¡No se dan cuenta de que el obstáculo son ellos mismos!
De modo que, por favor, si ya descubriste que no eres “monedita de oro para todo el mundo,” 1. acéptalo, y 2. demuestra lo que eres en verdad.
Puede ser que con el tiempo, tu actitud y tu amor por tu semejante, te ganes el aprecio de los que hoy no piensan lo mejor de ti.
¡No te rindas! ¡Adelante!