¿Eres capaz de reflejar luz?

Seguramente has escuchado hablar de la bioluminiscencia. Ese es el nombre con el que se denomina el proceso mediante el cual los seres vivos producen luz. Encontramos la bioluminiscencia en varias especies de animales.

Tomemos por ejemplo el caso de la conocida luciérnaga (en algunos países conocida como cocuyo) En su caso, cada especie tiene un patrón de destellos diferenciado que utiliza para atraer a los machos. Los científicos han determinado que hay cientos y cientos de especies distintas de luciérnagas, de manera que hay igual cantidad de patrones de destellos de luz.

Los científicos han descubierto que la luciérnaga irradia su luz gracias a una sustancia llamada luciferina que al ponerse en contacto con el oxígeno de su vientre produce una reacción química que hace que emita luz.

Las luciérnagas no son las únicas que pueden hacer despliegue de esta atractiva cualidad. De hecho, este es un fenómeno muy extendido en todos los niveles biológicos: bacterias, hongos, protistas unicelulares, gusanos, moluscos, insectos, peces y medusas.

La bioluminicencia es una característica de más de 19 tipos de criaturas.

Ahora bien, recientemente, según la revista Sience Alert, los científicos han descubierto que los seres humanos también transmitimos luz.

Sí, resulta que el cuerpo de los seres humanos brilla con luz propia, y no se trata de un asunto de ocultismo, ni una idea religiosa. Se trata de algo real. Aparentemente, nuestra figura es visible en el espectro infrarrojo debido al calor. Se trata de una frecuencia de luz que nuestros ojos podrían ver si no fuera por una importante dificultad: es demasiado tenue.

Según el estudio, el brillo que emitimos está mil veces por debajo de la sensibilidad de nuestros ojos. Para registrarlo, los investigadores del Instituto Tecnológico Tohoku han grabado con cámaras de alta sensibilidad a tres voluntarios que han pasado tres días en un entorno de luz controlada.

Según la revista Sience Alert, los seres humanos transmitimos una luz tenue que no podemos ver con nuestros ojos.

Los resultados no solo confirman que el ser humano brilla, sino además que su resplandor cambia a lo largo del día en función de su reloj biológico.

El momento en que más luz emite es a primera hora de la tarde, mientras que a luminosidad se reduce hasta casi desaparecer en las horas nocturnas. Las partes del cuerpo que más brillan son las expuestas con más asiduidad a la radiación solar, las mejillas y la frente son las áreas más brillantes del cuerpo.

En cuánto a qué produce la luz, la respuesta es interesante. Se trata de un efecto secundario de nuestro propio metabolismo. El organismo emite radicales libres que interactúan con las proteínas y algunos lípidos para producir este delicado fulgor. Aparte de satisfacer una simple curiosidad científica, el estudio servirá en el futuro para estudiar los cambios en el metabolismo estudiando nuestra luminosidad. (Vea [Science Alert])

Sea que este estudio se desarrolle o no, no deja de ser interesante lo que los científicos puedan seguir descubriendo en este sentido. Sin embargo, muchos de nosotros hemos comprobado, en nuestro trato con otras personas, que sí es cierto que hay seres humanos que, por sus cualidades personales y características morales, nos ofrecen cierta confianza especial y particular. En un sentido metafórico es como si brillaran ante nuestros ojos. ¿Entiende el lector a lo que me refiero?

¿No es cierto que hay personas que tienen un atractivo especial?

Es verdad que algunas personas pretenden darle sentido esotérico a todo esto y no deseo siquiera acercarme a ese mundo. Sin embargo, tampoco puedo negar el hecho de que hay personas que llegan a ser distintas, fuera de lo que es común, incluso, que se sacrifican a favor de otras personas con un admirable espíritu de abnegación. Para mi, estas personas brillan con un brillo especial que no es producto de un mecanismo químico innato, sino que su “brillo” es de otra fuente, una que emana de una calidad humana muy especial.

Algunas expresiones populares en nuestro idioma igualmente parecen reflejar este concepto. Por ejemplo, ¿no hemos escuchado decir que “fulano tiene ángel”? o “su rostro brillaba mientras hablaba” o “me iluminó con esa explicación”. Estas formas del lenguaje parecen reconocer el hecho de que podemos transmitir “algo especial”, cierta luz que otras personas pueden “ver” o “detectar” en nuestras acciones o en nuestras palabras.

Para concluir, pienso que los seres humanos tenemos la capacidad de transmitir “luz” cuando somos genuinos y hacemos las cosas sin ninguna clase de interés egoísta. Cuando somos generosos y hacemos el bien y lo bueno, podemos brillar y esa luz puede y debe “iluminar” a este mundo duro y oscuro en el que lamentablemente vivimos.

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