No soy monedita de oro.

Alguien me dijo que “no soy monedita de oro para caerle bien a todo el mundo”. No sé si con ese comentario me animaba o me consolaba. No obstante, así de desagradable como suena, así de real que es, amigo mío. No somos monenida de oro para caerle bien a todo el mundo. Pero, ¿cómo te sentiste el día que descubriste que no eras “monedita de oro”? El día que lo descubrimos aprendemos una lección importante que nos ayudará a no frustrarnos frente a las actitudes negativas de nuestros congéneres. Repasemos algunos principios en cuanto a este asunto.

En la vida, si haces las cosas bien vas a agradar a unos y vas a decepcionar a otros. Hay gente que está a la expectativa para ver si te caes, te manchas, te empobreces o te desacreditas. ¡Están esperando tu fracaso! Es como si con nuestro fracaso, ellos ganaran algo. Sienten que si tu fracasas, ellos van a mejorar. Piensan que tu estás en el medio de su camino y por tu culpa no llegan a la cima. Desgraciadamente, sin quererlo, tu y yo nos podemos convertir en una verdadera molestia para esas personas que preferirían no tener que vernos el pelo. Claro, cuando nos damos cuenta, preparamos nuestros argumentos de contra ataque. ¿Cómo? Comenzamos a celebrar nuestras victorias, a exagerar nuestros logros y a predicarles que poseemos los hijos más inteligentes, la familia más amada y que conocemos de primera mano toda la felicidad del mundo. De esta manera tratamos de contrarrestar a los que ellos esperan que nos suceda, a saber, todo lo contrario. ¿Será este comportamiento de revancha un “mecanismo de defensa”? ¡Por supuesto que lo es! Y dicho sea de paso, no es el mejor.

Recuerdo con cariño a una amiga que todos los días llegaba al trabajo tarareando alguna canción.  En cierta ocasión coincidimos en el elevador, de manera que proveché la oportunidad para preguntarle por qué siempre llegaba tarareando. Me dijo: “¡para que todos piensen que estoy muy feliz!”  ¡Me pareció un acercamiento genial! La verdad es que desde que supe su estratégia, me causaba mucha alegría verle en las mañanas, claro, tarareando una canción. Este método es mucho más sano que tratar de exagerar lo que somos, lo que poseemos o los logros que alcanzamos.

Es interesante observar las actitudes de los seres humanos frente a ese terrible descubrimiento de que “no somos monedita de oro para caerle bien a todo el mundo”.  Tome por caso a los adolecentes. A ellos les cuesta mucho manejar este descubrimiento porque cuando salen del hogar sus padres les han hecho creer que son lo máximo. Entonces al enfrentarse a la realidad, pierden el sueño cuando descubren esta molesta verdad,  “que no somos monedita de oro para caerle bien a todo el mundo”. Mientras más pronto se deshagan de ese fantasma, mejor. La pura verdad es que es completa y totalmente posible vivir la vida sin tener la simpatía del 100% de la humanidad. 

Claro, no podemos permitir que los demás nos arruinen el buen sentido del humor, y el esforzarnos por hacer el mejor trabajo posible en cada jornada. Por eso, debemos ser realistas sin llegar a ser indolentes.

Hay algo que no quiero que se me quede en el tintero. Es esto: Puede que no seamos monedita de oro para todo el mundo, pero, si somos de verdad gente valiosa, como el oro, que no desmerece con el paso del tiempo, entonces, no permitamos que el punto de vista de los demás, basado en complejos, mala educación o escasez de espíritu, nos arruinen el día. La vida es muy corta para dedicarle tiempo a los que no saben hacer otra cosa que esperar que los demás, nos fastidiemos o nos vaya mal para que ellos, según su mala idea, les vaya bien. ¡Tontos que son! ¡No se dan cuenta de que el obstáculo son ellos mismos!

De modo que, por favor, si ya descubriste que no eres “monedita de oro para todo el mundo,” 1. acéptalo, y 2. demuestra lo que eres en verdad.

Puede ser que con el tiempo, tu actitud y tu amor por tu semejante, te ganes el aprecio de los que hoy no piensan lo mejor de ti.

¡No te rindas! ¡Adelante!

 

Perdonen los inconvenientes: ¡Estoy en reparaciones!

Creo que debería andar por ahí con un letrerito en mi frente que dijera: “perdonen los inconvenientes: ¡estoy en reparaciones!”  Sucede que si tuviera ese letrerito en la frente, la gente me soportaría mejor. Como no tengo el letrerito, la gente piensa que soy incapaz de cometer errores. Piensan que si los cometo ha de ser por cabeza dura, pero eso no es verdad. La verdad es que, como todos, yo también cometo errores. Errores de comisión o en omisión por cosas que debí haber hecho o dicho y no las hice ni las dije. Otras, que no debí haber hecho o dicho y las hice o las dije. Debo aceptarlo y lo acepto. Pero si los demás me vieran como cualquier otra persona, no se decepcionarían pensando que soy especial. Gracias al letrerito en mi frente, pensarán: “pobre tipo, está en reparaciones.”

Y, sí, esa es la pura vedad, estoy en reparaciones, como todos los seres humanos debemos estar. Puede que hagamos cosas muy buenas y meritorias que nos procuren alabanzas de otros. Sin embargo,  estos ejercicios no tienen nada que ver con el hecho de que todos necesitamos seguir superándonos como hombres, mujeres, madres o padres, esposas o esposos y como personas.

Un dicho popular reza: “el pillo juzga por su condición.” Y lo que intenta decir es que las personas tenemos la tendencia de mirar y juzgar según lo que nosotros mismos somos en nuestro corazón. Aquel mira y juzga a través de lo que es y de su propio punto de vista. De hecho, hay otro dicho que dice: “Las cosas son según el color del cristial con que se miran.”  Al mirar por ese cristal muy personal, suelen ver lo que están predispuestos a ver.  Yo reconozco que es así, el problema es que la gente que mira a uno, por su propio cristal, resulta ser muy dura con los demás y muy blanda con ellos mismos. Sin embargo, si lleváramos ese letrerito mencionado ya, en la frente, la gente comprendería que estamos tratando de ser mejores, que no estamos satisfechos con ser como somos y que estamos luchando duro para superarnos… ¡llevar el letrerito en la frente lo facilitaría un montón!

Por otra parte, todos nosotros conocemos personas que ya se cree superada, reparada, exitosa y pulida. ¡Benditos ellos! Se pueden creer gran cosa pero es que se miran al espejo con los cristales que ellos mismos se ponen para verse superiores a los demás. ¡Hum!… creo que el letrerito famoso debe estar disponible para regalar, pues tendríamos a varios en la lista de los “necesitados de nuevos cristales” ¿no es cierto? Sí, algunos creen que ya aprendieron todo lo que se puede aprender de la vida y de la gente, ¡se equivocan!

Por lo general, parece que al final,  los que necesitamos letreritos somos, entre otros:

  • Los llenitos
  • Los que tenemos pensamientos negativos
  • Los que no sabemos qué hacer con la vida
  • Los que tenemos problemas
  • Los entrados en años
  • Los que vivimos solos
  • Los enfermos
  • Los que somos feos
  • Los que somos torpes etc. etc. etc.

El letrerito nos salvaría del empujón, de la crítica mordaz, de la burla, del desprecio, del desamor, del abandono de los amigos, del silencio de sus hijos, del descrédito, de la falta de tolerancia y del agobio que puede producirnos la soledad.  Con el letrerito en la frente, la gente sería más paciente, más comprensiva, más amorosa, menos exigente. La gente nos vería con mejores ojos, disposición y actitud.

La verdad es que tu y yo podemos ver a otro ser humano y ver muy poco de lo que realmente es esa persona. Puede llevar un traje de lino o unos harapos, pero lo que esa persona es por dentro, eso nadie lo puede ver.  Pero, como el cristal con el que miramos es del color con el que querramos ver a los demás, es muy probable que nos confundamos y lleguemos a ver solo las apariencias. Fijarnos en las apariencias es peligroso, imprudente y falto de sabiduría.

La moraleja, sin importar el color del cristal con que se mira, es esta: aprendamos a ser más pacientes y a tratar de entender a los demás. Aprendamos a juzgar menos recordando que la mayoría de la gente buena no está contenta con ser como es.

Amemos más y mejor al prójimo y tratemos de evitar ponernos esos cristales caprichosos con los que estamos acostumbrados a ver y medir a nuestro prójimo. Si lo hacemos, es muy probable que aprendamos a querer a la gente más y mejor.

No podemos leer el corazón de nadie, de hecho, hasta el mismo propio corazón es difícil de entender. Si nos decidimos a juzgar menos, ganaremos más amigos y disfrutaremos del afecto y el respeto de los demás. No estaremos tan ansiosos de dar consejos y más resueltos a dar abrazos. Sembraremos menos dudas y más esperanzas. Seremos menos exigentes y como consecuencia seremos personas más alegres.

De todas formas, en caso de necesidad, podemos fabricar uno de esos letreritos que ayude a los demás a comprender que somos simplemente seres humanos, comunes y corrientes. ¿Recuerda lo que debe decir? “perdonen los inconvenientes, estoy en reparaciónes.”

 

 

 

 

 

 

 

¿Qué haces con tu dinero?

¡Ya lo sé! Es una pregunta personal, muy personal. La ventaja de no tenerte frente a mi y tener solo la pantalla del computador, me ayuda a plantear la pregunta, sin temor a que te ofendas. Es la ventaja de escribir… es diferente hablar frente a frente. Si te hiciera la pregunta frente a frente tendría yo que tener una muy poderosa razón y nervios listos para esperar cualquier respuesta, ¿cierto? Pero como es el caso, te pregunto, por medio de las letras, ¿qué haces con el dinero?

Dices: ¡GASTARLO!

Claro está que si el dinero no se gasta, no se disfruta. No debemos ser como la tirilla cómica de Rico MacPato, ¿la recuerdas? El tío se la pasaba guardando y contando cada céntimo. El avaro no gasta, pero tampoco vive. No hay que temer gastar dinero, lo que hay que temer es gastarlo inconscientemente, desperdiciándolo sin ninguna clase de contemplación ni mesura. Gastarlo así, es, asegurar nuestra pobreza de forma permanente.

Tampoco se puede gastar más de lo que ganamos. Si ganamos mil, pero gastamos mil cien, estaremos en problemas en poco tiempo. Te sugiero lo siguiente: Siéntate con una calculadora y una hoja de papel. Haz una “T” en la hoja y coloca a la izquierda lo que ganas, cuando digo lo que ganas me refiero a la cantidad de dinero con la que puedes contar. No incluyas todos los descuentos que hacen a tu cheque. Incluye también otros ingresos que tiene la familia por causa de rentas, etc. Pon la cantidad real de ingresos. Luego, a la derecha de la “T” describe tus gastos. Recuerda los conceptos más importantes como la renta, pago del auto, gasolina, seguros, escuela de los muchachos, tarjetas de crédito, alimentos y utilidades como el agua y la luz. ¿Qué descubres al comparar los ingresos contra los gastos? Si descubres que gastas más de lo que ganas, deberás hacer ajustes inmediatos. ¡Ajustarse los pantalones es mejor que perderlos!

Hay zonas en las que podemos ahorrar cientos de dólares al año. Una de ellas es la ropa y los zapatos. ¿Cuántos zapatos tienes? Estoy seguro que más de los que necesitas. Cuando era niño mi mamá decía que necesitaba cuatro pares. Para salir: negros y carmelitas. Para andar en la casa: unas zandalias cómodas (ella no me dejaba andar descalzo) y finalmente, un par de tennis para todo lo demás.

Si eres valiente, vé a tu closet y cuenta los pares de zapatos que tienes. Incluye los tennis y las zandalias. ¡Busca bien! Te vas a sorprender. Pues, para empezar a ahorrar, usa todos estos zapatos que tienes antes de comprar pares nuevos, ¡aunque te los vendan a dos por uno! Termina de usar lo que tienes y vas a ahorrar cientos de dólares al año.

Ahora, ve al closet para contar, dije CONTAR, tus pantalones y camisas o tus blusas, faldas y trajes. ¡Andale, ve al closet y cuenta! Si terminas de usar lo que tienes, no necesitas comprar nada más. Un secreto: Si no compras en los próximos seis meses verás cómo van cambiando las cifras de tu “T”. Gastar menos implicará dinero en tu bolsillo o en tu cuenta de banco. ¡Hasta podrías irte de vacaciones!

Debes recordar esto: El dinero que ganas hoy lo vas a necesitar mañana. No lo desperdicies. Gástalo con mesura, no con locura, no importa cuánto dinero tengas ahora. Tenerlo hoy no significa tenerlo por siempre. Piensa en eso.

Dices: ¡GUARDARLO!

No pienses que guardar y guardar te garantiza dinero el día de mañana.  En cada generación sucede que el dinero pierde su valor. Hemos visto eso en nuestros países de origen. La moneda nacional, de un día para otro, deprecia. ¿Qué garantía tienes de que no vaya a depreciar el dólar estadounidense? En estos casos el poseer bienes raíces es una protección a tu dinero.

Si supieras que la moneda depreciará el próximo mes, estoy seguro de que lo pensarías dos veces antes de gastar por gastar o guardar por guardar. Pues, todos los economistas coinciden en que, el dólar perderá su fuerza. No es cuestión de si va a suceder o no, sucederá, pero no sabemos cuándo. Puede que si tienes mil guardados en el banco, se conviertan en quinientos. Guardaste para el “inglés” como decían en mi barrio. Además, aunque te parezca extraño, no siempre es fácil sacar el dinero que tengas en el banco, todo dependerá del contrato que hayas hecho. Si eres de los que guardan el dinero bajo el colchón, tienes la ventaja de verlo de cerca pero igualmente puedes verlo de lejos en un momento, porque, francamente, no es seguro tenerlo en casa.

Sea como sea, ante los eventos inesperados es importante tratar de evitar las deudas, guardar y gastar con mesura. Pensar bien las inversiones y los ahorros. Recordemos que vivimos en un mundo económicamente inestable, de modo que no hay estabilidad tampoco en los consejos de los economistas. El secreto es el equilibrio. Vivir lo mejor posible y disfrutar lo que se tenga sin endeudar nuestro futuro ni el de nuestros hijos es la mejor opción.

Dices: ¡INVERTIRLO!

Como no soy agente de bienes raíces ni inversionista de bitcoins, plata u oro, no tengo prejuicios ni intereses económicos para decir lo siguiente. Las inversiones tampoco son seguras. Ninguna. He visto inversiones en bienes raíces que han perdido su valor. He visto los bitcoins subir al cielo y bajar de súbito. He visto caer el valor de la plata y del oro. No hay inversión segura, excepto lo que tu mente se convenza de que es seguro. Si tu mente se convence de que lo que tienes está seguro, ¡felicidades! De todas formas te advierto que es solo una ilusión. No existe seguridad real. Lo real en cuanto a cualquier inversión es lo que al presente te pueda proveer.

La revista virtual “Economía para ti” dice: “Aunque el principal riesgo de cualquier inversión es la pérdida del capital, conviene saber cuáles son los factores que pueden provocar esas pérdidas y cómo evitarlos. Del mismo modo, es vital saber que existen productos financieros en los que las pérdidas pueden exceder el dinero invertido. Son productos derivados y apalancados.

Entender los riesgos reales de una inversión es clave para poder acotar algunos de estos factores que provocan las minusvalías. Bien es cierto que existen riesgos no sistemáticos (ajenos a los mercados) que sólo son evitables fuera del mismo, pero son factores totalmente impredecibles, como los atentados del 11-S. En todo caso, el baremo riesgo-beneficio es uno de los principales factores que debemos tener en cuenta a la hora de invertir.”

Un sabio reconocido, que tenía muchos recursos, escribió hace siglos: “¡Mira! La mejor cosa que yo mismo he visto, la cual es bella, es que uno coma y beba y vea el bien por todo su duro trabajo con el cual trabaja duro bajo el sol por el número de los días de su vida que el Dios [verdadero] le ha dado, porque esa es su porción.” -Ecl. 5:18.

Invierte, guarda y gasta hoy para bien de los tuyos y para no solo sobrevivir, sino para tambien… ¡vivir!

¡Lo resolví a mi manera!

En el artículo anterior “que hacer cuando no sé qué hacer” repasamos algunas sugerencias relacionadas a la solución de nuestros problemas. Consideramos sugerencias para problemas de distintas categorías pero, si recuerdas, dejamos un asunto en el tintero. Dijimos:“En un futuro artículo veremos que existen otros elementos importantes en la solución de un problema y estos son los métodos que utilizas para resolver conflictos.”  Pues bien, repasemos estos otros principios que unidos a los anteriores pueden darnos un pensamiento más abarcador de cómo resolver problemas.

¿Es TU MANERA la única manera de resolver tus problemas?

Mira, es importante tener mucho cuidado con tu acercamiento a la situación que enfrentas. Recuerda que lo que buscas es resolver el problema y no complicarlo más. No olvides la meta verdadera. Toma en cuenta que solucionar problemas no implica necesariamente solucionarlos a tu manera. ¿Por qué no? Porque tu manera puede ser muy impropia, muy egoísta y falta de respeto. ¿Ves? Los métodos son muy importantes. No basta con tener la razón, amigo mío, voy a repetirlo, NO BASTA CON TENER LA RAZÓN.El método, la manera, la forma en que trates el problema tiene tanta importancia como tener la razón. Pudieras tener la razón, y por tu manera de actuar, puedes perderla.

En vista de lo anterior, consideremos algo que permanece latente, escondido, cuando hay que resolver algo. Lo que es, debe quedar expuesto claramente a los ojos de todos, la motivación que tienes bien guardada en tu corazón.

LA MOTIVACIÓN.

No siempre la motivación que tenemos para querer resolver un problema se nos hace clara a los implicados en una causa.  Por lo tanto, queremos tratar este asunto primero.

Pregúntate: ¿Por qué quiero resolver este asunto? ¿Se ha manchado mi nombre, mi reputación, o, es que quiero que todos sepan quién es el que manda? ¿Debo aclarar y resolver el problema para que otros no se vean afectados o, quiero aprovechar esta oportunidad para vengarme de quien me ha hecho mucho daño? Buscas la justicia en la situación, o en realidad quieres engrandecerte ante los ojos de los demás? Estas preguntas son importantes porque al contestartelas podrás descubrir tu genuina y verdadera razón para resolver un problema?

¡Ganaste!… pero perdiste todo lo demás

Si tu motivación es mala y si tus intenciones son egoístas, tengo que decirte que jamás vas a resolver el problema. Lo que vas a hacer es daño. Daño a ti mismo(a) y daño a cualquier otra persona implicada. Los problemas se resuelven con deseos genuinos de buscar la paz y no echándole leña al fuego o para procurar ventaja. Echar leña al fuego lo puede hacer cualquiera. Apagar el fuego no lo puede hacer cualquiera, resolver un problema no lo puede hacer cualquiera. De modo que lo que te impulse es una clave importante en tu acercamiento a la situación que deseas resolver.

EL TEMOR.

Recuerdo que mi madre me decía: “hijo, de los cobardes no se ha escrito nunca nada.” Y es cierto, se necesita valor para enfrentar problemas y resolverlos con la motivación correcta.  Vencer el temor puede ayudarnos muchísimo a plantear el asunto de forma clara y calmada. Debemos aprender a ver, en nuestra mente, las ventajas futuras que traerá resolver el problema, sea marital, económico, familiar o personal. Mirar adelante a los resultados que se conseguirán nos puede servir de estímulo o darnos el valor necesario.

Por lo contrario, si nos ponemos a pensar que los resultados van a ser peores que el problema no ayudará. Si creamos un mounstruo, vamos a perder para siempre la relación que deseamos subsanar, eso no nos ayudará sino que nos acobardará cada vez más. ¡Ya estamos derrotados antes de empezar!

Cuando fuí a pedir la mano de la muchacha de la que estaba enamorado, yo sentía mucho temor. Ese hombre tenía un negocio grande y muchos empleados. Era un hombre de recursos y tenía una hija preciosa, la más pequeña de las dos y yo, un estudiante de tercer año de universidad, que no tenía absolutamente nada, salvo un carrito que un tío me había regalado… ¿cómo me atrevería a pedir la mano de su hija? Yo pensaba en todo eso y me acobardaba cada vez más. ¡No! ¡No puedo aspirar a tanto! ¡No soy nadie! ¡Me va a sacar de la casa a patadas! -me decía. No me daba cuenta de que yo mismo estaba decidiendo, de forma negativa, mi futuro. Pues mientras pensara así, solo me quedaba seguir soñando con esa chica de hermosos ojos grandes y azúles de la que me había enamorado.

¿Sabes lo que me ayudó? Pensar en lo que pudiera pasar si lograba que “ese hombre” me diera permiso para formalizar mi amistad con ella. Mientras más pensaba en la posibilidad de que pudiera decirme que “sí”, más me entusiasmaba. Iba tomando valor, poco a poco, a medida que visualizaba todo lo bueno que me podría suceder si daba el paso de hablar con él.

Para no dejarlos en la incertidumbre, por si acaso están entusiasmados con saber lo que sucedió, el hombre me dijo que sí, que si ella deseaba eso, yo podría seguir viniendo a su casa, comportarme cortesmente y ver si ambos llegábamos a compenetrarnos tanto que deseáramos casarnos. ¡NO LO PODÍA CREER! Creo que ella tampoco. Luego de un tiempo en el que se comprobaron mis buenos motivos, logramos casarnos. Han sido 47 años de dicha y felicidad que me hubiese perdido si no hubiese sido valiente para pedir lo que tanto deseaba.

De modo que, sé valiente y alimenta tu valor pensando en los resultados de resolver el problema que tienes delante. Mira las consecuencias futuras y el efecto que podría tener en tu vida. Eso puede darte el valor que necesitas.

LA RAZÓN.

¡Deja de hacer de juez!

Quizás esperabas que pusiera este punto en primer lugar. No es lo primero. No es lo segundo. Es, lo tercero, de estas tres sugerencias que hemos querido colocar en el orden de importancia que entendemos debe llevar la solución a nuestros problemas serios. Claro que tener la verdad, la razón es de muchísimo valor, para nosotros, pero, recuerda que pocos andan buscando si tienes o no tienes toda la razón. La gente tiene un sentido innato de justicia, es cierto, pero si la gente se percata que te motiva la envidia, el racismo, o el odio, no va a escuchar tus razones. Si la gente te observa ladino y cobarde, van a dudar de tus razones. Tener la razón es sinónimo de victoria, solo cuando la motivación y el valor han quedado manifiestos. 

No he aprendido esta lección de forma fácil en mi vida. Era de los equivocados que pensaban que tener la razón era TODO. No, otras cosas deben quedar expuestas y cuando logres exponerlas, te respetarán y te darán la razón. ¡Habrás conseguido una gran victoria en tu vida!

Aún con la razón de nuestra parte, debemos pensar que tener la conciencia limpia y buscar la paz tienen un lugar prioritario. De nada vale tener la razón y vivir una guerra fría o caliente que te pudran los huesos. ¡Cuantas veces los padres tenemos la razón para pedir a nuestros hijos lo que deben hacer y sin embargo eso es precisamente lo que nos impide vivir en paz! ¡Apabullamos a nuestros hijos con la razón y les hacemos papilla su vida! Damos de palos a nuestro jefe porque tenemos la razón y perdemos el trabajo. Criticamos a nuestro maestro, con toda la razón, y nos ganamos la expulsión del Salón de Clases. Hay razones que merecen palos.

Aguanta un poquito, esa dichosa “razón” amigo mío y piensa en tus verdaderas motivaciones. Haz un poco de memoria y recuerda tus años de juventud, antes de hacerle la vida cuadritos a tus hijos. Aguántate la lengua y no juzgues demasiado duro a tu jefe porque de él dependen tus frijoles. ¿Tener la razón nos autoriza a ser jueces de corazones y policías de acciones?  No seamos de los que cuelan el mosquito pero  se engullen un camello. Es mejor no andar jugando a juez por la vida. No hay regalo mejor que buscar la paz.

Estos puntos tratados, aunque no sean grandes revelaciones, pueden ayudarnos a resolver más y mejor, los muchos problemas que todos enfrentamos a lo largo de nuestra vida. ¡Eso sí, no olvides que no hay que resolverlos siempre, a nuestra manera!

Hablemos de valores: -La bondad.

 Alguna vez, estimado lector, ¿has acompañado a alguien a llorar? ¡Tal vez sí! Y muy probablemente  ¡no pudiste decir o hacer nada más! Sin embargo, cuando lo hiciste y cuantas veces lo hayas hecho, demostraste una hermosa cualidad. La de la bondad.

Lamentablemente la bondad no es una cualidad muy popular en nuestros tiempos, llenos de egoísmo y violencia. En estos días parece que siempre se logra tiempo para ver los mensajes que hemos recibido en nuestro celular, pero, en el que no hay tiempo para ser bondadosos y manifestar uno de los valores más importantes en las relaciones interpersonales, la bondad.

Tal vez por considerarse una muestra de debilidad, muchos de nosotros preferimos la línea dura. La línea del mando, del comando militar. Esa línea que nos distingue como “el jefe” que aunque antes nos disgustaba, ahora comienza a envolvernos en el manto engañoso y a la vez atractivo del poder. A la larga este tipo de actitud de línea dura no produce nada. Es como sembrar arroz en un desierto. Nada va a brotar. Al final nos vamos quedando solos y con un remordimiento venenoso que nos robará la felicidad. Evitemos llevar la vida excluyendo de ella la bondad.

La bondad es una preciosa cualidad que nos ennoblece y enriquece como seres humanos de carne y hueso. ¿Por qué? Porque es una cualidad espiritual que brota del amor.

No hay mayor expresión de la bondad que la que manifiestan las buenas madres.

Seguramente podemos asociar la bondad a nuestra madre o a la persona que nos crió cuando eramos indefensos. Decenas, sí, tal vez centenares de actos de bondad que tuvieron para con nosotros en esa etapa tierna de nuestra vida y nunca nos exhigieron dar las gracias, porque simplemente no podíamos ni sabíamos darlas. Nunca llevaron por cuenta en un libro para que algún día supiéramos las veces que se levantaron en la madrugada para besarnos, calmarnos, amamantarnos y mecernos, muchas, muchas veces. Incontables actos de verdadera bondad que nunca reconocimos, que nunca supimos, pero que gracias a ellos, tu y yo estamos vivos. La bondad es una característica de mamá, que, sin esperar nada en cambio fue bondadosa. Las madres ejemplifican la bondad. La voluntad de hacer el bien, la voluntad de que su amor de fruto, sin esperar nada a cambio. Uno de los valores más naturales y a la vez menos experimentados por millones de seres humanos es la bondad.

Un aspecto sobresalientemente hermoso de la bondad es, pues,  que tiene el poder de motivar al individuo, hasta el punto de estar dispuesto a hacer sacrificios para cuidar, ayudar, defender, exhortar o animar a otros, sean estos familiares amados, amigos queridos, o incluso, perfectos desconocidos. Pero queremos aclarar que ser bondadoso no significa ser flojo con la familia o con los que tratamos diariamente. Tampoco significa ser un llorón sentimental un indivíduo pusilánime incapaz de ejercer carácter. De hecho, se necesita valor y carácter para ser bondadoso.

Nos damos cuenta de que la bondad es una cualidad activa y llena de valor, no solo un sentimiento superficial y pasajero. No es un mero ¨me gustaría hacer algo¨ cuando pueda. Es, más bien un ¨voy a hacer algo, ahora¨. En vista de que es una cualidad tan noble y deseable ¿pudiéramos activarla de forma que fuéramos personas más bondadosas? ¿Qué puede desanimarnos a ser bondadosos?

EL EGOÍSMO.

La mayoría de nosotros solemos  estar centrados en la “modalidad  YO.” Cuando uno está centrado en sí mismo, cuando uno es el sol y los demás son los planetas, probablemente no tendremos tiempo ni carácter para ser bondadosos. No tendremos tiempo para hacer una llamada. No tendremos tiempo para escribir una nota de texto, ni para pensar en las necesidades emocionales y/o físicas de los demás. Todo el tiempo disponible es para nosotros.

Dice: “Mientras todo se haga exactamente como yo lo deseo, puedo ser completamente flexible.”

Puede que hasta veamos a alguien necesitado, pero para no detener el ritmo de nuestra vida, miremos al otro lado, ignorando la necesidad. No tendremos tiempo para dar porque lo que sucede en la “modalidad YO” es que, en esa modalidad solo esperamos recibir. Y hay que reconocerlo, se necesita tiempo para ser bondadoso y muchos hoy no desean envolverse. ¡Qué conclusión tan egoísta! ¿Qué hubiese pasado con nosotros si mamá o la persona que nos crió, hubiese tomado ese mismo curso?

Por otro lado, nos podemos preguntar: ¿Qué debería motivarme a hacer la extraordinaria bondad de mamá? ¿Debería motivarme a ser consciente de la importancia de mostrar bondad hacia otros? ¿Qué cree usted?

Evitemos pues, ponernos gríngolas a las necesidades de bondad que tienen los que nos rodean.  La bondad debe ejercerse con todo ser humano pero especialmente con aquellos que sufren desventajas físicas, mentales o emocionales. Con aquellos que necesitan un poco de aliento y fuerzas para seguir adelante. Con los enfermos a quienes les parece que no mejorarán nunca. Mientras más ejercitemos la bondad, más veremos campo para mejorar nuestra capacidad de darla.

LA FAMILIA.

¿Dónde podrían comenzar nuestras expresiones de bondad? ¿No deberían comenzar dentro del círculo de la familia? ¿Qué implicaría? Es imposible entrar en todos los detalles en esta reflexión pero a grandes rasgos implicaría prestar un poco más de atención a las actitudes y no solo a las palabras que escuchamos en el ambiente familiar.

Dice: “Hoy será un buen día”

Pudiera significar tratar de comenzar el día con una buena disposición y buenos modales, una actitud más servicial yendo más allá de la línea del deber. Pudiera significar ser considerados con nuestra madre o esposa demostrando aprecio por su trabajo.

A este punto ¿piensan ustedes que hay campo en el que personalmente pudiéramos mejorar? Si lo hay, entonces, al desarrollar más bondad, fortaleceremos los vínculos con nuestro cónyuge, con nuestros familiares y con nuestros amigos.

Considerado todo lo anterior, cuando nos hemos detenido para hacer una llamada, escribir una nota, dar una palabra de estímulo, o hemos sido consejeros sinceros, hemos mostrado bondad. Cuando hemos participado en obras de amor, cuando hemos hecho un regalo a alguien con necesidad, cuando hemos compartido una sonrisa, o incluso cuando hemos llorado con un amigo, porque no supimos hacer otra cosa; hemos mostrado poseer esa cualidad singular, ¡bondad! 

Te invito a buscar dónde y como ser bondadoso(a). Si miras a tu alrededor, ahora mismo, si piensas en los que conoces, incluso en tus empleados o compañeros de estudio, familiares o amigos, te aseguro que encontrarás con quien ejercer la bondad.

BENEFICIOS PERSONALES.

¡Recibirás de vuelta bondad! La gente suele corresponder a nuestras acciones. Si te cae mal alguien… te aseguro que tu también le caes mal a ella. Si te acercas a alguien con actos de bondad, te aseguro que recibirás de vuelta el mismo sentimiento.

Esto que acabo de decir no es simple conclusión personal. No lo es. Es una ley de la vida. Es una ley que de un árbol sano, se va a cosechar un fruto sano. Un proverbio dice que si dejas correr tu pan sobre las aguas, regresará a ti. Es decir, otros responderán a tu necesidad porque tu atendiste las necesidades de ellos. José Martí dijo: “honrar, honra.” Cuando honras a otros con la consideración dulce de la bondad, ellos te honrarán a ti también.

Puede que en ocasiones ser bondadosos nos cueste trabajo y casi nos tengamos que arrastrar para mostrarla. Eso es humano y es natural. Nuestras vidas son complejas y todos estamos muy ocupados ya con la carga que llevamos. Pero, aunque nos cueste, al final del día valdrá la pena. Sentiremos gozo interno, exhibiremos felicidad externa, daremos un buen ejemplo a nuestros hijos y seremos personas menos exigentes con los demás.

 

¿Voy por donde quiero o por donde me llevan?

Inolvidables juguetes son los barquitos de papel.

Cuando era niño, mi padre me enseñó a hacer barquitos de papel. No fue fácil para mi aprender a hacerlos, porque desde chico, no demostraba tener muchas habilidades manuales, de hecho, no las tengo hasta el día de hoy. Con todo, me maravillaban estos barquitos porque podía hacerlos de cualquier clase de papel y “fabricar” tantos como quisiera. Hasta hoy, disfruto de hacerlos para los niños, quienes me observan, admirados de cómo de un pedazo de papel, puede hacerse un barquito velero. Para mi, eso es un logro, pues pocas cosas impresionan a los chicos del siglo XXI. ¿No te parece?

A pesar de su belleza, pronto se viran y se mojan y deshacen.

A pesar de su atractivo, estos barquitos no son perfectos. Cuando los pones en el agua no tienen dirección y muchas veces terminan encallados en alguna piedra. Además, por ser de papel su hermosura dura poco, pues el papel se empapa y el barquito se vira y se deshace. ¡Qué lástima! ¡Qué poco duran su hermosura!

¡Cuánto nos parecemos los seres humanos a estos barquitos de papel! Puede que tengamos una apariencia atractiva por un tiempo, pero, poco a poco, como si fuéramos frágiles como el papel, nos vamos deshaciendo. Además, como barquitos de papel sin timón o dirección, no vamos por donde queremos ir sino por donde la vida se encapricha en llevarnos. ¿Te ha sucedido eso a ti? ¿Te has percatado de que en ocasiones, simplemente parece que estás encallado en una roca invisible y no puedes moverte?

Pienso que nos pasa a todos, por lo menos durante algunos años o en determinadas épocas o situaciones de la vida. Cuando converso con hombres o mujeres cuyos matrimonios se ven desechos. Cuando hablo con adolescentes que no saben qué camino tomar en la vida. Cuando converso con viejos, como yo, que se quejan de que la vida se les ha ido de las manos y no han alcanzado lo que persiguieron… es inevitable preguntarnos si hemos ido por donde queríamos ir, o vamos por donde la vida se encapricha en llevarnos.

Cuando decides pausar y mirar atrás no siempre ves lo que quisieras ver y como consecuencia piensas que tu futuro es incierto, o peor aún, está arruinado, deshecho, como un frágil juguete de papel.

A LOS JÓVENES:

A los jóvenes, un consejo: Aunque pienses que has caído en lo más profundo de un abismo. Aunque pienses que has decepcionado a los que más amas. Aunque pienses que nadie te ha dado la mano para levantarte o para guiarte por el camino, si eres joven, lo tienes todo por delante. No hay nada que pueda detenerte si deseas cambiar, tomar control de tu vida. Tienes en tu poder lo de mayor importancia: !TIEMPO!

Si queda tiempo… ¡hay tiempo!

¿Qué puede hacer un equipo de football con un marcador de 2 a 1 faltando 30 segundos para terminar el juego? Tal vez no tenga muchas alternativas (aunque hemos visto sorpresas) pero en, tu caso, tienes el tiempo para hacer los movimientos oportunos y terminar airoso. ¡No te decepciones por los resultados presentes si tienes el tiempo para recuperarte y finalmente ganar el partido! El tiempo todo lo cura y todo puede repararlo, si te empeñas y no te rindes. No tienes razón para sentirte encallado y desecho.

A LOS VIEJOS:

Si alguien puede ser pesimista en la vida, eso podemos ser los viejos. Pensamos que todas las cartas están jugadas y no hay nada más que hacer salvo esperar “la pelona” (como dicen en el barrio a la muerte.) Hasta el sabio Salomón vió la muerte cercana y se deprimió profundamente. Pues bien, ¿debemos pensar que todo se acabó? No, amigo mío.  Las oportunidades se acaban, no cuando nosotros decimos que se acaban sino cuando ya no podemos decirlo. Mientras nos quede un poco de oxígeno en los pulmones, podemos pensar y hasta con el pensamiento podemos evaluar nuestros errores y RECONOCERLOS si eso es lo único que en verdad podemos hacer. 

Cuando reconoces un error o muchos errores, has comenzado a curarte con respecto a ti mismo primero, para luego curarte con respecto a los que hayas lastimado. Todos cometemos errores, algunos más graves que otros pero es un error compararnos o medirnos con los demás. Ni con los que pensamos que son peores a nosotros ni con los que pensamos que son mejores a nosotros. Reconocer nuestros errores no solo nos ayuda personalmente sino que ayuda a los que nos escuchen reconocerlos.

Cuando se entrevistó a unos octagenarios en una casa de cuido, se les preguntó si había algo de lo que se lamentaban en sus respectivas vidas. TODOS dijeron que lamentaban no haberle dedicado a sus familias el tiempo que debieron dedicarle. Eso puede aplicar a muchos de nosotros y puede darnos lecciones valiosas, ¿no es cierto? Pues ya vemos que reconocer errores puede inspirar y motivar a otros, incluso a los que no conocemos personalmente.

Si eres abuelo y no te has muerto y te queda un poco más que un buche de aliento, ¿entonces qué? Entonces, no te rindas y comienza a rehacer lo desecho y a levantar lo derrumbado y a sanar lo descoyuntado. Es evidente que hasta tu, abuelo, tienes un poco más de tiempo para curar y curarte. No dejes que la vida te lleve al final del camino sin hacer lo que sientes que debes hacer antes de morir. No tienes que terminar como un barquito de papel, encayado y hundido.Todavía tienes un poco más de tiempo para escribir la útlima página… ¡o tal vez un par de ellas más! o ¡muchas más! ¿Quien sabe?

¡VAYAMOS POR DONDE HEMOS DECIDIDO IR!

Hay que luchar, todos los días, con la tendencia humana al fracaso. Ser agradecidos, aceptar ayuda espiritual y no rendirnos nos ayudará a tomar el timón, a superar las tormentas y los tiempos de sinsabor y andar por la vida, no por donde ella quiera llevarnos sino por donde hemos decidido nosotros navegar.

¿No hacen eso los verdaderos capitanes de barcos? Ellos siempre saben dónde están y por dónde van. No pueden evitar el mal tiempo ni las tormentas, pero pueden prepararse para vadearlas, superarlas o cambiar temporeramente el rumbo. Su meta es llegar al puerto planeado desde el mismo comienzo del viaje.

Tu y yo podemos hacer lo mismo desde hoy. Podemos marcar el destino y la ruta. Debemos ser flexibles durante el trayecto. La vida no tiene por qué dirigir nuestro destino. Eso está en nuestras manos.  ¡Adelante! Vamos juntos por el camino seleccionado y no por donde la vida se encapriche en llevarnos.

Piensa en esto:

¿Estoy satisfecho con el camino que he elegido en la vida? Si necesito hacer cambios ¿cómo puedo alcanzarlos?

¿De qué ventajas disfrutaré si me esfuerzo por persistir en el rumbo correcto? 

 

 

 

 

 

¿Por qué somos como somos?

Cada hijo tiene características particulares y únicas.

Cada uno de nosotros, aunque tenemos características externas similares, en realidad somos muy diferentes unos de los otros. Y eso, en nuestra propia familia. No es extraño que los padres que tienen varios hijos comenten lo distintos que son unos de otros. Incluso, los gemelos idénticos, tienen características de personalidad y habilidades diferentes, lo que muestra la enorme diversidad que existe entre nosotros los seres humanos. ¿A qué se debe que seamos tan distintos?

En este artículo consideraremos algunas de estas razones. Al repasarlas trataremos de comprender por qué existen diferencias entre nosotros y cómo nos hacen ser lo que somos. También veremos que estos factores no tienen que gobernarnos y marcarnos para siempre.

IMPACTO GENÉTICO.

Los científicos han logrado, en los últimos años, avanzar en descifrar algunas características del gen humano y destacar la importancia del factor hereditario en nuestra conducta, forma de pensar e incluso, personalidad.  Sí, nuestra existencia comienza con una serie de factores heredados que irán, a nuestro favor y/o en nuestra contra, desde el mismo momento en que el óvulo de nuestra madre fue fecundado por el esperma de nuestro padre. Desde ese mismo instante, los factores de herencia irán destacándose, de forma precisa, para que lleguemos a ser quienes somos tu y yo.

Los genes determinarán nuestro color de ojos, piel, estatura, carácter, inteligencia entre otras características. Incluso en teoría, los genes determinarán de qué vamos a padecer y morir. De seguro pues, el impacto genético tiene mucho, mucho que ver en que seamos como somos. Sin embargo, el factor genético no es el único factor que nos hace distintos.

El lugar donde nacemos, el clima, el lenguaje y la cultura también nos forman.

IMPACTO SOCIAL.

El lugar donde nacemos, el clima, el lenguaje y la cultura también harán su buena parte en hacernos diferentes. Se ha comprobado que las personas que viven rodeadas de vegetación y que se dedican a la agricultura, tienen, por lo general, un carácter más jovial y actitudes más humildes que los que nos criamos en clima árido y desértico. En casi todas las culturas se reconoce a la gente del campo como más noble que las que vivimos en ciudades atestadas de tráfico y en las que vivimos en asinamiento. El lugar donde nacemos y el ambiente cultural que nos rodea toman ventaja para hacernos como somos.

Algo que me ha llevado a reafirmar esta conclusión tiene que ver con lo que he leído en las Santas Escrituras sobre la gente y la tierra. Se dice de los galileos, por ejemplo, que eran personas más dóciles que los de la árida Judea. Comprobé esto cuando visité Galilea. Todavía hoy, ves una tierra fértil y generosa en aguas. Por otra parte, Judea, refleja en los judíos, características semejantes a la tierra en la que viven. Interesante, que las mismas características del clima, pueden tener influencias en las actitudes de las personas. Por supuesto, había y hay otras consideraciones que tomar en cuenta por lo que no debemos establecer reglas fijas. Con todo, no deja de ser un factor interesante, que el clima puede afectar nuestra manera de ser.

IMPACTO DE LA MUCHA O POCA EDUCACIÓN.

La mucha o poca educación también ejercen su parte en moldearnos.

La escolaridad o grado de educación alto o bajo, igualmente, tendrá un impacto en ser lo que somos. Sabemos que es común observar a las personas muy educadas tener un punto de vista particular hacia los menos educados y viceversa. Los primeros, tienden a querer que sus hijos se asocien con otras personas educadas, aunque estas no sean obligatoriamente mejores personas. Por su parte, los menos educados tienden a ver con sospecha a los más educados. Cuando se manifiestan estas diferencias,  se provocan, estemos conscientes de ello o no, características negativas en ambos lados. Unos por su poca educación y otros por su mucha educación, van a desarrollar prejuicios que serán difíciles de eliminar y que se reflejarán en determinados momentos de sus vidas.

Las diferencias entre las personas, por causa de su educación, no solo dividen familias sino que dividen los pueblos, luego las ciudades y consecuentemente los países. Todos cargamos con alguna culpa por haber llegado a tener opiniones negativas de otros, sobre la base de la cantidad de educación que hayamos podido adquirir en la vida. ¡Que lamentable!

IMPACTO EN LA CRIANZA.

Quién nos cría, abuelos, tíos u otros familiares dejarán una huella en quienes somos hoy.

Cuando los abuelos, los tíos y otros familiares nos crían, en lugar de nuestros padres biológicos, se dejarán también ciertas características que nos llevan a ser como somos. No necesariamente malas, por supuesto, pero tampoco obligatoriamente buenas. Lo que sí se puede generalizar es que, muchas veces, existen características profundas, que en determinados momentos o situaciones van a salir a la superficie para bien o para mal. Puede que se manifiesten en ciertos momentos en nuestra relación marital, con nuestros hijos o en nuestra relación con otros miembros de la familia. También pueden llegar a manifestarse en nuestras relaciones de negocio o trabajo.

Recordemos que muchas de estas características ocurren sin percatarnos de ello, pero han hecho de nosotros,  lo que somos. Somos una suma compleja de circunstancias y situaciones que nos afectan de diferentes maneras. Que nos hace ser lo que amamos de nosotros y lo que rechazamos de nosotros mismos. A veces, nos sentimos orgullosos de lo que somos, y otras veces, nos sentimos desafortunados de ser lo que hemos llegado a ser.

Sin percatarnos de que luchamos con factores que están muy lejos de nuestra conciencia diaria, nos convertimos poco a poco en los que somos. Estos factores que, en realidad, no han tenido mucho que ver con decisiones propias, nos van moldeando día a día, sin darnos cuenta.

Al final, somos lo que somos y al darnos tiempo para pensar en ello, debemos sacar una conclusión valiosa que puede hacernos muy felices. Si nos damos cuenta de rasgos indeseables ¡podemos cambiar! ¡Podemos mejorar! Ninguno de nosotros nace condenado a ser quien no quiere ser, ninguno.

El pasado no garantiza nuestro futuro. Nuestro futuro no está asegurado por nuestro pasado. Tu y yo podemos tener muchas cosas en nuestra contra, muchas, pero nada ni nadie puede obligarnos a tomar un camino que no deseamos, a beber el agua que no queremos ni a llegar a ser lo que odiamos. Esas hermosas y poderosas realidades nos hacen, a todos los seres humanos, diferentes de los animales sin conciencia ni dirección o control de sus actos. Amigo(a) mio(a) ¡resuélvete hoy a superar quien hayas llegado a ser, para convertirte en quien, en realidad, quieres ser!

 

Comer, respirar y tener internet.

Cuando conocí a mi abuelo ya tenía él su pelo blanco. De vez en cuando vienen a mi mente las palabras que me hizo aprender de memoria y que recuerdo hasta el presente: “No hay respeto, no hay amor, no hay cariño…¡todo se ha perdido!”  Si eso era cierto para mi abuelo en la década de los 50ta. es mucho, mucho más cierto hoy. No sé por qué mi abuelo quería que me aprendiera esas palabras. No sé si percibía, con esa sabiduría que manifiesta la gente mayor, que algún día necesitaría recordarlas. No lo sé, lo que sí sé es que mi abuelo no era clarividente, pero tenía muy claro hasta dónde llegaría este mundo.

Jovenes y adultos dedican demasiado tiempo a las redes sociales.

¿Quién puede negar que se ha perdido, al punto de generalizar, el respeto, el amor y el cariño? Se han perdido en las escuelas las clases de urbanidad y de conducta que solíamos tener cuando muchachos. Se han perdido los “cocotazos” que nos daba la maestra por susurrar una mala palabra en el Salón de claes. Y aunque esto parezca una tontería, muchas tonterías juntas, que faltan hoy, nos han llevado al desastre moral y de salud mental que vemos por todas partes. Si te ofrecieran llevar a donde tu quisieras ir a vivir, ¿qué lugar escogerías? Piénsalo bien, porque los lugares que se reconocen como los más felices no disfrutan de las “ventajas materiales” que disfrutan los lugares donde vive la mayoría de los que habitan el planeta; las grandes ciudades. Selvas de desamor dónde el 90% de los que saludamos no se toman la molestia de devolvernos el saludo. Gente y lugares que nos roban la tranquilidad mental y la paz interior pero, que nos compran ofreciendonos wify y el tan deseado internet. Junto con esos, nuestros juguetes preferidos: el acceso a un mundo virtual que, bueno y malo, no queremos perder, cueste lo que cueste.

Vivimos un gran conflicto. El conflicto de no saber lo que queremos. De no saber lo que nos cuesta, lo que queremos. Por una parte reconocemos que la tecnología nos ha robado lo poco que teníamos en sentido de tiempo y por otro lado, la amamos, al punto de estar dispuestos a perderlo todo por estar “conectados.” Y cuando digo “lo que nos cuesta,” que en dólares y centavos son un horror, pienso también en lo que nos cuesta en términos de tiempo, o debo decir, en términos de pérdida de tiempo. En los Estados Unidos las estadísticas comprobadas indican que los adolescentes pasan un promedio de 9 horas diarias a estar conectados. Te lo voy a repetir por si leíste el dato muy rápido. ¡9 horas diarias!

¡Esto es más tiempo del que un adulto trabaja para ganarse la vida! ¿Tienes una idea de todo lo que puedes aprender si le dedicas 4 horas diarias de estudio? Imagínate 9 horas perdidas todos los días de Dios. No duermen, no descansan, no estudian, no pueden trabajar por estar en la red y terminan frustrados y cansados de la vida. Ese es el caldo perfecto para las drogas y el alchol que ciertamente lleva a la juventud de hoy a otros problemas de conducta mucho mayores.

La población carcelaria aumenta.

Los Estados Unidos, el país al que desean emigrar millones de personas, de todas partes del globo, tiene el mayor número de presos que cualquier otro país. La población carcelaria aquí es de dos millones de personas. Y no es casualidad que desde que “disfrutamos” del uso de la tecnología, el número de la población carcelaria ha aumentado vertiginosamente. De 1999 al 2014 un aumento de 945%. No me equivoqué, 945%.

Parece que nuestra vida se nutre de comer, respirar y tener Internet. Mala, mala cosa nos espera en los años por venir. Mala, mala cosa que los abuelos ya no tengamos la misma influencia que nuestros abuelos. Mala, mala cosa que lo que amamos tanto nos destruye en plazos cómodos… y cada vez queremos más. Más lugares con wify, más velocidad, más equipos conectados a la red en la casa. Ya no queremos ni siquiera apagar las luces usando el receptáculo de la pared. ¡Padre mío!

Te propongo un examen personal. No te voy a proponer que vayas a los tiempos de los trogloditas ni nada de eso. Tampoco tengo nada complicado y doloroso que recomendarte. Cada uno ya tiene lo suyo. Sí, te pido esto: Dedica diez minutos a conversar con tu familia. Siéntalos a todos, en la tarde o en la noche, cuando te sea cómodo y no arriesgues la vida por intentarlo. Apaga todos los aparatos, TODOS. Conversa con tu esposa o esposo y con tus hijos juntossolo diez minutos todos los días. Una hora diez todas las semanas. No parece mucho pero tal vez es mucho más de lo que haces ahora ¿no?  Pues vamos ganando amigo(a) mío(a). Si ya lo tienes por costumbre, ¡te felicito! ¡No tienes una idea de los problemas que resolverás al tiempo presente y a lo largo de los años.

Hay cosas sencillas que hemos perdido, sí, son muchas, pero las batallas que valen la pena nunca se dejan por perdidas. Nunca debemos darnos el lujo de perder el respeto, el amor y el cariño. ¡Nunca!

 

Oui, sí, yes … ¡yo hablo inglés!

Aprender un nuevo idioma se ha hecho más popular que lo que muchos piensan. Y es razonable en vista de que el mundo se hace más y más pequeño, debido a la globalización. Aprender un nuevo idioma ha dejado de ser algo exclusivo de las clases cultas para convertirse en algo posible, atractivo y productivo y para muchos de nosotros.

¿Deseas aprender un nuevo idioma? Si es así, hay algunas recomendaciones que por experiencia propia pudieran ayudarte. A estas llamaré la regla de las tres “P”. Veamos:

La primera “P” es, “POR QUÉ” quieres aprender ese idioma en particular. Debe haber alguna razón y esa razón es más importante de lo que a priori puedas suponer. El saber por qué, te suplirá la motivación que necesitas para emprender este reto. Se ha comprobado que los estudiantes que tienen una fuerte motivación logran los mejores resultados. De seguro, no deseas empezar algo que no vayas a terminar. No quieres perder tiempo y recursos valiosos, además de experimentar la consabida frustración del fracaso, por empezar y no terminar. Una vez hayas determinado el POR QUÉ quieres aprender inglés, francés o cualquier otro idioma, podremos pasar a la segunda “P” de nuestra regla de tres.

“PACIENCIA.” Cualquier cosa nueva que deseemos aprender implicará mucha paciencia. Aprender un nuevo idioma no es la excepción. Recuerdo que cuando aprendía el ASL (Lenguaje Americano de Señas o Signos) estaba más interesado en aprender palabras que conceptos. Cualquiera que haya estudiado el ASL sabe que, en este fascinante idioma de los sordos, los conceptos son los que te ayudarán a transmitir las ideas y no simplemente las palabras. Mi maestra me enseñó que, para aprender el idioma de los sordos, primero, debería hacer un dibujo mental de lo que quería decir. Entonces, pude comprender que no podía aplicar la estructura del idioma español al lenguaje de signos. Sin embargo, ese es uno de los errores más comunes que cometemos cuando vamos a aprender un nuevo idioma. Aprender el lenguaje de señas era como entrar en una dimensión, hasta entonces, completamente desconocida para mi. ¡Cuanta alegría me reportó!

Ejercer paciencia te va a permitir entender cómo el nuevo idioma tiene su propia estructura, su propia mentalidad, por decirlo así. Se va a requerir paciencia para darte cuenta de que junto al idioma se incorporará su cultura. Esa cultura concomitante puede, en ocasiones, ser más complicada que el idioma en sí. Para mi, esto ha sido algo inesperado pero muy interesante.

Otro bien que puede producir ejercer PACIENCIA al aprender un nuevo idioma, pudiera tener que ver con el descubrimiento de otras cualidades, antes desconocidas. El impaciente o no se percata de que debe desarrollar nuevas habilidades o tal vez es muy perezoso para esforzarse por descubrirlas. Así que, si hemos decidido esforzarnos por aprender un nuevo idioma, pudiéramos poner a prueba la humildad mental que poseemos. Quienes la demuestren están en mejor posición de salir exitosos en su empeño de aprender.

“PRÁCTICA.” es nuestra tercera “P”. Al principio lo que sale de la boca no tiene la pronunciación correcta ni el sabor apropiado. La práctica va a lograr que se perfeccione. No te frustres si te das cuenta de que no te entienden o que provoca risa lo que dices con tu boca o lo que haces con tus manos (en el caso de los idiomas de signos). En el lenguaje de señas americano, por ejemplo, en cierta ocasión, mientras me dirigía a un auditorio, dije que era “un animal” en vez de decir que era “joven”. De más está decir, que no sabía por qué el auditorio apenas podía contener la risa. Cuando me bajé de la plataforma y me explicaron ¡ahora yo también podía reírme a carcajadas! En el lenguaje americano de signos, los dos conceptos se parecen mucho. De todas formas no me rendí y seguí practicando. Claro, me equivoqué muchas veces más, pero, hay que seguir practicando y tomarlo, como dice un amigo “deportivamente,” comprendiendo la importancia de practicar sin rendirnos.

Aprender un nuevo idioma es como aprender a caminar. Tal vez no nos acordamos, pero los primeros pason fueron difíciles y nos caímos muchas veces. Sin embargo, no dejamos de seguir tratando y hoy corremos sin darnos cuenta de que hubo un día en que no podíamos dar un paso.

Algo especialmente valioso para aprender idiomas de señas así como los idiomas hablados, es comprar o preparar tus propias tarjetas con vocabulario o conceptos. Memorizar estos son de mucha ayuda en el proceso de practicar.

Si tienes amigos que también están aprendiendo el idioma, puedes pasar horas divertidas e instructivas utilizando estas ayudas visuales para mejorar y acelerar la práctica del idioma. Usalas y verás enseguida los buenos resultados.

Bajo esta “P” de práctica, debo recomendarte que uses el Internet y veas los vídeos que pueden ayudarte a familiarizarte con el idioma. Estos vídeos cortos, incluso de anuncios comerciales, te ayudarán muchísimo a “educar tu oído”. Hasta escuchar las noticias en ese idioma puede ampliar tu vocabulario y exponerte al habla diaria de los que lo utilizan. Notarás que la manera coloquial de hablar en la calle no se parece a la forma pausada en la que aprendemos en un salón de clases.  Tómate el tiempo para investigar en la red y disfrutarás de practicar. Recuerda el dicho: “la práctica hace la perfección.”

Aún si por el momento no estás decidido a aprender una nueva lengua, cultura y forma de expresión, al menos tienes una idea más clara de lo que puede implicar. Incluso podrás compartir algunos de los comentarios de este ensayo. Eso sí, por favor, si conoces a alguien que está aprendiendo un idioma nuevo, anímalo y pídele que te comente sus experiencias de aprendizaje. De seguro te contará cómo aprender un nuevo idioma le ha ayudado personalmente a entender mejor a otras personas y a sentir mayor simpatía por gente de otras culturas.

 

El rencor nos hace daño.

Todos sabemos que el rencor es dañino y perverso en todas sus manifestaciones pero en nuestro fuero interior todos reconocemos que en más de una ocasión lo hemos sentido. Y no es raro que algunos de nosotros, estemos luchando con estos sentimientos toda la vida. De modo que hoy, nos llenaremos de valor y meditaremos sobre el tema en este ensayo. Si leer sobre el rencor requiere valor, escribir sobre el rencor puede ser difícil. ¿Por qué? ¡Porque es una cualidad negativa y fea de la personalidad de la que todos quisiéramos escapar!

Desde el punto de vista del redactor, que no es para nada científico, ni pretende ser exclusivo, el rencor se produce cuando una persona no ha resuelto un problema o no ha sabido resolverlo cabalmente. Si queremos darle una definición más oficial, diremos que “el rencor ocurre cuando un problema no queda resuelto satisfactoriamente”. De un asunto que no se ha discutido a profundidad o no se ha tratado apropiadamente hasta su conclusión, resucitarán rencores. Tal vez no inmediatamente, pero he aprendido que el caldo que provoca el rencor es la insatisfacción de que un asunto no se concluyó debidamente. Tal vez sentimos que no se hizo justicia, que no se nos escuchó, que se fue parcial con una persona o que la persona cobardemente huyó del escenario sin siquiera darnos la oportunidad de resolver el problema. Todo lo anterior, genera, tarde o temprano, el rencor.

Si es posible, en el proceso de tratar un problema que logre evitar el rencor, es importante tener el valor de tratar los asuntos en el escenario y en el marco apropiado. En vez de eso, muchos de nosotros, preferimos esquivarlos, actuar de forma ruda y drástica alejándonos de la situación y creando, sí, fabricando rencores por todos lados.

He visto y experimentado cómo las personas, en vez de tomarse el tiempo y la paciencia para discutir, como personas razonables e inteligentes un asunto, actúan de forma violenta sin siquiera molestarse en tratar con valor y equidad determinada situación. A veces el supuesto problema ni siquiera existe, claro, excepto en la mente del que lo crea. Así se pierden relaciones de muchos años entre padres e hijos, entre familiares cercanos e incluso entre personas que fueron amigos por muchos años. ¡Que forma tan trágica de echar por la borda relaciones preciosas!

Puede que de una manera u otra todos seamos culpables de haber sembrado y cosechado nuestras propias frustraciones que luego llegan a convertirse en rencores que envenenan nuestro corazón. Puede que los rencores nos envenenen desde la niñez, en la juventud o en la adultez. Sea cuando sea, tendrán la capacidad de hacernos daño, mucho daño.

Pero desgraciadamente no termina el problema con el fin de una relación. ¡Ahora viene lo peor! A continuación, poco a poco, el rencor va resucitando como un fantasma que aparece y desaparece de nuestros sueños, de nuestros pensamientos y de los lugares que nos traen recuerdos.

¿Cómo se mata el rencor para siempre?

Hasta donde puede ver mi vista y mi propia experiencia, el fantasma del rencor, el veneno del rencor se mata PERDONANDO. Para mi, no hay otra forma eficaz de erradicarlo para siempre. Pero, permítanme explicar.

No estoy diciendo que PERDONAR es adjudicar la razón a la otra persona o a las otras personas que provocaron nuestro dolor y frustración. Tampoco estoy diciendo que debemos echarnos la culpa de lo que sucedió. Nada de eso, de hecho, perdonar tiene que asociarse con algo más elevado para que logre curar nuestras heridas de rencor. Perdonar es convertir la experiencia dolorosa en una experiencia valiosa, en una lección de la vida. Aprender de lo que sucedió puede, no solo ofrecernos algo útil, sino que también nos ofrece el consuelo de que probablemente, por no decir, seguramente, la otra persona o las otras personas, también aprendieron una lección. Y nadie dice que todas las lecciones de la vida son agradables, de hecho muchas de ellas, las más valiosas, vienen precísamente de experiencias dolorosas y frustrantes como enfrentar una enfermedad, perder un amigo o un familiar cercano en la muerte.

De espaldas al rencor tienes un camino libre por delante.

Estoy diciendo que el rencor puede y debe sustituirse por el pensamiento positivo de una buena lección aprendida, y solo el perdón nos puede ofrecer esa plataforma, ese concepto, esa forma de mirar nuestras frustraciones.

Perdonar, por lo tanto, no es de personas débiles, flojas. Todo lo contrario, quien tiene la capacidad de perdonar se hace fuerte, valioso a otras personas. Una persona libre de rencor, queda liberado del dolor de cualesquiera frustraciones pasadas. La persona que perdona es una persona ágil en sentido emocional.

No será atacada por sentimientos de inutilidad ni con poca estima personal, no será ese maestro frustrado y amargado llevado de aquí para allá por las olas de su propia justicia farisaica sino que será un hombre o una mujer “hecha” a la altura y dignidad de un ser humano limpio y libre.