¡Auxilio! Mensaje en una botella. -Conclusión

Si hay que hacerlo, hay que hacerlo, pero nunca porque sea el derrotero más fácil. Pedir ayuda, como hemos visto, puede ser el proceder inteligente, pensando no solo en nosotros, sino también en los demás afectados, directa o indirectamente. Pero además de eso, hemos repasado que, para lograr los mejores resultados, nosotros debemos estar activamente implicados en las soluciones. ¿Qué más hemos repasado?

Repasamos que no debemos pasar nuestras responsabilidades a nuestros hijos pues esto les hará daño a corto y a largo plazo. Vimos cómo el efecto de Hulk puede advertirnos de no tratar los problemas cuando estamos enojados con nuestros hijos o con cualquiera. Así mismo, conversamos sobre el efecto “Priming” y cómo el subconsciente puede operar para bien o para mal, según lo que ha quedado grabado en nuestra memoria inconsciente.

No quiero dejar en el tintero lo que repasamos sobre el poder de nuestras palabras que generan emociones y cómo esas emociones, a su vez, generan acciones. Si meditamos bien en esta cadena de sucesos podremos conocernos mejor y ver el buen resultado de pensar siempre en lo que edifica, en lo que es noble y en lo que nos acerca a las personas.

Finalmente, hay algo más que tratar antes de cerrar esta serie de artículos. La imagen de abajo te da una idea. ¿Qué ves en ella que no has visto en ninguna de las imágenes anteriores?

LA ESPERANZA

Se ha definido la esperanza como la expectativa de cosas mejores que aún no se ven, pero que se esperan. La esperanza, por lo tanto, nos fortalece y nos ayuda a entender que nuestra situación difícil no será permanente, que puede cambiar para mejorar. La esperanza consta básicamente de dos elementos: el deseo de algo bueno y el fundamento para creer que ese algo bueno vendrá. De esta forma la esperanza nos ayuda a no rendirnos en momentos duros de soledad, fracaso o frustración. Nos ayuda a seguir intentándolo vez tras vez hasta lograr mejora, o quizás, hasta la salida. Esa esperanza puede ser la fortaleza que nos permita seguir viviendo y seguir luchando.

La esperanza también nos ayuda a entender que el pasado es solo un punto de referencia pero de ninguna manera es nuestro lugar de residencia. La esperanza nos lleva un paso más allá.

Volvamos a la botella y al náufrago. Cuando este escribe su mensaje de auxilio y lanza al mar su reclamo, ya comienza a sentir alivio. Y es interesante que cuando nuestro cerebro realiza que estamos tomando pasos para salir de una situación difícil, ya comienza el proceso de cambio en nuestro interior.

Hace años, visitando el museo de Louvre en París, me encontré con un cuadro enorme que caló hondo en mi percepción del valor de la esperanza. Se trata de un cuadro titulado ‘La balsa de Medusa.’ Es un lienzo de 15 pies de alto y 24 pies de largo del pintor francés Theodore Géricault en 1918.  Está colocado en una sala en la que puedes sentarte y contemplarlo.

La balsa de Medusa

Conocer un poco de su historia te cautivará. Cuando la fragata francesa “Medusa” con 365 pasajeros a bordo choca, por negligencia del capitán, con un banco de arena, comienza a hacer aguas. El capitán, sabiendo que el hundimiento era seguro, pide al carpintero que haga una balsa grande porque sabía que en la fragata no había suficientes botes salvavidas. La fragata se hunde el 2 de julio de 1816. El capitán prometió atar sogas desde los botes salvavidas a la balsa que esta ya tenía 147 pasajeros. Pero cuando vio que no podía avanzar arrastrándola, ordenó que cortaran las sogas y la balsa se fue a la deriva. Los náufragos estuvieron 27 días a merced del sol, la sed, la deshidratación, el hambre y finalmente el canibalismo. De los 147 que abordaron la balsa solo sobrevivieron 15.  Finalmente fueron rescatados por un barco que por casualidad pasó cerca. 

En la pintura, en sus distintos planos, se aprecian los perfiles del ser humano ante las circunstancias más difíciles. Trate de encontrar estos tres grupos. Le comento que he aprendido que los cuadros suelen leerse de izquierda a derecha, como los libros.

  1. Los que murieron por la desesperación y la falta de interés por la vida en el primer plano.
  2. Los que perdieron todo interés por la vida en un segundo plano.
  3. Los que sobreviven por no perder la esperanza en el último plano.
  • Estos sobrevivientes estaban convencidos de que en cualquier momento una nave vendría al rescate, aunque no lo veían venir, cosa que finalmente sucedió. Los que sobrevivieron fueron solamente los que no perdieron la esperanza

Pues bien, ¿a qué grupo pertenece usted? Piénselo bien antes de contestar amigo mío. Luego de pensarlo, diga en voz alta: “soy de los que no mueren. Soy de los que tengo esperanza.” Repítase eso TODOS LOS DÍAS DE SU ANGUSTIA y sobrevivirá. La esperanza nunca debe perderse, no tiene que perderse y no se perderá… aunque tengamos que colocar un mensaje de auxilio en una botella… y lanzarla al mar.

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