No se incluyen instrucciones -II Parte

Segunda parte

El “bone pastore” de su casa no transmite ideas o conceptos equivocados a sus hijos. Evita los estereotipos y se aparta de la idea de que su descendencia es superior a la de los otros seres humanos. Tales ideas no solo son equivocadas sino que transmiten conceptos “peligrosos” al buen desarrollo de los nuestros. Repasemos uno de los más populares.

Decirle esto a los muchachos es como jugar con una espada de dos filos pues le estamos transmitiendo la idea de que su éxito en el examen o en la empresa que sea, se debe a su inteligencia y no a su esfuerzo. Descansar en que se es muy inteligente, aunque sea una verdad, en términos de coeficiente intelectual, no es un acercamiento positivo apropiado que inculcar a un niño o a un adolescente.

e
Confiar en cualquier habilidad natural será, tarde o temprano, una trampa.

Inculquemos en nuestros hijos el valor del esfuerzo y el estudio. En otras palabras, el muchacho debe aprender que, si trabaja duro y se esfuerza, va a tener éxito en cualquier empresa que decida aceptar. De esta forma, no va a depender de factores o habilidades naturales sino que aprenderá sobre una base mucho más sólida y realista. Aprenderá que el trabajo y el esfuerzo, son, a la larga, valores superiores a las habilidades con las que nacemos.

Recientemente repasaba el estudio que hace sobre este tema la doctora Carol S Dweck Profesora de  Sicología de la Universicad de Standford, EE.UU. En su libro sobre la “mentalidad de crecimiento” (Grouth mindset) propone que el estar elogiando la inteligencia de un niño, incluso hasta de tierna edad, no va a promover actitudes favorables. Señala que se ha popularizado la idea de que si los jóvenes pasan muchos trabajos tratando de entender algo, es muy probable que no tengan la capacidad de entenderlo. En el pasado se pensaba que los seres humanos nacemos con una inteligencia limitada, ya pre programada, que no puede cambiarse. Esto, explica la doctora Dweck es totalmente falso porque el cerebro humano disfruta de lo que se conoce como “la neuroplasticidad”. Esta, le permite al cerebro, continuar desarrollándose como ocurre con nuestros músculos. ¿Qué es la “neuroplasticidad”?

Por muchos años, los sicólogos creían que los cambios en la estructura cerebral sólo podían tener lugar durante la infancia. Luego, particularmente desde la década de los sesenta, esta idea ha ido transformándose. De hecho, investigaciones más recientes demuestran que el cerebro continúa creando nuevas conexiones neuronales y alterando las ya existentes con el fin de adaptarse a nuevas experiencias. Nuestras neuronas (así se llaman las células del cerebro) son capaces de hacer nuevas conecciones y es capaz de manejar nueva información para crear nuevas conexiones neuronales. A esta facultad de flexibilidad de nuestro cerebro se le ha llamado neuroplasticidad.

El psicólogo William James, sugirió que el cerebro no era tan inmutable como se pensaba. En su obra “Principios de sicología”, escrito a finales del siglo diecinueve, señalaba que “la materia orgánica, especialmente el tejido nervioso, parece dotado de un extraordinario grado de plasticidad.” Luego en la década de 1920, el investigador Karl Lashley proporcionó evidencias sobre los cambios en las vías nerviosas en ciertos monos estudiados. Más tarde en la década de los años sesenta, los científicos comenzaron a estudiar casos de neuroplasticidad en la que adultos que habían sufrido accidentes cerebrovasculares pudieron recuperarse. Esto demostraba que el cerebro es mucho más maleable de lo que hasta entonces se creía.

En pleno siglo XXI se han encontrado evidencias sólidas sobre la neuroplasticidad del cerebro humano.  Este puede seguirse ajustándo, puede renovarse y reconfigurarse aún después de ciertos daños. Lo anterior rechaza la idea preconcebida de que nacemos con una inteligencia fija. Tanto nosotros como nuestros hijos podemos aprender conductas nuevas y mejores.
 
De modo que, ¡evitemos sugerir que si a nuestro hijo determinada materia o actividad les cuesta trabajo es que no son capaces de aprenderla! El individuo promedio no tiene límites mentales que le impidan aprender lo que desee. No busquemos excusas ni le echemos leña al fuego fijándo en la mente de nuestros hijos que son como son y que no pueden superar sus retos. Es hora de pasar adelante desarrollándonos como padres y ayudando a que nuestros hijos crezcan y se desarrollen en lo que la doctora Dweck llama una “mentalidad de crecimiento.” Una que acepte retos. Poco a poco irán mejorando.
 
NO MÁS ALABANZAS A LA INTELIGENCIA
 
Cuidado con tus alabanzas.

Tratemos de sustituir las alabanzas a su inteligencia por las alabanzas a su esfuerzo. Felicitémosles por EL PROCESO que les lleva al éxito y no por el éxito en sí mismo. Los padres podemos aprovechar las oportunidades que tenemos para enseñar a nuestros hijos estos valores. Esto hace un “bono pastore.”
 
Recordemos, por favor, que NO somos dueños de nuestros hijos sino maestros y motivadores. NO seamos alabadores criando una prole “adicta al elogio”. NO les inculquemos que lo más importante es una buena calificación sino lo que los llevó a ella. Ayudémosles a aprender que de los fracasos derivamos lecciones que pueden serles útiles hasta el día en que ellos mismos sean padres.
 
Es cierto, nuestros hijos no vienen al mundo con un manual de instrucciones bajo el brazo. Se nos deja a nosotros los padres el trabajo y la responsabilidad de escribir ese manual en su corazón… que en cada hogar y con cada uno de nuestros hijos, suele ser una experiencia diferente.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *