Tiempos de robles y tiempos de palmeras

Crecí en una isla hermosa llena de palmeras y cocoteros. También crecí acostumbrado al sonido de la palabra “huracán.” (Una voz indígena, concretamente maya, que viene del nombre del dios caribeño del mal, llamado hunracán). Quienes hemos experimentado la fuerza de uno de estos fenómenos atmosféricos, también sabemos la inmensa resistencia que tienen las palmas para capear las tormentas. No importa si son cocoteros o palmas reales, las palmas son un ejemplo de aguante del que podemos aprender.

La palma, como sabemos, cede al viento y se inclina a su favor más y más, tanto, que a veces piensas que se parte, ¡pero no se parte! Resiste. ¿Te has fijado en las hojas de las palmas? Sus hojas son abiertas lo que permite que el viento pase entre ellas. Si el viento es muy fuerte las deja todas despeinadas pero ellas permanecen. Cuando termina la tormenta, ahí quedan, inmovibles ejemplos de persistencia.

En esta foto tomada de las noticias de los canales 12, 3, 11 se muestra claramente cómo un longevo árbol de eucalipto cae vencido por una tormenta, mientras detrás se observan las palmas que permanecen en pie.

¿Qué ayuda a las palmas a soportar toda esa fuerza? Su habilidad para ceder, para inclinarse frente a lo que no puede enfrentar. Ahí también radica nuestra fuerza. A nuestra habilidad de ceder, en vez de mostrar oposición, cuando lo sabio y perspicaz es precisamente ser flexibles. No podemos combatir lo que es más poderoso que nosotros mismos… sería una batalla inútil. La palma decide sobrevivir y nosotros podemos hacer lo mismo.

Si hay que enfrentar la ferocidad de una pandemia debemos estar listos y ser flexibles. Si tenemos que enfrentar una enfermedad, también podemos ser flexibles y no desesperarnos ante lo que no podemos cambiar. Se trata de resistir. Si hay que cambiar una meta o reconstruir un sueño, haremos eso para permanecer en pie.

¿Significa lo anterior que debemos ceder a toda la fuerza que se ejerza sobre nosotros para salvar el pellejo? ¡Por supuesto que no! Flexibilidad y ceder no tienen nada que ver con ser flojos, aprovechados o pusilánimes. Más bien, ser flexibles tiene que ver con aprender a capear las tormentas, ajustar las metas y reconstruir los sueños. Hay tiempos en la vida en los que debemos aprender a ser palmeras pues solo así sobreviviremos.

Sin embargo, hay otros tiempos en los que debemos comportarnos como robles. Firmes, macizos, de raíces profundas y resoluciones inamovibles.

No es fácil mantener un equilibrio sano entre la flexibilidad y la firmeza. Todos, de tanto en tanto puede que nos inclinemos a un lado o al otro por multitud de factores. Sin embargo, esa no debería ser la regla general ni el patrón de nuestra vida. Si bien debemos ser flexibles, también en cierto que hay tiempos para ser robles. Bien dice el sabio en el libro de Eclesiastés “Para todo hay un tiempo determinado; hay un tiempo para cada actividad bajo los cielos.”

¿Cuáles son esos tiempos? Los tiempos en que nuestra integridad personal se ponga a prueba. Los tiempos en que nuestra fibra moral se somete a presiones semejantes a tormentas, los tiempos en los que no debemos permitir que se nos hostigue emocional, sexual o físicamente. Tiempos en que se nos abuse verbalmente o se amenacen los valores que nos distinguen.

Ser flexibles, cuando se pueda, ser inmovibles cuando se deba, ese es el gran secreto de la vida. Ahí es cuando son importantes las raíces, las convicciones, las determinaciones no negociables. Por no negociables nos referimos a las que ni bajo amenazas estamos dispuestos a cancelar.

La integridad, estimado amigo, existe. Estamos rodeados por ella. Es lo que distingue a las estrellas allá arriba, a la naturaleza aquí abajo, a las leyes que rigen la gravedad, los movimientos del viento y la que impide que el mar nos inunde. Estas leyes son integras, incambiables. Y hay millones de seres humanos igualmente confiables e inmovibles en sus creencias. El holocausto fue un ejemplo de eso. Miles murieron por lo que eran, homosexuales, malhechores comunes, o judíos, odiados simplemente por no ser alemanes. Pero otros, incluso alemanes de nacimiento, murieron por ser como robles, murieron no por lo que eran, sino por lo que creían. Ejecutados por su integridad, sus tumbas todavía gritan: “no lograron doblegarme.”

La integridad y la flexibilidad persisten. Las palmas y los robles, también. Tu y yo tendremos tiempo para ser palmeras y enfrentamos tiempos para demostrar ser robles. De ambos, tu y yo tenemos un poco.

En la Universidad de Puerto Rico (UPR) dando una conferencia sobre el Holocausto a estudiantes del colegio de Humanidades.

¿Estamos aprendiendo algo?

Un virus nos sacude y nos llena de ansiedad. El COVID-19 es capaz de detener a un hombre, luego detiene a su familia, a la comunidad en la que vive, a su ciudad, a su país, su hemisferio y finalmente a todo el planeta.

A medida que se van extendiendo los días de cuarentena y la gráfica de enfermos se va reduciendo poco a poco, uno se pregunta si estamos aprendiendo algo de todo este ejercicio. ¿Qué piensas tu? ¿Piensas que sacaremos buenas lecciones de todo esto? ¿Logrará esta pandemia cambiar nuestro punto de vista sobre lo que de veras debemos valorar? ¿Estamos aprendiendo algo sobre las razones por las que nos afanamos tanto? ¿Cambiará el orden de nuestras prioridades COVID-19?

Para un grupo de nosotros esta experiencia solo dejará un sabor amargo que se basará en el dinero que dejamos de ganar, los lugares que dejamos de visitar y la incomodidad que provocó la cuarentena al tener que quedarnos en casa. Tal vez esas sean todas las lecciones que nos deje el COVID-19 a muchos de nosotros. Una pesadilla que no deseamos recordar.

En otro grupo de seres humanos, esta situación dejará una marca parecida a lo que hace en la piel un tatuaje. Dejará una huella con la que vivirán el resto de sus días. Para este grupo queda claro que no somos invencibles. Esa prepotencia del ser humano que nos invita a vernos en control de todo se ha desvanecido para ellos. Sin embargo, marcados y desconfiados en cualquier poder humano, no harán absolutamente nada más. Solo reforzarán su hambre por satisfacerse a ellos mismos, ahora con más hambre que nunca. Para este grupo el “yoismo” se convertirá en una forma de religión. Religión en la que se adoran ellos mismos.

Otro grupo, el mayor de todos, no aprenderá absolutamente nada. Todo quedará olvidado en poco tiempo. Para estos no hay lección duradera. No olvidemos que una lección no aprendida será una experiencia repetida vez tras vez. Ese grupo ha comprado la idea de que la vida es una repetición de los mismos acontecimientos separados solo por el tiempo. Miran la historia y siempre encuentran paralelos que para ellos ilustra que todo en la vida es una incansable repetición de lo mismo. Un círculo interminable en el que no hay nada nuevo bajo el sol y todo es temporal. Lo que cuenta es lo material, lo que puede contarse, separarse y dividirse.

Hay otro grupo, el más pequeño de todos. Son las personas para quienes la vida tendrá otro sentido después que pase el COVID-19. Estas pocas se sentirán motivadas a ser más conscientes de su pequeñez. Esa consciencia puede llevarles a buscar soluciones en otras fuentes. Despertará su conciencia y les moverá a tomar decisiones, las más importantes que pueda tomar su generación. Si las toman o no está por verse pero todo comienza con lo que resuelve hacer nuestro corazón. Todo dependerá de con cuánta fuerza deseen cambiar el patrón de sus vidas y su visión del futuro. Serán una minoría, pero a la vez, será la minoría más valiosa del planeta. La minoría que merece ser preservada para cosas mayores y mejores.

Y tu y yo, ¿estamos aprendiendo algo verdaderamente valioso durante esta pandemia? … tan valioso como para cambiar nuestros puntos de vista sobre la vida, la manera en que la vivimos y el futuro?

Vamos a dar una mirada breve al año 1918. La escena nos parecerá familiar.

Ya vemos que ni todos aprendemos ni todos estamos dispuestos a sacrificar algo en aras del bien común. Y, tristemente, esa es la historia de la mayoría. Nunca es suficiente. Siempre queremos más. Nunca estamos mal, son otros los que están mal. Siempre tenemos la razón, siempre empujamos a doña justicia para ponerla de nuestro lado a trompadas. ¿Hasta cuándo seguiremos aplazando las lecciones?

Mi madre decía: “el que por su gusto muere, la muerte le sabe a gloria.” Y todo parece indicar que esa gloria alcanzará a los que sigamos sin aprender absolutamente nada del pasado, de la historia y lamentablemente, de los que ni siquiera aprendemos del presente.

Todos, deberíamos estar aprendiendo algo. Deberíamos estar haciendo resoluciones firmes, todos deberíamos abrir los oídos y los ojos para ver y escuchar. Si lo hacemos, todavía estamos a tiempo para aprender algo nuevo, valioso y trascendente.

Un gran orador o un buen maestro ¿es lo mismo?

No es algo que sucede a menudo pero, de tanto en tanto, uno queda impresionado por las habilidades de comunicación de algunos oradores públicos. Buen vocabulario, estupenda presentación, elocuencia al transmitir los conceptos y el uso de pausas, justo en los lugares apropiados. Uno se impresiona y dice: “esta persona es un gran orador” ¡quiero invitarlo a la próxima conferencia de mi compañía! ¡Es el orador que necesitamos!

Desgraciadamente cuando llega el día de la conferencia y conoces al orador en persona, quedas completamente decepcionado. Su forma de ser, su ego elevado y su forma despectiva de ver a los demás, te dejan aturdido. Sin embargo, la conferencia es un éxito porque el hombre se transforma en la tarima… pero su personalidad y forma de ser, cuando se baja de la plataforma, deja mucho que desear. Es increíble en lo que se convierten algunas personas solo por elevarse tres pies sobre sus semejantes. ¿El resultado? No lo vuelves a invitar y por supuesto, no lo recomiendas a nadie.

¿Qué sucedió? Lo que sucede no pocas veces. Nos dejamos impresionar por lo que vemos y cuando nos acercamos, lo que vemos, para nada nos gusta. Con la misma fuerza que nos acercamos, nos alejamos. Y es probable que te hayas sentido así alguna vez cuando conociste a una mujer muy hermosa, o en el caso de las damas, a un hombre super guapo. De repente te deslumbra y cuando le conoces te quieres alejar lo más rápido posible. ¡Qué decepción! ¿Te ha sucedido? En realidad la belleza física es solo un 10% de lo que te atrae a alguien y lo mismo sucede con la oratoria pública. Lo que escuchas es excelente pero la persona te descorazona.

Y por supuesto, habrá quién diga, “-lo que me interesa es la conferencia y lo que quiero es el mejor orador”. Y te comprendo. Buscas resultados. No buscas amigos ni ejemplos de vida. Quieres al orador. Adelante, estás en tu derecho. Solo que no olvides que todo el mundo va a darse cuenta de qué es lo que buscas. Hay oradores famosos por sacar dinero de la gente, por llenar estadios y por presentar emotivos discursos en funerales de gente famosa. Si no fueran muy solicitados y altamente costosos, no serían tan famosos. Lo son porque eso es lo que llena el ojo, los oídos y muchas veces, también los bolsillos.

Pero, si buscas un maestro, tu meta es mayor. Tu auditorio tendrá un beneficio a largo plazo y el nivel de satisfacción será superior . Eso hablará mejor de ti y de lo que tu buscas. ¿Por qué? Porque hay una diferencia importante entre un orador y un maestro. Ambos te pueden impresionar en la tarima de los oradores y ambos pueden motivarte… pero, solo uno va a llegar a tu corazón y va a sacar lo mejor de ti. Solo uno quedará contigo por más tiempo y tendrá el mejor efecto. Ese es, ¡el maestro! Y el maestro, cuando lo conoces, no se parece en nada al flagrante orador que motiva a las masas.

El maestro es humilde, es empático, no te rebaja para elevarse él. No es el que siempre dice la última palabra. Es cierto que el maestro puede exigirte, pero al hacerlo, te motiva al punto de que te gustaría ser como él. Te educa y abre tus neuronas, te cuida y te enseña, vez tras vez, sin cansarse ni considerarte idiota. Y no es que el maestro no pueda desempeñarse con la misma destreza que el orador, sino que a diferencia del orador público, el maestro vive lo que trata de enseñar y lo hace desde una perspectiva realista, desde tu visión y no parado sobre tu cabeza.

El maestro que no se olvida…

Si has conocido buenos maestros en tu vida, si los has conocido de cerca, sabes que no se olvidan. Si ya no tienes contacto con ellos, sabes que en innumerables ocasiones recuerdas sus frases, sus actitudes frente a los retos, su paciencia al verte fracasar. La esperanza que pusieron en ti sin exigirte nada, y aún con el paso del tiempo, cuando piensas en ellos, te hacen rescatar lo mejor de ti. Escuchas sus consejos muy adentro de ti y no dejan de jugar un papel en tu afán por no rendirte ante tus retos.

Un orador te impresiona por media hora, pero un maestro te ayuda toda la vida.

Cualquier instructor público que es sincero y quiere motivar a otros de seguro tiene una meta digna. Tendrá que esforzarse por conocer el idioma, estudiar bien su material y vestirse impecablemente. Sin duda puede hacer mucho bien. Sin embargo, quien quiera ser un buen maestro, tiene en sus manos un proyecto de toda la vida. Un proyecto duro que comienza con educar su propio corazón. Tiene que educar la voluntad, empeñarse en ver a los demás como iguales y nunca creer que ha llegado a la cima… porque siempre hay mucho que mejorar.

Aunque aplaudo a los buenos oradores por sus habilidades, solo llegan a mi corazón los buenos maestros. A unos aplaudo, a los otros bendigo. Los maestros son un don de Dios y un regalo que trasciende. Estoy en deuda con ellos. Trato de imitarlos y aunque sé que me quedo corto en mis esfuerzos de ser como ellos, me siguen inspirando y me siguen ayudando a tratar de ser mejor.

Obstáculos en el camino

¿A quién le gustan? A nadie. Cuando tu y yo tomamos decisiones no acostumbramos a visualizar los obstáculos que pudieran presentarse. Vemos el camino liso sin curvas, distracciones ni obstáculos. Somos así y acostumbramos a planificar con pensamientos ideales. Luego, muy a menudo, enfrentamos realidades que arruinan nuestros sueños.

Cuando éramos prácticamente bebés, dimos nuestros primeros pasos, a tropezones y nos caímos vez tras vez, pero, como por instinto, como si supiéramos que la vida se trataría de seguir intentando hasta lograrlo, nos pusimos de pie una y otra vez hasta lograrlo. Al principio nos tiraron una manita, pero luego, aprendimos a hacer equilibrio hasta que llegó el momento en que corríamos y saltábamos con gran seguridad. Si lo pensamos bien, nuestras primeras lecciones en la vida nos enseñaron que los obstáculos empiezan temprano. Y estos nos han acompañado a lo largo del camino.

De modo que ¿por qué nos extrañamos tanto de que aparezcan los obstáculos? ¿Son en realidad algo nuevo para nosotros? ¡No! Es más, realicemos el hecho de que mientras vivamos, habrá retos, fracasos, obstáculos y victorias. No siempre las vemos porque tenemos la tendencia a ser idealistas, pero siempre han estado ahí y lo estarán. ¿Entonces? Entonces es hora de que cuando planifiquemos nuestros proyectos, reconozcamos que vamos a tener que considerar obstáculos que pudiéramos enfrentar. De esta forma, evitaremos que nos tomen por sorpresa. No queremos que frustren nuestros intentos de llegar adonde queremos.

Sabiendo lo anterior ¿no será práctico calcular los riesgos y visualizar las piedras que pudieran presentarse en el camino? Con cada proyecto pudiéramos tratar de hacer un plan “B”, especialmente si ese proyecto es de importancia. Luego, si todo marcha a pedir de boca, como sucede a veces, todavía podremos sentirnos contentos de que no fue necesario utilizar el plan de contingencias. Mi abuelo decía que “más vale una onza de precaver que una libra de remediar”. Todos estamos de acuerdo con eso pero no todos nos aplicamos al dicho.

Durante esta época de incertidumbre por la cuarentena del COVI-19 ha quedado claro que a muchos les tomó por sorpresa, sin ninguna clase de preparación. Pues bien, ¡lección aprendida! Ya no debería tomarnos por sorpresa lo que pueda presentarse en el futuro cercano. Por ejemplo, debemos mantener una reserva de alimentos para imprevistos, incluso se puede mantener una alacena con productos para uno o dos meses e irlos reponiendo y consumiendo para que no envejezcan y tengamos que desecharlos por llegar a la fecha de caducidad. De ahora en adelante todos debemos aprender la lección para evitar, al grado posible, el corre corre de último minuto.

También podemos prepararnos emocionalmente. Recursos como Skype, Zoom y FaceTime nos pueden ayudar a mantener contacto social que es tan importante para todos en la familia. Tal vez, tengamos que enseñar a los mayores de la casa a aprender a utilizar estos recursos. Si no tenemos internet en casa, es hora de calcular los gastos para añadir una cuenta de alta velocidad para que toda la familia pueda estar conectada, informada, entretenida y ocupada si tenemos que quedarnos en casa para otra cuarentena. Lo mismo con relación al dinero. Tener algo de dinero en casa es sabio por si no es posible llegar al banco, o incluso, si el banco está cerrado. No siempre las tarjetas de crédito se aceptan en una crisis.

El punto final es, recordar, que en la vida real nada es perfecto y que irremediablemente vamos a tener que enfrentar muchos imprevistos, muchos cambios y muchos retos. Todos debemos prepararnos con plan “A” y plan “B”, no porque seamos negativos sino porque queremos ser precavidos. Somos sabios si visualizamos los obstáculos del camino, incluso antes de llegar a ellos.

Y ahora, ¿qué?

Creo que todos nos hemos hecho esa pregunta más de una vez en días recientes, en medio de esta crisis del COVI-19. Una mala noticia sobre otra mala noticia haces que te preguntes, “bueno y ¿ahora qué?

No solo aquí en los Estados Unidos sino que, alrededor del mundo, la pregunta se hace muchas, muchas veces. Mientras hacemos ajustes por aquí, se nos desparrama aquello por allá. ¿Qué voy a hacer? ¿Cuánto van a durarme los ahorros? ¿Cuánto puede esperar mi casero por la renta que no puedo pagar? ¿Qué va a pasar con los pagos del automóvil? ¿Hasta cuándo voy a poder mantener mi trabajo? ¿Cuánto tiempo más estarán los muchachos en casa sin ir a la escuela? …y mil preguntas más que siempre terminan en la última que invariablemente es, ¿y ahora qué?

Los días siguen pasando y simplemente parece que el año se nos va a ir en esta misma aventura de no saber lo que va a pasar mañana. Nos vamos convirtiendo en ese condenado a muerte al que le van extendiendo un día más de vida. Es como si le dijeran “Vamos a colgarte pero no va a ser hoy. Tal vez te colguemos mañana.” No sé, pero habrá un montón que dirían: “oye si me vas a matar acaba de hacerlo porque vivir esta agonía es peor que morir”. Y es que la incertidumbre es la clase de tortura que pone a prueba los nervios del más valiente o del más inconsciente del planeta.

Si tienes dinero pues es como si no lo tuvieras, si tienes un lindo auto en el garaje, da igual. Si tu negocio iba regular, ni te pregunto cómo va ahora y si te quieres volver loco espera a que se te caiga NETFLIX o tu Wify. Ya sé, en medio de esa crisis empeorada, harás la misma pregunta: “¿Y ahora?

Pues nada, que lo que era importante ya no lo es y es solo ahora que todos lo vemos bien clarito. Reconoce que tu mujer es una campeona, que tus hijos unos valientes y tu, bueno, más vale que tu eches pecho y te pongas a trabajar en casa, a darle clases de la vida a tus hijos y a cambiar esa cara de malhumor. Es tiempo de ser más positivo a no estar tan encerrado en tus cosas. Es tiempo de prestar un poco más de atención a tu familia que es, a la larga y a la corta la razón de todo lo que haces. ¿Cierto?

Según la Johns Hopkins University la cuenta es de sobre 138,000 muertos por causa del COVI-19 y sobre dos millones de casos confirmados de personas que se han contagiado con el virus. Y aunque el presidente de los Estados Unidos dice que este país ha llegado al pico de la curva y que ahora irá descendiendo el número de casos, la verdad es que si nos alcanza a nosotros es lo mismo que la curva suba o baje, nos habrá alcanzado y ¿ahora qué?

Es tiempo de aprender que cada persona es importante, única e imprescindible y eso, afortunadamente te incluye a ti y a mi. Si nos desesperamos y empujamos lo que no debemos empujar, en vez de aliviarnos, puede que las circunstancias se empeoren. Hay que tomarlo con calma y aprender a esperar. De hecho, aprender a esperar es un buen ejercicio que nos puede beneficiar a todos. Esperar se ha convertido en una mala palabra porque lo queremos todo rápido, nuestra sociedad nos ha inculcado el tema de la velocidad en todo lo que hacemos y ese tema ha llegado a ser uno muy peligroso que ha afectado a nuestros hijos, tal vez de forma irreparable. Meditemos un poco en esto y tratemos de aprovecharnos de esta situación para frenar un poco nuestra vida, nuestras expectativas del mañana y nuestra relación con los demás para que no sea tan superficial, tan rápida y al final tan insensible.

En el video que sigue repasamos, musicalmente, el curso de nuestra vida agitada y el encuentro superficial que tenemos con los que se cruzan en nuestro camino, que están en la misma desventura que nosotros. Lo recibí de un amigo y lo comparto con ustedes. La música es impecable y el concepto, brillante.

Vacío mi tintero por hoy, para animarte a no descuidarte y a resistir. Aunque digan que estamos en la recta final, no te hagas de ilusiones y toma cada día por lo que es, una oportunidad más de fortalecerte emocional y espiritualmente, un día más para unir y no desunir, para multiplicar y no dividir, para sumar y no para restar. Quiera Dios que aprovechemos estas circunstancias y salgamos de ella más fuertes de lo que entramos… aunque a veces tengamos que decir… Y ¿ahora qué?

¿Es en realidad una sorpresa todo esto?

Pues cuando hacemos un poco de investigación, descubrimos que hace tiempo que los hombres de ciencia están “jugando” con los virus. Hay que recordar que las armas, convencionales, incluso las no convencionales como las armas atómicas y los ejércitos, grandes o pequeños dejan de tomar vigencia en el mundo en que vivimos. Hoy por hoy, hay suficiente tecnología para detener a todo un país o arruinar la economía de cualquier nación. Hay suficiente tecnología para matar a miles sin necesidad de disparar una bala.

En el mundo de hoy los terroristas pasan a un segundo nivel porque se puede hacer más daño con un químico, un virus, o una enfermedad que con un ataque por sorpresa. Y eso, sin tener que sacrificar la vida del atacante.

Y así como hombres juegan con los virus y las enfermedades, otros, probablemente juegan con la bolsa de valores, o andan a escondidas jugando con el genoma humano. Tratando de “crear” cosas horrorosamente distintas y peligrosas. Y no es descabellado pensar que todavía otros buscan formas de derribar las barreras de seguridad y las contraseñas de los organismos del más alto nivel, para el beneficio de unos o de otros. ¡Mundo peligroso, cruel y ambicioso el de hoy!

¿Qué industria no está contaminada por el dinero o el poder? ¿La industria de los alimentos? ¿El comercio? ¿La publicidad? ¿La medicina? No sé, tal vez el lector piense que hoy me levanté con el pie izquierdo y que la cuarentena me está afectando el cocote. ¡Puede ser!

En la década de los cuarenta, la educación era un privilegio. Pocos tenían la ventaja de tenerlo a su alcance. Hoy, todo el mundo tiene acceso a millones de páginas de información. El conocimiento está al alcance de todos y sin embargo, la humanidad en general padece de lo que, para mí, es peor que el temido COVI-19; la ignorancia auto impuesta. No queremos saber, no queremos aprender lo que deberíamos estar haciendo y no queremos escuchar lo que puede levantarnos, orientarnos y beneficiarnos. Solo queremos que nos regalen los oídos y desgraciadamente siempre hay quien lo haga.

¿Pudieras escuchar el video que sigue? No se trata de una profecía inspirada sino de la visión de quien se sube a una colina y se toma el tiempo de mirar adelante. Escucha:

Entonces, lo que vemos hoy no debería causarnos tanta sorpresa. Tampoco los eventos que seguirán a esta pandemia universal. Si lo piensas bien COVI-19 no es un aviso, es el primero de los duros impactos que nos esperan.

Estimado lector, no pierdas de vista la oportunidad que tienes hoy de pausar, aprender y meditar en lo que sucede, y en por qué sucede.

Muchas veces te hemos visitado y hemos tratado de conversar contigo, pero, te has acostumbrado a decir: “no tengo tiempo”. Ahora tienes el tiempo, estás en casa, pero no estaremos a tu puerta. Te invito a que cuando volvamos a estar en tu casa, en la calle, o en un parque, nos escuches. ¡Ya tienes todos los avisos que necesitas!

Cuando volvamos a vernos, por favor, ¡escúchanos!

Anima a otros y te animarás a ti mismo.

Eso suele ser así. La vida es complicada pero algo que se aprende pronto es que en la medida que das, recibes. Si buscas, encuentras. Estos son tiempos de buscar lo que nos edifique, alegre y levante el ánimo. Buscar lo que nos saque una sonrisa y lo que nos fortalezca emocionalmente. No hay mucho por ahí que sirva en ese sentido, pero siempre se encuentra. ¿No es cierto?

Varios amigos me han enviado algunos videos y notas muy simpáticas, otras son realmente edificantes o fortalecedoras. Comparto con ustedes un par de ellas con la esperanza de que sean otra pausa refrescante.

Sí, sigue siendo importante lavarnos las manos para toda clase y antes de toda clase de actividad sean en casa o en el patio. Si salimos no olvidemos que podemos traernos en los zapatos el coronavirus y si recibimos un paquete, igual hay que desinfectarlo antes de abrirlo. ¡Ándale! que si nos cuidamos podremos regresar a la rutina antes de lo pensado. ¡Hasta otra!

DE LO MALO A LO BUENO -un cambio de actitud.

Hay un dicho en español muy peculiar, dice: “Las cosas son según del color del cristal con que se miran.” ¿Estás de acuerdo?

Pues es probable que todos hayamos vivido alguna experiencia que haya hecho veraz ese dicho. Lo que otro puede ver como una desventaja, tu y yo podemos verlo como una ventaja. Todo depende de nuestra manera de asimilar determinada cosa. Eso sí, debemos tener el cristal apropiado para ver las cosas de manera positiva. ¿Cuál es ese cristal? Nuestra actitud mental.

Ya sabemos la fama que ha tomado el nuevo COVI-19. ¡Nos sale hasta en la sopa!… digo si nos queda sopa… porque de seguro lo que a muchos les queda es abundancia de papel sanitario… pero ese no se come. Hum! ¡Dios santo que locura innecesaria! De todas formas, con o sin, el Coronavirus nos tiene pillados en cuarentena en nuestra casa y mantiene a punto de la histeria a toda la familia. En lo que tengo de vida, pocos virus se han hecho tan famosos. No hay artista, no hay político no hay nada ni nadie que tenga más “visitas” en las redes sociales y en las noticias del periódico y la televisión que el ya famoso y extraño decirlo: “Viral Coronavirus”. ¡Vaya manera de hacerse famoso el condenado este! Enferma y mata dondequiera que va y si no te mata te llena de consternación y ansiedad.

Aunque es triste el daño que hace a la vida de millones, a la economía y a la tranquilidad emocional, tu y yo no tenemos que darle el gusto de pasarnos el día entero haciéndolo más famoso. No podemos ignorarlo, es cierto, pero en vez de promoverlo, hagamos el esfuerzo de pensar en lo que hace a nuestro favor. ¿A nuestro favor he dicho? Sí, eso dije. A ver, pensemos un poco, en lo que puede hacer a favor nuestro.

LO QUE PUEDE HACER POR NOSOTROS COVI-19

DARNOS MÁS APRECIO POR LA VIDA – Cuando la vida queda amenazada, realizamos aún más su valor. Reconocemos que es un regalo divino que no queremos perder por descuido, ya sea de nuestra parte o de algún miembro de nuestra familia. ¡Queremos vivir!

Tal vez puede ayudarnos a darnos cuenta de que hemos vivido demasiado aprisa y que hemos dado muchas cosas por sentadas. ¿No es cierto que la rutina de la vida se convierte ahora en algo deseado? ¿No es cierto que estamos descubriendo sentimientos nuevos en nuestro interior? Ahora comprendemos mejor la importancia de los amigos, de nuestra familia, y del trabajo. Esta pausa obligatoria nos pudiera poner a todos a pensar y a reevaluar.

PUDIERA PONERLE FRENO AL DESENFRENO -Andamos corriendo el día entero porque producir y producir nos parece que es lo más importante en la vida y ahora, tal vez nos demos cuenta de que hay otras cosas por las que preocuparnos. De pronto, el dinero, si no tenemos qué comprar, no compra nada. ¿Estamos reevaluando lo que es verdaderamente valioso? Si lo estamos haciendo, el COVI-19 nos está ayudando, nos está dando lecciones importantes. ¿No es este un buen momento para lograr hablar con nuestros hijos? ¿Con nuestro cónyuge? ¿Es momento de besar a los que tenemos en casa y de decirles lo mucho que representan en nuestra agitada vida diaria? Si lo hacemos eso será una bendición.

Vivimos desenfrenadamente pero no amamos a esa misma velocidad. El coronavirus puede poner un freno desagradable con sabor a cuarentena pero es muy probable que ese freno, esa pausa, nos fuera muy necesaria, y al final, otra bendición.

AYUDARNOS A DISTINGUIR LO TEMPORERO DE LO PERMANENTE -Las enfermedades, epidemias y pandemias no son permanentes. Nuestra familia sí. Nuestros hijos, sí. Nuestra razón de vivir no puede determinarse alrededor de algo tan negativo y temporero como esta enfermedad. ¡Esto se va! Lo que es permanente es lo que tú eres. Lo que son los tuyos. Lo que le puede dar sabor y propósito a tu vida. ¡No nos desenfoquemos!

Este dichoso Coronavirus puede ayudarnos a estrechar el contacto con los amigos, con nuestros hijos, aunque estén en lugares lejanos. Puede ayudarnos a restablecer la comunicación con quienes hace tiempo que no hablamos. Permite que el COVI-19 nos salve de lo vano y nos ayude a todos a apreciar más lo que es permanente y dejar atrás la vanidad y el orgullo de “ser” y de “tener”. Que nos ayude a darnos cuenta de que todos somos iguales porque al final todos padecemos lo mismo.

¡Seamos valientes! ¡Aprendamos! Aprovechemos el tiempo para trabajar en casa, para cantar con los nuestros, bailar -nos ayuda a quemar calorías y a participar con los muchachos en organizar su habitación, su closet, sus cajones o gavetas. Hagamos ejercicios. ¡Miremos por las ventanas al cielo y demos gracias a Dios por estar vivos.

¡Ama, besa, abraza a los tuyos y diles cuánto los necesitas, cuánto los amas y cuán importantes son en tu vida! Esta epidemia puede ayudarnos a aprender a apreciar alimentos sencillos y sanos. Nos puede enseñar a desintoxicarnos de la comida chatarra y de ir a las tiendas por simple impulso. Nos puede ayudar a aprender a orar, a mirar al cielo y ver lo que nunca antes hemos visto, porque ahora miramos distinto.

Tu puedes amigo mío, tu solo, junto conmigo, hacer de esta maldición y de cualquiera que venga en el futuro, ¡Una bendición! ¡Una lección! ¡Una motivación!

Abandonemos la pereza, la tristeza y la ansiedad, hoy y ahora. Es verdad que el COVI-19 nos ha hecho mucho daño, pero, si lo dejamos, puede hacernos mucho bien, más del que nos damos cuenta. De modo que la consigna es: ¡frente en alto! ¡Estamos vivos y no nos acobardamos! No podemos ignorar el daño pero podemos concentrarnos en el futuro, en nuestro futuro y en el de los que amamos. La vida no se ha terminado y sigue dándonos lecciones. ¡Estemos resueltos a aprender de esta experiencia! Si miramos con el cristal correcto, dejaremos que esta pandemia sea nuestra mejor maestra!

¿COMO ENFRENTAR CON ÉXITO LA CUARENTENA?

Acostumbrados a llevar una vida agitada y llena de actividad, a nadie le es fácil encerrarse en su casa y observar una cuarentena como es el caso de millones de personas. ¿Qué hacer para sobrevivir este período de tiempo? KomoSabe tiene algunas recomendaciones.

NO TE LEVANTES TARDE

Es importante conservar la rutina y despertarnos más o menos a la misma hora que lo hemos hecho por años. Luego, si durante el día podemos tomar una siestecita, está bien, pero si conservamos la rutina mañanera, después de la cuarentena podremos volver a nuestras actividades de forma menos traumática y nuestro cuerpo podrá adaptarse con facilidad al horario regular de trabajo.

NO ANDES EN PIJAMA TODO EL DÍA

Eso no es saludable. Vístete, date tu baño en las mañanas o tardes como acostumbras, ponte tu loción para oler bien, péinate y no andes por la casa como si fueras una aparición. Respétate y vístete para sentirte bien. No hay que ponerse la mejor ropa tampoco, pero creo que me entiendes. Si nos abandonamos nos vamos a deprimir. ¡Vamos chicas y chicos! ¡A mantenerse guapos!

EVITA LOS CARBOHIDRATOS

Ahora tampoco es el momento de andar comiendo panes y dulces en exceso, todo lo contrario, podemos aprovechar la cuarentena para hacer un poco de dieta saludable y bajar un par de libras. Recuerda que siguen siendo importantes los vegetales, frutas, nueces y alimentos ricos en proteínas. Claro, no es pecado darnos un gusto pero no debemos pensar que llegó la hora de hartarnos con todo lo que tenemos en casa. A algunos nos da por comer cuando los nervios aprietan. Tampoco es el momento para excedernos en las bebidas alcohólicas. ¡Pon un letrero en la nevera! ¡A cuidarse!

HAZ EJERCICIOS

Lo siento… ¡hay que hacer ejercicios! Tal vez no podamos caminar alrededor de la manzana donde vivimos pero hay que hacer un poco de calistenia, mover las piernas, ejercitarnos para no convertirnos en unos vagos. Si somos una familia grande podemos jugar en el patio. Evita pasarte el día frente al televisor o con la tableta en la mano. Eso incluye a las abuelitas que pueden tener la tendencia de encerrarse en su cuarto y pensar en cosas poco positivas. ¿Qué hay de preparar una receta nueva? ¡Vamos! ¡hay que moverse!

AHORA PODEMOS REALIZAR LOS PROYECTOS OLVIDADOS

Tal vez haya cosas en casa que no hemos podido hacer y ahora es un buen momento para realizarlas. Siempre hay cosas que organizar en la cocina, en el garaje o en el patio. Es buena idea darle proyectos a los muchachos. Tal vez que tienen que reorganizar, limpiar y ordenar los cajones o gavetas de sus respectivos armarios. Es muy importante, mantener a los jóvenes ocupados. Nadie debe estar aburrido en casa y todos debemos tener algo que hacer. ¡Todos!

NO SEAMOS VÍCTIMAS DE LA DEPRESIÓN Y LA ANSIEDAD

Recordemos que este es un tiempo de preparación para los peores tiempos que podamos vivir en el futuro. Este es tiempo de aprender a obedecer a las autoridades, lo que en el caso de los jóvenes incluye a sus padres. Si no nos mantenemos activos en proyectos y actividades de familia, poco a poco, podemos llegar a convertir nuestro hogar en un lugar insoportable lleno de gente malhumorada. Evitemos eso.

A las horas de las comidas podemos comer juntos como familia. Esto es algo que muchos de nosotros no podemos hacer regularmente. Hagamos una buena sobremesa, y conversemos sobre cómo nos sentimos, qué estamos aprendiendo de esta situación y cómo podemos pasarla mejor. Criticar, concentrarnos en las peores noticias y al final desesperarnos, no nos va a ayudar. El momento es serio pero hay que enfrentarlo con buen ánimo y darle a nuestros hijos el tiempo que necesitan para asimilar lo que sucede. Por supuesto, no es impropio darle a cada miembro de la familia su tiempo privado para estudiar, relajarse o simplemente, descansar.

Pensemos en los puntos anteriores y hagamos algo. Tal vez no todos apliquen a nuestra situación pero seguro que alguno sí. ¡Apliquemos ese! Aprovechemos la maldición para convertirla en una bendición.

¡Unámonos a los que amamos! Busquemos su compañía para fortalecerlos. Queremos sobrepasar esta temporada manteniéndonos fuertes en sentido emocional, despiertos en sentido espiritual y por supuesto, físicamente saludables, sin tener que pasar por esta terrible la enfermedad.

¡Les queremos mucho! ¡Adelante!

En medio de la pandemia, ¡calma!

A media que los días avanzan y nos exponemos a una mayor cantidad de información, que no siempre es la correcta, es probable que todos experimentemos un aumento de ansiedad. Si es así, usted no tiene por qué sentirse culpable. Estas sensaciones son normales aunque no sean agradables. No obstante, si podemos reconocer la fuente de nuestra ansiedad, ya vamos por buen camino.

En situaciones como las presentes, debemos recordar que es importante tomar buenas decisiones y muchas veces la misma ansiedad que experimentamos no nos hace proclives a esa clase de conducta madura y sabia. Es entonces que debemos tomar en cuenta que las malas decisiones, provocadas solo por impulsos, pueden resultar peores que la misma situación que enfrentamos. De manera que es sabio pausar y meditar en lo que realmente está sucediendo.

CONSULTE CON LOS SUYOS

NO tome decisiones unilaterales. Consulte con su familia y con amigos antes de tomar una decisión drástica. Consultar puede ayudarnos a verificar si estamos pensando bien o no. Además, cuando consultamos nuestras opiniones y pensamientos reforzamos las buenas relaciones. Consultar nos acerca y aislarnos no nos ayuda porque nos aleja de los demás.

Una nota de precaución: Hay personas alarmistas que nos pueden inflar con emociones negativas, estas no deben estar entre nuestros consejeros. En el otro extremo, otras personas toman todo este asunto a la ligera, sin darle importancia a nada. Estas personas tampoco deben estar entre nuestros consejeros. Con lo anterior no estamos condenando el buen humor que, en su medida y en su momento, nos hacen un buen favor.

Con la excepción de lo ya mencionado, consultemos con personas bien centradas en su juicio, que tienen la reputación de ser confiables. En momentos de crisis se necesita equilibrio. Por lo tanto, sepa con quiénes consultar para que pueda tener una conversación edificante, realista y animadora, aún en medio de la tensión o el peligro.

VERIFIQUE LO QUE REALMENTE ESTÁ SUCEDIENDO

¿Cuántos casos de coronavirus hay a su alrededor? ¿Qué medidas usted mismo junto a su familia está implementando? ¿Tiene medicinas para las próximas dos semanas? ¿Tiene alimentos no perecederos para el mismo tiempo? Plantearnos estas y otras preguntas puede ayudarnos a reconocer si estamos en una situación de cuidado, peligrosa o de extremo peligro.

Si no estamos en un peligro extremo e inminente de contagio, entonces seamos sabios para evitarlo. Sigamos las precauciones recomendadas por las autoridades de salud y permanezcamos en calma. Tal vez, algunos miembros de la familia que sean mayores de 65 años de edad, en lugares de peligro, puedan auto aislarse de las actividades fuera de la casa por un tiempo evitando salir o viajar fuera de casa innecesariamente. Muchas veces esta será la medida más extrema que tengamos que tomar. Recuerde: Evitar el contagio es la mejor manera de combatir el COV-19.

Con todo, mantener el buen ánimo es de vital importancia. ¿Qué tal utilizar el celular y el correo electrónico para mantener contacto con la familia y los amigos? Esto pudiera ser una buena medicina para ayudarnos a mantener la cabeza en su lugar.

Hay una regla que se llama la regla 10/10/10 que dice que las decisiones pueden catalogarse como importantes tomando en cuenta lo siguiente: ¿Cómo determinada decisión afectará mis próximas 10 horas? ¿Cómo afectará mis próximos 10 días? ¿Cómo afectará mis próximos 10 meses? Tal vez nos demos cuenta que son muy pocas las decisiones que pueden, en verdad, afectarnos a largo plazo. De manera que tengamos calma y recordemos que no hay que alarmarse por cada cosa que escuchamos sino por las que pueden cambiar nuestra vida en las próximas 10 horas.

NINGUNA EPIDEMIA DURA PARA SIEMPRE

Finalmente, recordemos que esta pandemia, igual que las demás que la humanidad ha experimentado va a pasar. Lo que hagamos ahora puede ayudarnos para enfrentar la próxima situación difícil. Los tiempos que vivimos han sido marcados y limitados. Conservemos una buena relación con nuestros vecinos, familiares y amigos. Aprovechemos el tiempo disponible para concentrarnos en otros mientras nos fortalecemos nosotros en sentido espiritual, emocional y físico.

Mantengamos pues la calma y junto con eso, no nos aislemos, recordemos que siempre es y será importante pensar en los demás manteniendo la cordura, la sensatez y por supuesto, la calma.

(Vea la lista de epidemias del siglo XXI en nuestro artículo anterior intitulado: “¿Qué es una pandemia?”)