Lo que nuestros hijos necesitan escuchar.

Como padres tenemos la tendencia de sobreproteger a nuestros hijos. Hacerlo por un tiempo es obligatorio. Hacerlo de por vida es un serio error.

Tal vez, un buen día, tu hijo o hija ilusionado por ganar una carrera de pista y campo regrese a casa frustrado. No ganó ni el primero ni el tercer lugar. Es probable que se sienta frustrado y herido. Cuando te enteras ¿qué le dirás?

Algunos papás tal vez le digan al joven que “le robaron la competencia” sugiriendo que su hijo es el que debió ganar, no porque fuera más rápido que los demás, sino porque es su hijo y su hijo tiene que ser el mejor.

Otros padres pudieran razonar diciendo en tono conciliatorio: “el año que viene vas a ganar” y de esta forma piensan que no van a quitarle la esperanza de que pueda ganar la carrera en el futuro. ¿Cuál de estas respuestas es la que tu le darías a tu hijo?

Habla la verdad a tu hijo.

Estoy de acuerdo en que a los muchachos se les debe estimular y animar pero lo que no veo bien es que muchos padres tienden a estar alabando constantemente a sus hijos por asuntos en los que no merecen alabanza.

Pensando en el ejemplo de arriba, lo más honrado y lo que ayuda al muchacho es decirle la verdad. La verdad es que otros eran más rápidos que él y que necesita entrenarse más y mejor si algún día quiere ganar esa competencia. Por otro lado se puede alabar el esfuerzo realizado aunque no ganó la competencia, eso claro está, si hubo un verdadero esfuerzo.

Lo que es importante entender, estimados papás, es que debemos recompensar y alabar el ESFUERZO realizado. Si hubo poco esfuerzo y grandes expectativas, entonces hay que ayudar a los muchachos a trabajar más duro y a esforzarse aun más si es que quieren tener éxito en alguna meta.

Como se ha dicho antes, los jovenes ven la cima de la montaña pero no ven el largo camino que lleva a ella.

Cuando veo a los padres cómo le meten en la cabeza a sus hijos lo hábiles, lo grandes, lo importantes que son, cada vez que lo veo, me entristece y veo el futuro de ese joven lleno de dolor y de frustración pues algún día se dará cuenta de que ni es grande, ni importante ni tiene tantas habilidades como le hicieron creer. ¡Que innecesario golpe en la vida!

Lo que debes inculcar en tus hijos.

Inculca el valor del esfuerzo y del trabajo olvidándote de los dones o habilidades que posean tus hijos. La razón es que el muchacho se beneficiará siempre de su esfuerzo y de ser una persona trabajadora. Millones de personas tienen habilidades, pero al no esforzarse por desarrollarlas, estas se pierden y se mueren. En cambio, hasta los que no tienen mucha habilidad, si trabajan duro y se esfuerzan, terminan siendo muy exitosos en lo que hacen.

No es que las habilidades no existan, ¡claro que existen! tampoco es que sean negativas ¡son positivas! pero aunque sea algo positivo, bueno e innato que se te regala, si no las cultivas y trabajas duro para multiplicarlas, no te servirán de mucho. Y aunque te parezca extraño o contradictorio, las habilidades son una de las más importantes causas de fracasos en las personas. ¿Por qué? porque la gente queda arruyada en el sueño de que al poseerlas tienen el éxito asegurado. Eso es falso y no debes inculcar esa idea en los que amas tanto.

Nadie tiene garantizado el éxito … ni siquiera nuestros hijos.

Ninguna característica de las personas, sean guapas, inteligentes o simpáticas hacen que merezcan el éxito, ni siquiera si son nuestros hijos. No digo que no pueda ayudarlas en la vida, pero no son la clave del éxito.

A pesar de que nos damos cuenta de que otras personas poseen estos dones, no es contra ellos que competimos. Con lo único que competimos constantemente y por toda la vida, es con nuestra tendencia de no poner a trabajar nuestras habilidades con todas nuestras fuerzas.

El éxito no es algo que deba MERECERSE desde nuestra cuna. El éxito es algo que se trabaja día a día sobre la base de nuestro esfuerzo y por la bendición del cielo. Y, el verdadero secreto para ganarlo es que sea usted mismo el que trabaje y utilice cualesquiera combinación de talento que posea hasta el grado de esfuerzo que le sea posible.

¿Pueden alcanzar el éxito nuestros hijos? ¡Por supuesto que pueden alcanzarlo!

Ahora, hoy mismo, puedes hacer un gran trabajo como papá o como mamá por medio de ayudar a tus hijos a ver que detrás de cualquier recompensa debe haber también un esfuerzo genuino, un espíritu de sacrificio y un fuerte deseo de echarle muchas ganas.

¿Y si con todo y eso todavía se fracasa? No hay que pensarlo dos veces, volvemos a intentarlo y a ponernos en pie y repetir el mismo ejercicio, una y otra vez hasta que estemos satisfechos con nosotros mismos. ¡Esa es la regla de oro que queremos sembrar en los nuestros!

Así, cuando ya no estemos con ellos, les habremos garantizado un fundamento para el futuro, uno que les acompañe por el resto de sus vidas. Aprenderán a esforzarse y a luchar. A trabajar duro y a comprender que un fracaso no es una “camisa de fuerza” sino una lección de que podemos hacerlo mejor la próxima vez.

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