¿”Congelamos” en el tiempo a los demás?

¿Congelar en el tiempo? ¿Que quiere decir eso? Quiere decir que a las personas que hemos conocido, las recordamos como eran cuando las dejamos de ver. Nuestro cerebro no es capaz de hacerse una figura precisa de la persona que no hemos visto en diez, veinte o treinta años. Para nosotros, sigue siendo la persona que conocimos entonces como si el tiempo no hubiese transcurrido. En nuestra mente, los amigos no envejecen, en nuestra mente, siempre están allí, intactos. Muchas veces no nos damos cuenta que han pasado muchos años desde que los abrazamos por última vez. Son como esas fotos que guardamos con cariño en un cajón. Esas que no desecharemos con el paso del tiempo y que miramos con nostalgia de vez en cuando. Imágenes permanentes que no envejecen y que nos recuerdan un instante del pasado. ¿Guardas con cariño fotos así?

Ahora bien, aparte de estas imágenes, sin darnos cuenta, también congelamos las actitudes, cualidades y el carácter de esos amigos. De modo que si tenía características negativas, seguimos recordandoles con esas mismas características. Sin embargo, es muy posible,  que con el paso del tiempo esa persona haya cambiado para lo mejor y no se parezca en nada a aquella que dejamos de ver hace muchos años. Claro, también puede suceder que la persona cambie para lo negativo, en cuyo caso, corremos un riesgo si todavía la consideramos como un amigo.  De manera que si congelamos a alguien en el tiempo, puede que eso sea positivo para ella o puede resultar muy negativo.

Los personajes de un libro son los mismos siempre, perpetuamente. Estos no cambian cuando se vuelve a leer diez o veinte años más tarde. Los personajes de los libros quedarán congelados para siempre en la mente del lector, o del que escribió la obra. Sin embargo, eso no es cierto de la gente en la vida real. La verdad es que todos estamos constantemente en un proceso de cambios interminables y a nadie le hacen un favor congelándolo en el tiempo como si este no hubiese pasado y la persona no hubiese aprendido nada de la vida. Hay un constante cambio en nuestro interior y en nuestro exterior, en nuestros gustos y en lo que no nos gusta o disgusta. De modo que en este sentido, es negativo congelar a la gente en el tiempo.

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Si hace muchos años que no hemos visto o sabido de determinada persona, aunque haya sido un buen amigo en tiempos pasados, no asumamos que sigue siendo la misma persona. Hacerlo puede traernos dolorosas decepciones. ¿Qué es lo sabio hacer? Será necesario volver a pasar tiempo con esa persona para asimilar sus cambios y que ella asimile los nuestros. Entonces podremos, con buena base, llegar a la conclusión de que sigue siendo apropiado tenerle en nuestro grupo de amigos. ¿Pero qué hay si nos damos cuenta de que con el tiempo ha desarrollado cualidades indeseables? Entonces, no sería sano continuar la amistad estrecha con esa persona. El paso del tiempo lo moldeó en otro sentido que contrasta con nuestras normas, estilo de vida y valores. 

Es apropiado darle consideración a este punto porque equivocadamente algunos piensan con el corazón, en vez de con la cabeza, cuando “románticamente” dicen que las “amistades son eternas”.  Alegan que una vez que somos amigos de alguien, lo seremos para siempre. Suena bien y si quieres puedes componer una poesía, pero no es cierto con la mayoría de las amistades. La razón es sencilla, todos vivimos cambios importantes a lo largo de nuestras vidas. Nuestros amigos se casan, se mudan, enferman y mil situaciones que pueden cambiar lo que teníamos en común. Y, aunque guardemos recuerdos positivos de nuestros amigos de la niñez y la juventud, no debemos conluír que podemos automáticamente continuar con la misma amistad si nos reencontramos.

Aunque hayamos disfrutado de muchas amistades en el pasado, el proceder sabio es disfrutar de nuestros amigos actuales en la capacidad que nos sea posible. Atesorarlos y quererlos como son, no como nosotros quisiéramos que fueran. Si no vemos a los amigos como nuestros iguales, nunca podremos tener una relación completamente reconfortante y feliz. No queremos decir que olvidemos a los viejos compañeros. Si siguen estando vigentes en nuestras vidas, aunque sea de vez en cuando, volvemos a cargar las baterías de los recuerdos, y despertamos las añoranzas que alimenta el afecto que sentimos por ellos.

La experiencia nos dice que en las relaciones humanas, o estrechamos los lazos o los vamos deshaciendo poco a poco, pero no es probable que las relaciones queden estáticas simplemente porque si. Ni tu ni yo podemos vivir todos los días en el ayer porque el ayer es pasado. Mañana no ha llegado. Hoy es el momento y el día más importante de nuestra vida, y el día más importante en la vida de nuestros amigos.  Podemos, debemos y probablemente querramos, acariciar mil recuerdos que se encuentren parapetados en nuestras mentes y corazones. ¡No los echemos fuera! pero, a la vez, recordemos que no podemos volver a vivir el pasado, no podemos saborear el ayer, sino solo recordarlo…

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