Tiempos de robles y tiempos de palmeras

Crecí en una isla hermosa llena de palmeras y cocoteros. También crecí acostumbrado al sonido de la palabra “huracán.” (Una voz indígena, concretamente maya, que viene del nombre del dios caribeño del mal, llamado hunracán). Quienes hemos experimentado la fuerza de uno de estos fenómenos atmosféricos, también sabemos la inmensa resistencia que tienen las palmas para capear las tormentas. No importa si son cocoteros o palmas reales, las palmas son un ejemplo de aguante del que podemos aprender.

La palma, como sabemos, cede al viento y se inclina a su favor más y más, tanto, que a veces piensas que se parte, ¡pero no se parte! Resiste. ¿Te has fijado en las hojas de las palmas? Sus hojas son abiertas lo que permite que el viento pase entre ellas. Si el viento es muy fuerte las deja todas despeinadas pero ellas permanecen. Cuando termina la tormenta, ahí quedan, inmovibles ejemplos de persistencia.

En esta foto tomada de las noticias de los canales 12, 3, 11 se muestra claramente cómo un longevo árbol de eucalipto cae vencido por una tormenta, mientras detrás se observan las palmas que permanecen en pie.

¿Qué ayuda a las palmas a soportar toda esa fuerza? Su habilidad para ceder, para inclinarse frente a lo que no puede enfrentar. Ahí también radica nuestra fuerza. A nuestra habilidad de ceder, en vez de mostrar oposición, cuando lo sabio y perspicaz es precisamente ser flexibles. No podemos combatir lo que es más poderoso que nosotros mismos… sería una batalla inútil. La palma decide sobrevivir y nosotros podemos hacer lo mismo.

Si hay que enfrentar la ferocidad de una pandemia debemos estar listos y ser flexibles. Si tenemos que enfrentar una enfermedad, también podemos ser flexibles y no desesperarnos ante lo que no podemos cambiar. Se trata de resistir. Si hay que cambiar una meta o reconstruir un sueño, haremos eso para permanecer en pie.

¿Significa lo anterior que debemos ceder a toda la fuerza que se ejerza sobre nosotros para salvar el pellejo? ¡Por supuesto que no! Flexibilidad y ceder no tienen nada que ver con ser flojos, aprovechados o pusilánimes. Más bien, ser flexibles tiene que ver con aprender a capear las tormentas, ajustar las metas y reconstruir los sueños. Hay tiempos en la vida en los que debemos aprender a ser palmeras pues solo así sobreviviremos.

Sin embargo, hay otros tiempos en los que debemos comportarnos como robles. Firmes, macizos, de raíces profundas y resoluciones inamovibles.

No es fácil mantener un equilibrio sano entre la flexibilidad y la firmeza. Todos, de tanto en tanto puede que nos inclinemos a un lado o al otro por multitud de factores. Sin embargo, esa no debería ser la regla general ni el patrón de nuestra vida. Si bien debemos ser flexibles, también en cierto que hay tiempos para ser robles. Bien dice el sabio en el libro de Eclesiastés “Para todo hay un tiempo determinado; hay un tiempo para cada actividad bajo los cielos.”

¿Cuáles son esos tiempos? Los tiempos en que nuestra integridad personal se ponga a prueba. Los tiempos en que nuestra fibra moral se somete a presiones semejantes a tormentas, los tiempos en los que no debemos permitir que se nos hostigue emocional, sexual o físicamente. Tiempos en que se nos abuse verbalmente o se amenacen los valores que nos distinguen.

Ser flexibles, cuando se pueda, ser inmovibles cuando se deba, ese es el gran secreto de la vida. Ahí es cuando son importantes las raíces, las convicciones, las determinaciones no negociables. Por no negociables nos referimos a las que ni bajo amenazas estamos dispuestos a cancelar.

La integridad, estimado amigo, existe. Estamos rodeados por ella. Es lo que distingue a las estrellas allá arriba, a la naturaleza aquí abajo, a las leyes que rigen la gravedad, los movimientos del viento y la que impide que el mar nos inunde. Estas leyes son integras, incambiables. Y hay millones de seres humanos igualmente confiables e inmovibles en sus creencias. El holocausto fue un ejemplo de eso. Miles murieron por lo que eran, homosexuales, malhechores comunes, o judíos, odiados simplemente por no ser alemanes. Pero otros, incluso alemanes de nacimiento, murieron por ser como robles, murieron no por lo que eran, sino por lo que creían. Ejecutados por su integridad, sus tumbas todavía gritan: “no lograron doblegarme.”

La integridad y la flexibilidad persisten. Las palmas y los robles, también. Tu y yo tendremos tiempo para ser palmeras y enfrentamos tiempos para demostrar ser robles. De ambos, tu y yo tenemos un poco.

En la Universidad de Puerto Rico (UPR) dando una conferencia sobre el Holocausto a estudiantes del colegio de Humanidades.

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