Al dar una mirada rápida por el mundo en que vivimos, son pocos los que pueden sentirse afortunados. Los pocos que pueden vivir una vida con un propósito y un futuro. Un propósito que no sea el de sobrevivir cada día. Y un futuro que no dependa de los planes de los gobernantes humanos. Pocos afortunados tienen la capacidad emocional e intelectual para comprender sus bendiciones presentes aún en medio de todo lo malo que nos rodea. De hecho, muchos que pudieran estar incluídos entre ese grupo selecto de afortunados, no se consideran así. ¿Será porque no sacan el tiempo para meditar en todas sus bendiciones? ¿Que piensas tu?
Es verdad que la inmensa mayoría de nosotros tiene que trabajar para ganar el pan, procurar lo mejor para los que amamos y ofrecer a los más jóvenes una educación a la altura de los tiempos. Aún así, ¿sacamos tiempo propio para contar nuestras muchas bendiciones? Hacerlo es imprescindible. De otra forma nos pasarán los años por encima sin haber evaluado nuestras grandes riquezas. Como se puede contar el dinero, debemos contar las bendiciones para llegar a apreciarlas, para no malgastarlas o peor, olvidar que las tenemos. Cuado hacemos este ejercicio, es muy probable que nos demos cuenta de que estamos entre los afortunados. Si lo estamos, tenemos una gran fuente de felicidad a la que recurrir en nuestros tiempos difíciles.
Fue Winston Churchill quien dijo: “El éxito no es final, el fracaso no es fatal, es el valor que continúa, lo que cuenta.” Podemos concordar en que ni la felicidad es permanente ni tampoco lo es la infelicidad. El valor debe estar presente para rectificar la ceguera que tantas veces nos impide ver todo lo valioso que nos rodea. Aunque todos pasamos por tiempos duros y frustrantes, estos no se quedan allí sino que son como las tormentas que vienen y van. Cuando llegan, te guareces bajo techo. Cuando se van, sales a la intemperie y sigues con tu vida.
¿Por qué no dejar las tormentas pasar? ¿Por qué concentrarnos en lo negativo de todo lo que nos rodea? Cuando lo hacemos perdemos la perspectiva de nuestra felicidad y de nuestras muchas bendiciones. A nadie le gusta vivir con un mártir que solo sufre porque ni vive ni deja vivir. A todos nos gustan las personas alegres y positivas que se sienten agradecidas por sus bendiciones, no se la pasan haciendo un inventario interminable de sus dolores. Si eres de los afortunados que viven agradecidos, no te sientas culpable y disfruta tus bendiciones.
Cuentan de un ciego que se la pasaba pidiendo limosnas. Día tras día colocaba un viejo banco que traía de su casa y se sentaba sobre él, en una esquina, todo el día. Agradecía las monedas que caían en la latita que tenía frente a él pero, como suele suceder, no eran muchas las personas que dejaban sus limosnas. Cierto día, un hombre pasó a su lado y no dejó ninguna moneda sino que se sentó a su lado. El ciego le preguntó: “-¿no piensas dejarme alguna limosna?” A lo que el hombre respondió: “-no la necesitas, estás sentado sobre una fortuna”. Se levantó y se fue.
Al llegar a su casa el ciego pensó en lo que le dijo aquel hombre desconocido y se propuso examinar el banco que llevaba a la esquina. Al palparlo por todas partes notó que había una tapa con cierre. Se propuso abrirla y para su sorpresa ¡estaba llena de monedas, pero no de monedas comunes, eran monedas de oro! Por años estuvo sentado sobre una fortuna, sin saberlo, mientras, en una esquina, pedía limosnas.
Tu, y yo, estamos sentados sobre una gran fortuna. No seamos como aquel ciego que no podía ver lo que poseía. No busquemos limosnas entre amigos casuales que no valen la pena. ¡Demos una mirada a todo lo que poseemos en sentido espiritual y emocional! Para muchos su fortuna oculta se encuentra entre verdaderos amigos, ya olvidados. Para otros entre sus hijos alejados, algunos no reconocen el valor de una esposa o esposo amoroso. Otros no disfrutan de lo que su trabajo duro les ha reportado. Sí, conviven día a día con una bendición y la ingnoran. La oportunidad de ayudar a alguien a levantarse, el privilegio de ver la luz del día de poder aprender algo de valor que nos inspire representa una gran fortuna demasiadas veces olvidada.
Hay algo que no logro entender en el ser humano. ¿Por qué siempre estamos buscando y no disfrutamos lo que poseemos? ¿Por qué no pausamos? Podríamos descubrir tanto y tanto que nuestra vida pudiera cambiar para siempre. Hay millones de afortunados que no tienen la menor idea de que lo son.
Hoy te invito a reflexionar en tus relaciones de amistad y de famila. En tus hijos, tus hermanos, en los que te han apoyado y en los que te han amado, no por días sino por años. Te invito a rescatarlos de tu rutina, de tu memoria y a permanecer agradecido, con mejor visión, con mejor evaluación de lo que eres. No olvidemos que gracias a nuestro pasado podemos vivir nuestro presente. Probablemente, ahora mismo, tu también estás sentado sobre un tesoro y no te has dado cuenta. ¡Deja ya de recibir limosnas y abre los ojos a la gran fortuna que posees y que debes compartir!