Una buena excusa no es suficiente

El diccionario de la Real Academia de la Lengua define lo que es una “excusa” de la siguiente manera: Motivo o pretexto que se invoca para eludir una obligación o disculpar una omisión.” A ver, eso quiere decir que cuando necesitamos un pretexto para no cumplir con una obligación, utilizamos una excusa, la mejor que podamos, por supuesto. De igual forma, cuando deseamos disculparnos por olvidar cumplir con una responsabilidad, nuevamente, podemos recurrir a una excusa. Esto nos queda claro, ¿cierto?

Ahora bien, debemos también comprender que nadie ha dicho que una buena excusa nos va a exculpar totalmente de una responsabilidad no cumplida o de un olvido, que pueda traer consecuencias graves. Con o sin excusa, tendremos que cargar con las consecuencias de lo que asumimos como responsabilidad o de lo que olvidamos por nuestra irresponsabilidad. Una vez comprendidas estas verdades fundamentales podemos abordar, de una vez, nuestro tema: La responsabilidad que tenemos frente a la pandemia del covid-19.

Quédese en casa, eso dice el slogan que presenta esta doctora con motivo de la pandemia del covid-19.

¿Quién puede encontrar una excusa lo suficientemente buena como para exculparse por contagiar a los miembros de su casa, luego de un paseo por la playa? ¿Quién puede encontrar la excusa perfecta por la que salió a compartir con amigos y trajo al hogar el contagio del covid-19? ¿Quién puede llorar frente al ataúd de su abuelo o de su abuela y explicar por qué no se quedó en casa y prefirió irse a bailar?

Recientemente escuché por las noticias a una madre decir que después de cuatro meses de quedarse en la casa por la pandemia, cedió a la petición de su hijo de ir a la casa de un amigo a compartir un rato. Dice que le dió pena con el muchacho. ¿Cuánta pena puede darle ahora que su hijo contagió a sus abuelos y uno de ellos está grave en el hospital? ¿Hay alguna buena excusa? ¿Hay excusa que valga?

Una buena excusa no es suficiente amigo mío. El covid-19 es un virus sumamente contagioso. Y no nos queda más remedio que tenerle miedo. Miedo a que no tendremos excusa, si contaminamos a los que amamos y tratamos de proteger. Si no le tenemos miedo al covid-19 aumentaremos la posibilidad de contagio. Si nos contagiamos, contaminaremos a los miembros de nuestra casa. Puede que algunos no lo pasen tan mal, como una familia de amigos que conozco. Los dos la pasaron con muchos dolores pero sus vidas no corrieron peligro y sobrepasaron, pero otros, miles más, han quedado enfermos o muertos.

Los médicos, enfermeras, paramédicos, farmacéuticos y muchos otros que trabajan en el campo de la salud son héroes que arriesgan su vida diariamente por atender a miles de enfermos. Muchos ya están agotados. Estos valientes, inevitablemente están en la primera fila de los que saben que deben ejercer las máximas precauciones. Saben que no hay excusa, absolutamente ninguna excusa que contemplar frente a esta pandemia.

De modo que ¿cuál será tu excusa? Es que tengo que ganarme el pan. Eso se comprende pero debes pensar con cuidado tus acciones pues no quieres pagar el pan con tu vida por causa de un descuido, ¿verdad? Otros dicen: ¡Es que no resisto el encierro! ¿Te entiendo, pero ¿cómo sabes que resistirás el covid-19? Otra excusa: ¡Es que mueren muchos menos que los que se enferman! Eso es cierto también ¿Pero, quién garantiza que los que tu contamines van a sobrevivir? Piénsalo bien. Actúa con madurez y sabiduría práctica porque ninguna buena excusa es suficientemente buena, si te contaminas o contaminas a los tuyos. Ninguna.

Claro, diariamente miles salen a la calle, cada uno con su excusa en el bolsillo. ¿Será una buena excusa que les servirá de algo? ¡Hum! Y ¿qué tal si no? ¿Que tal si al final, esa excusa no era tan buena, ni tan convincente? Podrán arrepentirte y por supuesto, todos les perdonaremos… pero ellos, ¿se perdonarán a si mismos?

El contagio del covid-19 va en aumento. ¿Será que las excusas no están logrando nada?

Amigo mío. Lo que no se teme se reta. No retes a quien puede vencerte. Nunca empieces una guerra que no estés seguro de ganar. Aunque es cierto que desde que se inventaron las excusas nadie pierde, también es cierto que ninguna buena excusa es buena, frente a la muerte.

Rio revuelto, ganancia de pescadores

Este dicho español nunca ha sido tan veraz como en estos tiempos en que nos ha tocado vivir. Nadie pone en tela de juicio el hecho de que todo está revuelto. Las instituciones más sólidas están más inestables que nunca y la gente menos paciente y más resuelta a buscar y buscarse problemas. Sí, vivimos meses de inestabilidad en la que no hay institución, social, comercial, política, sanitaria o incluso religiosa, que no esté siendo sacudida hasta sus mismísimos fundamentos.

Claro, rio revuelto, ganancia de pescadores. No falta quién busque beneficios de la confusión, la ansiedad, las dudas y la desconfianza. Y tampoco escasea el que, desesperado, va a buscar refugio a la boca del lobo.

El dicho dice: “rio revuelto ganancia de pescadores”. ¿Ves eso hoy?

De la desesperación dependen los que lanzan el anzuelo sin escrúpulo alguno para atrapar vivos a los que muerdan el sebo. A mi cuenta de Komosabe, de Facebook, e incluso a mi cuenta personal de internet llueven los mensajes con motivos dudosos sobre negocios en la bolsa de valores, inversiones, y aventuras en las que supuestamente puedes hacerte rico de la noche a la mañana. Además, invitaciones a grupos de Chad y mil cosas que son, a todas luces, producto de los que buscan ganancias personales y muchas veces a costa de proyectos dudosos. Sí, cuando el río está revuelto… pululan los pescadores.

Estoy seguro que yo no soy el único. La propaganda de los que quieren aprovecharse de toda esta confusión nos afecta a todos, por lo que nadie está excluido de caer víctima de las llamadas tramposas y de los anuncios engañosos. No caigamos en la trampa, estimado lector.

¡NO CAIGAS EN LA TRAMPA!

Si el río está revuelto, solo será ganancia de pescadores si tu y yo somos peces incautos, asustados y sin esperanza.

Mantenga la mejor rutina que pueda. No es momento de inventar nada ni de buscarle las 5 patas al gato. Podemos superar lo revuelto de la superficie del río, si sabemos irnos a lo profundo, donde todavía las aguas están tranquilas y donde podremos reposar sin temor a perderlo todo. Y claro está, no queremos ir a lo profundo solos, queremos llevarnos a los nuestros, a los que amamos que dependen de nosotros. Es nuestro deber protegerlos y no permitir que se los lleve la corriente. Sin embargo, para protegerlos hay que escucharlos.

¿Cómo podemos fortalecer la unidad familiar? Si nos mantenemos juntos, no será imposible seguir adelante. Habrá solidaridad entre los miembros de la familia y sabrán actuar como un solo individuo. No se esparcirán asustados haciendo cada cual lo que le parece. Si eso ocurre, tarde o temprano alguno va a caer en las redes de pescadores. Eso sería terrible y más dura la tribulación para el resto de la familia. Evitemos esos golpes con buena comunicación, perspicacia y unidad de acción en el núcleo familiar.

Ser perspicaz con nuestra familia va a ayudarles a pasar esta temporada difícil.

APRENDAMOS A NO DESPERDICIAR

Cuando hay abundancia, por regla general, hay mucho desperdicio. En vista de los tiempos que vivimos y lo inestables que están, aprendamos a no desperdiciar. Si lo hacemos nosotros, nuestros hijos van a aprender a hacerlo.

No desperdiciemos agua, luz, gasolina, papel y sobre todo, no desperdiciemos los alimentos. Tengamos un suministro acumulado en casa, por varias semanas, y ayudemos a la familia a estar contentos con lo que se les hace disponible. Nadie va a morir de hambre, pero no hay que comer en exceso de forma ovípara en tiempos en los que los recursos, muy pronto, pudieran estar limitados.

Motivemos a la familia a comprender que tal vez no tengamos, por un tiempo, todas las cosas que nos gustan y que por lo tanto, tendremos que sustituirlas por otras. No es el fin del mundo pero hay que aprender a estar contentos con lo que tengamos disponible.

Ser agradecidos va a contribuir muchísimo a superar estos días de pandemia y volver a la normalidad de aquí a un tiempo. Vivir con esperanza será una fuerza motivante para todos los miembros de la familia. Si todos nos cuidamos podremos contarlo en los años por venir.

De modo que NO DESPERDICIEMOS los recursos, lo que incluye el dinero. APRECIEMOS lo que tenemos y enseñemos a nuestros hijos a apreciarlo también. El río está revuelto. Agitarnos no va a calmarlo. Seamos PACIENTES y esperemos el tiempo en que podamos ver días mejores.

LA ESPADA DE DAMOCLES Y OTROS PELIGROS

La leyenda es bien conocida. Damocles era un cortesano envidioso de la corte de Dionisio I. Hablamos del siglo cuarto antes de la era común en Siracusa, Italia.

Tirano al fin, Dionisio era bien conocido por sus excesos, además de por sus abusos. Sus banquetes y extravagancias eran odiados por unos y deseados por otros. Uno de sus cortesanos, por nombre Damocles era uno de los que envidiaba sus lujos y excesos, de modo que, como sucede con los envidiosos, hablaba tras bastidores de sus excentricidades.

Pues, como suele suceder, las palabras de críticas tienen alas y llegan adonde tu no quisieras, de modo que llegaron a los oídos del rey. Dionisio, quien escaseaba de escrúpulos, llamo a una audiencia privada a Damocles.

La espada de Damocles

En la audiencia Dionisio, ladino como era, le propuso a Damocles sentarse en su trono todo un día. Sería colmado con todas las atenciones y lujos tal y como le prodigaban a él mismo. La leyenda dice que Damocles aceptó y Dionisio cumplió su palabra… solo que, le hizo colgar del techo una espada sujeta por un pelo de cola de caballo, justo sobre el trono en el que Damocles disfrutaría de su día de rey. Al ver la espada, colgada de un pelo, Damocles exclamó: –“pero señor ¿quién puede disfrutar de estos lujos y manjares exquisitos con la muerte sobre su cabeza?” ¡Precisamente!, contestó el rey, esa es mi vida. Ser rey y tirano pudiera parecerte tener sus beneficios, pero como ves, mi vida pende de un hilo. Día y noche una espada me persigue. Pero, como esto es lo que tu quieres, tendrás que estar sobre el trono todo el día.

La envidia le distorsiona la visión a los que tienen vista corta. No importa quién sea, el que obra la maldad, sabe muy bien que su pago es inevitable. Nadie puede callar los gritos de su conciencia. Gritos y reclamos que los de afuera, como Damocles, no pueden escuchar… pero están presentes en las noches y en sus momentos de solitud. Nadie que roba, abusa, mata o extorsiona queda libre de la retribución. Es una ley inmutable de la vida. A unos les viene más temprano y a otros más tarde, pero nadie se escapa.

En Baghdad se contaba la historia del ladrón de la plaza de mercado que ve, en una tienda próspera, al que vende oro. Ve cómo entran y salen los compradores y los vendedores de oro, siempre con una sonrisa. Un buen día, se decide robar. De manera que entra fugaz y echa mano al oro. ¡Había tanto! Rápidamente fue sorprendido y arrestado por la policía que custodiaba el lugar. Cuando le preguntan ¿cómo es posible que usted se atreviera a robar frente a la policía? Contestó: “-no vi la policía, solo vi el oro.”

NO VI LA POLICÍA, SOLO VI EL ORO”

El hambriento de oro solo ve el oro. Damocles solo vio lo que quería ver. No cometamos, estimado lector, el mismo error. Hoy, en el mundo hay más multimillonarios que nunca antes en la historia. Sí, nunca ha habido tanta riqueza en este planeta. Tampoco ha habido tanto amor al dinero, tanta hambre de paz, tanta hambre de amor, tanta hambre de valores por los que vivir y estar dispuestos a morir.

Por lo tanto, cuidémonos de la envidia, estimado amigo, cuidémonos del amor al dinero y de cualquier cosa que prometa conseguirnos, de forma fácil, riquezas que con el tiempo no nos dejen reconciliar el sueño. No envidiemos ni deseemos lo que otros parezcan tener, no sea que una espada se encapriche en colgarse sobre nuestra cabeza.

5 REGLAS DE ETIQUETA PARA LAS VIDEOCONFERENCIAS

Entre los programas más populares para hacer videoconferencias está Zoom, Skype, FaceTime y otros. Y aunque muchos ya den estos programas por sentado, son en realidad una maravilla que hace solo unos pocos años era un lujo que solo podían darse los gerentes de grandes corporaciones.

Hoy por hoy, cualquiera de nosotros puede darse por dichoso de tener a su alcance y muy a menudo de forma completamente gratuita, uno de esos programas que te pueden conectar con amigos en cualquier parte del mundo. Incluso, puedes disfrutar de una videoconferencia completamente gratis con simplemente entrar un código de acceso.

Por supuesto, como sucede con todo en la vida, hay algunas cosas básicas que debemos tomar en consideración para poder disfrutar de ese evento y claro está, permitir que otros también lo disfruten. Le invito, pues, a repasar 5 reglas básicas de etiqueta que no debemos soslayar en caso de que tengamos la oportunidad de conectarnos a uno de estos eventos.

REGLA NÚMERO 1

Seleccione de antemano un lugar apropiado para su videoconferencia. Tome en cuenta que disfrutará más del evento si otros pueden verlo pues reconocerlo será parte del placer de estar presente. Si decide hacer eso, colóquese en un lugar ventilado y con buena luz. Si está frente a una ventana y la conferencia es durante el día, probablemente no necesite otra fuente de luz sobre su rostro. Se verá claramente y será fácil y agradable verle.

Evite lugares oscuros pues la conferencia no es una “sesión” sino una reunión en la que su ambiente puede contribuir a la alegría de la ocasión, sea cual sea el propósito de la videoconferencia.

REGLA NÚMERO 2

Asegúrese de que su cámara esté bien enfocada a su persona. Nadie está interesado en verle el estómago, la frente, el techo de su casa, o su pecho. La posición apropiada es en el centro de su pantalla y con sus ojos a una tercera parte del espacio entre ellos y el tope de su computadora o tableta.

Cuídese de que no se le corte la cabeza o que esté tan cerca de la cámara que todo lo que se le ven son los ojos y la nariz. Por favor, al entrar a la conferencia haga los ajustes necesarios para que su presencia se haga agradable y apropiada.

REGLA NÚMERO 3

Si tiene que tener cuidado con su cámara, el mismo cuidado debe tener con su micrófono. Siempre ingrese a su videoconferencia con el micrófono apagado y manténgalo así hasta que tenga que intervenir por medio de participar. Igualmente debe practicar cómo encender su micrófono antes de hacer un comentario, sea breve o sea más extenso.

Tome en cuenta de que tal vez haya otras personas en su casa que no están conectadas a la conferencia y seguramente usted no desea que se escuche lo que están haciendo o diciendo. Tampoco es el momento para hacerles comentarios inapropiados que, aunque no se escuchen, todos pueden ver su actitud y sus modales al propinar un regaño a los que se encuentran haciendo ruido e interrumpiendo su presencia o hasta su comentario en la videoconferencia. Si usted viola el punto número uno en esta lista de sugerencias, en realidad lo que pase es, hasta cierto punto culpa suya porque debió haberse acomodado en un lugar menos público y más tranquilo para disfrutar de su videoconexión.

REGLA NÚMERO 4

Si es mujer, favor de maquillarse ligeramente. Si es varón asegúrese de estar bien afeitado y peinado. Siempre esmérese por verse limpio y preparado. Otros van a juzgar su presencia en la reunión según se vea, muy particularmente si usted es el presentador o uno de los presentadores. Transmitir una imagen descuidada y poco profesional siempre hace daño, aunque muchos traten de dar explicaciones con muy poca base para justificar su falta de profesionalismo. Por favor, luzca genial, fresco(a) y dispuesto. Ver a alguien así en una videoconferencia anima a todos sin tener que decir mucho.

REGLA NÚMERO 5

No asista a una videoconferencia con sueño (o cara de sueño). No recueste su cabeza sobre sus manos en señal de aburrimiento y evite a toda costa rascarse la nariz, las orejas o bostezar. En todo momento debe recordar que otros le están mirando y usted dejará mucho que desear.

Tenga su computadora o tableta sobre una mesa. Esté listo para tomar algunos apuntes y refleje interés en lo que se está desarrollando. Por favor, no se ponga a jugar con los botones del programa ni mire para los lados como el que busca algo que hacer. Enfóquese en el asunto o no asista a la videoconferencia.

Hay otras reglas que deben seguirse si usted es la persona que va a transmitir la reunión o la conferencia, pero estas otras 5 recomendaciones las dejaremos para otra oportunidad.

Tiempos de robles y tiempos de palmeras

Crecí en una isla hermosa llena de palmeras y cocoteros. También crecí acostumbrado al sonido de la palabra “huracán.” (Una voz indígena, concretamente maya, que viene del nombre del dios caribeño del mal, llamado hunracán). Quienes hemos experimentado la fuerza de uno de estos fenómenos atmosféricos, también sabemos la inmensa resistencia que tienen las palmas para capear las tormentas. No importa si son cocoteros o palmas reales, las palmas son un ejemplo de aguante del que podemos aprender.

La palma, como sabemos, cede al viento y se inclina a su favor más y más, tanto, que a veces piensas que se parte, ¡pero no se parte! Resiste. ¿Te has fijado en las hojas de las palmas? Sus hojas son abiertas lo que permite que el viento pase entre ellas. Si el viento es muy fuerte las deja todas despeinadas pero ellas permanecen. Cuando termina la tormenta, ahí quedan, inmovibles ejemplos de persistencia.

En esta foto tomada de las noticias de los canales 12, 3, 11 se muestra claramente cómo un longevo árbol de eucalipto cae vencido por una tormenta, mientras detrás se observan las palmas que permanecen en pie.

¿Qué ayuda a las palmas a soportar toda esa fuerza? Su habilidad para ceder, para inclinarse frente a lo que no puede enfrentar. Ahí también radica nuestra fuerza. A nuestra habilidad de ceder, en vez de mostrar oposición, cuando lo sabio y perspicaz es precisamente ser flexibles. No podemos combatir lo que es más poderoso que nosotros mismos… sería una batalla inútil. La palma decide sobrevivir y nosotros podemos hacer lo mismo.

Si hay que enfrentar la ferocidad de una pandemia debemos estar listos y ser flexibles. Si tenemos que enfrentar una enfermedad, también podemos ser flexibles y no desesperarnos ante lo que no podemos cambiar. Se trata de resistir. Si hay que cambiar una meta o reconstruir un sueño, haremos eso para permanecer en pie.

¿Significa lo anterior que debemos ceder a toda la fuerza que se ejerza sobre nosotros para salvar el pellejo? ¡Por supuesto que no! Flexibilidad y ceder no tienen nada que ver con ser flojos, aprovechados o pusilánimes. Más bien, ser flexibles tiene que ver con aprender a capear las tormentas, ajustar las metas y reconstruir los sueños. Hay tiempos en la vida en los que debemos aprender a ser palmeras pues solo así sobreviviremos.

Sin embargo, hay otros tiempos en los que debemos comportarnos como robles. Firmes, macizos, de raíces profundas y resoluciones inamovibles.

No es fácil mantener un equilibrio sano entre la flexibilidad y la firmeza. Todos, de tanto en tanto puede que nos inclinemos a un lado o al otro por multitud de factores. Sin embargo, esa no debería ser la regla general ni el patrón de nuestra vida. Si bien debemos ser flexibles, también en cierto que hay tiempos para ser robles. Bien dice el sabio en el libro de Eclesiastés “Para todo hay un tiempo determinado; hay un tiempo para cada actividad bajo los cielos.”

¿Cuáles son esos tiempos? Los tiempos en que nuestra integridad personal se ponga a prueba. Los tiempos en que nuestra fibra moral se somete a presiones semejantes a tormentas, los tiempos en los que no debemos permitir que se nos hostigue emocional, sexual o físicamente. Tiempos en que se nos abuse verbalmente o se amenacen los valores que nos distinguen.

Ser flexibles, cuando se pueda, ser inmovibles cuando se deba, ese es el gran secreto de la vida. Ahí es cuando son importantes las raíces, las convicciones, las determinaciones no negociables. Por no negociables nos referimos a las que ni bajo amenazas estamos dispuestos a cancelar.

La integridad, estimado amigo, existe. Estamos rodeados por ella. Es lo que distingue a las estrellas allá arriba, a la naturaleza aquí abajo, a las leyes que rigen la gravedad, los movimientos del viento y la que impide que el mar nos inunde. Estas leyes son integras, incambiables. Y hay millones de seres humanos igualmente confiables e inmovibles en sus creencias. El holocausto fue un ejemplo de eso. Miles murieron por lo que eran, homosexuales, malhechores comunes, o judíos, odiados simplemente por no ser alemanes. Pero otros, incluso alemanes de nacimiento, murieron por ser como robles, murieron no por lo que eran, sino por lo que creían. Ejecutados por su integridad, sus tumbas todavía gritan: “no lograron doblegarme.”

La integridad y la flexibilidad persisten. Las palmas y los robles, también. Tu y yo tendremos tiempo para ser palmeras y enfrentamos tiempos para demostrar ser robles. De ambos, tu y yo tenemos un poco.

En la Universidad de Puerto Rico (UPR) dando una conferencia sobre el Holocausto a estudiantes del colegio de Humanidades.

Un gran orador o un buen maestro ¿es lo mismo?

No es algo que sucede a menudo pero, de tanto en tanto, uno queda impresionado por las habilidades de comunicación de algunos oradores públicos. Buen vocabulario, estupenda presentación, elocuencia al transmitir los conceptos y el uso de pausas, justo en los lugares apropiados. Uno se impresiona y dice: “esta persona es un gran orador” ¡quiero invitarlo a la próxima conferencia de mi compañía! ¡Es el orador que necesitamos!

Desgraciadamente cuando llega el día de la conferencia y conoces al orador en persona, quedas completamente decepcionado. Su forma de ser, su ego elevado y su forma despectiva de ver a los demás, te dejan aturdido. Sin embargo, la conferencia es un éxito porque el hombre se transforma en la tarima… pero su personalidad y forma de ser, cuando se baja de la plataforma, deja mucho que desear. Es increíble en lo que se convierten algunas personas solo por elevarse tres pies sobre sus semejantes. ¿El resultado? No lo vuelves a invitar y por supuesto, no lo recomiendas a nadie.

¿Qué sucedió? Lo que sucede no pocas veces. Nos dejamos impresionar por lo que vemos y cuando nos acercamos, lo que vemos, para nada nos gusta. Con la misma fuerza que nos acercamos, nos alejamos. Y es probable que te hayas sentido así alguna vez cuando conociste a una mujer muy hermosa, o en el caso de las damas, a un hombre super guapo. De repente te deslumbra y cuando le conoces te quieres alejar lo más rápido posible. ¡Qué decepción! ¿Te ha sucedido? En realidad la belleza física es solo un 10% de lo que te atrae a alguien y lo mismo sucede con la oratoria pública. Lo que escuchas es excelente pero la persona te descorazona.

Y por supuesto, habrá quién diga, “-lo que me interesa es la conferencia y lo que quiero es el mejor orador”. Y te comprendo. Buscas resultados. No buscas amigos ni ejemplos de vida. Quieres al orador. Adelante, estás en tu derecho. Solo que no olvides que todo el mundo va a darse cuenta de qué es lo que buscas. Hay oradores famosos por sacar dinero de la gente, por llenar estadios y por presentar emotivos discursos en funerales de gente famosa. Si no fueran muy solicitados y altamente costosos, no serían tan famosos. Lo son porque eso es lo que llena el ojo, los oídos y muchas veces, también los bolsillos.

Pero, si buscas un maestro, tu meta es mayor. Tu auditorio tendrá un beneficio a largo plazo y el nivel de satisfacción será superior . Eso hablará mejor de ti y de lo que tu buscas. ¿Por qué? Porque hay una diferencia importante entre un orador y un maestro. Ambos te pueden impresionar en la tarima de los oradores y ambos pueden motivarte… pero, solo uno va a llegar a tu corazón y va a sacar lo mejor de ti. Solo uno quedará contigo por más tiempo y tendrá el mejor efecto. Ese es, ¡el maestro! Y el maestro, cuando lo conoces, no se parece en nada al flagrante orador que motiva a las masas.

El maestro es humilde, es empático, no te rebaja para elevarse él. No es el que siempre dice la última palabra. Es cierto que el maestro puede exigirte, pero al hacerlo, te motiva al punto de que te gustaría ser como él. Te educa y abre tus neuronas, te cuida y te enseña, vez tras vez, sin cansarse ni considerarte idiota. Y no es que el maestro no pueda desempeñarse con la misma destreza que el orador, sino que a diferencia del orador público, el maestro vive lo que trata de enseñar y lo hace desde una perspectiva realista, desde tu visión y no parado sobre tu cabeza.

El maestro que no se olvida…

Si has conocido buenos maestros en tu vida, si los has conocido de cerca, sabes que no se olvidan. Si ya no tienes contacto con ellos, sabes que en innumerables ocasiones recuerdas sus frases, sus actitudes frente a los retos, su paciencia al verte fracasar. La esperanza que pusieron en ti sin exigirte nada, y aún con el paso del tiempo, cuando piensas en ellos, te hacen rescatar lo mejor de ti. Escuchas sus consejos muy adentro de ti y no dejan de jugar un papel en tu afán por no rendirte ante tus retos.

Un orador te impresiona por media hora, pero un maestro te ayuda toda la vida.

Cualquier instructor público que es sincero y quiere motivar a otros de seguro tiene una meta digna. Tendrá que esforzarse por conocer el idioma, estudiar bien su material y vestirse impecablemente. Sin duda puede hacer mucho bien. Sin embargo, quien quiera ser un buen maestro, tiene en sus manos un proyecto de toda la vida. Un proyecto duro que comienza con educar su propio corazón. Tiene que educar la voluntad, empeñarse en ver a los demás como iguales y nunca creer que ha llegado a la cima… porque siempre hay mucho que mejorar.

Aunque aplaudo a los buenos oradores por sus habilidades, solo llegan a mi corazón los buenos maestros. A unos aplaudo, a los otros bendigo. Los maestros son un don de Dios y un regalo que trasciende. Estoy en deuda con ellos. Trato de imitarlos y aunque sé que me quedo corto en mis esfuerzos de ser como ellos, me siguen inspirando y me siguen ayudando a tratar de ser mejor.

Obstáculos en el camino

¿A quién le gustan? A nadie. Cuando tu y yo tomamos decisiones no acostumbramos a visualizar los obstáculos que pudieran presentarse. Vemos el camino liso sin curvas, distracciones ni obstáculos. Somos así y acostumbramos a planificar con pensamientos ideales. Luego, muy a menudo, enfrentamos realidades que arruinan nuestros sueños.

Cuando éramos prácticamente bebés, dimos nuestros primeros pasos, a tropezones y nos caímos vez tras vez, pero, como por instinto, como si supiéramos que la vida se trataría de seguir intentando hasta lograrlo, nos pusimos de pie una y otra vez hasta lograrlo. Al principio nos tiraron una manita, pero luego, aprendimos a hacer equilibrio hasta que llegó el momento en que corríamos y saltábamos con gran seguridad. Si lo pensamos bien, nuestras primeras lecciones en la vida nos enseñaron que los obstáculos empiezan temprano. Y estos nos han acompañado a lo largo del camino.

De modo que ¿por qué nos extrañamos tanto de que aparezcan los obstáculos? ¿Son en realidad algo nuevo para nosotros? ¡No! Es más, realicemos el hecho de que mientras vivamos, habrá retos, fracasos, obstáculos y victorias. No siempre las vemos porque tenemos la tendencia a ser idealistas, pero siempre han estado ahí y lo estarán. ¿Entonces? Entonces es hora de que cuando planifiquemos nuestros proyectos, reconozcamos que vamos a tener que considerar obstáculos que pudiéramos enfrentar. De esta forma, evitaremos que nos tomen por sorpresa. No queremos que frustren nuestros intentos de llegar adonde queremos.

Sabiendo lo anterior ¿no será práctico calcular los riesgos y visualizar las piedras que pudieran presentarse en el camino? Con cada proyecto pudiéramos tratar de hacer un plan “B”, especialmente si ese proyecto es de importancia. Luego, si todo marcha a pedir de boca, como sucede a veces, todavía podremos sentirnos contentos de que no fue necesario utilizar el plan de contingencias. Mi abuelo decía que “más vale una onza de precaver que una libra de remediar”. Todos estamos de acuerdo con eso pero no todos nos aplicamos al dicho.

Durante esta época de incertidumbre por la cuarentena del COVI-19 ha quedado claro que a muchos les tomó por sorpresa, sin ninguna clase de preparación. Pues bien, ¡lección aprendida! Ya no debería tomarnos por sorpresa lo que pueda presentarse en el futuro cercano. Por ejemplo, debemos mantener una reserva de alimentos para imprevistos, incluso se puede mantener una alacena con productos para uno o dos meses e irlos reponiendo y consumiendo para que no envejezcan y tengamos que desecharlos por llegar a la fecha de caducidad. De ahora en adelante todos debemos aprender la lección para evitar, al grado posible, el corre corre de último minuto.

También podemos prepararnos emocionalmente. Recursos como Skype, Zoom y FaceTime nos pueden ayudar a mantener contacto social que es tan importante para todos en la familia. Tal vez, tengamos que enseñar a los mayores de la casa a aprender a utilizar estos recursos. Si no tenemos internet en casa, es hora de calcular los gastos para añadir una cuenta de alta velocidad para que toda la familia pueda estar conectada, informada, entretenida y ocupada si tenemos que quedarnos en casa para otra cuarentena. Lo mismo con relación al dinero. Tener algo de dinero en casa es sabio por si no es posible llegar al banco, o incluso, si el banco está cerrado. No siempre las tarjetas de crédito se aceptan en una crisis.

El punto final es, recordar, que en la vida real nada es perfecto y que irremediablemente vamos a tener que enfrentar muchos imprevistos, muchos cambios y muchos retos. Todos debemos prepararnos con plan “A” y plan “B”, no porque seamos negativos sino porque queremos ser precavidos. Somos sabios si visualizamos los obstáculos del camino, incluso antes de llegar a ellos.

Y ahora, ¿qué?

Creo que todos nos hemos hecho esa pregunta más de una vez en días recientes, en medio de esta crisis del COVI-19. Una mala noticia sobre otra mala noticia haces que te preguntes, “bueno y ¿ahora qué?

No solo aquí en los Estados Unidos sino que, alrededor del mundo, la pregunta se hace muchas, muchas veces. Mientras hacemos ajustes por aquí, se nos desparrama aquello por allá. ¿Qué voy a hacer? ¿Cuánto van a durarme los ahorros? ¿Cuánto puede esperar mi casero por la renta que no puedo pagar? ¿Qué va a pasar con los pagos del automóvil? ¿Hasta cuándo voy a poder mantener mi trabajo? ¿Cuánto tiempo más estarán los muchachos en casa sin ir a la escuela? …y mil preguntas más que siempre terminan en la última que invariablemente es, ¿y ahora qué?

Los días siguen pasando y simplemente parece que el año se nos va a ir en esta misma aventura de no saber lo que va a pasar mañana. Nos vamos convirtiendo en ese condenado a muerte al que le van extendiendo un día más de vida. Es como si le dijeran “Vamos a colgarte pero no va a ser hoy. Tal vez te colguemos mañana.” No sé, pero habrá un montón que dirían: “oye si me vas a matar acaba de hacerlo porque vivir esta agonía es peor que morir”. Y es que la incertidumbre es la clase de tortura que pone a prueba los nervios del más valiente o del más inconsciente del planeta.

Si tienes dinero pues es como si no lo tuvieras, si tienes un lindo auto en el garaje, da igual. Si tu negocio iba regular, ni te pregunto cómo va ahora y si te quieres volver loco espera a que se te caiga NETFLIX o tu Wify. Ya sé, en medio de esa crisis empeorada, harás la misma pregunta: “¿Y ahora?

Pues nada, que lo que era importante ya no lo es y es solo ahora que todos lo vemos bien clarito. Reconoce que tu mujer es una campeona, que tus hijos unos valientes y tu, bueno, más vale que tu eches pecho y te pongas a trabajar en casa, a darle clases de la vida a tus hijos y a cambiar esa cara de malhumor. Es tiempo de ser más positivo a no estar tan encerrado en tus cosas. Es tiempo de prestar un poco más de atención a tu familia que es, a la larga y a la corta la razón de todo lo que haces. ¿Cierto?

Según la Johns Hopkins University la cuenta es de sobre 138,000 muertos por causa del COVI-19 y sobre dos millones de casos confirmados de personas que se han contagiado con el virus. Y aunque el presidente de los Estados Unidos dice que este país ha llegado al pico de la curva y que ahora irá descendiendo el número de casos, la verdad es que si nos alcanza a nosotros es lo mismo que la curva suba o baje, nos habrá alcanzado y ¿ahora qué?

Es tiempo de aprender que cada persona es importante, única e imprescindible y eso, afortunadamente te incluye a ti y a mi. Si nos desesperamos y empujamos lo que no debemos empujar, en vez de aliviarnos, puede que las circunstancias se empeoren. Hay que tomarlo con calma y aprender a esperar. De hecho, aprender a esperar es un buen ejercicio que nos puede beneficiar a todos. Esperar se ha convertido en una mala palabra porque lo queremos todo rápido, nuestra sociedad nos ha inculcado el tema de la velocidad en todo lo que hacemos y ese tema ha llegado a ser uno muy peligroso que ha afectado a nuestros hijos, tal vez de forma irreparable. Meditemos un poco en esto y tratemos de aprovecharnos de esta situación para frenar un poco nuestra vida, nuestras expectativas del mañana y nuestra relación con los demás para que no sea tan superficial, tan rápida y al final tan insensible.

En el video que sigue repasamos, musicalmente, el curso de nuestra vida agitada y el encuentro superficial que tenemos con los que se cruzan en nuestro camino, que están en la misma desventura que nosotros. Lo recibí de un amigo y lo comparto con ustedes. La música es impecable y el concepto, brillante.

Vacío mi tintero por hoy, para animarte a no descuidarte y a resistir. Aunque digan que estamos en la recta final, no te hagas de ilusiones y toma cada día por lo que es, una oportunidad más de fortalecerte emocional y espiritualmente, un día más para unir y no desunir, para multiplicar y no dividir, para sumar y no para restar. Quiera Dios que aprovechemos estas circunstancias y salgamos de ella más fuertes de lo que entramos… aunque a veces tengamos que decir… Y ¿ahora qué?

¿Es en realidad una sorpresa todo esto?

Pues cuando hacemos un poco de investigación, descubrimos que hace tiempo que los hombres de ciencia están “jugando” con los virus. Hay que recordar que las armas, convencionales, incluso las no convencionales como las armas atómicas y los ejércitos, grandes o pequeños dejan de tomar vigencia en el mundo en que vivimos. Hoy por hoy, hay suficiente tecnología para detener a todo un país o arruinar la economía de cualquier nación. Hay suficiente tecnología para matar a miles sin necesidad de disparar una bala.

En el mundo de hoy los terroristas pasan a un segundo nivel porque se puede hacer más daño con un químico, un virus, o una enfermedad que con un ataque por sorpresa. Y eso, sin tener que sacrificar la vida del atacante.

Y así como hombres juegan con los virus y las enfermedades, otros, probablemente juegan con la bolsa de valores, o andan a escondidas jugando con el genoma humano. Tratando de “crear” cosas horrorosamente distintas y peligrosas. Y no es descabellado pensar que todavía otros buscan formas de derribar las barreras de seguridad y las contraseñas de los organismos del más alto nivel, para el beneficio de unos o de otros. ¡Mundo peligroso, cruel y ambicioso el de hoy!

¿Qué industria no está contaminada por el dinero o el poder? ¿La industria de los alimentos? ¿El comercio? ¿La publicidad? ¿La medicina? No sé, tal vez el lector piense que hoy me levanté con el pie izquierdo y que la cuarentena me está afectando el cocote. ¡Puede ser!

En la década de los cuarenta, la educación era un privilegio. Pocos tenían la ventaja de tenerlo a su alcance. Hoy, todo el mundo tiene acceso a millones de páginas de información. El conocimiento está al alcance de todos y sin embargo, la humanidad en general padece de lo que, para mí, es peor que el temido COVI-19; la ignorancia auto impuesta. No queremos saber, no queremos aprender lo que deberíamos estar haciendo y no queremos escuchar lo que puede levantarnos, orientarnos y beneficiarnos. Solo queremos que nos regalen los oídos y desgraciadamente siempre hay quien lo haga.

¿Pudieras escuchar el video que sigue? No se trata de una profecía inspirada sino de la visión de quien se sube a una colina y se toma el tiempo de mirar adelante. Escucha:

Entonces, lo que vemos hoy no debería causarnos tanta sorpresa. Tampoco los eventos que seguirán a esta pandemia universal. Si lo piensas bien COVI-19 no es un aviso, es el primero de los duros impactos que nos esperan.

Estimado lector, no pierdas de vista la oportunidad que tienes hoy de pausar, aprender y meditar en lo que sucede, y en por qué sucede.

Muchas veces te hemos visitado y hemos tratado de conversar contigo, pero, te has acostumbrado a decir: “no tengo tiempo”. Ahora tienes el tiempo, estás en casa, pero no estaremos a tu puerta. Te invito a que cuando volvamos a estar en tu casa, en la calle, o en un parque, nos escuches. ¡Ya tienes todos los avisos que necesitas!

Cuando volvamos a vernos, por favor, ¡escúchanos!

Anima a otros y te animarás a ti mismo.

Eso suele ser así. La vida es complicada pero algo que se aprende pronto es que en la medida que das, recibes. Si buscas, encuentras. Estos son tiempos de buscar lo que nos edifique, alegre y levante el ánimo. Buscar lo que nos saque una sonrisa y lo que nos fortalezca emocionalmente. No hay mucho por ahí que sirva en ese sentido, pero siempre se encuentra. ¿No es cierto?

Varios amigos me han enviado algunos videos y notas muy simpáticas, otras son realmente edificantes o fortalecedoras. Comparto con ustedes un par de ellas con la esperanza de que sean otra pausa refrescante.

Sí, sigue siendo importante lavarnos las manos para toda clase y antes de toda clase de actividad sean en casa o en el patio. Si salimos no olvidemos que podemos traernos en los zapatos el coronavirus y si recibimos un paquete, igual hay que desinfectarlo antes de abrirlo. ¡Ándale! que si nos cuidamos podremos regresar a la rutina antes de lo pensado. ¡Hasta otra!